Ciencia ficción en clave noir
En Mayo de 2020, cuando el confinamiento decretado por el Gobierno Central se resistía a abandonarnos, y los ciudadanos de todo el mundo vivíamos pendientes de nuestros teléfonos y tablets a la búsqueda de sucesos interesantes que alegraran nuestro aburrido y repetitivo día a día encerrados en nuestras casas, saltaba la noticia: Jeff Lemire, David Rubín y Matt Kindt acababan de crear una campaña de crowfunding en Kickstarter, un proyecto que se traduciría en un cómic producido por estos tres titanes del cómic USA que buscaba mecenas.
Como era de esperar, y tratándose de unos autores de tanto renombre, el objetivo inicial de financiación no es que se cubriera en el plazo señalado por los autores en Kickstarter, si no que apenas si ya se había rebasado en dos días.
Durante el resto del tiempo que este proyecto pudo ser financiado en su campaña de crowfunding, el proyecto recaudó más y más dinero, lo que, para algarabía y gozo del respetable, se tradujo en una edición de mejor calidad del cómic proyectado, así como en un mayor número de recompensas para quienes tuvimos el honor de ser los mecenas de tan colosal proyecto artístico.
La realidad es que han pasado más de dos años desde que esta acontecimiento rompiera internet, o al menos el internet que cubrimos los medios especializados, y no debe de extrañarnos para nada que la situación que se diera fuera esta. Tanto Lemire (Black Hammer, Gideon Falls), como Kindt (X-O Manowar, 4.001 A.D.)como Rubín (El Héroe, Beowulf) tienen proyectos en solitario o en colaboración con otros autores (o entre ellos mismos) que son casi en su totalidad auténticos must have de la viñeta, por lo que estaba claro que un cómic guionizado a cuatro manos por los el canadiense y el americano, con dibujo de nuestro paisano, iba a ser un éxito automático.
La espera, complicada debido a la situación sanitaria, y a la crisis mundial del papel entre otras materias primas, terminó el pasado mes de Septiembre cuando Cosmic Detective comenzó a llegar a los domicilios de todos y cada uno de aquellos que habíamos apostado por este cómic.
Ante nosotros se nos presentaban ciento noventa y dos páginas en gran formato y a todo color que narraban uno de los whodunit en clave noir más interesantes del presente siglo.
Como casi todas las obras de dicho género comenzaban con un misterioso asesinato que el detective de rigor, desastrado pero muy inteligente, tenía que resolver, convirtiendo su misión en algo personal cuando determinados sucesos se ponían en juego. Lemire y Kindt juegan en su guión al Cluedo con el lector, quien poco a poco se va sumergiendo más y más en esta curiosa historia en la que nada es lo que parece.
Lo que hace a este whodunit en particular distinto respecto de otros que hayamos podido conocer, no es solo que esté ambientado en un mundo neo noir de ciencia-ficción con toques de Isaac Asimov o Philip K. Dick, si no que la víctima del asesinato que nuestro protagonista sin nombre investiga es nada más y nada menos que uno de los dioses que forman parte del misterioso panteón que dio creación al mundo en el que se desarrolla la historia.
Es precisamente en este worldbuilding (al menos en mi humilde opinión, desconociendo e ignorando por completo el concreto proceso creativo de la obra) en el que personalmente, y como lector, noto más peso en la escritura de guión por parte de Matt Kindt que de Jeff Lemire. Sin embargo, en la construcción de relaciones sólidas y creíbles para el personaje, tanto a nivel de pareja, como de amistad o simple cortesía profesional, percibo que quizás, Lemire haya tenido algo más que ver, al igual que me lo parece respecto de las emociones de los distintos personajes con los que nuestro detective sin nombre va encontrándose a lo largo de su curiosa aventura.
Otro de los aspectos curiosos, en el que la mano de David Rubín es esencial, puesto que el ilustrador de un cómic participa tanto del guión como sus guionistas acreditados al plasmar la acción de forma creíble y verosímil en viñetas, es precisamente el carácter de “plano secuencia” de la obra. Desde que ésta empieza hasta que termina, no nos despegamos ni por un segundo del detective protagonista, quien carece de nombre para aumentar aún más el halo de misterio que todo lo envuelve. Por tanto, apenas si vemos en esta obra digresiones o saltos temporales, transcurriendo casi toda ella en el tiempo que se sucede desde que el protagonista acepta el caso hasta que éste se resuelve (o no).
David Rubín, haciendo gala de la enorme calidad de su trabajo a la que nos tiene acostumbrados, nos regala un dibujo superior al habitual (ya de por sí magnífico) en el que aporta colorido (siendo aquí muy importante y capital la labor de Xulia Pisón y Kike J. Díaz, flatter de Rubín) y dinamismo a una ciudad que podría ser perfectamente el enclave elegido para una nueva entrega de Blade Runner o para un episodio de Altered Carbon. Pero donde estas producciones tiñen todo su universo de agonía y tristeza, Rubín consigue que en la desesperación exista colorido y vida, convirtiendo la obra en un neonoir en el que fotográficamente, la oscuridad es precisamente lo que más sobra entre tanto color y neón.
Y es que es precisamente en esta espectacularidad, tanto en cuanto a la explosión de colores, como en el diseño de personajes, desde el propio detective protagonista, hasta aquellas entidades divinas que aparecen en la obra, donde se nota el enorme respeto, cariño e influencia que el ilustrador orensano tiene por la labor de Jack Kirby. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que con un par de ajustes menores en el guión, Cosmic Detective podría haber sido parte de una versión modernizada y adaptada del Cuarto Mundo del Rey de los cómics.
Al margen de todo esto, y como ocurre con casi todos los whodunit, desde Juego de Tronos (como primer libro de la saga Canción de Hielo y Fuego) hasta Puñales por la Espalda, pasando incluso por obras de cómic más modernas como Heroes in Crisis, Roschach o Strange Adventures (todas ellas de Tom King con respectivamente, Clay Mann, Mitch Gerads, Doc Shanner y Jorge Fornés), lo de menos es el misterio inicial, si no a donde lleva su desarrollo y el descubrimiento por el protagonista de los distintos misterios que toman lugar en la trama.
Así, Cosmic Detective aprovecha el supuesto asesinato de una suerte de Dios para ahondar en cuestiones teológicas, filosóficas e incluso político-legales de gran calado. ¿La mera existencia de Dios hace que éste deba ser venerado o adorado? ¿Puede un Dios hacer con el mundo que ha creado aquello que le venga en gana? ¿Ser parte de la creación de un Dios nos convierte automáticamente en súbditos? ¿Existe realmente el libre albedrío cuando entidades todopoderosas pueden borrarlo de un plumazo?
La respuesta a estas preguntas no me atreveré a darla yo, tratándose además de cuestiones muy subjetivas, dando lugar cada una de ellas a un debate que podemos alargar hasta la infinitud. Pero la obra que consigue que nos planteemos estas cuestiones y que pasemos largas horas debatiendo sobre ellas en solitario o bien acompañados, tiene un nombre y es Cosmic Detective.
Un imprescindible del cómic independiente que no puede faltar en tu estantería, sea cual sea tu género de cómic habitual.
Lo mejor
• El dibujo de David Rubín.
• Un Whodunit distinto y muy particular.
Lo peor
• ¿Francamente? Nada.
Guión - 8.5
Dibujo - 8.5
Interés - 10
9
Imprescindible
El trío de ases formado por David Rubín, Matt Kindt y Jeff Lemire nos traen lo mejor del cómic independiente más actual-