Crónica de la presentación de Todo bajo el sol de Ana Penyas

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El pasado jueves día 11 de febrero la prensa estaba convocada la rueda de prensa de presentación de Todo bajo el sol el nuevo trabajo de Ana Penyas (Valencia, 1987) vía Zoom. No es el formato ideal, sin embargo, es el signo de los tiempos. La rueda de prensa comienza con una breve presentación de la obra a cargo de Catalina Mejía, la editora de los trabajos de Ana Penyas en Salamandra Graphic, y luego se da paso a las preguntas de los distintos medios moderadas por Claudia Cucchiarato Responsable de Comunicación Salamandra. En rueda de prensa hicieron preguntas Jordi Ojeda, Jon Spinaro, Pilar Martín y Gerardo Vilches, además de Zona Negativa.

Tras la fantástica acogida que tuvo Estamos todas bien las expectativas estaban muy altas, ya que por su obra de debut en el cómic la que la autora valenciana obtuvo multitud de premios, entre los que destacan el Nacional de Cómic en 2018, el de Artista Revelación en el Salón del Cómic de Barcelona y el de Novela Gráfica FNAC-Salamandra Graphic, sobre los premios la autora nos dijo: “Los premios vienen a darte un impulso, a veces, incluso a costear el siguiente proyecto, porque no da. Sirven tanto a nivel material como a nivel de reconocimiento e impulso. Después de tantos premios no podía decir que no voy a hacer cómic. Es cierto que en un momento sí que me agobie, porque hubo una exposición mediática que no me esperaba. Pero sabía que no iba a hacer un cómic porque sí, si no tenía nada que contar, el día que tenga algo que contar volveré a hacer un cómic”. Han pasado tres largos años desde la aparición de Todas estamos bien, un largo que periodo que tiene una explicación: “Mi manera de trabajar es lenta, empecé a hacerlo en 2018, estuve un año haciendo el guion, que fue lo que más me costó, otro año dibujando y medio año más retocando. Más rápido, con mi técnica, no se puede ir”.

Todo bajo el sol es una novela gráfica en formato apaisado que nos narra la historia de tres generaciones de la misma familia en un pueblo de la comunidad valenciana que en los años sesenta comienza a creer por el auge del turismo que promovió la dictadura. El resultado fue un presunto bienestar que cambió por completo la economía de la zona y expulso a muchos de sus habitantes. La obra es una crítica a un modelo económico que no ha llegado a todos por igual, “Tienes que estar en un lugar de privilegio para no compartir esa crítica” nos dice Ana Penyas. Además de los miembros de la familia que sirve de ligazón a la historia, los protagonistas de la obra son los territorios en los que se desarrolla: “En Estamos todas bien lo hice una forma más inconsciente y no fui consciente hasta que Álvaro Pons lo nombro destacando la importancia que tenía lo que sucede en segundo plano, y en esta obra el verdadero protagonista es el territorio y tenía que estar vivo, no podía ser un fondo estático. Los he construido gracias a mis recuerdos, a las fotografías que hago y a consultar muchos archivos de fotógrafos y fotógrafas que han trabajado sobre este tema”. Entre todos esos paisajes destacan con fuerza los distintos carteles publicitarios y cómo van variando: “Me pareció muy importante darles mucho peso a los anuncios, porque son los deseos que hay detrás, lo que se le estaba diciendo a la sociedad que tenía que querer”. Un paisaje que está en continuo cambio mientras el cemento va devorando la huerta y los barrios ven como el proceso de gentrificación termina por expulsar a las personas que vivían en ellos: “Hay muchas partes reflejadas que yo no he vivido, yo no he visto el paisaje en la costa Mediterránea sin grandes edificios, pero sí que he visto la gentrificación de los barrios. Es algo que va a cámara rápida, si pones la cámara en una calle que se está gentrificando en solo un año ya ha cambiado”.

A diferencia de su debut, en esta ocasión estamos ante una obra que no se entendería sin el color: “Era imposible tratar este tema sin que fuera con color, está el cielo azul claro siempre, el sol, el mar, la huerta, el cemento gris, y todos esos tonos flúor de los souvenirs; era imposible reducir este universo a un bitono o una gama corta, en un principio lo intente, pero no podía ser. Era a todo color. Lo que intente es que cada capítulo tuviera una tonalidad, en el año 60 se ve un poco más de austeridad en el color, pero luego va cambiando con el mundo de la noche en los noventa… me hice una paleta para cada capítulo. Me lo he pasado muy bien porque era un parte que me generaba más inseguridad, porque ni siguiera en mi faceta de ilustradora soy tan a todo color”.

La obra está protagonizada por una familia que lleva conviviendo toda su vida con los cambios y problemas que ha generado en la zona el turismo y la especulación, aunque no se trata de una obra autobiográfica ya que según Ana Penyas: “Es una familia de ficción, pero están basados en diversos testimonios, sobre todo la parte de los hijos que son de mi generación. Aunque no estoy yo sí que puede haber algo de mis primos, amigas… una mezcla de mucha gente. Hay ficción y testimonios, por ejemplo, los abuelos de huerta están extraídos de documentales y libros que tratan el tema …He hecho un poco un collage en la parte de la familia, cada uno está sacado un sitio distinto …Mi experiencia personal está reflejada sobre todo en el paisaje, mis padres viven en la frontera de Valencia con la huerta. Estoy acostumbrada a ver esa mezcla de huertas con grúas y edificios. Hay mucho en el paisaje de mi vida, pero no tanto en los personajes”. También destaca que esa familia no es de clase media, es de clase baja y vive con lo justo: “Mis padres son de clase media, así que los protagonistas no son mis padres. La gente que trabajamos en la cultura muchas veces venimos de la clase media y trabajamos en torno a nuestras vidas así que hay muchas historias que no se cuentan. Y me parecía muy interesante reflejar todo ese mundo de lumpen y la prostitución que tiene mucha importancia en los procesos de gentrificación, ya que son el chico espiratorio para empezar a generar en la opinión pública que se tiene que regenerar un barrio. Sí quiere elegir unos personajes que no fueran clase media porque en los procesos de gentrificación hacen otro papel, no son a los que se le expulsa, sino que son los van a esos barrios, subiendo el poder adquisitivo. Me parecía interesante que fueran otros protagonistas”.

Durante toda la obra vemos como los anuncios, carteles y programas de televisión sirven para contextualizar la obra convirtiéndola en una crónica de los últimos cincuenta años, no solo de la comunidad valencia sino a nivel estatal, en particular en un modo en entender la economía que solo se preocupaba del turismo y el ladrillo. “Los años 90 en Valencia fueron muy fuertes, tenemos grandes hitos de esa época en la costa de Levante como Marina D’Ors, Benidorm, la Fórmula 1, pero también se vio algo similar en Madrid. Tiene que ver con años de neoliberalismo salvaje“. Hay capítulo centrado en la ruta del bacalao: “Creo no se ha tomado muy en serio y es un retrato generacional de un montón de chavales. Yo no la viví en directo, pero estaba tan presente en todo que al final te rebotaba. Si que me apetecía hablar de chicos que dejaron de estudiar para currar en la obra, algo que está muy unido a este rollo de la ruta. Esta muy impregnada en la cultura popular en la comunidad valenciana y el tema de la fiesta”.

Aunque es un trabajo que habla muy circunscrito a la zona de Levante, trata problemas que existen a nivel global. «Ha sido complicado porque quería muy mucho evitar nombres propios, porque ni es Valencia, ni es Cullera, yo ni siquiera he veraneado en Cullera y no quería centrarme en un caso concreto, aunque está inspirado ahí. No quería hablar de un lugar real porque eso te ata a los sucesos reales y la documentación me hubiera llevado el triple del tiempo… Esta historia me parecía interesante por reflejar un pueblo costero convertido en lugar de vacaciones, el tema de un centro histórico gentrificado se puede ver a nivel global, es el capitalismo avanzando… Tenía miedo si a la gente de fuera de Valencia le iba a interesar la historia”.

Artísticamente estamos ante un libro mucho más complejo que su obra anterior, con una mezcla de diferentes técnicas: “Con Estamos todas bien, yo estaba empezando y hay una evolución que se puede ver en directo, no soy una persona que lleva veinte años dibujando y, de repente cambia. Estoy aprendiendo y eso se refleja en los dibujos que hago. Este libro está más cerca de mis trabajos en la ilustración. Aquí el transfer y la foto tiene un protagonismo supergrande porque me apetecía mucho apelar al recuerdo. Hay cosas que no he podido usar tal cual por tema de derechos. Este cómic mezcla lo elaborado y lo naif, y esto tiene que ver con los tiempos porque tenía que hacer una página por día. El nivel de ejecución lo marca el tiempo y con ese libro no podía recrearme más. Pero en el libro he aprendido otra estética, ha sido divertido salirme de lo que sé hacer y disfrutarlo”.

Para cerrar queremos agradecer a Ana Penyas, Claudia Cucchiarato y Catalina Mejia por su amabilidad y por la invitación a participar en el encuentro con la prensa e invitar a todos nuestros lectores a hacerse con la obra, ya que es fantástica.

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Diego García Rouco
Nacido en Barakaldo en 1977 donde sigo viviendo. Descubrí los cómics en una librería de barrio con Tintin, Asterix, SuperLopez y los personajes de Ibáñez. En 1989 descubrí los superheroes de la mano de Stern y Buscema con el numero 73 de la edición de Forum de Los Vengadores. A estas lecturas se fueron incorporando la novela gráfica y el manga, de los cuales, a diferencia de los superheroes, nunca me cansé. Todavía sueño con ser agente Espacio-Temporal y de Planetary, con visitar mundos de fantasía con el señor T., Philemon, Lord Morfeo, Arale y Thor. Viajar con Reed, Ben, Susan y Johnny al futuro y pasear por el cuartel de la Legión. Recorrer la antigua Roma con Alix y una cantimplora de poción mágica. Buscar Mú, perderme en un viaje al corazón de la tormenta, contemplar el Olmo del Cáucaso mientras paseo por un Barrio Lejano leyendo El almanaque de mi padre. Conseguir beber la sangre del Fénix. Leer, al fin, algún articulo de Tintín y de Fantasio sin que me molesten los absurdos inventos de Gastón. Perderme por las murallas de Samaris, mientras de la pirámide flotante de los inmortales cae John Difool. Enamorado de la chica de los ojos rojos y de Adele. Y cabalgar hacia el amanecer con Buddy Longway, Red Dust y el teniente Blueberry. Con un poco de humo azul en los labios...
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