Crossed + 100 Volumen 3: Una Mirada a la Oscuridad

 

Edición original: Crossed + 100 vol. 3 TPB USA Avatar Press
Edición nacional/ España: Panini Cómics
Guión: Simon Spurrier
Dibujo: Rafa Ortiz, Martín Túnica
Color: Digikore Studios
Formato: Libro con solapas. 152 páginas.
Precio: 15,00€

 

Tercer y último, al menos por ahora, arco de Crossed + 100, la colección que Alan Moore y Gabriel Andrade crearon en 2014 dentro del universo Crossed, el mismo que da nombre a una de las series estandarte dentro de la editorial independiente Avatar Press. Localizando la acción cien años después de la llegada de los infectados el guionista de Watchmen, con la inestimable ayuda del dibujante de Ferals, revolucionó el proyecto creado por Garth Ennis y Jacen Burrows en 2008 con un simple añadido argumental al microcosmos que estos idearon, dar inteligencia a los cruzados para que pudieran ejercer como seres racionales dentro de su demente personalidad salvaje que los convierte en homicidas o violadores descerebrados. Después del primer arco de seis números el mismo Alan Moore eligió a su compatriota y amigo Simon Spurrier para que tomara su relevo facilitándole importantes datos sobre por dónde quería el autor de From Hell que transitara su creación. Spurrier, que ya se había sumergido con acierto en el universo Crossed con el webcómic Wish You Were Here, acompañado por los ilustradores Fernando Heinz y Rafa Ortiz, ideó un segundo arco titulado Soy Leyenda con el que ofreció una buena labor, pero alejada de la maestría de la del creador de V de Vendetta o Promethea, y con el que cometió algunos fallos que hicieron perder enteros a un conjunto que a pesar de todo contenía en su media docena de entregas suficientes virtudes para ser considerada una decente continuación del arranque que grabaron a fuego en la mente de los lectores Moore y Andrade.

Crossed + 100 Volumen 3: Una Mirada a la Oscuridad mantiene las señas de identidad de los dos anteriores tomos. La historia vuelve a ser una distopía post apocalíptica en la que la humanidad se comunica con un lenguaje derivado del inglés que es una referencia clara al «nadsat» que utilizaban los personajes de la novela La Naranja Mecánica de Anthony Burgess, la protagoniza una sociedad en la que hasta las religiones han evolucionado (sulmanes) o se han amalgamado entre ellas (ecolistianos) y todo se contextualiza narrativamente por medio de seis entregas en las que tanto los títulos como las tramas hacen referencia a obras y autores clásicos de la ciencia ficción como Philip K. Dick (A Scanner Darkly), Christopher Priest (Inverted World) o Greg Bear (Blood Music) entre otros. El argumento tiene lugar cinco años después de lo acontecido en el segundo volumen y una vez más la archivista Futuro Taylor es el personaje central sobre el que vascula toda la trama principal, pero en esta ocasión Simon Spurrier nos guarda un giro argumental que replantea todo lo que este rol representa y pone en entredicho tanto su porvenir como el de sus allegados. Futuro y su pareja, el también archivista Mustaqba, están criando en secreto a una niña cruzada que es nada más y nada menos que el bebé que aparecía en las últimas páginas del anterior volumen y que suponíamos la protagonista había asesinado. Esta nueva revelación da un importante giro a la colección en la recta final de su último arco.

Más allá de los dilemas morales y éticos que suponen una implicación emocional tan relevante por parte de Futuro Taylor teniendo que mantener, junto a su pareja, en secreto la existencia de su «hija adoptiva» y todo lo que ello conlleva Spurrier consigue con dicha excusa narrativa un interesante paralelismo que emparenta a la protagonista con Beau Salt, el asesino en serie que tras ser infectado en 2008 no notó cambio alguno en su personalidad y gracias a ello pudo permitirse adiestrar a otros cruzados para que controlaran sus impulsos homicidas y de este modo pudieran planear a largo plazo una matanza a nivel global para someter a los seres humanos. Esta idea es la más interesante del tomo, ver al personaje principal convertirse en un émulo de su ubicua némesis que a pesar de haber fallecido años atrás dejó escrito, de manera encriptada, en su testamento cómo debía desarrollarse el plan al que él dio inicio. Evidentemente las motivaciones que movían a Salt y Taylor para «educar» a sus salvajes acólitos no eran las mismas, las del primero la venganza y el placer hacia el dolor ajeno, las de la segunda el amor y su deseo de ser madre y formar una familia, pero no deja de ser interesante que ambos actos se sustenten en ideas contranatura que desembocan inevitablemente en hechos trágicos que se cobrarán no pocas vidas inocentes. En esta dicotomía entre lo sentimental (criar a un hija a la que nunca se podrá tocar para coger su infección) y lo racional (dar cobijo a un ser al que se debe tener atado de pies y manos por si no puede controlar sus instintos salvajes y saber que ningun allegado permitiría dicha situación por su naturaleza peligrosa) yace, como previamente hemos apuntado, la idea más atractiva de este tercer volumen de Crossed + 100.

De esta manera Simon Spurrier lima las aristas que habían hecho mella en cierta manera en su primera incursión en la colección con el segundo volumen que le sirvió para tomar el testigo de Alan Moore, como si los números que a aquel daban forma hubieran sido un periodo de transición o toma de contacto con el microcosmos diseñado por el autor de La Broma Asesina para llegar a esta nueva etapa en la que muestra un control mucho más férreo y profesional del entorno, los personajes y las señas de identidad conceptuales y narrativas de la serie. Esto se deja notar, como acabamos de mencionar, en cómo algunos de los personajes que habían sufrido cierta descaracterización forzada en el segundo volumen vuelven a ser los de antes y a actuar con la racionalidad esperada en ellos, como es el caso de Mustaqba que pasó de ser un personaje magnífico y tridimensional en los seis primeros números a un rol plano, sin matices y con tendencias a la estupidez en los seis siguientes, cobrando aquí mucho más protagonismo aunque sólo sea para cumplir la misión que se le encomendó como creación en el arranque de Crossed + 100, ser el interés amoroso de Futuro Taylor y el catalizador o potenciador de los sentimientos de esta una vez el guionista decide darles protagonismo en pos de acentuar el poso dramático del relato. También el uso de los bocadillos de pensamiento vuelve a contener la trascendencia de antaño cuando Spurrier acentúa la importancia de que Futuro decida escribir de nuevo su diario cinco años después de haber abandonado la idea de continuar su trabajo con él para que en años venideros sirva de ayuda para las próximas generaciones de humanos.

Por suerte Spurrier tampoco se olvida de que estamos en una serie de Crossed en general y en Crossed + 100 en particular, de modo que hace uso de las características propias de ambas creaciones más allá del retrato de personajes y el perfil psicológico de los mismos. Este Volumen 3, aunque dosificada, tiene la violencia explícita propia de la creación de Garth Ennis y Jacen Burrows, tanto la gráfica como la sugerida, de este modo asistiremos a los habituales pasajes de desmembramientos, mutilaciones, parafilias sexuales enfermizas y crudeza propia de los cruzados, pero también se ocupar el autor de X-Men Legacy de apelar a la técnica que tan buenos resultados dio a Alan Moore en el primer volumen, la de ir tejiendo de manera subrepticia una conspiración que sobrevuela todo el arco argumental y que Futuro Taylor deberá ir desvelando por medio de pistas que irá encontrando gradualmente en el Diario de Beau Salt una vez lo haya desencriptado totalmente. El resultado no alcanza las cotas de impacto de la matanza en Chooga de los números de Moore y Andrade, el factor sorpresa ya se ha perdido, pero dicha revelación no deja de llamar la atención de un lector que posiblemente no pensara en ningún momento que la trama iba a transitar ese camino que, y es mérito del mismo Spurrier, queda perfectamente adherido al discurso de la serie y para colmo sublima e hiperboliza la idea principal plantada a modo de semilla por el autor de La Cosa del Pantano en la primera etapa de la colección, la que tenía su germen en la autonomía de los cruzados como seres capaces de ser conscientes, aunque de manera indudablemente primaria, de la ley de causa y efecto.

En cuanto al apartado artístico es de recibo mencionar algo que ya abordamos en la reseña del segundo volumen, la marcha de Gabriel Andrade de la colección una vez terminó su trabajo conjunto con Alan Moore hirió considerablemente a la serie. En el tomo Soy Leyenda dos ilustradores se alternaban las páginas de los seis números y mientras durante sus primeros pasos la labor de Fernando Heinz nos transmitía cierta extrañeza, una vez cogía adecuadamente los mandos de la máquina su estilo amerimanga se mimetizaba competentemente con el guión de Spurrier, el tono feísta y sucio de Rafa Órtiz empañaba un poco el conjunto de la labor a los lápices. En este tercer tomo el problema se ha solucionado en cierta medida y mientras Ortiz no ha cargado tanto las tintas con su estilo definiendo más el perfil físico de los personajes y el entorno en el que se mueven por medio de splash pages bien ejecutados su compatriota el argentino Martín Túnica amalgama su impronta a la de su compañero y gracias a ello consiguen una cohesión en su labor a cuatro manos de la que carecía el segundo tomo. Evidentemente la colección no vuelve a tener la calidad a los dibujos que destilaba Gabriel Andrade (autor brasileño que sin ser un genio tiene un especial talento para implicarse en relatos entregados al terror y la truculencia) en el primer tramo, pero el hecho de que Ortiz y Túnica hayan encontrado el equilibrio necesario para que sus dos visiones estéticas de Crossed + 100 se retroalimenten adecuadamente para dar cierre a la serie no deja de ser una muy buena noticia.

Después del pequeño bache que supuso Soy Leyenda este tercer volumen encarrila la colección muy competentemente para ofrecernos su despedida, temporal al menos. Crossed + 100 Volumen 3: Una Mirada a la Oscuridad, que fue editado por Panini Comics en Noviembre del pasado año a modo de tomo en rústica con solapas, una introducción a manos de Aurelio Pasini y el añadido de las portadas originales y alternativas de los números que contiene, es un interesante punto y seguido para la distopía futurista creada por el mejor guionista de la historia del cómic hace algo más de dos años. Aunque su último número marca un fin de ciclo la trama permanece abierta y quedan suficientes personajes principales con vida para que en un futuro próximo el relato pueda ser retomado por otros autores que esperemos entiendan, como finalmente lo ha hecho Simon Spurrier, la revolución que Alan Moore diseñó con no más de 160 páginas. Como el que esto firma es un fan incondicional de Crossed y debido a que Panini Cómics ha reeditado los tres primeros arcos de la colección a manos de Garth Ennis, Jacen Burrows, David Lapham, Javier Barreno y Raulo Cáceres posiblemente no tardemos en volver a hablar de estos cruzados que, como siempre defiendo, no dejan de ser un reflejo deformado de nuestros instintos más bajos y ocultos como seres humanos, los mismos que al no salir a la luz y mostrar sus fauces nos permiten formar parte de esta sociedad que, aunque sea en la ficción del arte secuencial, disfruta empapándose de vísceras, hemoglobina y esperma con este retrato de lo que en futuro podemos llegar a ser si no ponemos remedio a nuestra situación actual a nivel global.