Edición nacional / España: Cuentas Pendientes, Colección Sillón Orejero, Astiberri Ediciones, agosto 2016.
Guión: Sergi Álvarez.
Dibujo: Sagar.
Formato: 136 páginas en bitono editadas en rústica con solapas.
Precio: 12 €.
Cuentas Pendientes es el regreso de Sergi Álvarez y Sagar al universo de Bajo la Piel –editado por Astiberri en 2005-, esto es, género negro con sus polis, sus perdedores, sus femme fatales y esa elegancia que rezuma la decadencia. Aquí nos traen la historia de Lefty Palmer, un pianista en horas bajas que necesita de dinero contante y sonante para operarse una mano con la que ya no puede demostrar su virtuosismo de antaño. Succionado por el desagüe del alcohol y la autocompasión, a Lefty le convencerán para llevar a cabo un atraco particular: una obra de arte de un furgón blindado; pero el misterio que desvelarán con el atraco desmadejará una trama más compleja de lo que parecía al principio.
El guión de Sergi Álvarez demuestra un buen pulso para la creación de personajes a través de clichés del género. Todos son reconocibles dentro del arquetipo, lo que no le quita valor a la historia, sino que la hace avanzar con rapidez. Esto hace que el aficionado a estos universos se sienta como pez en el agua deambulando por estas páginas. Pero si lo que quieren es algo más, no cabe duda que lo que hace brillar este tebeo es el arte de Sagar, quien demuestra una pericia para con el lápiz digna de aplauso. Los personajes cobran vida en una suerte de agilidad plástica a través de la reiteración de un mismo elemento en la misma viñeta, como si el tiempo se negase a ser congelado en una sola foto. Esto da pie a páginas dinámicas, donde la acción reboza el encuadre, con sus coches tratando de salir del mismo en una persecución frenética, o esas imágenes deliciosas donde Sagar pone al pianista a tocar, siendo el lector testigo de todo un abanico de gestos en una sola viñeta.
Mención especial merece también el uso de los negros. El noir siempre ha sido uno de los valedores de las arcas de las fábricas de tinta china, claro está, y aquí, en un tebeo en blanco y negro y grises, las sombras son uno de los protagonistas. Estas sombras son la personificación de esa ciudad que envuelve a los personajes y potencia sus dramas. El lugar donde se desarrolla la historia despliega su influencia sobre los protagonistas en una suerte de reflejo exagerado de sus psiques. Esto se ve apoyado por el diseño de una ciudad abarrotada, de cemento abigarrado y asfixiante, un marco infernal donde a los perdedores no les queda más remedio que seguir perdiendo.
Todo lo anterior sirve, claro, no solo para demostrar que la ambientación es vital para generar una emoción concreta en el lector, sino para que Sergi Álvarez pueda hacer una denuncia necesaria de los engranajes de la política, que siempre va mano a mano con la corrupción. Los títeres siempre estarán ahí, parece querer decir el guionista. Y al resto, a la masa, no le queda otra que tratar de sobrevivir. Y si hay que hacerlo tensando las cuerdas, habrá que hacerlo así. De todas formas, el mundo que presentan Álvarez y Sagar es una versión menos distorsionada de lo que parece el nuestro, solo que los malos son más evidentes y apenas hay lugar para la bondad. Por que, en este mundo que vivimos aún queda algo para la bondad, ¿no?
