Daredevil debe morir por Juanjo Carrascón
La etapa de Chip Zdarsky comienza de una manera inesperada. Tras los hechos narrados por Charles Soule, nuestro querido “rojo” cura sus heridas físicas y psicológicas. En un momento puntual, ante una situación en la que el héroe interviene, uno de los delincuentes fallece. Ante este inicio explosivo, el aclamado guionista comienza a construir lo que será la primera parte de un relato que durará hasta El Reinado de El Diablo. No es la primera vez que Matt Murdock es puesto en una difícil tesitura, de tal forma que, sin ser una idea rompedora, podemos afirmar, sin ningún género de dudas, que este contexto va a ser desarrollado de manera sublime.
Daredevil y la Justicia con mayúsculas son, representaciones de la «justicia ciega», que retoman en este comienzo de etapa un tema tratado en el género de los superhéroes. La venda en los ojos es la conexión, pero es, a la vez, el punto de divergencia entre el sistema legal, la mitología de El Diablo de la Cocina del Infierno, y los justicieros. Esta conexión es compleja. La descripción moderna de la «justicia ciega» se centra en la importancia de la imparcialidad del derecho moderno, del debido proceso como medio para asegurar la formalidad y objetividad de la ley, ignorando entre otras cuestiones, aspectos relevantes como la identidad particular de la persona enjuiciada.
Matt Murdock es cristiano, y como tal, tiene una serie de creencias que han marcado su vida. Respecto a lo que nos ocupa somos testigos en los primeros cinco números de este volumen que, ante la evidencia del resultado funesto de su intervención, nuestro protagonista es incapaz de reconocer que es responsable del fallecimiento de un delincuente, aunque sea a título de imprudencia. “Conoce el miedo” expone a Daredevil a las terribles consecuencias de un error. Sin embargo, Zdarsky juega muy bien con aspectos morales de tal forma que simbólicamente entra en liza Frank Castle. El Castigador es la antítesis de Daredevil, pero como justicieros que son ambos, en muchos casos la línea que los separa es muy fina. El argumento pivota en esa línea, de tal forma que, ahora Matt es responsable de una muerte, y la pregunta queda en el aire ¿en qué se diferencian entonces Daredevil y El Castigador? Tras un rico debate entre Castle y Murdock, de manera simbólica Daredevil porta la camiseta del ajusticiador hasta que entra en el último número del arco Spiderman como referente moral. Es el momento de dar un paso más, y Daredevil debe morir.
Ante este planteamiento el siguiente paso en esta etapa se centra en un tema muy recurrente; todos somo iguales ante la ley. Esta temática es muy propia dentro del ámbito del derecho, pero no es menos cierto que también es un tema que ya viene siendo tratado dentro de otros géneros como son cine, libros y cómics. Ley y el sistema legal, junto con una sociedad donde los superhéroes, en muchos casos al margen de ambas, luchan por el bienestar de la sociedad, abocan a un claro conflicto. Chip Zdarsky y Daredevil en particular, critican un sistema defectuoso, argumentando que la ley es falible con especial énfasis en que un sistema que no protege a los ciudadanos da lugar a los vigilantes, la justicia popular y la necesidad del superhéroe. El guionista lo expone claramente en ese momento concreto en el que surgen diversos Daredevils que, en ausencia de nuestro héroe, se lanzan desinteresadamente a proteger La Cocina del Infierno.
“No hay diablos, solo Dios” es el siguiente paso para adentrarnos en lo que es, y significa Daredevil. Ya sin Marco Checcheto, que volverá más adelante, nos encontramos en un momento en el que pasados unos meses en los que la derrota física a manos del agente North, y moral, tras la conversación con Spiderman, Daredevil no es visto por Nueva York. Sin embargo, veremos cómo Matt, si bien ahora es feliz (aunque no del todo), no pude prescindir de la máscara y la responsabilidad.
Entran en juego personajes secundarios muy importantes para el futuro como Robert Goldman y la familia Libris. Matt, que es un rompecorazones empedernido, entra de lleno en una nueva y turbulenta relación basada en la infidelidad; ¿nuevo ejemplo de la hipocresía de sus convicciones religiosas? Sin embargo, la relación que mantendrá Murdock con Mindy Libris nos lleva a la reflexión sobre las decisiones y sus consecuencias, sobre el remordimiento, y finalmente sobre el peso de la mujer en las familias modernas. Respecto a la familia Libris viene inmediatamente a la cabeza un momento muy interesante como es la cena en la que Matt descubre quien es la familia de Mindy. ¿Por qué es interesante? Sencillamente porque de nuevo Zdarsky utiliza hábilmente esta incomoda situación para poner en la mesa, nunca mejor dicho, un polémico debate; ¿la mafia, y por extensión la delincuencia, existe porque el sistema legal ha fallado?
Muy interesante en la evolución de Matt en esta etapa es el desarrollo de sus convicciones religiosas en un momento de crisis. En el fondo, Matt arrastra una terrible carga que es su credo, lo cual lo lleva por el camino del sufrimiento. Llegados a un punto de este siguiente arco, en una partida de ajedrez con Reed Richards, se expone un pensamiento que está en auge estos últimos años; la idea de justificar la existencia de dios a través de la ciencia. Se trata de un concepto empirista que desde luego no es novedoso. Matt expone claramente que el credo pivota en la fe, y a pesar de que Richards ha viajado por el universo y su mente es capaz de desgranar los misterios del cosmos, nunca ha encontrado un ser que pueda ser dios, pese a tener enfrente a entes como Galactus. Es más, en el último tercio de la etapa que analizamos aparece un personaje que ya es introducido en los primeros números, pero que revela su verdadera condición de cara al final de la historia que nos quiere contar Zdarsky. Este personaje juega con la idea del libre albedrio y de la figura de un ser superior que maneja los hilos de nuestras vidas.
Matt Murdock no se oculta a sí mismo que sus acciones violan el marco legal de una sociedad que sigue unas reglas. Nuestro protagonista, y así lo deja claro el guionista, se pone una máscara y golpea a los malhechores. Es decir, Daredevil es un justiciero clásico en el sentido de actuar al margen de las reglas que hacen funcionar, mejor o peor, nuestra sociedad. El problema de los vigilantes es que sus actos tienen sus consecuencias y pueden crear imitadores indeseables. De ahí, y dentro del marco establecido por Zdarsky, iremos caminando poco a poco hacia El Reinado del Diablo.
Pero antes de todo esto, y en la deconstrucción de Daredevil, entran en juego Frank Castle y Elektra. Ambos son el reverso de Daredevil pero de una manera muy diferente. La venganza sin límites escapa de lo que es la Justicia entendida por Daredevil. Frank Castle, que volverá al final de esta etapa como líder de La Mano, ha perdido su alma en el camino de la búsqueda de su justicia. Elektra, por el contrario, es salvada gracias a un parámetro, un arnés; el significado de ser Daredevil. Este tema es tratado muy bien por Chip Zdarsky, puesto que, si bien estamos inmersos en un juicio contra El Hombre Sin Miedo, realmente, sabemos que lo que significa ser Daredevil no es únicamente la violencia contra el mal. Elektra experimentará una evolución en la cual debe descartar de su vida la muerte de aquellos a los que se enfrenta, por el contrario, El Castigador caerá en las manos de La Bestia.
Ante las puertas de lo que en principio iba a ser el punto final de esta etapa, me refiero a El Reinado del Diablo, se trata un tema que, si bien en España no se produce de la misma manera, es una cuestión delicada; el sistema penitenciario. En muchos casos, el pensamiento del ciudadano asocia el delito a la pena, y la pena al castigo. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el sistema penitenciario no necesariamente aboca al resultado que se persigue. El guionista tiene claro lo que quiere contar y hace una denuncia social no solo en contra de un sistema federal (en EE. UU.) deficiente sino también del negocio de las prisiones privadas. Lo cierto es, al margen de las convicciones de cada uno, que las prisiones no son la solución, y que nuestra sociedad en determinados casos utiliza las mismas como archivador de personas que no sabe que hacer con ellas.
Reinado del diablo por Juanjo Carrascón
El Reinado del Diablo marca el punto y aparte de esta etapa. Daredevil es el personaje ideal para poder llevarlo hasta el extremo y en este caso Chip Zdarsky lo consigue. Entre la herencia de años anteriores, y que recogió muy bien el guionista, Wilson Fisk domina la ciudad de Nueva York encumbrado como Alcalde. El Reinado del Diablo trata de esta situación que, además, hemos sufrido en muchas otras colecciones. Estamos ante una crítica social y política que podemos trasladar perfectamente al momento actual que vivimos.
Esta importante saga para el Universo Marvel pone en la mesa a un Kingpin que sospechando que Daredevil le ha manipulado elige usar su poder para reprimir a la comunidad de superhéroes de Nueva York de una manera que no se había visto desde la Ley de Registro de Superhumanos. Cualquiera que esté familiarizado con Civil War verá instantáneamente algunas similitudes. Pero este evento tiene identidad propia. No hay ningún incidente de Stanford que incite la protesta pública, ni hay voces que hablen en contra de los héroes. El Reinado del Diablo sirve de pretexto para contarnos una historia de grises donde veremos las mentiras flagrantes y manipuladoras de Fisk sobre sus motivos para la prohibición de superhéroes, hasta la reacción febril en algunos casos de muchos de los superhéroes más destacados de Nueva York.
Una historia, un evento, muchas páginas, pero en definitiva lo que tenemos delante es un punto de inflexión para el Universo Marvel y desde luego para Matt Murdock.
La saga del puño rojo, por Ángel García-Tetuá
Zdarsky, acompañado de De Latorre y Checchetto, continúa con su etapa, bajo un nuevo volumen. Con esta decisión creativa, ya desde la estructura, pretende marcar una línea con respecto de lo que sido narrado con anterioridad. Y es que ahora Matt Murdock ha muerto. El Castigador y la Mano planean lo peor mientras, a la salida de la gran ciudad de Nueva York, un diablo (o diabla) espera a otro para salvar el mundo. Y es que sí, Matt ha muerto, no así Daredevil.
La etapa es una constante de conceptos que van a la par y están en perpetuo conflicto. Matt/Elektra, Kirsten/Elektra, La Mano/El Puño Rojo… todo ello hasta concluir en la destrucción total de Matt Murdock y la victoria de Daredevil. La ruptura de esta dualidad absoluta y protagonista. Si el primero muere, como todo el mundo cree, el segundo ha de renacer, con fuerza. Y así lo entiende Zdarsky, en la introducción de este volumen. Estudia la anatomía del héroe a partir de una serie de parlamentos internos que, si bien se vuelven reiterativos con el paso de las páginas, ahondan en los miedos más profundos del Diablo.
De igual manera que en la primera etapa su intención fundamental había sido romper a pedazos toda la iconografía del personaje, su vida y relaciones, en esta va a guardar un objeto mayor, más complejo de ser puesto en práctica: la reconstrucción a partir del entendimiento de la tragedia. Esa tragedia que el nuevo, viejo conocido, Goldy, define a la hora de hablar de su compañero de fatigas. La tragedia que mueve a Matt, luego a Daredevil y, al final, a los dos. Le hace ver en los números que dan comienzo el arco que su pensamiento y valores no son sino el resultado de unos hechos terribles, que le han acompañado desde la adolescencia.
Esto no es algo novedoso por parte del autor, habida cuenta de que lo mismo puede decirse de prácticamente todos los grandes personajes de la literatura, no digamos en el Universo Marvel y DC, y la definición en sí misma del superhéroe, siempre ligados a la tragedia, la muerte y el drama familiar. Pero sí es estimulante, al menos en los primeros números, por cómo Zdarsky hace reaccionar a Matt, sembrándole de dudas acerca de sí mismo.
Es este camino, con la falsa ilusión de la muerte de Kirsten la que prepara el viaje para lo que el propio personaje llama la salvación del mundo. Es fundamental que antes de dejar su ciudad, llevándose eso sí a las personas principales de su camino, como Foggy o Cole, Daredevil haga esta breve pausa para volver a estudiarse. El añadido de Goldy se siente importante en esta introducción, a pesar de que no esté exento de cierto efectismo que Zdarsky lleva aceptando en su guion desde el final de la anterior y, sobre todo, el gran evento.
Ayuda en la cohesión de las ideas iniciales del volumen anterior y las de este, el empleo de los mismos secundarios para demostrar que ha habido una evolución desde el comienzo. Si el primer arco de Zdarsky y Checchetto concluía con la visita de Spiderman para hacer ver a Matt que está acabado y que ha ido demasiado lejos, ahora el trepamuros regresa con un objetivo más luminoso. Esto es, demostrar la parte más positiva de Matt como héroe y dejar un sucesor, antes de abandonar la ciudad. En unas páginas deliciosas, que saben a poco, tenemos a los dos luchando juntos y actuando en compañía.
Y, como no existe ese “felices para siempre” para Daredevil, como para arreglarse a sí mismo, ha de arreglar el mundo, se lanza simplemente a eso. A dirigir un ejército. A acabar, por fin, con la Mano. Con ese conocido, muy presente en la etapa, el Castigador, al otro lado del bien.
Y es entonces, después de este comienzo prometedor, con mucho que extraer y estudiar en cuanto a la arquitectura del nuevo Daredevil y su renovado espíritu, cuando la etapa se vuelve ciertamente irregular.
No deja de ser más que otra constante en el tebeo de superhéroes, sobre todo de personajes como el de la Cocina del Infierno. Cuando el escenario se amplía, desde el barrio al mundo entero. Cuando el mal ya no es local y pasa a ser universal, y el personaje que ha de combatir es, en puridad, más hombre que Dios, la historia tiene que estar muy trabajada para que no se siente fuera de sitio. Y esta, por momentos, se ve exactamente de ese modo.
Aunque Rafael de Latorre sea un artista de primer nivel y su talento incuestionable se traslade a páginas muy conseguidas de enfrentamientos físicos y violencia de puro tebeo de Daredevil, el argumento se eleva con respecto de unas pretensiones iniciales y en este tipo de aventura Zdarsky no encuentra la organicidad ni el resultado. Al menos al final del primer arco, hasta la aparición de Ironman y el Capitán América, que prometen la cacería del diablo, una vez este supere sus propios códigos legales (recordemos que este es Daredevil, Matt ya no existe) asaltando la prisión de Myrmidon. Para traer a su rebelión a Goldy, necesario en su nuevo papel de caudillo o agitador de masas. Todo líder demanda un consejero, y nada mejor para ello que aquel que alimentó su cambio espiritual.
En la segunda parte del largo primer arco (dividido en su recopilación americana en dos, de cinco números cada una), tenemos el entrenamiento de la milicia y a este nuevo Daredevil. En el extremo positivo, es menester alabar el talento de Zdarsky para combinar distintos personajes en esta dinámica. Talento que hemos visto en muchas de sus obras, desde el mercado independiente a las dos grandes editoriales. Doc Samson es un secundario de lujo, que funciona a la perfección en este conjunto. También el papel que reserva a Elektra.
El personaje, un histórico de la colección, había germinado en una nueva encarnación de Daredevil en la etapa anterior. Checchetto convenció con un diseño que, sin alejarse de las directrices generales para un Daredevil, sabía ser único y desde luego especial para Elektra. Ahora, con la vuelta del original y la escisión del manto del Diablo en dos, marido y mujer, va a ser coprotagonista con un lenguaje muy distinto al de Matt.
Zdarsky decide mantener el misterio alrededor de sus pensamientos, con la decisión de que sus páginas sean prácticamente mudas y cargadas de violencia (como en el enfrentamiento del número seis contra Tony Stark).
En el séptimo número, toma presencia el villano, la némesis principal, de esta historia; Frank Castle. Al que conocemos a partir del narrador, Matt. En realidad, todo lo que sabemos de unos y de otros, parte de la boca de Matt Murdock. Y también vemos a secundarios que entran en la dinámica que hemos dispuesto con anterioridad, como el Zancudo, trazando una línea directa al origen de Daredevil, sus primeros villanos y tono inicial, a modo de homenaje. Hasta la batalla del octavo.
Checchetto despliega una colección de recursos para un encuentro cargado de sangre, violencia y lluvia, que anticipa siempre la barbarie. Con la penúltima remisión al comienzo de la etapa y ese debemos parar a Daredevil, en boca de Spiderman. Si bien como mencionábamos con anterioridad, esta segunda etapa se sienta en ocasiones demasiado grande en la locura, descontrolada e irregular a la hora de situar los principales elementos, resulta un número sobresaliente en el dibujo, adecentado desde el guion por el Zdarsky más palomitero y menos reflexivo.
Y ha de ser Spiderman el que traiga cordura a la nueva vida de Matt. Después de haber transgredido algunas de las líneas rojas históricas del personaje (como sacar a asesinos de la cárcel para ayudarle), es Peter el que bajo esa visión tan infantil de las cosas, de negro y blanco, que muchas veces ha sido la perdición para su propia vida, el que va a hacerle ver lo lejos que ha llegado. Hasta que ya no queda nada. Solo una máscara, comida por la nieve, en mitad de ningún lugar y un grito apagado por el ruido de la montaña. Para concluir con la batalla.
Es entonces, en el instante en el que todo ha sido dado por perdido cuando Zdarsky recupera Nueva York para una aventura final a modo de epílogo. Como le explica Cole a Matt, Foggy ha muerto, el resto también o han regresado a la cárcel. Es el momento justo de continuar y aceptar el dolor. Por desgracia, Daredevil es incapaz de purgar las culpas como buen católico.
De tal manera, se pone de nuevo el traje e inicia el camino al infierno, para traer de vuelta en un último baile a aquellos que perdieron la vida por su culpa y así arreglar la situación. Es un arco sencillo, de apenas cuatro números, en los que Zdarsky se reserva una memorable despedida con Elektra, en una viñeta superior por parte de Checchetto. De igual modo, regresa a la introspección, como ocurría al comienzo del volumen para ahondar en las obsesiones que despierta en un autor como él alguien tan único como Daredevil. Es en esta conclusión en la que recupera el pulso de su «Daredevil debe morir», alejándose de la grandilocuencia general para una más individualizada en el Diablo y más controlable. Es, por momentos, una auténtica demostración de amor a las contradicciones de Matt, a su dolor impertérrito, o a su juego infinito con la muerte y sus barreras.
Con la ordenación de Matt Murdock como sacerdote se cierra una etapa histórica, que marca el futuro inmediato del personaje. Si bien en su extremo más absoluto, menos de barrio, se vio su parte más baja en términos de calidad, su brillantez inicial, acompañada de algunas viñetas auténticamente memorables y un estudio acertado de las virtudes y deficiencias del protagonista, hacen de esta una estancia en el título recordada, a la que volver cuando el tiempo sea el adecuado para valorar su importancia y legado.
Para mi es una etapa que empieza muy bien y aguanta el tipo hasta Reinado del Diablo, evento al que ya le faltaba frescura y se sentía como «algo ya visto». La última parte de la etapa, con todo lo relacionado con La Mano acaba perdido por el exceso de ambición de la propuesta y lo confuso de su desarrollo. Imagino que tampoco ayudó mucho que justo coincidiera con la miniserie de Punisher y Jason Aaron tratando un tema parecido
Creo que Daredevil por lo general tiene comics de la media para arriba. Yo me lo pasé muy leyendo el run de Zdarsky y disfrutando del arte de Checchetto que es uno de mis dibujantes actuales favoritos.
Que si el Reinado del Diablo es una especie de Civil War? Quizás, pero es entretenido y muy rápido… eso es algo curioso de este run, que aunque cocina cosas, lo hace rápido y no dilata los eventos. En cada arco argumental pasaba algo interesante. Incluso en los últimos, que cada episodio se sentía como un «todo o nada».
Cuando lo leí, evité hacer comparaciones con otras etapas del diablo de Hell’s Kitchen. Creo que este run era súper amigable con nuevos lectores (algo que algunos guionistas o la misma continuidad a veces no lo hacen).
Hasta Reinado (evento incluido) me pareció una gran etapa. El último arco quizás sobraba, aunque al final salva los muebles.
No sé si estaría entre las etapas más memorables del personaje (a Miller nadie le va a mover del primer puesto y mi siguiente favorita es Nocenti) pero es una buena etapa. He puntuado al notable aunque más bien la metería algo intermedio entre esta y el “no es para tanto”, entre un 6 y un 7.
Yo como opinan otros, con el evento de Reinado uno se empieza a cansar y pesa en la valoración. Pero vamos, que en global está bien.