What if…
«The Joker… is dead»
Las vidas paralelas de Marvel y DC se ponen y han puesto en evidencia en multitud de ocasiones. Personajes semi copiados, homenajes, referencias, troleos… ambas editoriales se miran de reojo no en vano son competencia directa en el mundo del cómic. Un mundo mucho más amplio que el que representan.
La competencia que tiene tintes de derby deportivo se explica por ser ambas las dos editoriales grandes que tienen en el centro de su negocio el género de los superhéroes. Su rivalidad se parece a la de grandes clubs deportivos con “odios” irreconciliables pero que en realidad son mucho más parecidos entre si de lo que son con el resto del sector.
Siempre se ha dicho que los Elseworlds de DC es el equivalente a los What if de Marvel. Sin embargo, hay una diferencia. Los Elseworld construyen mundos enteros a partir de remover los elementos esenciales de la esencia de DC (Batman contra Jack el Destripador, Superman comunista…) sin embargo el What if marvelita suele partir más de un punto jonbar y especular a grandes rasgos.
Hay excepciones en ambos lados.
El caso que nos ocupa es lo más parecido a un What If marvelita en DC. Recordemos que en 1988 Starlin y Aparo iniciaron la saga que desembocaría en un final abierto que se encargarían de cerrar las votaciones telefónicas de los lectores.
Al final de la saga Jason Todd recibe una paliza descomunal del Joker. Los lectores debían elegir si vivía o moría. Ambas elecciones condicionarían la trayectoria editorial a partir de ese momento.
El pulgar salió hacía bajo. Robin murió. 1988.
Una saga histórica, emocionante, reexplicada, reeditada, determinante e importante para los personajes y la batfamilia.
Pero había una lucecita parpadeando. Un cabo sin cerrar. Una alternativa en un cajón recóndito en un despacho perdido.
Que hubiera pasado si…
Hace poco DC decidió publicar la historia alternativa, que es la misma cambiando apenas una viñeta. Robin vive.
Se resquebrajan las líneas del multiverso. Se abren surcos en el espacio tiempo. Se crea una nueva continuidad para responder a todas las hipótesis que se han hecho los lectores durante décadas.
Tolstoi decía que la historia es inevitable, que los hechos históricos (él se refería a la invasión de Rusia por parta de Napoleón) no dependían de personas concretas, si no de las tendencias marcadas por grandes grupos de individuos como estados o naciones. Eso es lo que tenemos. Algo que sabíamos que algún día iba a ocurrir. Independientemente de quien sea el jefe o la jefa de DC, el editor o los autores… era inevitable que algún día que la editorial de comics de superhéroes que más alegremente ha abrazado la idea del multiverso abriera una línea alternativa con las consecuencias de que Robin no muriera a brazos del Joker.
DC cuenta con dos autores de la “época” de la saga original. Jean Marc DeMatteis (JLI, Dr. Fate, Spiderman) y Rick Leonardi (Nightwing, Spiderman 2099).
Ambos autores tienen oficio y nos ofrecen una historia creada a partir de los patrones clásicos. Textos densos y sobre explicados. Monólogos interiores intensos. Gravedad. Sufrimiento existencial. Remordimientos. Culpa. Venganza.
La historia empieza con… la muerte del Joker a causa de un balazo. La primera en la frente. En este caso es literal lo de la frente. A partir de allí como en una novela de misterio, se desentraña la trama para averiguar quien ha matado al payaso asesino. Parece obvio pensar que se trate de Jason. Las sospechas de Batman son evidentes.
Trama detectivesca pura para el detective más famoso de DC, además del sentimiento de culpa que supone exponer a un niño a criminales de la talla del Pingüino, Killer Croc o Dos Caras.
¿Es culpable Robin o lo es Batman por empujar a un chaval a esta vida de violencia y peligro?
Como hemos dicho DeMatteis tiene oficio y estructura la historia para que se despliegue ofreciendo cantidad de matices y detalles. No tenemos, obviamente, al dialoguista de la Liga de la Justicia, si no al escritor apesadumbrado y denso que tantas páginas escribió sobre la amargura existencial de ser un superhéroe.
Sin embargo, el sabor añejo de la historia es un dulce guiño a los lectores de antaño.
Leonardi no es ya el dibujante fino y compacto de los noventa, con su estilo conciso y bien delimitado. Aquí se encarga del lápiz y la tinta, aunque sospechamos que todo es lápiz digital. En este primer número (de seis, por cierto) se muestra mucho más deslavazado y suelto. Con un trazo casi de boceto, menos preciso y más “sucio”. Tampoco es ya el autor que debía mostrar en cada viñeta los escorzos extremos y los planos más inverosímiles que tanto nos gustaban, pero enlentecía la lectura. El acabado de Leonardi aquí recuerda a una mezcla de “entintados” con cosas a Janson, Fregedo o Sinckiewicz.
Un trabajo interesante, bien narrado, pero menos impactante que el de las obras que le dieron fama. Se nota que se trata de un autor maduro que prima la legibilidad. No en vano, su Batman es imponente y letal cuando es preciso.
En definitiva, se trata de una muy interesante propuesta alternativa buscando el sabor de antaño, el rollo clásico o nostálgico, al menos, que hará las delicias de los lectores que vibraron en los ochenta con la muerte de Jason Todd.
No se trata de un simple “y si…” aquí hay una línea abierta, pero sobre todo un cómic nuevo interesante que recupera uno de los mejores Batmans.
Lo mejor
• Recuperar estos dos nombres.
• El sabor añejo.
Lo peor
• La lectura al farragosa en el algún momento.
Un remanso de clasicismo
Guion - 7.5
Dibujo - 7.7
Interés - 8
7.7
Entretenida con sabor nostálgico.
Un dibujo más cercano al de Aparo no hubiera hecho daño.