Edición original: [Deadenders: mar. 2000/jun. 2001; Vertigo (DC Comics)] [Prez: sep. 1995; Vertigo (DC Comics)].
Edición España: [Deadenders: I Norma Editorial (inconclusa); II Planeta DeAgostini (dic. 2010)] [Prez: Planeta DeAgostini (dic. 2010)].
Guión: Ed Brubaker.
Dibujo: [Deadenders: Warren Pleece] [Prez: Eric Shanower].
Entintado: [Deadenders: Richard Case, Cameron Stewart] [Prez: Eric Shanower].
Portadas: [Deadenders: Philip Bond] [Prez: John Eder].
Color: [Deadenders: Bjarne Hansen, Marguerite van Cook] [Prez: Robbie Busch].
Rotulista: [Deadenders: John Costanza] [Prez: Eric Shanower].
Precio: 35,00 € (Cartoné, 440 págs.)
Introducción y notas a la edición
Por Yuri Morillo Castaño.
Corría la incertidumbre en Vertigo a principios de siglo: hacía ya unos años que The Sandman y la mayoría de series pre y fundacionales habían concluido y, con ellas, una manera de entender y hacer funcionar el sello; mientras que toda la segunda generación, nacida ya dentro de ‘casa’ durante los noventa, Los Invisibles, Los Libros de la Magia, Predicador, The Dreaming y Transmetropolitan, estaba a pocos números de finalizar casi en bloque (exceptuando la última de todas, la más reciente). Hasta entonces, habían sido tiempos de caminar sobre seguro, gracias a un buen puñado de series exitosas, cancelaciones contadas, y, por tanto, debuts espaciados y poco frecuentes. De hecho, entre el inicio de las andanzas de Spider Jerusalem y el año 2000, sólo 100 Balas había comenzado su periplo, propiciando tanto vientos de cambio como incertidumbre al ser la primera serie de temática no fantástica nacida en Vertigo en toda su historia.
Hasta sus últimos días, las ventas de estas grandes colecciones habían aguantado favorablemente, y, por tanto los editores se habían preocupado más por mantener este número estable de series que funcionaban en lugar de arriesgarse con nuevas propuestas. Pero se acababa el tiempo de las grandes colecciones clásicas, ya que los autores querían darle un final digno a sus historias y dejarlas descansar antes de entrar en el agotamiento (siembre obviando a Hellblazer, decana ya por entonces), por lo que Berger y cía se veían ante la responsabilidad de cubrir su lugar con nuevos cómics de al menos la misma calidad para mantener su nivel de ventas en primer término, y de alabanzas en segundo.
Así, que nada más y nada menos que cuatro series regulares fueron lanzadas en aquel paradigmático (en muchos aspectos) año 2000, algo no visto desde la propia fundación de la casa: un nuevo revival de La Cosa del Pantano a cargo de un cuasi novel Brian K. Vaughan; otro spin-off de Sandman, Lucifer, por parte de un casi desconocido Mike Carey y un Peter Gross incorporado tras finiquitar las historias de Tim Hunter; una historia propia de Jamie Delano, Outlaw Nation; y la más temprana de todas, Deadenders, de un tal Ed Brubaker. Como bien sabemos, sólo Lucifer consiguió levantar el vuelo desde unos inicios titubeantes y convertirse en una de las series más intelectualmente exigentes y fascinantes de la historia del sello durante la mayor parte de sus 75 números de trayectoria; mientras que sus compañeras de generación cayeron ya fuera por su escasa calidad (La Cosa del Pantano vol. 3) o por no saber encontrar su hueco en el mercado de entonces (Outlaw Nation y la que nos ocupa). La racha continuó igual durante meses, con lanzamientos y cancelaciones continuas de series de dudoso interés (¿alguien recuerda con cariño la cosecha 2001?) hasta la aparición de Fábulas, Y: El último hombre y, en menor medida, Los Perdedores, en las temporadas 2002-2003. Y con ellas, junto a la buena salud de 100 Balas, una nueva era dorada para el sello durante varios años. Pero también el comienzo del un nuevo paradigma: lanzamiento de series nuevas cada pocos meses que sustituían inmediatamente a otras canceladas por bajas ventas y/o poca calidad, hasta encontrar alguna que echara raíces y floreciera.
Sí, todo esto no es más que un análisis de la situación de la línea por aquellos tiempo, importante para ponernos en situación, pero que no es el objetivo de este artículo, ya que, ¿no iba todo esto sobre Deadenders? ¿Qué historia nos contó Brubaker durante esta escasa quincena de números? ¿Cómo se las gastaba el americano antes de madurar plenamente y enfocar el grueso de su obra hacia el noir, superheroico o no? ¿Podría haberse hecho un hueco en el campo de la ciencia-ficción de haber seguido desarrollando ideas similares a las expuestas en este cómic? Abramos este grueso volumen de Planeta y rescatemos, aunque sea por un rato, la que es para mi gusto una de las cancelaciones más dolorosas de la historia de Vertigo.
Ed Brubaker, oriundo de Maryland, tenía ya más de una década recorrida en el mundo del cómic antes de hacerse cargo de su primera serie regular de creación propia, siendo algunos de sus primeros trabajo representativos Lowlife para Caliber Comics, y An Accidental Death, miniserie junto a Eric Shanower (The Age of Bronze) recogida en la antología mensual Dark Horse Presents, que les valió una nominación al Eisner en 1993. A éstas le seguirían At the Seams (nominada a Mejor Novela Gráfica en los Ignatz Awards 1997) y Detour (nominada a Mejor Serie Nueva en los Eisner Awards 1998), bajo el amparo de Alternative Comics.
Lucifer y Deadenders, caprichos del destino
Ya por entonces había llamado la atención de una de las grandes, y en 1995 debutaba en DC/Vertigo con un Vertigo Visions (el subsello original estadounidense orientado a revisitar personajes perdidos del UDC, no el sello homónimo español dedicado a autores como el que nos ocupa), tangencialmente relacionado además con The Sandman, dedicado al Presidente Adolescente, Prez (incluido en este volumen). Siguiendo dentro de este sello adulto, publicó la mucho más afortunada La Escena del Crimen (1999), junto sus, a partir de entonces, colaboradores habituales Michael Lark (Terminal City, Gotham Central) y Sean Phillips (Hellblazer, Sleeper, Criminal), donde dejaba bien claro que lo suyo era el género negro, y que le volvió a valer una nominación, esta vez como Mejor Serie Limitada en los Eisner de 2000. Ese mismo año, ya consagrado por la crítica gracias a tantas nominaciones y al citado reemplazo generacional de series del sello, recibía el encargo de los editores Shelly Roeberg y Will Dennis de crear su primera serie regular.
Así, nada más comenzar el año 2000, en enero, arrancaba Deadenders, acompañado de un auténtico tour de force Vertigo: Warren Pleece (Hellblazer, Los Invisibles, Incognegro) al dibujo, Richard Case (Doom Patrol, Shade) y luego Cameron Stewart (Seaguy, El otro bando) al entintado, Philip Bond (Los Invisibles, Mata a tu novio, Vimanarama) a las portadas, y Bjarne Hansen (Superman for All Seasons) con la colaboración de Marguerite van Cook al color. Pero la cosa empezó tibia ya desde el principio, con solo 8.299 vendidos en su primer mes, remontó hasta los 10.213 en marzo y luego comenzó su caída, habiendo bajado de la barrera de los 8.000 antes de llegar al fin de ese mismo año; lo que dio como resultado, desde antes de llegar al número 10, la aparición de los temidos rumores de cancelación. Poco antes, su autor hacía ya unas poco halagüeñas declaraciones: «Tendremos una buena idea sobre las visiones de Beezer entre los números 9 y 14. Pero, por supuesto, se abrirán nuevas tramas que llevarán todo en otra dirección. La historia completa de Beezer llega hasta alrededor del número 25, si llegamos tan lejos, claro». Nunca llegó a tal número, de hecho, Brubaker pidió poco después el cese de la serie, para así tener más tiempo para planificar un final decente; prefiriéndolo antes de que lo llamaran en un mal momento y tuviese que cerrarlo todo de peor forma.
Así, en abril de 2001, en el #16, con sólo 6.696 ejemplares en su primer mes, y tan sólo un primer tomo recopilatorio (tengamos en cuenta raseros de rentabilidad de las series de hace diez años), las aventuras de Beezer y los chicos del Dead End terminaban su andadura con pocas posibilidades de retorno en un futuro. Y con este fin, casi que acababa también su andadura en Vertigo, ya que poco después aparecería su último trabajo en él: el Sandman Presenta dedicado a Los Chicos Detectives. Pero no todo fueron malas noticias para su creador: Ed Brubaker conseguía un contrato de exclusividad en DC a finales de 2000, renovado al año siguiente, para escribir historias del Hombre Murciélago. A partir de aquí, es historia reciente del noveno arte: el guionista se hizo cargo de Batman, Detective Comics, Catwoman y Gotham Central hasta 2003, consiguiendo éxito, reconocimiento y premios por igual. Y de ahí, a la eternidad, como todos sabéis: las ya mencionadas Sleeper y Criminal, pero también Incognito, Daredevil, Capitán América, The Authority…
Lowlife y Sleeper, los comienzos y la consolidación
Echemos ahora un vistazo al recorrido de la colección en España. Deadenders arrancó por primera vez durante los últimos tiempos de posesión de los derechos de DC por parte de Norma, exactamente en mayo de 2004, con un tomo denominado como el primer arco argumental de la serie, Robar el sol (Colección Vertigo Nº 249), que contenía sus cuatro primeros números. Extraña decisión la de la editorial, ya que por entonces la serie llevaba cancelada unos años y Norma no sacaba integrales de colecciones en esta situación, apostando prácticamente sólo por las de éxito (recordemos los ninguneos a clásicos como Shade o Doom Patrol, o la mala fortuna de Sandman Mystery Theatre). No debió funcionar mal, ya que a este primer tomo le siguieron poco después dos más, Entre el ayer y el ahora (Deadenders #5-8, CV 262) y En este momento (Deadenders #9-12, CV 276)… y entonces Norma perdió los derechos de DC a favor de Planeta, quedándose la serie a tan sólo cuatro números de completarse.
No fue un caso único: como muchos sabrán, muchas otras colecciones quedaron cortadas en distintos puntos en este movimiento de mercado. Planeta fue continuándolas y reeditando, con mayor o menor acierto, el material de su predecesora con el paso de los años, dependiendo de lo actual y exitoso de cada caso. Así, Fábulas encontró una rápida concatenación y reedición, mientras que aún hoy estamos esperando material de Blanco Humano descatalogado, por poner ejemplos conocidos. No ha sido hasta hoy, cinco años después, que Planeta ha apostado por la obra de Brubaker y podemos disfrutarla casi en su totalidad.
La Escena del Crimen #1 y Deadenders #16, triunfos y frustraciones
En cuanto a esta nueva edición, pues se queda en suficiente. Como todo el resto de la discutible Vertigo Voices, ha aparecido en cartoné, siendo la primera serie regular que aparece con tal etiqueta y el volumen más grueso editado por ahora en esta sublínea. Está maquetado de una forma que a mí me enerva particularmente: primero los dieciséis números, con el especial de Presi a continuación, y luego todas las portadas de corrido. ¿Por qué eligen esta forma de compilación, cuando cada portada tiene la función de dar cierta información sobre el número al que acompaña y además sirve de separación perfecta al ser recopilados, máxime en un volumen con tantos ‘capítulos’?. Y la cosa se agrava cuando, como en este caso, los títulos de crédito no van siempre en la primera página de cada número, sino a lo mejor más adelante, por lo que puede resultar confuso distinguir dónde empieza cada uno si no es prestando cierta atención; y ya ni hablemos de encontrar uno determinado nada más abrir el libro.
En fin. En cuanto a la traducción, algunas pegas. Para encontrar la peor con diferencia hay que saltar al especial de Presi para volver a encontrarnos con títulos de crédito en italiano, ¿es que nunca van a ser capaces de solventar este defecto, que se vuelve a repetir aquí tras el caso del primer tomo de Northlanders? En fin, al menos en la obra principal no nos encontramos con este desagradable cambio de idioma; sólo algún matiz menor, como por qué traducir el nombre del primer arco argumental Stealing the Sun, por Robar el Sol en lugar del más dinámico Robando el Sol; o el del segundo, Suspended Between Now and Then, que aquí queda un tanto descolocado como Atrapado entre el presente y el pasado en lugar del más correcto Suspendido entre el ahora y el ayer.
Deadenders de Norma y de Planeta
Refiriéndonos, por último, a extras, nos encontramos con una testimonial introducción, un breve comentario del propio Brubaker que parece estar hecho expresamente para algún tipo de recopilación en la que se incluyó el número único Presi (que diseccionaremos al final de este artículo), y una somera biografía. Nada de artículos largos de creación propia o traducidos, bocetos, páginas del guión… algo que puede ser entendible ya que no nos encontramos ante ninguna obra de referencia que haya sido motivo de multitud de artículos en revistas o blogs. Sólo tenéis que comparar este volumen con otro de Vertigo Voices, como 100% de Paul Pope, y notaréis perfectamente cuándo un cómic es importante y hay mucho material sobre él, y cuándo no lo es tanto, aunque siga tratándose de buen material.
Pero el gran fallo no es ninguna de estas carencias o malas decisiones. El gazapo es que realmente no nos encontramos ante un integral de Deadenders. Sí amigos: falta material escrito por Brubaker sobre las historias de los chicos del Dead End. Y se trata nada más y nada menos que lo que primero apareció sobre ellos: el prólogo recogido en el Winter’s Edge III de 1999, que servía de presentación de muchos de los personajes importantes y, sobre todo, nos ofrecía un primer vistazo de las relaciones entre Beezer, su familia, su novia y sus amigos en Navidad antes de que la trama avanzase y se complicara. Un fallo bastante gordo, bajo mi punto de vista, ya que aunque no cuenta nada que no pueda discernirse leyendo los números posteriores, esta pequeña introducción de diez páginas forma parte en pleno derecho de la serie, y es necesario si este volumen quiere venderse con la coletilla de ‘integral’. Así que, tristemente, la única manera de haceros con estas pocas páginas en español sigue siendo adquiriendo el tercer Al Filo del Invierno o el primer tomo de la serie que sacó Norma, ya que viene recogido en ambos. Creo que no debería ser muy difícil pillarlos aún a día de hoy, a un precio de risa.
Argumento
Han pasado veinte años desde el Cataclismo, un inefable fenómeno físico probablemente provocado por algún error científico, que cambió la realidad para siempre. El cielo perdió su color, las cosas se volvieron más grises y tristes, mucha gente murió, otras desaparecieron, y muchas más se volvieron locas. Sólo los más ricos y afortunados pudieron construirse un remedo de ‘antigua vida’ en ciudades-fortaleza fuertemente blindadas y vigiladas que acaparan la mayor parte de los escasos bienes mundiales, donde generadores provocan una ilusa luz solar y sensación de bienestar; mientras que la clase obrera, los marginados y los enfermos mentales han quedado relegados a suburbios sin ningún tipo de amparo energético, social y económico.
El Cataclismo y sus consecuencias
En el Sector Exterior 5 de Nueva Belén es donde malviven Beezer, su familia y sus amigos. Es un chico nacido durante el Cataclismo, cabreado con el mundo, que ha caído en la delincuencia y la drogadicción, conocedor de que su vida no es justa y de que otra gente vive en mejores condiciones sólo porque tienen el poder y los medios para permitírselo. Y además esconde un secreto: de vez en cuando, entre los robos, las juergas y las peleas con su familia y novia, padece alucinaciones de un mundo que se parece al suyo, pero más iluminado, más limpio, más habitado. Más feliz, en definitiva. ¿Se tratarán simplemente de fantasías o ese mundo está en algún lugar? O peor aún, ¿ese mundo era el suyo en algún momento del pasado?
Personajes principales
Beezer, protagonista de la función. Un joven de diecinueve años huérfano, pobre, rebelde y delincuente, al igual que todos los chicos de la zona de su generación. Tras una fachada de bala perdida, se esconde un alma atormentada y frustrada por sus pocas posibilidades de salir adelante, pero también por su carencia de identidad; de saber que no está en su lugar y que tiene ciertas ‘capacidades’ que el resto de personas no tiene…
Sophie, novia de Beezer. Una chica inteligente y luchadora, que hace lo posible por trabajar, cuidar de su madre enferma y a la vez por mantener su difícil relación con su novio. Su verdadera obsesión son los libros y una vida más plena, por lo que quizá su situación actual no es la más satisfactoria…
Corey, la prima pequeña de Beezer, su preferida y su principal apoyo dentro de la familia. Una chiquilla sensible, confusa como sólo una niña de trece años puede estarlo, que quiere crecer o al menos parecer mayor entre los amigos de su primo. Un claro ejemplo de cómo madurar y sobrevivir en una situación adversa.
Hal, hermano de Jordan, mejor amigo de nuestro protagonista, y némesis de Beezer. Esto último porque se parecen demasiado y ambos están enamorados de Sophie. Al principio se nos mostrará como un personaje huraño y de poco fiar, aunque tras una difícil situación para ambos, su relación comenzará a cambiar…
Anna, una extraña chica rica enferma de los Sectores Interiores. El falso día y la falsa noche es letal para ella, por lo que vive encerrada en un traje especial. Un prodigio de la informática, ayudará a Beezer a moverse por zonas que le son vetadas y así descubrir la verdad sobre lo que sucedió y aún sucede en su mundo. Porque ambos comparten mucho más de lo que parece…
Sr. Gagon, uno de los científicos que investiga sobre el Cataclismo y que además intenta mantener la situación del mundo en un terrible status quo. Su misión es ir tras la caza de jóvenes que reúnen las características para sus experimentos. Jóvenes especiales que devez en cuando ven cosas que no entienden…
Hablan los autores
Brubaker sobre el camino de Beezer: «La historia sigue muchos de los aspectos de la estructura mitológica clásica. Es básicamente una abrupta búsqueda del héroe. […] Tiene muchos elementos de misterio, pero contados en un camino mucho más lento y variado. Enfocado más en los caracteres que en el argumento, lo que puede ser su punto flaco, pero también el fuerte».
El autor y la ecología: «No trata temas ecológicos, solo el miedo al fin del mundo, sin hacer nada por intentar salvarlo. No soy un gran ecologista, realmente.[…] La vida real va sobre hipocresía, algo de lo que nos sentimos culpables. Y miedo. Estas horribles ideas revolotean sobre Deadenders, por lo que la veo como una combinación de Detour y Lowlife, pero más comerciales que ellas».
El mundo soviético de Nueva Belén: «Pensaba en Deadenders como una metáfora sobre cómo sería la vida en la Europa del Este si fuera trasplantada en Nueva York, dónde un montón de gente miran a Manhattan durante toda su vida más allá de los puentes, pero sin nunca llegar a cruzarlos».
Va sobre chicos en moto, romance, y esas cosas…
Un cómic indie, al fin y al cabo: «Estoy más interesado en la interacción de los caracteres que en la trama en sí. […] En muchos sentidos, Deadenders es sólo un cómic alternativo publicado por Vertigo. Tiene, de todas formas, más argumento que cualquier cómic indie en blanco y negro. Los objetivos de Beezer para los primeros 6 o 7 números son muy vagos; está cabreado con que su vida se haga pedazos y con que las cosas nunca vuelvan a ser como eran, por lo que siempre se queja por ello. Me hace gracia, ya que la gente me sigue diciendo que es desagradable y antipático, y estoy de acuerdo. ¿A quién le gustan los adolescentes que sólo se preocupan por ellos mismos?».
Deadenders como el perfecto comic para adolescentes: «Creo que Deadenders es el perfecto cómic de adolescentes. Me encantaría que estuviera arrasando allá donde se venda. […] El gran problema que veo con intentar que los adolescentes se interesen por los cómics es que no les atrae su apariencia. Si cogiésemos tres números de Deadenders, los recopiláramos de tal forma que pareciesen una revista de videojuegos y costara 5 pavos, se los estarían llevando de los estantes a montones, creo. Pero los cómics ahora mismo no funcionan fuera del mercado directo».
Análisis conceptual
Al lector de la serie le sorprenderá descubrir, al final de la última parte de la saga Robar el Sol (#4), las últimas páginas de una Deadenders muy anterior a ésta, que el propio Ed Brubaker, en un alarde de humildad, decidió mostrar como curiosidad y así no llevarse todos los méritos, ya que no creo que mucha gente la conociera. Los malditos niños del Callejón sin Salida (Those Godamned Dead End Kids), se trataba de un cómic desenfadado, muy pop y acorde al espíritu de los sesenta, época en la que fue escrito por un tal Mort Himmelman.
Dead End Kids y Archie, malditos adolescentes
Aunque dicha serie primigenia sólo duró cuatro números, ya que según el guionista a Himmelman «se le había ido de las manos», aquí estaban ya muchas de las constantes de la futura nueva versión décadas después: Beezer, su novia Sophie, todos sus colegas del barrio, el Cataclismo… pero en un tono totalmente naif y cómico, como ya se ha comentado, nada dramático, que Brubaker volvería a recuperar ya en forma de homenaje en parte del último capítulo de la serie; decisión que también valdría como una revisitación a una teórica Archie alternativa. Y esta comparación con este popular cómic juvenil no es invención mía, ya que según nos cuenta el autor de Sleeper: «el punto de partida es que fuese una versión ci-fi de Archie, pero la idea en realidad es que fuese un cómic sin argumento… y eso, de alguna manera, no debía fallar (risas). Pero sí, este Archie post-apocalíptico iba a ir de bandas de adolescentes rondando por ahí y metiéndose en problemas. Y con algo de romance también…». Vemos como en un principio, el de Maryland tenía una idea algo vaga sobre el devenir de la serie, aunque finalmente tuvo que rendirse ante las presiones por parte de la editorial para que la obra tuviese desde el principio una trama clara; en lugar de que simplemente aparecieran chicos yendo en moto por un mundo devastado y a ver hacia dónde tiraba la cosa en el futuro, como era su intención. Pero a lo que iba y volviendo a estas páginas sesenteras; es muy interesante su inclusión para el lector habitual de Vertigo, ya que sirve como plasmación y demostración fácilmente palpable de una de las grandes constantes del sello: rescatar un cómic super oscuro (olvidado diría yo) para que sirva como base a una reinterpretación del mismo muchos años después con un nuevo equipo creativo.
Días extraños y 12 Monos; escucha el dulce sonido del apocalipsis…
Esta reinterpretación, esta Deadenders del siglo XXI, es hija de su tiempo. Y este tiempo es la llegada del nuevo milenio. Durante la segunda mitad de los noventa proliferaron las películas de ciencia-ficción y fantasía apocalípticas: Días Extraños, 12 Monos, Dark City, Ghost in the Shell, Matrix… obras que, independientemente de que unas fueran mejores o peores, trataban de un modo u otro el fin de una época y la dialéctica miedo/esperanza con respecto a la nueva, no necesariamente el paso de 1999 al 2000. Gracias al habitual trasvase horizontal de ideas y tendencias entre ambos medios, también desde los cómics se trató esta tendencia, con algunos ejemplos paradigmáticos, como Los Invisibles, y, en menor medida temática, Transmetropolitan, batallando también dentro de Vertigo. Pero quizá la influencia más clara en este campo haya que buscarla en otro lugar y otro tiempo; primera mitad de los ochenta y en el lejano Japón, para situarnos nada más y nada menos que ante la aparición de la archiconocida Akira de Katsuhiro Ôtomo. Realmente, sorprenden los paralelismos entre ambas obras. En las dos nos encontramos con un mundo devastado por culpa de la ambiciosa mano del hombre, en los que los ricos viven relativamente seguros en paraísos artificiales mientras que los desfavorecidos subsisten entre ruinas; los jóvenes nacidos tras el ‘cataclismo’ (interpolar a la explosión nuclear del cómic japonés) se rebelan contra una autoridad tiránica y una forma de vida poco satisfactoria de la única forma que saben: enfrentándose entre ellos y contra las mal llamadas ‘fuerzas de seguridad’ sin ningún tipo de plan organizativo ni de futuro; y finalmente, está el poder místico y cuasi mesiánico de unos cuantos niños elegidos, psicológica (y físicamente en el caso de Akira) transformados y de cuya explotación mental depende el mantener un estatus quo favorable sólo para unos pocos, pero cuya falta podría suponer el fin de la existencia del ser humano. O un nuevo comienzo para todos, con todo el pánico al principio, y trazado de nuevos planteamientos en todos los ámbitos de la realidad, luego, que ello conlleva.
Beezer y Kaneda, Nueva Belén – Neo Tokio
El gran tema de Deadenders, por tanto, puede ser el cambio y el miedo a él a distintos niveles. El primero sería el cambio personal constante, el que desarrolla un único individuo a lo largo de los días y meses, para poder sobrellevar la vida diaria y, por tanto, sobrevivir. Cuando una situación de crisis es prolongable durante años por la propia naturaleza del ser humano, damos al paso al segundo nivel de cambio, el crecimiento y la madurez. Se trata no ya de una fase personal, sino generacional, que afecta a un amplio colectivo de personas situadas en la misma franja de edad en ese momento; en este caso centrado concretamente en uno de los más difíciles, el paso de la adolescencia a la madurez. Beezer busca respuestas a sus extrañas alucinaciones y a su orfandad, sí, pero en el fondo se nos habla de que está buscando su pasado y a sí mismo para culminar siendo una persona adulta. Y por último, y quizá el más complejo de todos por afectar no a una persona o a un pequeño grupo, sino a toda una civilización, o incluso al mundo entero, es el cambio de paradigma; el que hace entrar en crisis a toda una forma de pensar y actuar universal porque lo que percibimos ha cambiado totalmente, porque la realidad, y por tanto los valores, ya no son los mismos. Este tercer nivel es quizá el más difícil de observar en una sola vida humana, y se necesite del análisis de varias generaciones sucesivas para observar las consecuencias. Ahí reside el paso del mundo antes de, durante, y tras el Cataclismo. Y lo de que vendrá después. Pueden verse aquí analogías, por muy megalómano que pueda parecer, de la caída de los imperios: romano, azteca, nazi, ¿estadounidense?…
Jimmy y los mods, angry young men
Pero dejémonos de temas tan trascendentales por un momento y terminemos este análisis resaltando una última y evidente referencia cultural de la serie. Centrándonos tanto en el paso a la madurez como en la fijación por las scooters y las parkas, encontramos otra de las grandes influencias en la obra de Ed Brubaker: el movimiento mod, tan presente en Europa desde su nacimiento a principio de los sesenta y luego gracias a sucesivos revivals; a raíz de la llegada a la adolescencia de los niños nacidos tras la Segunda Guerra Mundial y la eclosión del pop de manos de los Beatles y, sobre todo, The Kinks y The Who. Y, como no podría ser de otra forma, el grupo de Pete Townshend nos lleva directamente a Quadrophenia, álbum y película por antonomasia del movimiento y otro quid clave en el crisol que compone Deadenders. Ante todo hay que dejarlo claro: esta serie no es un cómic mod, o más bien no lo es enteramente, como sí lo es The Originals, la interesante novela gráfica de David Gibbons también editada por Vertigo en 2004. Las semejanzas se limitan a las motos, los abrigos, las juergas nocturas en locales específicos, las anfetas, las peleas con otras bandas… pero también a la crisis existencial propia de esa edad.
¿Demasiadas coincidencias? Sí, la gran diferencia es meramente estética, pero fundamental: Beezer y compañía no están interesados en la moda, ni especialmente en la música (r&b, jamaicana, ska, pop), ni en lucir impecables con trajes italianos, ni en ser el mejor bailarín. Digamos que no cumplen la principal premisa mod: cuida tu aspecto y con quién te juntas para ser distinto a los demás; por lo que no llega a ser correcto calificar al cómic con tal coletilla, aunque sí tome elementos de dicha moda y sea una influencia importante. Aún así, no se esconden las influencias: Jimmy (protagonista del filme) y Beezer son dos angry young men que no encuentran su lugar en el mundo, hastiados de la sociedad en la que viven, y la única solución que encuentran es la autestrucción. O quizá una más difícil: cambiar (recuérdese o revísese el alegórico y ambiguo final de la película de Franc Roddam).
Análisis técnico
¿Cómo dibujar una serie que es una reinterpretación de un liviano cómic sesentero (no me atrevo a denominarla remake), con el que comparte ciertas ideas de base pero que a la postre es totalmente diferente? ¿Es mejor alejarse totalmente de la caricatura y ofrecer, en cambio, un dibujo realista que refleje el drama de los guiones de Brubaker, o mantener cierto punto de contacto con aquélla? Quizá la cuestión no estribaba en decidir entre estas dos opciones, sino en elegir al dibujante adecuado, cuyo estilo se amoldara por naturaleza al espíritu que quería transmitirse con la obra.
Warren Pleece qué duda cabe que era una de las mejores opciones. Su estilo, con ciertas dosis de caricaturesco pero siempre manteniendo una constante sobriedad realista, lo hacía ideal para plasmar una idea tremendamente pop a pesar de su trascurso dramático. Así, los personajes creados por Pleece son muy plásticos y expresivos, de trazo claro y amable, pero que en ningún momento caen en el ridículo, sino todo lo contrario: llegan a parecernos cercanos y, las más de las veces, entrañables. Y, sobre todo, totalmente creíbles. Probablemente ése es el gran éxito de su dibujo, ya que aunque estemos ante un cómic de ciencia ficción en el fondo, la historia que se cuenta es la de chicos desamparados como cualquiera de los que se encuentran en los guetos o barrios marginales de nuestras ciudades. De esto precisamente habla el propio Ed: «Es una reflexión sobre mi propia adolescencia, viviendo en una pequeña ciudad cualquiera, sin ningún tipo de autoridad, siempre por ahí con mis colegas. Creo que lo mejor sobre el mundo de Deadenders, y lo que quería de ella desde un principio, es que se siente como si fuera verdadera; aunque tenga un montón de raros elementos de ciencia ficción, parece como la vida real de cualquiera».
Contrastes en un mundo imposible
No se quedan atrás el entintado y, sobre todo, el coloreado. Las tintas de Case y Stewart aportan el ‘toque’ dramático final al dibujo de Pleece, acentuando con un logrado uso de las sombras en los rostros y cuerpos. En cuanto al color, Bjarne Hansen y Marguerite Van Cook tuvieron muy claro lo evidente: en los Sectores Exteriores la luz natural se limita a la que proviene de un cielo apagado verdoso, y tampoco hay apenas medios para producir luz artificial, por lo que es un mundo a oscuras. En estas páginas, el color es ocre, oscuro; con el negro, el marrón y el verde como tonos predominantes, bañado todo inevitablemente por el triste y omnipresente cielo empañado. Si a esto le añadimos las avenidas vacías, la suciedad, la desolación, las vallas de contención, la pléyade de mendigos, locos y gente sin ilusión ni voluntad, ya tenemos el paisaje post-apocalíptico perfecto, que no por recurrente resulta ser menos efectivo.
Por el contrario, dentro de los aparentemente gloriosos, aunque frágiles, sectores interiores, el contraste con los ambientes anteriores es enorme. Los colores pasan a ser amarillos, azules, rojos… todo el arco iris en brillantes tonalidades. Para mayor diferenciación aún, la superficie de las personas, objetos y edificios que queda bañada directamente por el foco lumínico, queda a menudo en blanco, dando la impresión de auténticos fogonazos de luz, de que ese falso sol ‘molesta’ por lo radiante que es. Una diferenciación brutal entre dos lugares separados por pocas decenas de metros, frontera infranqueable para la mayoría.
Philip Bond, resaltando la esencia de cada número
En cuanto a las portadas, pues recordar que están hechas por un dibujante habitual del sello, Philip Bond. En esta ocasión, al igual que haría años después con Los Exterminadores, se dedica únicamente a esta labor. Nunca he sido muy fan de las ilustraciones de este hombre en el arte secuencial, pero la verdad es que al desarrollar ilustraciones únicas de gran formato me produce una mejor impresión. Cubiertas que, en la mayor parte de las ocasiones, reproducen más o menos literalmente situaciones ocurridas dentro del cada número, a veces con algún lugar para la alegoría, pero plenamente funcionales en su mayoría. Además, Bond y Pleece comparten cierto estilo de dibujo, y de hecho ya fueron compañeros durante Los Invisibles, terminando el primero dibujos hechos por el segundo o entintándolos, por lo que la obra en conjunto queda bastante compacta y coherente.
Valoración final
Deadenders es un buen cómic, pero que se ve bastante lastrado en su último tercio por su condición de obra cancelada. Los último tres números (la saga Machacar el tiempo), ya con su autor consciente de que tiene que terminar pronto y cerrar el mayor número de tramas, se aceleran demasiado y van a trompicones; resultando para mi gusto algo un poco ridículo y casi fuera de lugar cuando llega el momento de la batalla final, entre los partidarios de contener el Cataclismo o los de desatarlo a ver qué sucede. El tono del cómic se pierde totalmente en pro de esta mal encajada batalla campal, aunque se recupera un tanto en su metafísico último número, que no desmenuzaré pero que recuerda un tanto a La fuente de Darren Aronofsky, y aún más al destino de los personajes de Odiseo y Calíope en la Ilión/Olympo de Dan Simmons.
Amor más allá de la/s existencia/s
Vista en perspectiva y leída de un tirón, valorados sus logros y sus contras, estoy bastante convencido de que, de haber continuado hasta sus buenos 50 o 60 números, y por tanto de haberle dado tiempo al autor de desarrollar cada aspecto de la trama lo justo hasta su natural desenlace, estaríamos hablando de una gran serie de ciencia-ficción. Quizá no una obra maestra, sí, pero detrás había artistas de talento, personajes trabajados, ideas interesantes… lo necesario para llegar a ser una obra meritoria vamos; un pequeño clásico de Vertigo. En fin, no pudo ser. Para la incertidumbre queda el, de haber triunfado la serie, si Brubaker habría sido requerido para escribir más historias de ciencia-ficción, o por otro lado, de ‘adolescentes en problemas’, en lugar de tomar el camino que le llevaría a ser el adalid del neo noir en el cómic americano. Pero quizá la gran pregunta sea, ¿con la gloriosa trayectoria que el guionista ha tenido durante esta última década, podría triunfar una Deadenders hoy en día? Probablemente sí, y bastándose su presencia como único reclamo. Pero en el mundo del cómic, estas cosas no se pueden elegir; y sobre todo en Vertigo, que es un campo de pruebas constante de ensayo/error. Así que lo único que podemos hacer es valorar el mayor, y dudoso, mérito que tiene: el de ser una de las mejores series canceladas de Vertigo, justo tras Crossing Midnight. Y esto no es decir poco, la verdad, visto lo que hay por ahí…
CODA: Presi, el jovencito presidente
Y ahora, toca hablar un poco de este Vertigo Visions, que no llega a encajar de tan malas formas como sucedió con el Vertigo Voices de Grant Morrison, en el que colisionaban frontalmente dos cómics tan distintos como El Misterio y Mata a tu novio. A estas alturas, ya por todos es sabido que en esta sublínea cabe cualquier cosa; desde grandes ediciones (100% o Heavy Liquid de Paul Pope), hasta la que nos ocupa o la mencionada dedicada al loco escocés, que mas bien tratan de rellenar huecos editoriales de grandes guionistas mediante la aglutinación de obras suyas poco conocidas bajo el reclamo del nombre de su creador.
En este caso, las palabras ED BRUBAKER van en mayúsculas y en rojo; luego, en menor tamaño y en minúsculas, aparece Dead Enders… y ni se menciona en la portada al pobre Presi. Quizá lo prefieran así desde la editorial para que no se note la chapucilla, pero es que realmente este cómic pasa un tanto desapercibido con respecto a su compañero de compilación en cuestión de tamaño: una serie de 16 números frente a un número único. En fin, podría haber sido peor: en vez del elegido, que hubieran optado por incluir una obra del calibre de La escena del crimen. Hubiera sido un sabotaje en toda regla a una obra tan notable y prácticamente lo único que queda por publicar de Brubaker en Vertigo en la editorial, más allá de una historia corta en el Gangland #3.
A lo que íbamos, Presi, el Jovencito Presidente (traducción estúpida del original Prez, Smells Like Teen President) aparece, como ya se ha dicho antes, en 1995 como la primera obra del autor en DC, con dibujos de Eric Shanower, cubierta de John Eder y color de Robbie Busch; en la que el protagonista indirecto es la revitalización que llevó a cabo Neil Gaiman para The Sandman #54 del olvidado personaje de los setenta creado por Joe Simon y Jerry Grandenetti. Como tantos otros cómics y personajes que reflejaban la juventud de los 90, cae de lleno en el saco del acervo de la denominada Generación X: rebeldía aburguesada, apatía ante la sociedad, búsqueda de solaz en las drogas, pero también grunge (nótese el titulo original del cómic), cine independiente… la generación perdida la llamaron, término que ha vuelto a recuperarse hoy en día para denominar al colectivo de jóvenes azotados por la crisis económica.
Prez, dos encarnaciones del mismo arquetipo
La historia: P.J. es un joven cualquier, que lo que le gusta es tocar con su grupo, emborracharse, colocarse, salir con chicas, y escuchar a Dinosaur Jr y Nirvana. Hasta aquí, igual que muchos otros chicos de dicha generación. La gran diferencia es que es huérfano, y su madre le chivó antes de morir que era hijo del mismísimo Presidente Adolescente, que gobernó como un joven Kennedy durante gran parte de los setenta, en varias legislaturas en las que la que primó la justicia y la igualdad, pero que permanece desaparecido o dado por muerto desde los años ochenta. Tras una pelea amorosa, cada vez más metido en las drogas y el alcohol, y acosado por repentinos ataques de ira y depresión, amén de perturbadores sueños, P.J. decide emprender la búsqueda de su supuesto padre por el medio oeste americano, rumbo a la ciudad donde éste nació…
Presi y Deadenders son cómics en esencia parecidos en cuanto a la búsqueda de su pasado, y, por tanto, de la identidad por parte sus protagonistas. Beezer y P.J. son huérfanos, y ambos desean encontrar a sus verdaderos padres para así conocer quiénes son realmente. Ambos sufren algún tipo de ‘alucinación’ o perturbación mental, que los hace distintos al resto, a las que quieren poner fin y que son parte clave de su carácter, desgracia y destino. Por tanto, quizá no es tan discutible la inclusión de esta pequeña historia en el tomo al lado de la mucho más ambiciosa Deadenders, ya que varias de las ideas de la primera acabaron también en la segunda. Trascurso habitual en la forja de un guionista aún no totalmente formado, por otra parte.
En cuanto a esa relación con The Sandman de la que hablábamos al principio pues, como dijimos, muy escasa. Prez, el padre de P.J., apareció en las páginas de la serie madre, sí, pero aquí no aparece como personaje ‘real’ en ningún momento: se le menciona, sueñan con él, hablan de él, y si aparece su figura es en pasado siempre o en el mundo de Morfeo. Y en cuanto a este último, pues sólo diré que aparece en una sola viñeta, la cual deberéis encontrar vosotros. La verdad, tampoco merece la pena detenerse mucho más aquí… Presi no cuenta nada nuevo ni de una manera especial: la búsqueda por parte del protagonista de algo que cree verdad porque es lo único que le queda; que al final resulta ser algo distinto, aunque no totalmente falso, pero que aún así vuelve a llenar de sentido su vida. Moraleja, cortito y de Brubaker, lo suficiente.
- Ficha en ComicBook DataBase y entrada en la wikipedia anglosajona.
- Diversas entrevistas en inglés: en Comics Bulletin, Newsarama, y Comicbookresources.
- Algunos artículos en castellano: El Baile Moderno, Sigue al Conejo Blanco y Rata de Comicteca.
Esto es amenizar un pesadísimo día de trabajo sin trabajo. Genial.
Bueno, bueno, nueno, vaya nivelón de referencias (acertadísimas) cinematográficas (12 monos, Días extraños, Quadrophenia…) correlacionándolas y contextualizándolas con series Vértigo. Muy buen artículo, Yuri.
madre mía que pedazo de artículo.
me encanta las referencias y el planteamiento, la verdad es que yo soy de los pecadores que siempre han oído hablar bien de este comic pero nunca me he atrevido a hincarle el diente. ahora me has picado mucho la curiosidad, parece super interesante!!
Buenas,
el artículo me ha costado bastante redactarlo; ya que por Deadenders, como buena obra posmoderna como es, revolotean multitud de obras culturales, de las cuáles tenía que resaltar y contextualizar las mejores y más evidentes. Pero bueno, parece que el esfuerzo ha dado sus frutos, así que gracias a los tres.
Respecto a la calidad de la obra, ya lo he advertido. Es un buen cómic, tiene bastante nivel la mayor parte de su recorrido, pero el tramo final es demasiado abrupto y no me parece que esté demasiado bien resuelto (exceptuando el poético número final). Esto, y unido a los 35 € que cuesta el volumen, merece cierta dosis de reflexión antes de hacerse con él. Aunque en conjunto, la sensación es buena, eso sí.
Necesito recomendaciones para no cagarla con mi escaso presupuesto. Si tuviérais que elegir: Daytripper o Deadenders?
Clavos, un artículo verdaderamente sensacional, trabajadísimo, excepcionalmente escrito y argumentalmente brillante. ¡Muchísimas gracias, de nuevo, por confiar en Zona Negativa para publicarlo!
Marc, eso depende: ¿qué te va más? ¿el intimismo o la ciencia ficción? Si vas buscando buenas historias, creo que Daytripper es más redonda, pero si tienes especial querencia por la ciencia ficción, Deadenders deja buena impresión y es competente. Aunque eso sí: se le notan un poco las costuras.
Muy buen artículo Clavos, felicidades. Se nota el esfuerzo realizado y el afán de perfeccionismo.
Sobre la obra, la verdad es que se trata de una de mis asignaturas pendientes. Ciertamente procede de un época algo oscura en la que servidor perdió su interés por Vertigo. Afortunadamente la calidad volvió entonces, tal y como esperamos que suceda ahora.
Yo no he leído aún Daytripper, pero ha salido en muchas listas de lo mejor del año y desde Zona no dejan de recomendarla, así que objetivamente casi puede decirse que es mejor cómic, fuera de géneros y estilos. Deadenders es recomendable sí, si tienes ahí treinta y pico pavos que no sabes en qué emplear (cosa poco creíble, la verdad), y sobre todo si te gusta la cifi, los cómics en su vertiente más pop, o eres fanático de Brubaker. En cuestión de puntuación, yo le pondría un 7 o así, por si sirve de algo…
Raúl, muchas gracias, sobre todo viniendo de ti que hace poco has llevado una labor de recopilación y análisis mastodóntica con tu especial sobre Vertigo en España. En tu caso, un Vertigo-boy en toda regla, sí que es OBLIGATORIA la adquisición de este tomo, porque cumple dos premisas básicas de tu perfil: es un buen cómic y es de Vertigo. ¿Hace falta decir más xD?
Y bueno, lo del aumento de calidad, es algo que esperamos todos, pero no es nada seguro, y perfectamente podemos seguir así años o incluso que palme la línea… pero vamos, pongámonos en lo mejor y esperemos que con Spaceman de Azzarello y Risso vuelva una nueva edad de plata (no me atrevo a decir de oro).
Y se me había olvidado: de nuevo muchísimas gracias José, por tus labores de guía y editor. Sin tu ayuda, probablemente este texto no habría aparecido en Zona, o se habría demorado mucho más tiempo.
Estupendo artículo. Solo una mínima puntualización mod: Musicalmente, los grandes impusldores del movimiento fueron el jazz de la época y el soul o el R&B americano, especialemnte los grupos de chicas tipo Ronettes, Supremes, Shirelles, Shangri-Las…muy spectoriano todo. El «sonido de la joven américa» agitando a la inglaterra proletaria. De ahí emerge el sonido (y los clubes) mod británico por antonomasia, el northern soul. Los Who, sobre todo y los Kinks, en menor medida proque Davis manejaba otro referentes que rápidamente afloraron, conectaron al principio de su carrera con la estética mod y se los vedió como tal.
Gracias por la puntualización Zape. No soy un experto en el movimiento mod y he tenido que informarme lo mejor que he podido viendo Quadrophenia, en la que las canciones de los Who son las más recurrentes, evidentemente, y leyendo varios artículos en blogs y páginas. Interpreté que la música negra americana fue una influencia primigenia, pero que hacia 1964-1965 todo el movimiento estaba bañado por los grupos que expuse, más los Yardbirds o Small Faces, que a la postre fueron la banda sonora con que se recordó el movimiento. Vamos, es que a mí me decían mod antes de elaborar el artículo y se me venía a la cabeza inmediatamente el símbolo-diana de los Who…
Diagmos que esos fueron los grupos (formidables, una cosa no quita la otra) que la industria discográfica británica lanzó para capitalizar el movimiento.
Gracias José, daytripper cae hoy!
Nunca me llamó la atención este título, pero me ha gustado tanto el artículo que ya estoy haciendo equilibrios con el presupuesto a ver si me lo puedo comprar. Que malo es internezzzz, que razón tiene la Sinde y demás ralea XD
Me alegra que te haya gustado dennel. Pero recuerdo: bueno pero no imprescindible. Y el tomo tiene varios fallos…
Saludos;
Me uno a las felicitaciones por el artículo, que me parece perfecto (analiza el contexto, el contenido y el continente), y la verdad es que estaba dudando entre pillar el tomo o no (y es que es una pasta de golpe) pero lo cierto es que me ha motivado (aún reconociendo que la obra tiene sus carencias…).
Un abrazo
Ese Zape, siempre tan grande. We are the mods, the mods, the mods!!!! Habría que también incluir soul masculino (Sam&Dave no puede faltar, los Kingsmen, aún menos,) y el «paleoska», con la adorable felatriz Millie Small, por ejemplo. Y no olvidemos a The Jam como el grupo british «coyuntural» más iconográfico del movimiento mod, no se nos vaya a mosquear Paul Weller, el (dicen) último mod…
Bueno, me alegra que el texto esté sirviendo para que os animéis a comprar tan caro tocho :P. Aunque upongo que los más felices serán los de Planeta xD.
Y ya que has sacado a colación el revival de finales de los 70 – principios de los 80, pues habrá que mencionar a los más importantes: los citados The Jam, The Specials, The Undertones, Madness… todos más o menos influenciados inevitablemente por el punk, naciente por aquel entonces…