Un viaje sensorial que juega con las convenciones del lenguaje del medio.
«Hay cosas peores que estar encerrado: estar encerrado en la incertidumbre.»
Al autor francés Marc Antoine Mathieu (Antony, 1959) lo conocíamos en España por dos obras diametralmente opuestas: 30 segundos (Sins Entido) y Dios en persona (Salamandra Graphic). La primera era un fascinante experimento narrativo de género negro en el que jugaba con el tiempo y el espacio para contarnos una historia tan breve como fascinante. En cambio, en la segunda nos proponía una obra en la que nos obligada a cuestionarnos aspectos relativos a la existencia de Dios y hacia un critica de la sociedad actual muy centrada en los medios de comunicación y la publicidad. Con esas obras como muestrario resulta sencillo saber las causas por las que se ha convertido en uno de los autores más excitantes, experimentales y arriesgados del cómic francófono. Unas palabras que se puede emplear para calificar a Deep me, el cómic que acaba de publicar en España Salamandra Graphic en una preciosa edición que lo convierte en un libro-objeto en el que el color negro es el protagonista absoluto. Se trata de la primera parte de un díptico que se completara con Deep it que está previsto que vea la luz en nuestro país el año próximo. Ojalá ambas se conviertan en un éxito sin paliativos que lleve a que se editen otros trabajos suyos como la serie Julius Corentin Acquefacques, prisonnier des rêves, ya que es un autor único de verdad que siempre obliga a que los lectores transitemos caminos nuevos que nos recuerdan que el cómic es un medio lleno de posibilidades. Unas posibilidades que él nunca repite, así que cada nueva obra suya resulta una sorpresa que puede decepcionarnos o no gustarnos, pero que nunca nos va a dejar indiferentes.
No resulta nada sencillo definir Deep me, pero si tuviéramos que hacerlo la definición más certera podría ser que estamos ante un atípico y complejo thriller existencialista lleno de sorpresas y giros de guion que busca que el lector se embarque en una lectura inmersiva. Como en todos los trabajos de Mathieu estamos ante un juego exigente en el que hay que entrar para poder disfrutar de una obra que se convierte en un laberinto lleno de recovecos que nos invita a sumergirnos por completo en una experiencia sensorial. Algo que hay que hacer para disfrutar de la propuesta, en el caso de no hacerlo puede resultar algo decepcionante y frustrante.
Deep me nos cuenta la historia de Adán, un hombre que despierta en una oscuridad total, sin memoria e incapaz de comunicarse pese ser consciente de lo que sucede a su alrededor. Con el tiempo descubre que padece el síndrome de enclaustramiento una especia de como en el cual una persona tiene las cuatro extremidades completamente paralizadas y es incapaz de hablar. Con el tiempo empezara a cuestionarse su vida y a vislumbrar pequeños destellos de su pasado que le llevan a preguntarse si hay algo oculto y turbio en su situación actual. Un argumento realmente interesante en el que el negro casi constante de las viñetas hace que nos sintamos tan perdidos como Adán y que tengamos tensión a flor de piel en todo momento, pero en que hacia el final de la obra nos encontramos con inesperado giro de guion que cambia por completo todo lo que creíamos estar leyendo. Un giro que, aunque está bien planteado y resuelto, puede generar rechazo en algunos lectores, pero que sirve para añadir capas de profundidad a la lectura y plantear nuevas cuestiones.
En Deep me Mathieu nos trae una obra en la que se dan cita los dos elementos que caracterizan a sus dos obras previas publicadas en España: la experimentación gráfica y narrativa y un argumento que nos planeta cuestiones filosóficas y existenciales. Aunque el giro que da la trama hacia la mitad de obra hace que esas preguntas sobre la identidad, la consciencia, la memoria y que es lo que nos convierte en humanos muten hacia otras sobre el futuro que le espera a la humanidad y el papel que jugarán en él las inteligencias artificiales. Unas ideas que volverá a explorar en Deep it, aunque está ocasión el negro como elemento gráfico principal dejará paso al blanco, pasando de estar ante una especie de caja negra en la que podemos ver el destino catastrófico de la humanidad a un lienzo en blanco donde escribir un futuro nuevo.
Como ya hemos mencionado se trata de una obra exigente y ambiciosa que se sale de lo que nos encontramos habitualmente entre las estanterías de nuestras librerías. Aunque no es el primer autor que opta por hacer una obra en la que las viñetas están en negro sí que usa el recurso de una manera muy hábil para hacer que sintamos el mismo desconcierto e inquietud que el protagonista lo que potencia la sensación de misterio y sorpresa constante gracias a la ocultación de elementos. Además, el juego que hace con los diferentes tamaños de las viñetas le sirve para controla el ritmo de lectura y el blanco de las calles que las separan dan la sensación de que estamos atrapados en el mismo laberinto que Adán. Todo ello crea una constante sensación de misterio se intercala muy bien con las preguntas filosóficas y existenciales que plantea la obra en su primera parte. Pese a lo que pueda parecer en un simple vistazo, Mathieu no abusa de ese recurso y una buena parte de la obra sí que tiene imágenes, sobre todo en la parte final donde volvemos a ver su estilo gráfico heredero de grandes autores de las tiras de prensa estadounidenses, de franceses como Tardi o Fred y maestros absolutos del blanco y negro como Breccia o José Muñoz.
Al igual que sucedía con la reciente El color de las cosas (Reservoir Books) de Martin Panchaud, Deep me es un trabajo que se sale por completo de lo convencional. Algo que hace que no sea una obra para todo el mundo, pero quienes se atrevan a entrar en el juego que nos propone Marc Antoine Mathieu se adentraran en una obra que mezcla la experimentación narrativa con una reflexión sobre qué es el ser humano y hacía donde se dirige nuestro futuro.
Lo mejor
• Todos los experimentos gráficos y narrativos que contiene la obra.
• Las preguntas sobre la naturaleza del ser humano que nos obliga a hacernos.
• Siempre es un gozo encontrarse con obras exigentes con el lector.
Lo peor
• El giro de guion que cambia por completo el tema de la obra puede descolocar demasiado.