Defensores Secretos

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Edición original: Marvel Comics – marzo 1993 – abril 1994
Edición España: Comics Forum – marzo 1994 – febrero 1995
Guión: Roy Thomas, Ron Marz
Dibujo: Andre Coates, Tom Grindberg
Entintado: Don Hudson, Fred Fredericks
Color: John Kalisz
Portada: Andre Coates, Don Hudson
Precio: 175 pesetas (serie limitada de doce números en grapa, de veinticuatro páginas cada uno. Los números noveno y duodécimo son dobles y cuestan 300 pesetas)

 

Dentro del nutrido elenco de conceptos que ha dado el cómic super-heroico estadounidense, es normal encontrar ideas cuyo uso ha sido intermitente. En el caso de Marvel, una de esas franquicias modelo «Guadiana», quizá la más popular, es la de los Defensores. El no-grupo integrado por cuatro solitarios en los días de la edad de plata, gozó entre los setenta y los ochenta del privilegio de una cabecera propia, la cual terminó en su centésimo quincuagésimo segundo número. Una cifra nada desdeñable, si tenemos en cuenta el escaso éxito que han tenido intentonas posteriores. En los días en los que la Patrulla-X estaba muy lejos de ser la poderosa franquicia en que llegó a convertirse, los Defensores constituían una alternativa a la hegemonía vengadora. Donde los héroes más poderosos de la Tierra (marveliana) estaban organizados y contaban con bendición oficial, el no-grupo era una alianza informal que resistía cualquier intento de control (para desesperación de Kyle Richmond, Halcón Nocturno, que invertía su fortuna en dar cierta apariencia de orden). La colección parecía, más bien, una suerte de cajón desastre, en el que autores talentosos como Steve Gerber podían hacer de las suyas sin las molestias de una cabecera de primera línea. Ahí recababan personajes que quedaban descartados en otras colecciones; allí, guionistas como Peter B. Gillis daban rienda suelta a su vasta cultura. La serie fue por su cuenta, hasta que, con ocasión de Secret Wars II, se le daba un final, así como la promesa de una continuación. Esta se produjo, pero de aquella manera, en la colección dedicada al Doctor Extraño, pero habría que esperar a la década siguiente -los controvertidos noventa- para que el hechicero supremo se convirtiera en la excusa para que hubiera otro no-grupo que heredera -o algo así- la cabecera. Poco antes, uno de los responsables de esta nueva intentona, había tenido ocasión de retornar al concepto en la aventura El retorno de los Defensores, pero esto sería algo más bien distinto.

Pongámonos en situación: a finales de los ochenta, el guionista Roy Thomas retornaba a Marvel, tras dos contratos en exclusiva con DC. Fruto de este regreso fue una prolífica colaboración, de la que ya tocó hablar en la reseña dedicada al segundo volumen de los Invasores. Dentro de la larga lista de labores de esos años, destaca su presencia en la colección protagonizada por el Doctor Extraño, donde recuperaría a los vampiros marvelianos y demostraría, una vez más, su vasto conocimiento de la continuidad. Don Roy abandonaría la serie, justo antes de que esta alcanzara la cincuentena de números y de que el personaje se viera despojado del poder los Vishanti, al negarse a acompañarles en una guerra milenaria. Sería Len Kaminski el que continuaría su labor, narrando las consecuencias de esa pérdida pero, a lo largo y ancho del universo Marvel, quedó patente que Extraño había perdido su condición de hechicero supremo de la Tierra. Negándose a abandonar su puesto, Stephen decidió utilizar otros instrumentos para hacer frente a las crisis en las que se le convocaba. Una de sus nuevas herramientas fue una baraja de cartas, a través de las cuales podía convocar a los héroes que podían ayudarle, en función del problema de turno. Una alineación para cada aventura, lo que profundizaba en la vieja premisa del no-grupo; las misiones partían de la premisa de algún elemento de corte mágico oscuro, aunque pronto veríamos que esa regla no iba a cumplirse siempre. Así, el mago reuniría a los nuevos Cuatro Fantásticos de Walt Simonson y Art Adams -la Masa, Lobezno, Spider-Man y el Motorista Fantasma- para buscar a una fugitiva Antorcha Humana. El encuentro y posterior combate entre los cuartetos clásico y novedoso fue cortesía de Tom DeFalco y Paul Ryan -responsables de la colección decana en aquellos días-, sirviendo de introducción del concepto de Defensores Secretos. El primer número de la colección coincidió en el tiempo con el tricentésimo septuagésimo cuarto de Fantastic Four (marzo de 1993) siguiendo la clásica estrategia de presentar una serie nueva en otra consagrada. Sin embargo, pronto quedaría patente que Roy Thomas y Andre Coates -dibujante de los primeros ocho números- irían por derroteros bien distintos de los que se podían intuir en el prólogo «fantástico».

Thomas y Coates -con Don Hudson a las tintas y John Kalisz a los colores- conformarían el equipo responsable de los ocho primeros números de la colección, en los que el Doctor Extraño tuvo oportunidad de convocar a tres equipos distintos para tres aventuras diferentes. La primera de ellas reunió a Lobezno (presencia obligada en todas partes en los noventa), Spider-Woman (Julia Carpenter, a la que don Roy también tenía en la alineación de los Vengadores Costa Oeste), Darkhawk (un concepto noventero de interesante diseño) y Nómada (Jack Monroe, otro de los «seis pesetas» a los que Marvel había dado serie propia en esos años) y les enfrentó a un puñado de adversarios que, vistos con la perspectiva de los años, evocaban poderosamente la imagen predominante de personaje cañero de la época (modelo «Image»). La segunda unió a Sonámbulo, Namorita y el Castigador contra un camionero demoniaco que seguía una ruta por la América profunda, deudora de la canción Route 66, siendo con mucho la más interesante y divertida (con artículo explicativo en la edición de Forum, que en aquellos tiempos, Internet ni se olía). La tercera fue una continuación de Camino de muerte polvorienta y trajo a la colección a Spider-Man, la Bruja Escarlata y el Capitán América, teniendo como adversario al hechicero Xandu (eternamente en busca de su amor perdido). Tres arcos argumentales de tres, dos y tres números de duración respectivamente, en la que guionista y dibujante dieron muestras de sus buenas artes, pero que no convencieron al público.

En el número noveno de la serie estadounidense, guionista y dibujante abandonaban la colección, dejando tras de sí al entintador y al colorista. A cambio, entraron Ron Marz (sustituto de Jim Starlin en la franquicia cósmica) y Tom Grindberg (que había cambiado ya la querencia por Neal Adams por la emulación del estilo de Mike Mignola). El nuevo equipo traería consigo un giro hacia el ámbito cósmico, justificado en la visita que un antiguo defensor, Estela Plateada, hace al Doctor Extraño. Thunderstrike y Máquina de Guerra (ante la indisponibilidad de Thor y el Hombre de Hierro) harán equipo con el antiguo heraldo de Galactus para enfrentarse a la pirata estelar Nébula. Marz aprovecharía Defensores Secretos para anticipar o prologar historias relacionadas con la división estelar de Marvel y, pronto, habrá de prescindir del Doctor Extraño. La etapa de Len Kaminski y Geof Isherwood en la colección del hechicero toca a su fin y la decisión editorial pasa por vincular a Stephen con la franquicia de los Hijos de la Medianoche. El mago iba a ser objeto -o más bien, víctima- de una de aquellas temibles operaciones de vuelta del revés del calcetín: su emblemática mansión volaría por los aires en uno de los demenciales cruces de la división oscura de la casa de las ideas y ya no estaría disponible para invocar nuevas alineaciones de Defensores Secretos. El undécimo número de la cabecera yanqui -un cruce con Desafío Estelar- reflejará esta situación y tendrá como protagonistas a Hulk, Nova y Estrella del Norte.

El último número de la maxi-serie española sirve como antecedente de la miniserie Poderes cósmicos -escrita también por Ron Marz- y tiene como protagonista a un Thanos de Titán que, lejos de sus planes de divinidad, mata el rato en la búsqueda del conocimiento. En uno de sus planes, reclutará una alineación de villanos entre los que encontramos a Rino, el Hombre de Titanio, el Súper Skrull y Nitro. La presencia de este arco argumental deja patente el hecho de que la colección estaba siendo usada como contenedor de una historia que debía se publicada antes de la aventura principal y, tan pronto como se cumple el cometido, Marz y Grindberg se van con la música a otra parte, dejando la serie lista para un retorno a los orígenes.

En los números posteriores de la serie original, el Doctor Extraño volvería con el tiempo justo para reclutar para su puesto de convocador al Doctor Druida y el antiguo vengador sería el responsable de reunir alineaciones de Defensores Secretos hasta el final de la colección, en su número vigésimo quinto. Tom Breevort y Mike Kanterovich -responsables literarios de Fantastic Force- se encargarían de esta última fase, en compañía de un par de dibujantes a cual más infumable y del veterano Tony DeZuñiga -que aquí ejercería de entintador-. Esta etapa permanece inédita en España y constituye un ejemplo de libro de lo peor que ofreció la industria en esos años.

Por su parte, los Defensores volverían unos años después, con la alineación clásica y un indudable sabor añejo, cortesía de Kurt Busiek y Erik Larsen.

Ilustración de Andre Coates y Don Hudson
Detalle de la ilustración del primer número

  Edición original: Marvel Comics – marzo 1993 – abril 1994 Edición España: Comics Forum – marzo 1994 – febrero 1995 Guión: Roy Thomas, Ron Marz Dibujo: Andre Coates, Tom Grindberg Entintado: Don Hudson, Fred Fredericks Color: John Kalisz Portada: Andre Coates, Don Hudson Precio: 175 pesetas (serie limitada de…
Guión - 7
Dibujo - 7.2
Interés - 7.1

7.1

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