En Japón existen un buen número de galardones que eligen cada año a los mejores mangas según la demografía: seinen, shônen, shôjo y kodomo. Algunos no hacen distinción, mientras que otros dan un gran premio y varios reconocimientos menores. Conviene echarle un vistazo a algunos de los más importantes para descubrir entre ellos grandes obras que para los que leemos únicamente lo que es traducido al español (o idiomas vecinos), supone un nuevo vistazo al enorme mundo del manga (si no es para descubrir que muchas de esas obras han sido previamente publicadas en español y que tal vez merecería la pena echarles un ojo). Algunos los otorgan editoriales importantes, como son el Premio Shôgakugan o el Premio Kodansha, que no excluyen obras publicadas fuera de esas editoriales pero que suelen barrer para casa. Por eso mismo existen otros como el Premio Cultura Osamu Tezuka o uno de los que en los últimos años ha conseguido más renombre, el Premio Manga Taishô, que lo otorga anualmente una asociación de libreros y que con una rápida búsqueda en Internet podemos ver los ganadores, los nominados y hasta los puntos que recibió cada obra en la votación (aunque la fiabilidad de los datos no pueda ser tomada del todo en cuenta). El valor de dicho galardón recae en el interés del librero por recomendar obras de calidad sin caer en la necesidad de premiar obras por cuestiones económicas. Una de las obras nominadas a las dos últimas ediciones es esta que reseñamos hoy: Desaparecido, de
La obra sería bastante difícil de encuadrar en un género, y como tampoco somos fans de las etiquetas innecesarias, podemos decir que esta es la historia de Satoru Fujinuma, un joven de 28 años frustrado por una carrera de dibujante que no llega a despegar. En un trabajo de repartidor que no le satisface, cargando con el lastre de despreciar todo aquello que le parece vulgar y con bastante poca habilidad para las relaciones sociales, Satoru se encuentra inmerso en un bucle de insatisfacción y desilusión. Sin embargo, entre todo ese desapego a lo cotidiano, sufre breves «ataques» en los que, por unos instantes, puede volver al pasado y revivir sus últimos minutos de vida: esto no es más que una señal, una especie de de sentido arácnido, que le avisa de que algo malo va a pasar. De este modo, el personaje se ve cada dos por tres envuelto en sucesos que lo llevan la mayoría de las veces a salir malherido o incluso a recibir miradas desaprobadoras de la gente le observa. Una vez presentados los personajes, el tebeo gira entonces en torno a un trauma que Satoru guarda y del que apenas tiene datos.
Podríamos decir, por tanto, que la obra se presenta como una especie de thriller de viajes en el tiempo. El protagonista no es capaz de controlarlos y tampoco puede predecir con exactitud qué es lo que va a pasar y cuál es el problema al que se enfrenta. Sanbe, con un estilo de trazo grueso que mezcla algunas de las características prototípicas del manga como los ojos grandes y una narración dinámica pero bastante convencional, es capaz de introducirnos en la historia gracias a la originalidad del guión y el buen partido que le saca a los breves viajes en el tiempo.
Pero además es interesante cómo Sanbe trata el trauma que tanto la madre como el protagonista llevan consigo: silencio, por encima de todo, y olvido. El trauma que portan es doloroso y un enfrentamiento directo consiste en revivir viejos demonios que ninguno de los dos se ve en ese momento capaz de soportar. La madre lidia con ello en soledad y tratando de ocultar todo lo posible lo sucedido a su hijo, mientras que este hace un esfuerzo por recordar aunque incoscientemente procura no inmiscuirse demasiado en los sucesos del pasado. El ejercicio que lleva a cabo el autor no es exagerado ni irreal: los personajes evitan el dolor, sufren por ello en soledad y, lo que es más importante (en el caso del hijo), no están al tanto de la procedencia del dolor. Kei Sanbe trata una historia de lo más básica y manida con la suficiente delicadeza como para que nos importe lo que le sucede a los personajes, para que nos interesemos por su pasado pero también comprendamos su soledad y todo aquello que les aflige.
Con apenas seis tomos en Japón, Kei Sanbe publica Desaparecido en la revista Young Ace de la editorial Kadokwa Shoten desde 2012, una de las obras que por estilo poco pegaba que fuera a ser traducida al español pero que, a pesar de su convencionalidad formal, es un interesante juego de misterio que trata el trauma de sus personajes con la suficiente sutileza como para introducirnos en la historia al tiempo que nos embauca con sus vueltas de guión.
No tiene mala pinta este manga, quizá le de una oportunidad. Además creo que van a sacar (o han sacado) un anime pero no se si en plan OVA o serie.