Edición original: Boku dakega Inai Machi VOL.2, Kadokawa Shoten 2013.
Edición nacional/ España: Norma Editorial 2016.
Guión: Kei Sanbe.
Dibujo: Kei Sanbe.
Traducción: Bárbara Persquer.
Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta, 192 páginas.
Precio: 8€.
Con el primer tomo de Desaparecido, Kei Sanbe nos introducía en una interesante historia de intriga y misterio salpicada de ocasionales salpicaduras de ciencia ficción gracias a la capacidad de Satoru, el protagonista, para corregir errores en su vida y en las de los demás con una extraña habilidad para viajar en el tiempo, hacerlo retroceder, aprovechar una especie de déjà vu… Realmente no queda claro cuál es la definición exacta de los Revival que permiten a Satoru convertirse en una suerte de superhéroe mundano, pero el caso es que servían a la perfección para hilar una trama que si ya era de por sí interesante narrada en un solo tiempo, finalizaba con un espectacular cliffhanger que nos llevaba varios años atrás en la vida del protagonista y añadía aun más suspense y emoción a la trama. Desaparecido es uno de los mangas más interesantes y mejor construidos de los que tenemos a nuestra disposición en el mercado español, y este segundo tomo engrandece todavía más una obra que sin excesivas pretensiones consigue elaborar una trama sólida y que engancha como pocas.
Como ya comentamos en la reseña del primer tomo, Desaparecido nos narra la historia de Satoru Fujinuma, un hombre que bordea la treintena y que vive inmerso en pleno inicio de una crisis de la mediana edad fruto de la frustración por no lograr las metas laborales de convertirse en un manga de éxito y con el agravante de ser una persona incapaz de relacionarse socialmente o incluso mostrar un sentimiento o un interés real por nada o por nadie. A esto había que sumarle esos Revival, unas regresiones que le hacen vivir varias veces un mismo momento temporal dándole la oportunidad de modificar ciertos aspectos de la situación para evitar accidentes o incluso salvar vidas. Estos superpoderes serían geniales si no fuera porque no traen más que quebraderos de cabeza al pobre Satoru que siempre acaba sufriendo las consecuencias de involucrarse por los demás en lugar de pensar en lo mejor para él, actuando de una manera que haría sentir orgulloso al mismísimo tío Ben, ya que Satoru lleva eso de que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad” a rajatabla, aunque sea a regañadientes y sin darle ninguna importancia.
Sin embargo, la intromisión en uno de estos incidentes de Satoru y su madre Sachiko provocara que se desencadenen una serie de eventos que traen el pasado de vuelta, involucrándolos en la resolución de un caso de secuestros infantiles que tuvo lugar en la localidad donde madre e hijo vivían 18 años atrás. Metidos de lleno en la investigación para conseguir desbloquear sus recuerdos, la familia Fujinuma no se da cuenta del riesgo que corre hasta que el verdadero autor de los crímenes ataca a Sachiko y prepara el escenario del crimen para inculpar a Satoru, que sin saber cómo termina forzando un Revival que le lleva a 1988, un mes antes de que se produjese el primer secuestro y asesinato de uno de los niños involucrados en el asunto. Tras el shock inicial de verse atrapado en el cuerpo de un niño de 10 años, pero con la mente de un hombre de 28, Satoru comienza su estancia en el pasado sin comprender qué está ocurriendo y lo primero que hace es volver a casa a recuperar tiempo con su madre, dándose cuenta la gran relación que tenían por mucho que su yo adulto no quisiese tener contacto con ella y llegando a la conclusión de que si el Revival le había llevado a esa época es porque había algo que podía hacer para evitar los funestos acontecimientos que en su futuro (o presente en su mente) no ocurriesen jamás.
Satoru se ve metido de lleno en una carrera contrarreloj para salvar la vida de Kayo Hinadzuki, la primera víctima de los secuestros, así como la de Jun Shiratori, el principal acusado por los crímenes que, pese a su inocencia, ha sido condenado a muerte en 2006 por la falta de pruebas concluyentes para demostrarla. Y no solo eso, sino que también está en juego las vidas de las otras víctimas posteriores a Kayo y las del propio Satoru y su madre. Mucho riesgo y mucha tensión para un Satoru que no guarda apenas recuerdos de esa época de su vida y tiene que esforzarse por fingir para lograr acercarse a sus antiguos amigos y a Kayo. Lo primero de lo que se da cuenta es que la niña es bastante marginada en clase por tener una personalidad muy introvertida, por no tener mucho dinero y por faltar asiduamente a algunas clases. Satoru descubrirá que esa manera de ser y de comportarse de Kayo viene dada por los maltratos a los que le somete su madre en casa, hecho por el cual se aisla de los demás en clase y se queda sola en el parque por las tardes para tardar lo máximo posible en llegar a su hogar, lo que la hace especialmente vulnerable ante un potencial secuestrador. El protagonista decidirá que es clave conseguir hacerse amigo de Kayo para evitar que la cadena de sucesos se repita como en el pasado y para ello comienza a intimar con ella como buenamente puede, provocando que el resto de la clase piense que está enamorado, lo que supone una situación extraña para un hombre de 28 años atrapado en el cuerpo de un niño de 10, pero que finalmente supone una buena estrategia para que poco a poco Kayo coja confianza y se vuelvan inseparables.
Todo parece sencillo pero hay muchas trabas en el camino de Satoru al éxito. En primer lugar está el hecho de tener que comportarse de un modo en el que no se note que es una persona mentalmente adulta (que además está fuera de su tiempo) y además intentar no repetir acciones que ya realizase en el pasado “original” que acaben provocando que el determinismo actúe y se cumpla el fatal destino de Kayo. Por otro lado, la fecha a la que le ha llevado el Revival le da tan solo 15 días para conseguir poner a salvo a Kayo hasta que el tutor del colegio, Gaku Yashiro, logre reunir pruebas suficientes para que los servicios sociales actúen de manera efectiva en el hogar de los Hinadzuki. Una tarea tensa y emocionante que mantiene en vilo página a página en la que observamos como Satoru acierta unas veces y fracasa en otras hasta el excepcional desenlace final que de nuevo deja en vilo al lector a la espera del tomo 3.
Lo principal que destaca en este segundo tomo de Desaparecido es la fantástica historia que ha creado Kei Sanbe y lo bien que sabe narrarla. Es un autor que domina el tempo de la obra al detalle, sabiendo cuándo y de qué manera introducir cada elemento nuevo, cada giro de guión y cada detalle, aumentando el ritmo cuando requiere una mayor tensión y angustia y ralentizándolo para premiar al lector con momentos realmente bellos y sentimentales. Es interesante también que Sanbe consigue dominar estos aspectos pese a introducir muchos más actores en la obra. Mientras que en el primer tomo todo el peso recaía en 3 personajes fundamentales, Satoru, Sachiko y Airi, y además centrándose mucho más en el chico, en este segundo tomos tenemos un aluvión de nuevos personajes nuevos, como la pandilla de amigos de Satoru, Kayo Hinadzuki y su madre, Gaku Yashiro, Jun Shiratori, otros niños del colegio… Todo esto manteniendo al propio Satoru y desarrollándole en ese modo dual de maduro y niño al mismo tiempo (cosa que recuerda inevitablemente a Detective Conan), algo complejo ya que la personalidad del personaje no es excesivamente típica y tiene que forzarse a ser así de una manera creíble. El propio autor tiene que fingir también, disfrazar al personaje para que siga siendo tal y como nos lo presentó en el primer tomo pero permitiéndole desarrollarse artificialmente durante el tiempo que permanezca en 1988, comportándose de una manera radicalmente distinta con los demás, algo que se nota sobre todo en los momentos con su madre.
Esta introducción de nuevos personajes además no es algo accesorio y obligado por la necesidad de meterlos porque sí, sino que cada uno de ellos responden a necesidades de la historia y tienen el protagonismo necesario para ayudar a avanzar la trama y sembrar semillas para lo que nos espera en los siguientes volúmenes. Además resulta bastante curioso ver la relación de Satoru con ellos siendo un niño con mentalidad de adulto, dando lugar a momentos graciosos, embarazosos, críticos, tensos… Es decir, que Sanbe utiliza muy bien la construcción de sus personajes y el tono y punto de vista que le da a la obra para ayudar a generar situaciones y sensaciones a partir de ellos, y que todo surja de una manera natural, sin forzar y sin florituras o pretenciosidades, lo cual es bastante destacable. Como decimos, narrativamente Sanbe es todo un maestro y sabe construir una historia a la perfección, con una gran coherencia y cohesión y haciendo que el lector no se pierda y quiera saber más. En una obra así no sobra una sola viñeta ya que todo está medido al milímetro para aportar algo.
Es muy bueno también como es capaz de mantener en todo momento el elemento “extrasensorial” del Revival sin necesidad de realizar ningún cambio temporal en esta ocasión, dejando patente al lector en todo momento que pese a narrarnos la historia en ese momento, ese no es el tiempo al que pertenece la verdadera trama. Del mismo modo, destaca también la capacidad de ofrecer ese ambiente real y verosímil dentro de una historia que se desencadena por una regresión al pasado. Esto es posible en primer lugar gracias a la gran humanidad de personajes y situaciones que describe en todo momento. Todo es cotidiano, todo es normal y tiene ese aire de que podría pasarle a cualquiera y que cualquiera actuaría como lo hacen Satoru o los otros protagonistas, repletos de fallos, imperfecciones y carencias. Sanbe mete de este modo al lector de lleno en la piel de personajes y en la propia trama, “forzando” a pensar qué haríamos nosotros dada esa situación al mismo tiempo que nos asaltan las mismas dudas y tensión, al tiempo que ese realismo ayuda a aumentar la sensación de intriga y suspense tan plausible. Además, los temas tratados son muy mundanos y cercanos, tanto el caso del secuestro de los niños, como el maltrato infantil al que se ve sometida Kayo, o el bullying que sufre en la escuela debido a esto, algo que el autor refleja de una manera muy cruda y real, haciendo que en ciertos momentos la sensación de malestar sea intensa por lo injusto de muchas de las situaciones, algo que el propio Satoru adulto también siente en ciertos momentos. Sanbe hace una genial representación de una situación tan incómoda como real, y plasma muy bien la actuación que tendría cada uno de los personajes en el mundo tridimensional.
A está fantástica trama ayuda mucho el trabajo artístico de Sanbe, quizá no tanto en lo artístico como en lo formal. Artísticamente seguimos asistiendo a un dibujo realista y detallado, muy artesanal y con un uso profuso de la tinta en el trazo y el sombreado que sin embargo mantiene un aspecto en ocasiones algo tosco, con algún problema de proporciones (nada excesivamente grave) y con bastante uso de tramas. Estas últimas están en su mayoría bien usadas, salvo en las usadas para reflejar las heridas y moratones de Kayo Hinadzuki, que resultan algo artificiales (algo que no ocurre para nada cuando Sanbe usa para ello la tinta). Los fondos no son abundantes pero cuando aparecen tienen un buen grado de detalle y una buena ejecución, a menudo incluyendo detalles que ayudan en la trama, con lo cual son bastante satisfactorios. El estilo de composición y disposición de viñetas es bastante cinematográfico, pero bien implementado en el medio gráfico, con lo cual ayuda mucho al desarrollo de la trama, sobre todo con la elección de planos, los enfoques, el plano-contraplano en las conversaciones, el paso del plano detalle al general… todo de una manera muy fluida y bien medida, usándolo en los momentos en que la acción lo pide, ni antes ni después. Muy reseñable es la gran expresividad de los protagonistas y la perfecta utilización de la narrativa visual, tanto para narrar como para dar pistas al lector o generarle sensaciones, a veces solo a través del gran trabajo de miradas y gestos. Destacan sobre todos ciertas escenas entre Satoru y Kayo en la nieve y de Kayo y su madre, y por cosas radicalmente opuestas, ya que las primeras evocan ternura y preciosismo sin necesidad de mediar palabras y en las segundas reflejan la desesperación, la crueldad y la mayor de las injusticias. Un dibujo en apariencia rudo y poco destacable que sin embargo se engrandece en la lectura y que además posee una personalidad única que identifica al autor a primera vista.
Nueva demostración de la calidad de Kei Sanbe en Desaparecido, que se perfila como uno de los autores con mayor talento a la hora de confeccionar una historia e hilarla a la perfección hasta el último detalle, manteniendo en todo momento el control sobre ella para dirigirla a su final. Desaparecido es uno de los mangas con mejor narración y más interesantes que se puede encontrar a día de hoy, una mezcla de misterio, suspense y realismo con un toque de ciencia ficción que en este segundo tomo demuestra que puede mantener la frescura haciendo todo mucho más a lo grande. Una apuesta segura en la que tomamos de la mano a Kei Sanbe para que nos lleve tomo a tomo, cliffhanger a cliffhanger, hasta el desenlace de esta interesante historia.
Edición original: Boku dakega Inai Machi VOL.2, Kadokawa Shoten 2013. Edición nacional/ España: Norma Editorial 2016. Guión: Kei Sanbe. Dibujo: Kei Sanbe. Traducción: Bárbara Persquer. Formato: Tomo manga rústica con sobrecubierta, 192 páginas. Precio: 8€. Con el primer tomo de Desaparecido, Kei Sanbe nos introducía en una interesante…
Desaparecido 2
Desaparecido 2
2017-08-03
Rubén Merino
Guión - 8.5
Dibujo - 7
Interés - 8.5
80
8
Un buen tomo que nos introduce en un nuevo escenario temporal y plantea lo que será la manera de funcionar de la historia a partir de ahora, por el momento centrándose en la relación de Satoru y Hinadzuki y la introducción de nuevos personajes. Fenomenal trabajo narrativo y visual de Kei Sanbe que encaja todas las piezas a la perfección para crear una historia sólida, creíble e interesante, que mantiene el interés y te anima a buscar el siguiente tomo.
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