Edición original: Tell me, Dark (DC, 1992).
Edición nacional/ España: Dime, Oscuro (Zinco, 1993).
Argumento: Karl Edward Wagner y Kent Williams.
Guión: John Ney Rieber.
Dibujo y Color: Kent Williams.
Formato: Novela Gráfica cartoné, 80 págs.
Precio: 2.300 pts.
Debo empezar indicando que Dime, Oscuro, argumentada por el novelista Karl Edward Wagner (creador de Kane, the Mystic Swordsman) y el dibujante Kent Williams (Blood: un relato sangriento, The Fountain), dialogada por John Ney Rieber (Captain America: New Deal, The Books of Magic) e ilustrada por el mencionado Williams, es, pese a las apariencias, un tebeo muy entretenido, donde no pesan sus 80 páginas de cultos paganos y sordidez made in England. Lo advierto desde ya porque las observaciones que compartiré a partir de ahora podrían asustar a más de uno.
«Barbara Flick. Tan hermosa. Tan apasionada. Tan perdida. Una amante que ningún hombre puede olvidar. Una vez, Michael Sands arriesgó su vida para liberarla de las redes de sange y éxtasis de un anciano culto, tejidas bajo las sombrías calles de Londres. Ahora hay mucho más en juego. Para liberar a su amor del ángel caído que mantiene su alma esclavizada, Michael debe arriesgar más que su vida. Al pelear por el alma de ella, él podría perder la suya«. [Extraído de la contraportada]
Como se desprende de la sinopsis, Dime, Oscuro navega en el filo entre la pretenciosidad y el pulp, orillando el kitch por muy poco. Cada página exuda un genuino tufo a trascendencia de baja estofa, esa que pretende dignificar tramas manidas y personajes de derribo con aproximaciones oblicuas y miradas sesgadas, como si la artificiosidad las subiese de categoría. La intriga, desnudada de sus rimbombancias, es de novela de a duro, con un músico venido a menos que no puede olvidar un viejo amor por el que casi acaba fiambre. Sectas sin nombre en las alcantarillas de un Londres siempre neblinoso hacen el resto. Si el protagonista se llamase John Constantine estaríamos en un estándar de Hellblazer. Citar Las flores del mal de Charles Baudelaire para adornar cada uno de los cinco capítulos en que se divide la historia en vez de, un decir, canciones de AC/DC, da una idea bastante precisa de hasta qué punto los autores querían alardear de cultos: ya podían haber redondeado la jugada con guiños a William Blake o a los aquelarres de Francisco de Goya, supuesto los conocieren.
El MAL, así en mayúscula, o la depravación, como gustan de representarlo más modestamente, son conceptos escurridizos y difíciles cuya plasmación siempre acarrea problemas, incluso entre artistas muy dotados (pensemos en el cineasta Stanley Kubrick y su pueril orgía en Eyes Wide Shut). O hay que jugársela con aberraciones sorprendentes, teniendo siempre en cuenta que por perversa que sea nuestra imaginación siglos de inteligencias dedicadas a la maldad han refinado cualquier forma de tortura y sometimiento, o debemos claudicar y sugerir, a la manera de H.P. Lovecraft, que el horror desatado no puede ser descrito y atender solo a sus efectos: esta segunda vía es la que parecen querer seguir Kent Williams y los suyos… claro que, entonces, pretender acceder a los pensamientos del corruptor es un error de bulto, por mucho que el título, con su estudiada exhortación lírica, lo anticipase.
Hubo un tiempo -que, en 1992, fecha de publicación de la obra, aún no estaba olvidado- en que los esfuerzos por dignificar el medio presumían de acercarlo a la literatura, con acápites abstrusos y soliloquios engorrosos que lo único que demostraban es que los guionistas de cómic son prosistas horrendos, salvo excepción puntual. John Ney Rieber, principal responsable de los textos, es mejor que muchos y frente a las habituales frases de vergüenza ajena, con forzados arranques poéticos de parvulario (comparaciones tales como «fría como el agua del Támesis» en pág.22 o metáforas como, tras un disparo, «En las cortinas nacen flores rojas» en pág.24), sorprenden destellos de creatividad («¿Me ha olvidado? Pregunta al viento que arranca el verano de los árboles» pág.16).
La habilidad pictórica de Kent Williams está fuera de toda duda. También reto a cualquiera a que abra el libro por una página al azar y, sin leer las palabras, me describa qué está ocurriendo con los personajes. En pocas, muy pocas (por ejemplo: en las págs.22-24), superará la prueba. Las pinturas de Williams son hermosas, consistentes, aun con algún tiento con la experimentación (el inicio del capítulo 4, dibujado en tintas, recuerda poderosamente al estilo de Dave McKean), preocupado por las sensaciones y los estados de ánimo, no por las acciones. La paleta es fría, con blancos y grises sucios, figuras difuminadas y el ocasional resplandor de un rojo amenazante. Dime, Oscuro es todo atmósfera, lo que, a la postre, acaba sentándole bien.
Y es que -lo decía al principio- la historieta es muy entretenida. Tomada como un pulp atmosférico, como una cinta de terror de serie B, desnudada de pretensiones, Dime, Oscuro cuenta una historia de redención y segundas oportunidades de las que nos gustan, con los suficientes elementos de interés, tanto en guion como en dibujo, para que su lectura nos satisfaga. Como propuesta «seria» es un cúmulo de desaciertos, pero tomada como una suerte de Dylan Dog evolucionado, que extrae su fuerza no de la originalidad sino del pastiche, Dime, Oscuro es muy disfrutable. Wagner, Williams y Rieber pueden sentirse orgullosos de su criatura, aunque no les saliera la prima donna que aventuraban sino, más bien, un niño travieso y juguetón.
Este lo tengo. Hace la polla que no lo releo, pero está en la estantería.
A mí me gustó. O, al menos, tengo buen recuerdo de él. Sí que va sobrado de pomposidad pero a mí siempre me gustó el dibujo de Kent Williams. Y eso que con los años cada vez me siento menos atraído por dibujantes «pictóricos», pero Kent Williams siempre fue una debilidad personal.
truño con ínfulas.
Ey, esto lo he leído.
La verdad es que lo que tenía casi olvidado, pero está bien, muy Vertigo de los noventa. Muy adecuada la definición de: “cinta de terror de serie B “ con muchas pretensiones y un dibujo curioso.
Es una obra del 92, puede que no haya envejecido bien pero si nos atenemos a los niveles de comercialidad especulativa que reinaba en esa epoca considero que se trataba de ofrecer un producto un poco mas profundo que la media.
Vamos que no es Hellshock de Jae Lee o el Spawn redencion, que eso si cumple la pretenciosidad.
En el tema guión recuerdo que dejaba una sensación rara. Por un lado el argumento era muy entretenido y no aburría en ningún momento, pero como bien señala la crítica, el estilo inflado de los diálogos lo mismo deparaba momentos brillantes que de vergüenza ajena. Y las citas a Baudelaire sobran completamente.
Eso sí, para mi en lo gráfico fue un auténtico SHOCK. Aluciné pepinos con Kent Williams, que hasta entonces desconocía. Puff. Quizá la fluidez narrativa no sea su mayor interés (que ello no quiere decir que narre mal). Pero madre mía, qué dibujo, pero sobre todo qué color. Sutil, con gamas matizadas y nada sencillas. Y plagado de hallazgos expresivos, empezando por las fotos retocadas de rostros que preceden a cada capítulo. Entre Blood a tale y este Tell me dark tuvimos al Williams más experimental y explorador de soluciones gráficas.
Durante los 80 y 90 Kent se dedicó al cómic y la ilustración. Pero en los últimos años se dedica plenamente a la pintura, siendo con toda seguridad el más reconocido en este campo de todos los comiqueros pintores que surgieron en los 80 al amparo de Epic y Piranah Press-Vértigo. Y no es de extrañar, de toda esa generación yo era el único al que veía más pintor que ilustrador (a pesar de que la entrada masiva del graffiti y la ilustración en las galerías de arte en los últimos años, haya diluído un tanto esta separación).
Otro que también lo leyó y lo tenía hasta hace poco tiempo, momento en que lo vendí porque ya no tenía sitio en casa para cómics que ya no iba a releer más y que para mí han envejecido mal.
La 1ª vez que lo leí me pareció raro, muy rebuscado y pomposo como querían explicar una historia muy simple. Eso sí, el dibujo es muy bueno, Kent Williams está que se sale, pero tengo otras obras de dicho ilustrador/pintor que me parecen mejores que esta obra. Aunque en este tomo de «Dime, Oscuro» salva él solo el comic.
Con los años lo he releído varias veces y evidentemente he entendido major la obra, el tipo de narración, detalles que por juventud y/o inexperiencia se me habían escapado…. pero a grandes rasgos tenía la misma impresion de grandilocuencia en la narración, una pomposidad que no favorece nada a la obra.
Al final me deshice del tomo porque no conecté con esta obra. Reconozco que la edición que se marcó Zinco era preciosa y de lujo, pero como decía antes no me sobra el sitio en casa para «adornar» mis estanterias de tomos bonitos cuyo contenido no es de la misma calidad que el continente.
La caña. Cualquier cosa ilustrada por Kent siempre se ha ganado mi admiración y…
Un momento–
– ¿Dígamee?… no jodasss… si. Siiiii. Vaaale. Estoy en ello, gracias.
Jarvis me acaba de comunicar que se acabó el puente y que mis horas de insomnio superan el centenar…
Hacerse viejo es un coñazo. Salud, jóvenes padawanes.
John Nei Rieber!!
Qué tío más malo!!
Para mí siempre será el pavo que desaprovechó a Cassaday en su mejor momento de cualidades y motivación creativas. Mira que lo tenía todo a su favor para marcarse un Capuitan America clamoroso, pero creo que él no estaba a la altura y encima le pudo la presión mediática.
Jamás superó ese fracaso, no? Yo al menos no lo he uelto a ver en ningún cómic.
Lo compre de saldo y aun creo que fue caro, menuda mi:(&¡da, pero de las gordas. Y eso que el dibujante es una pasada.