Edición España: Ediciones IDEA -2004-2010
Guión: Patricio Ducha
Dibujo: Roberto Burgazzoli
Entintado: Roberto Burgazzoli
Portada: Roberto Burgazzoli
Precio: 11 euros (tomos en tapa blanda de 120 páginas cada uno)
Normalmente es apuesta asegura afirmar que de los géneros que se cultivan en la historieta periodística el humor político es probablemente uno de los más difíciles. La sátira, la ironía más o menos fina, la crítica más o menos descarnada son ingredientes necesarios e inevitables de la actividad, amén de termómetros fiables del grado de salud democrática de una sociedad y de la finura o grosor del pellejo de sus dirigentes, que no siempre asumen aquella máxima de que quien expone se expone. De un tiempo a esta parte nuestra mal llamada “clase” política nos prodiga con episodios que nos llevan de la carcajada del escepticismo hasta el sonrojo del cabreo, en lo que constituye una competencia un tanto desleal con los historietistas que, muchas veces, comprueban como la realidad supera la más disparatada de las ficciones. La tira “política” constituye una crónica en clave de humor de la actualidad y, con recopilaciones como la que aquí se trata, se convierte en documento para una época y un lugar, en este caso las islas Canarias y, en menor medida, el conjunto de España en los felices tiempos que discurrieron entre 1999 y 2004.
En el cambio de siglo / milenio una nueva aventura periodística vio la luz en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, el diario La Opinión de Tenerife. Su aparición supuso en el campo de la historieta y el cómic un soplo de aire fresco, con la presencia de dos suplementos culturales –El Radikal y 2*C- y de varias tiras realizadas por autores locales. En primer término vieron la luz esta Dirección General, los Becarios de Eduardo González –de los que hemos hablado alguna vez aquí– o El loro Tinerfe de Román Mollá. Más adelante lo harían La venta de Floro –cuya recopilación se reseñó por aquí– y El caballero y la señora –trasplante de unos personajes radiofónicos interpretados por el humorista chicharrero Juan Luis Calero- amén de colaboraciones realizadas por otros autores como Paco Almagro o José Luis Padylla. La aventura se prolongaría durante una década hasta que los primeros coletazos serios de la crisis económica se llevó por delante las tiras y redujo su presencia de forma notable.
Dirección General contaba las historias cotidianas que se desarrollaban en el seno de un departamento de tal jerarquía en el seno del Gobierno de Canarias. En 1999 se habían celebrado unos comicios autonómicos que se aprovechaban como excusa perfecta para que un nuevo Director General –el “Dire”- tomara posesión de su puesto, a la espera de nuevos y más altos destinos en su militancia en el seno de cierta coalición de corte nacionalista de las islas. Pronto trabará contacto con la variada fauna de su servicio –nunca identificado del todo, porque el Dire valía lo mismo para un roto que para un descosido, siempre y cuando se tratara de hacerlos más gordos- que incluirá a Julio y Ambrosio (hinchas futboleros de un C. D. Tenerife que cambiaría pronto una década prodigiosa por otra más que ominosa) a Menchu, Cande y Luisa (funcionarias de carrera) y Chicho y Checho (dos ratones con los que el guionista homenajeaba a las viejunas urracas parlanchinas de los dibujos animados de TerryToons). A través de los ojos de unos y otros se cuentan los avatares de la política regional y nacional, de los procesos electorales y de los vaivenes de unas instituciones –las canarias- donde los pactos son parte permanente del paisaje. La tira estaba concebida con carácter coral pero, poco a poco, fue el Dire el que tomó el protagonismo de la misma, aunque habría que aclarar que a su pesar. Su despiste inicial y su bisoñez en las artes políticas fue convirtiéndose poco a poco en la acreditación de una ineptitud que contrastaba con la buena planta con la que Burgazzoli le dibujaba.
La recopilación de ediciones IDEA recoge la primera etapa de la serie, que es la que engloba la colaboración entre Patricio Ducha y Roberto Burgazzoli. En la misma se dieron anécdotas tan curiosas como la “predicción” de un despliegue de tropas en los días del conflicto con Marruecos a cuenta del islote de Perejil o las quejas provocadas por el hecho de que uno de los personajes femeninos –cuyo nombre había sido inventado a partir de la combinación de los de los autores- acababa liándose con un misterioso consejero gubernamental. Al parecer había una persona que tenía exactamente ese nombre y que trabajaba en las instituciones autonómicas, con la consecuente identificación que se producía entre el personaje y la persona por parte de los allegados de esta última. Cinco años dan para muchas anécdotas y demuestran una vez más esa especie de “visión predictiva” que tienen algunos autores.
Poco después de la publicación de las tiras contenidas en estos cuatro tomos Ángel Marrero tomó el relevo de Burgazzoli como guionista y éste continuó las aventuras de Menchu en un diario de la provincia de Las Palmas de Gran Canaria, en lo que constituye un curioso caso de serie derivada en el campo de la tira periodística. En su lugar aparecería otro personaje que, quitando el nombre, era física y mentalmente similar a la susodicha, que había partido hacia la isla redonda para continuar la relación con el innominado consejero autonómico. Marrero imprimió a los personajes su estilo personal, más caricaturesco, y dio al Director General una expresión de pocas luces un poco más acorde con las andanzas que había perpetrado previamente. Esas tiras permanecen, en cuanto a su recopilación, inéditas a día de hoy.
Si se las revisa con la perspectiva que dan los años –de diez a quince- transcurridos desde su publicación, llama la atención el carácter un tanto “blanco” y quizá inocente que tienen algunos chistes. Eran días más luminosos pero, a título de curiosidad y para quienes no hayan vivido en las islas Canarias, también es una forma de conocer las andanzas regionales de algunos políticos que más tarde darían el salto a la política a nivel estatal, como el actual titular del Ministerio de Industria, José Manuel Soria López, que por aquel entonces ostentaba la vicepresidencia y la cartera de Economía del gobierno archipielágico. Una forma distendida de leer crónica política.