DMZ: Sobre el terreno

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Edición original: nov. 2005/dic. 2011; Vertigo (DC Comics).
Edición España: Planeta DeAgostini/ECC Ediciones (nov.2007/jun. 2012).
Guión: Brian Wood.
Dibujo: Riccardo Burchielli, Brian Wood.
Entintado: Riccardo Burchielli, Brian Wood.
Portadas: Brian Wood.
Color: Jeromy Cox.
Rotulista: Jared K. Fletcher.
Precio: 10,95 €

 

Vertigo necesita un nuevo estandarte. Con 100 Balas e Y, el último hombre acabando, y a pesar de la relativa seguridad de tener a Fábulas & Co. funcionando de maravilla, lo cierto es que ninguna de las series de la nueva hornada de la compañía ha conseguido un espaldarazo definitivo de crítica y público capaz de convertirla en símbolo de los nuevos tiempos. Loveless y American Virgin (recientemente cancelada) no están mal, pero tampoco son nada del otro mundo. A pesar de haber tenido un buen arranque no han convencido ni en USA ni aquí, especialmente después de comprobar que los segundos tomos publicados en septiembre de ambas colecciones redundaron en los aspectos negativos de sus primeros números, en vez de explotar sus numerosas virtudes.

En este contexto, son dos nuevas series las que parecen levantar mayor expectación en nuestro mercado (Jack of Fables aparte), al estar ampliamente respaldadas por la crítica estadounidense. La primera de ellas es Testament (también con un final prematuro en USA), y la segunda nos llega ahora y es objeto de esta revisión: DMZ (Demilitarized Zone, o Zona Desmilitarizada) de la mano de Brian Wood (alma mater de un proyecto que guioniza, co-dibuja y para el que diseña las portadas) y Riccardo Burchielli (limitado al apartado gráfico como co-dibujante). De momento en Estados Unidos la recepción es tibia: ventas medias y críticas favorables, pero sin conseguir despegar lo suficiente como para ser heredera de nadie. Así, por ejemplo, mientras que Fábulas vendió en agosto de 2007 la friolera de 25.498 ejemplares (manteniendo el nivel e incluso subiéndolo ligeramente con respecto a las ventas de hace dos años), la serie que hoy nos ocupa vendió en el mismo mes 12.175 ejemplares con una pérdida de ventas del 17,2% en un año. No llega desde luego a las pérdidas de números vendidos de American Virgin o Loveless (alrededor del 36% y con ventas por debajo de los 9.000 ejemplares), pero tampoco es para presumir.

La edición que publica Planeta DeAgostini está en la misma línea de trabajo que la editorial viene desarrollando para el sello Vertigo: tomo en rústica de 128 páginas a color, análogo al TPB USA correspondiente, y que recoge las cinco primeras entregas de esta serie que ya ha alcanzado el número #25 en su país de origen. El volumen goza de una traducción correcta, y cuenta con un prólogo a cargo de Brian Azzarello y un texto final a cargo del mismo Brian Wood. Los únicos –y minúsculos– defectos que le veo son no contar con numeración de colección, y carecer de un extra imprescindible que sugiero incluir en el futuro: un mapa de Manhattan para poder seguir mejor los acontecimientos. Aquí me he permitido dejaros dos que podéis ampliar para ver en detalle, aunque la serie se disfruta y comprende mucho más con Google Maps al lado. Por lo demás, un trabajo impecable.


Mapas de la isla de Manhattan

Argumento

En un futuro cercano, lo imposible se ha hecho realidad. Una Segunda Guerra Civil asola todo Estados Unidos. Con el Ejército y la Guardia Nacional embarcados en guerras preventivas a lo largo y ancho del mundo, pequeños grupos antisistema de carácter paramilitar se hicieron fuertes en las ciudades del Medio Oeste y Nueva Jersey. Tras unirse en un eventual Ejército de los Estados Libres [Free States Army en el original], este movimiento de intenciones poco claras avanzó sin apenas oposición hacia la Costa Este, con las capitales administrativa (Washington) y cultural (Nueva York) en el punto de mira.


Detalle de Estados componentes del Medio Oeste USA

A pesar de su eficiente actuación en pequeñas capitales, toda experiencia previa se mostraba insuficiente para los insurgentes cuando llegaron a una Nueva York defendida por tropas del Ejército de los Estados Unidos. Sin embargo, la ciudad que nunca duerme pronto demostró ser demasiado grande para ser tomada por unos, pero también demasiado extensa como para poder ser defendida por los otros. Esta situación estratégica acabó por prolongarse hasta convertir la actual Manhattan en la Zona Desmilitarizada de la contienda; una tierra de nadie evacuada y protegida por un armisticio donde sólo quedan civiles que se niegan a abandonar sus hogares, mendigos, bandas urbanas y francotiradores.

Ningún civil puede acceder a la Zona Desmilitarizada; nadie en el exterior conoce las condiciones día a día del verdadero frente de guerra. Sin embargo esta situación pronto va a cambiar: durante la realización de un programa especial para la cadena Liberty News Network, el equipo periodístico a cargo es atacado y masacrado por la milicia local. Sólo Matthew Roth, un joven fotógrafo recién incorporado, sale con vida. Desorientado y perdido, tendrá que escoger entre tratar de salir de la isla o hacer el reportaje corresponsal de su vida, consiguiendo lo que muy pocos en su profesión logran y todos sueñan: contar la verdad en primera línea y arriesgando el pellejo.

Personajes principales

Matthew (Matty) Roth. Becario en prácticas de la cadena Liberty News, comienza la serie siendo asignado en calidad de fotógrafo –gracias a la influencia de su padre– al equipo del periodista estrella Viktor Ferguson, que se encuentra ultimando lo que será una estremecedora pero sesgada serie de reportajes sobre la DMZ. Cuando todo su grupo es masacrado por la milicia local, Matty se verá ejemplificando uno de los arquetipos más empleados en nuestro imaginario ficcional: el del individuo que se encuentra en el momento y el lugar equivocados, totalmente aislado y sin billete de vuelta. Roth es, por tanto, el alter ego de un lector que probablemente no ha vivido nunca un escenario real de guerra, pero que está harto de contemplarlos en los informativos o a través de videojuegos. De este modo, la empatía se establece de forma instantánea: el que es sin duda el protagonista absoluto del cómic no es más que otro espectador como tú y como yo, pero con la diferencia de que en vez de estar a este lado de la pantalla de forma pasiva, está al otro lado permitiendo a los demás ver a través de sus ojos.

Zee Hernandez. Este personaje se encuentra justamente en el extremo opuesto del espejo, pero posee la misma capacidad empática que Matty para con el lector. Estudiante de medicina cuya carrera se vio truncada por el conflicto, Zee malvive en la DMZ asistiendo a unos civiles constantemente masacrados por la bandas callejeras, la milicia y el ejército estadounidense. Cuando el equipo de Viktor Ferguson se ve emboscado, la joven será la salvadora del único superviviente, al que acabará convenciendo de quedarse y retransmitir al mundo la vida cotidiana en una desolada Manhattan. Si Roth permite la identificación con el espectador accidental, Hernandez ejemplifica al superviviente que deberíamos aspirar a ser si la guerra llegara a nuestros hogares. Aguerrida, concienciada y desinteresada, constituye en palabras de nuestro protagonista «la cara humana de la guerra».

Brian Wood y la concepción de DMZ

Brian Wood es el AUTOR con mayúsculas tras DMZ. Nacido en Vermont y graduado en la Escuela de Diseño Parsons de Manhattan, ha desarrollado siempre sus propios cómics (Channel Zero, Demo, The Courier) mientras colaboraba en labores alimenticias tales como el diseño web, el trabajo como portadista (estuvo nominado a un Eisner por su trabajo en Global Frequency) o la participación en la creación de los polémicos y adictivos juegos Grand Theft Auto de la compañía Rockstar Games. Con DMZ le llega la oportunidad de sacar adelante una colección regular para un sello tan importante como Vertigo (dentro de DC) participando en todos los procesos creativos de la obra, ya que Wood es creador, guionista y portadista de la serie, ocupándose además de dibujar y entintar pequeñas escenas de 2-4 páginas en cada número USA. Todo este control dimana, por cierto, de su contrato; un contrato en exclusiva de dos años con DC, firmado en 2006 y que Wood ha inaugurado precisamente proponiendo esta colección.

Leyendo DMZ uno se da cuenta de que, si algo se le supone a Wood es la voluntad de impactar al lector norteamericano haciéndole ver que la guerra puede, por primera vez desde hace siglos, azotar territorio estadounidense. El conflicto armado que vemos en DMZ es –en la conciencia de su creador– la hipotética consecuencia de continuar un par de décadas con la actual política gubernamental, como reflejan sus propias palabras: «Tan cabreada como la gente está ahora con la guerra de Bush, imagínala si se abriesen varios frentes más a lo largo del globo [obligando a] hacer levas, aumentar impuestos y recortar servicios para poder costearla. Entonces, imagina esta situación prolongada durante 15 o 20 años sin final a la vista. La gente haría algo». Asimismo, el cómic también pretende reflejar en cierto modo la manipulación periodística de las guerras en general, y de aquellas que se dirigen contra los ‘enemigos del Estado’ en particular: «Liberty News, la empresa que contrata a Matty en el primer número, es poco más que el canal portavoz del Gobierno oficial. Quieren informar de lo que pueda ser editado y manipulado para pintar al enemigo como terroristas y asesinos».

No obstante, advierte, no es este discurso el núcleo de su obra, sino una especie de ejercicio empático que propone al lector convirtiendo lugares familiares en «una mezcla de ‘1997: Rescate en Nueva York’, Fallujah y Nueva Orleans tras el Katrina». Por tanto, continúa Wood «la historia no va tanto acerca de política y guerra sino de cómo la vida existe bajo estas condiciones y con ESTA guerra de trasfondo». Y es que, como él mismo dice «pasar cada día durante 13 años en esta ciudad le proporcionaría a cualquiera toda una vida de ideas para historias, y DMZ es justo eso: historias urbanas, sólo que amplificadas. Situarlas en una zona de guerra sólo potencia la intensidad, la garra, la emoción y la acción». Sin duda lo más parecido que han vivido los estadounidenses a una situación así fueron los atentados contra las Torres Gemelas, pero Wood afirma querer huir del 11-S como referente, si es que eso es posible: «Las imágenes de las calles libres de coches excepto los vehículos militares, todo ese polvo y el olor a goma quemada realmente me impactaron. Parecía una zona de guerra. [… No obstante] siempre abomino de traer a colación el 11-S porque es como si lo usara como herramienta de marketing». Sin embargo, la referencia es de tan obligado cumplimiento que en la novena página del tomo que ahora nos ocupa se puede observar cómo el guionista utiliza el 11-S para definir lo que será el clima general de la obra: un graffiti reza, contundente, la frase «Todos los días son 11-S». Toda una declaración de principios.

Pero el que quizás fue el reto más importante para Wood fue escribir sobre algo –como es la guerra– que nunca había vivido, naciendo de ahí la idea de usar un protagonista que, en realidad, se acerca al conflicto armado desde el punto de vista de un observador periodístico. El propio guionista lo expresa así: «Empecé este proyecto hace años por mi cuenta, antes de comenzar a buscar una editorial que lo publicara. Durante ese tiempo leí docenas de libros escritos por reporteros de guerra o sobre ellos. Además, he estado viendo la guerra por televisión, y [después todo esa información] una cosa me vino a la mente que realmente me ayudó a construir este cómic. No sé nada acerca de la guerra. Nunca he estado en una, ni he pertenecido a un ejército… nada. No tengo parientes que vivos que hayan luchado en una guerra. Soy totalmente incapaz de escribir una honesta y sincera historia de guerra. Sólo sería un cliché. Pero una cosa para la que estoy preparado es para escribir acerca de ‘ver la guerra’. Con la Guerra Fría, la Primera y Segunda Guerras del Golfo y Afganistán, lo sé todo acerca de ver la guerra a través de las noticias […] Esto es lo que Matty es; un chico corriente que ve una guerra y habla sobre ella».

Análisis conceptual

Cuando se lee este cómic, uno aprecia en el núcleo de su argumento dos principales confrontaciones que esconden veladamente sendas preguntas; cuestiones que difícilmente pueden ser respondidas, pero que resulta necesario y estimulante plantearse. La primera y más evidente de ellas es la propia guerra civil que azota el territorio estadounidense, y la pregunta que encierra este contexto es ¿Qué puede impulsar a un país occidental hoy en día a enfrascarse en un conflicto interno? ¿Bajo que circunstancias podría darse en mi país? Antes de plantearnos siquiera el contestarla hemos de aclarar que, a diferencia de la mayor parte de las obras ficcionales distópicas que han tocado el tema de forma más o menos directa, aquí estamos hablando de una guerra civil no inducida por una tramposa situación postapocalíptica, si bien sea cierto que dicho apocalipsis siempre se ha empleado tradicionalmente para introducir de forma fácil (y cobarde) esa misma condición requerida para un conflicto armado en un país próspero: la desigualdad.

Al igual que en los referentes más cercanos (la horrenda Mensajero del futuro, o las dos sobrevaloradas aventuras de Snake Plissken), la desigualdad social que acarrea carestía en una gran parte de la población es la única condición necesaria –aunque tal vez no suficiente– para desencadenar una guerra civil en Estados Unidos, aquí o en cualquier parte. Desengañémonos: el enfrentamiento ideológico no es capaz por sí solo de impulsar a la población mientras que la economía y la tecnología permitan la existencia de una clase media amplia y burguesa, de heterogéneas ganancias pero con sus necesidades básicas y sociales cubiertas.

Sólo en el caso de que los logros sociales se pierdan se produciría un choque frontal entre los partidarios de tomar unas determinaciones al respecto y los partidarios de la contraria. Y en este caso es de admirar la valentía de un escritor como Brian Wood que, al igual que ya hizo Philip Roth en La conjura contra América o Ayn Rand en La Rebelión de Atlas (salvando las distancias, claro), indague en las causas y los procesos plausibles que harían tambalear a un país sin tener que recurrir a un deus ex machina tan convencional como un holocausto nuclear. Wood sabe que lo importante en este tipo de historias, lo que realmente añade profundidad son los antecedentes, que marcan la diferencia entre inventarse una historia e inventar Historia (mucho más difícil pero también más gratificante).

Y es que la situación política o los eventuales pasajes de tiroteos y acción en este cómic se reducen a los primeros números (los más tibios) para luego centrarse, como desea su creador, en las pequeñas historias, en los motivos, en cómo la gente vive bajo la situación de una guerra que circunda sus hogares, en ese «There’s something happening here / What it is ain’t exactly clear» de la canción de Buffalo Springfield que aconsejo a todo el mundo tener de fondo mientras lee el tebeo. Personalmente le alabo el gusto por su planteamiento… a ver si lo desarrolla bien.

Pero dijimos que había otro conflicto en el alma de este cómic, y no es otro que el modo en que los medios de comunicación alteran nuestra condición humana con su forma de ofrecernos las noticias. Obviando que la gran mayoría manipula la información (seleccionándola, por ejemplo) y que las llamadas líneas editoriales son una máscara de parcialidad, Wood enfrenta al lector consigo mismo porque… ¿quién es en realidad Matty Roth sino el alter ego del que lee sus desventuras? El protagonista de este cómic ejemplifica a la perfección al ciudadano medio cuando se dispone a ver el noticiario diario, especialmente en lo que se refiere a la degradación de las guerras. Degradación no sólo para quienes la sufren, sino también para quienes las ven bajo ciertos formatos.

Una generación que ve estamparse misiles Tomahawk lanzados a kilómetros de distancia contra zonas urbanas a través de la CNN, esté o no justificado según la opinión de cada cual, no puede crecer de una forma sana. Las desgracias de otros se convierten en espectáculo, en rutina, en hastío; en un deshumanizado videojuego del que poco a poco nos distanciamos hasta sentir que no nos incumbe, que no sucede, que no mata. El número de víctimas se reduce a una cifra; la duración del conflicto a meses; el coste de la guerra a números. ¿En qué nos convierte esta forma de ofrecer noticias?


Premio World Press Photo 1990
Fotografía tomada en Kosovo por Georges Mérillon

Siempre he pensando que para comprender una guerra hay que estar en ella o, en su defecto, ser capaz de mirarla a la cara a pocos metros de distancia. Y la forma en la que miramos el mundo depende de la forma en la que consumimos la información que nos conecta a él. Se ha perdido esa forma de periodismo combativo, al filo de la noticia, que inspiró grandes películas como Todos los hombres del Presidente y El Dilema; que forjó estadistas como Winston Churchill o escritores como Ernest Hemingway; o que ayudó a crear al entrañable Spider Jerusalem de Transmetropolitan y al taciturno Ernie Pike de Oesterheld. Sí… tal vez fueran parciales pero ¿sabéis qué? Podían permitírselo. Es imposible, como se refleja en El Pintor de Batallas de Pérez-Reverte, estar cerca de la guerra y no quedar marcado por ella. Observar el conjunto y al mismo tiempo no pensar que uno pasa a integrarlo. Algunos toman partido, otros se vuelven cínicos… pero todos crecen, y hacen crecer a aquéllos a quienes informan. ¿Cómo se crece, sin embargo, cuando la imagen no sobrecoge? ¿Hay relación entre la calidad de las noticias que recibimos y nuestra propia calidad como seres humanos? En caso afirmativo, como diría Robert Capa, referente ineludible al hablar de Matty Roth, «si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente». Aplíquenlo ustedes a su televisor.

Aspectos técnicos

La composición de página en DMZ huye de cualquier tipo de florituras formales para enfocar una doble tarea: resultar contundente en las escenas bélicas e intimista cuando se centra en los personajes principales y los habitantes de Nueva York. Esta dicotomía se aprecia desde el primer momento en que abrimos el comic y observamos el espacio interviñeta, negro para reforzar la dureza de guerra callejera en el primer arco argumental (los tres primeros números), y blanco para hacer más suave la narración en los dos números restantes. En ambos casos, se opta por una disposición del espacio –y por tanto de las viñetas– clásico y regular, como reafirmando el realismo que se le imprime al tebeo.

El número de viñetas por página sigue la misma tónica: suele ser de 4-5 por página en las secuencias de acción, con abundancia de viñetas panorámicas y cuadrangulares de tamaño medio, para elevarse y pasar a 6-7 viñetas por página en las escenas que desarrollan las triangulaciones y relaciones de los distintos personajes. Si bien en estas últimas se observan también viñetas panorámicas, se puede percibir cómo aumenta el número de viñetas cuadrangulares de pequeño tamaño, a veces superpuestas y con introducción de primeros planos y planos detalle. El objetivo por tanto es detener la narración, dando un ritmo más pausado a la lectura pero, aún así, hacerla ágil. Por último, hay que destacar un uso relativamente frecuente de las viñetas a página completa, bien para reforzar la espectacularidad, bien para crear una sensación de rotundidad dramática (nuevamente aparece aquí esa dicotomía de intenciones).

Por su parte, el aspecto gráfico de la obra recae mayormente en Riccardo Burchielli, totalmente desconocido para el mercado norteamericano y cuyo descubrimiento vino de la mano del editor Will Dennis, que tuvo acceso a su trabajo durante una feria del cómic en Nápoles. Tras este primer encuentro, ambos mantuvieron el contacto vía email hasta que Dennis le propuso hacer algunas pruebas para DMZ y enseñárselas a Wood. Editor y guionista quedaron encantados con las primeras páginas y bocetos para personajes del dibujante, pasando a negociar su incorporación al equipo creativo. Burchielli se muestra dichoso cuando habla de la libertad que le proporciona el guionista: «me deja planificar la composición y las escenas con total libertad. La forma en la que [Brian] escribe es clara y simple y rara vez tenemos problemas». Asimismo, el italiano confiesa que le gusta «la simplicidad de trazo y la síntesis gráfica que se encuentra en los cómics de autores franceses y sudamericanos, como Moebius o Juan Giménez». Curiosamente, en sus declaraciones afirma que la parte más complicada para él durante la producción del cómic no fue sido, como cabría pensar, el retrato de una ciudad que apenas conoce (tarea que acometió gracias a la gran cantidad de referentes gráficos y las fotos que Wood le mandaba), sino toda la imaginería militar de una serie cuyo motivo central es la guerra.

Del dibujo de Burchielli podemos decir que es minucioso y detallista, en especial con todo lo referente a arquitectura, vehículos y ropajes. Es desde luego de agradecer, ya que para el lector no estadounidense ese grado de complejidad descriptiva es un apoyo fundamental a la hora de asimilar la Manhattan devastada. De hecho, quizás en este punto haya jugado un papel importante la circunstancia de que el artista no conociera in situ lo que iba a dibujar y se guiara por referentes fotográficos, afanándose en que resultaran reconocibles. En cuanto a las caras, se usan líneas muy simplificadas para componer sus rasgos generales y pequeños trazos para caracterizar los accesorios; pero aquí también observamos un grado de complejidad curioso. Cuando se usa la línea también como elemento de detalle (como es éste el caso), el resultado suele ser un aumento del feísmo del dibujo, ya que lo que se produce es un incremento aparente de los rasgos que hacen reconocible al personaje –en pocas palabras, es como aumentar las líneas de expresión (o arrugas) de una persona–. Este efecto, comúnmente usado para envejecer, se usa aquí para subrayar el estado de unos personajes que no viven con las comodidades de la vida diaria que se presuponen en la sociedad occidental y que, por decirlo de alguna forma, se han curtido en una forma de vida más salvaje y agresiva. Como colofón, debe destacarse el excelente color de Jeromy Cox, con una paleta muy variada de tonos plásticos y en su mayor parte cálidos que potencian el opresivo clima entre apocalíptico y ruinoso de la ciudad; color que se apoya por otra parte en un entintado a cargo del dibujante principal reminiscente del de Eduardo Risso o Marcelo Frusin, y que subraya el endurecimiento y antiheroísmo de los personajes al tiempo que resulta pilar fundamental en la creación de ambientes.

Pero, como vemos en los créditos del cómic, Brian Wood también toma parte en el dibujo de DMZ. Para las portadas, Wood quiso acercarse de nuevo al trazo a mano alzada en composiciones mixtas tras una etapa de fotoilustración pura en Global Frequency, si bien sigue usando el Photoshop profusamente para el tratamiento definitivo y el coloreado. El cambio es altamente favorable a nivel estético (se gana en impacto visual), pero la cercanía al mundo del diseño gráfico torna el resultado algo quizás demasiado frívolo para el tema que se quiere tratar. A mi parecer son, de todas formas, una auténtica gozada.

Respecto a las escenas cortas, Brian dice: «desde que comenzó el proyecto tenía claro que quería hacer ambas cosas, guionizar y dibujar; pero cuando se convirtió en una serie regular para Vertigo y no en una miniserie, estaba claro que no iba a ser capaz de mantener un ritmo mensual, dado que ni soy rápido ni tengo experiencia […] Así pues, hago las portadas y estos pequeños segmentos de la historia de apenas 2-4 páginas por número». En estas páginas que funcionan a modo de pasajes introspectivos o transicionales se hace patente un cambio evidente en el aspecto gráfico (se hace simple y abocetado, ganando capacidad simbólica), al tiempo que parecen tener su inspiración en los orígenes laborales de Wood. En efecto, su autor las llama en algunas entrevistas cutscenes; es decir, las escenas de transición animadas no jugables, cada vez de mayor calidad, que hacen avanzar la trama en los juegos de ordenador y consola. De una forma u otra, de lo que no cabe duda es de que Brian Wood sea un autor completo.

Valoración personal

DMZ es una buena serie, con guiones notables y un aspecto gráfico de primer orden. Quizás el principal «pero» que pueda ponérsele sea que, sobre todo en el primer arco argumental, la narración es algo confusa y precipitada, como si se quisiera contar demasiado en muy pocas páginas. Podría pensarse que es éste un estilo que vehiculiza bien lo que en definitiva es una crónica bélica, pero de ser así no podría ser idéntico en los pasajes más intimistas, como pasa en los tres primeros números de los cinco que se recogen en el volumen publicado por Planeta (no así en los otros dos). A todo esto hay que añadir el hecho de que el lector español, a menos que conozca de primera mano el contexto urbano en el que se desarrolla la serie, no se sentirá tan sobrecogido por ver los lugares comunes de los neoyorquinos convertidos en zona de guerra.

Otro inconveniente es que podría parecer que se cuenta muy poco en DMZ: Sobre el Terreno; y efectivamente así es. Pero hemos de recordar que esta serie está concebida como una publicación mensual en USA, y que el sistema de publicación exclusiva en tomos es característico de España. Así, aunque es de agradecer que Planeta respete los TPB estadounidenses para la edición en castellano, la serie sufre una suerte desdichada, ya que el primer y el segundo volumen estadounidenses (Body of a Journalist) forman un díptico que no debería espaciarse mucho en el tiempo. En efecto, si la primera parte narra la vida en la zona fiel al Gobierno de los Estados Unidos, en la segunda el protagonista conoce de la mano de su líder los postulados de los Estados Libres y es la tensión entre ambas partes lo que constituye el corazón que late en este cómic. Tal vez lo mejor habría sido una edición conjunta de ambos volúmenes aquí (como pasará con Fábulas en diciembre), pero esta carencia puede ser subsanada si el aficionado proporciona a la serie un voto de confianza.

Hasta aquí lo malo. Pero lo cierto es que DMZ encierra también numerosas virtudes, ya que los guiones ganan enteros cuando se narran pequeñas historias autoconclusivas como las dos que cierran el tomo, siendo precisamente la fuerza dramática de la vida diaria bajo la sombra de un conflicto armado lo que potencia el desarrollo argumental y la construcción de personajes. A esto hay que sumarle la frescura de ver un cómic con gran fuerza en sus guiones –aunque pierde un poco, conserva su mayor parte en el mercado europeo– y que prescinde de todo elemento fantástico, sobrenatural o artificioso para enmarcarse dentro del relato periodístico puro y duro.

En definitiva, un tebeo que no es en absoluto para todos los públicos pero que gustará a aquellos que busquen algo diferente, comprometido y consistente, que encuentra su lugar y su tono alrededor del número #4 USA. ¿Tenemos, pues, nuevo buque insignia para Vertigo? Me temo que no, pero ganamos un muy decente «escudero», ideal para acompañar esa nueva gran serie para el sello que aún está por llegar y que deberá ser sucesora de Fábulas, Y el último hombre o 100 Balas.

Páginas recomendadas

Resulta enormemente interesante comprobar lo mucho que se ajusta el primer número de DMZ al guión de Wood para el mismo; un guión que nos permite observar a un escritor enormemente pulcro, ordenado y detallista. Desglosa las páginas y sus correspondientes viñetas una a una, indicando cuando dibuja él o Burchielli –más descriptivo aún cuando se dirige a este último– y puntualiza todo con una exhaustividad admirable. Ocasionalmente indica el formato de la viñeta cuando lo cree esencial para la narración.

Artículo en la Wikipedia (en inglés) y en la estupenda página Comic Book Database, con acceso a una ficha para cada número y a todas las portadas originales. También resultan destacables las páginas oficiales de los autores: Brian Wood y Riccardo Burchielli. Wood también posee una cuenta en Flickr donde va colgando originales (entre otras cosas), siempre de gran interés.

Artículos y entrevistas muy interesantes a Brian Wood en Newsarama, Silver Bullet Comic Books, Comic Book Resources y The New York Times a propósito del inicio de la publicación de la serie. Si queréis conocer la perspectiva de Burchielli, también tenéis disponible otro artículo en Newsarama.

Para saber más sobre fotoperiodismo de guerra, dejo aquí tres links: el primero es el de la Agencia Magnum, mítica por haber tenido entre sus filas a Robert Capa o Henri Cartier Bresson, entre otros. A mi gusto uno de los mejores fotógrafos que se cuentan actualmente entre sus filas es Paolo Pellegrin, cuyo fotoperiodismo de guerra es increíblemente brillante. El tercer enlace es el del World Press Photo, un certamen periódico que reúne lo mejor del medio en el año.

Si quieres saber más sobre los barrios y lugares en los que se desarrolla DMZ, ésta es tu página. Además de mapas y fotografías, encontrarás comentarios descriptivos de cada una de las zonas de la isla más famosa del mundo. Si prefieres por contra un referente esencialmente gráfico, en este otro enlace hay colgada una ingente cantidad de fotografías que bien podrían ser las que sirvieron a Burchielli (que nunca había pisado Nueva York) para inspirarse.

Intro de la película El Señor de la Guerra (2005), protagonizada por Nicolas Cage. Es una de las mejores secuencias de inicio de una película que he visto en mucho tiempo, y se acompaña de la canción For What It’s Worth de Buffalo Springfield, que recomiendo escuchar (y traducir del inglés a los que no lo dominéis bien) antes, durante o después de leer el cómic. Tenéis que ser pacientes porque hasta el segundo ’50 no empieza lo bueno.

Más números de esta colección

DMZ vol. 2: El cuerpo de un periodista. 168 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 3: Obras públicas. 128 págs. 10,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 4: Fuego amigo. 120 págs. 10,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 5: La guerra oculta. 144 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 6: Sangre en el juego. 144 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 7: Poderes bélicos. 168 págs. 14,95 €. Planeta DeAgostini. Reseña.

DMZ vol. 8: Corazones y cerebros. 192 págs. 16,95 €. Planeta DeAgostini.

DMZ vol. 9: Desaparecido en combate. 128 págs. 13,95 €. Planeta DeAgostini.

DMZ vol. 10: Castigo colectivo. 120 págs. 12,95 €. Planeta DeAgostini.

DMZ vol. 11: El nacimiento de los Estados Libres. 136 págs. 14,95 €. Último número en Planeta DeAgostini.

DMZ vol. 12: Las Cinco Naciones de Nueva York. 160 págs. 14,95 €. ECC Ediciones. Último número.

Última actualización de este artículo: 17 de junio de 2012

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Raúl López
Admin
9 noviembre, 2007 8:01

Espectacular artículo Jose, la verdad es que yo también le tengo muchas ganas a DMZ (y mas despues de leer el articulo) a ver si me hago con ella pronto…

Pedro A.
Pedro A.
9 noviembre, 2007 8:41

Soy lector habitual de «zona negativa» y devoro vuestros artículos porque me encantan. No suelo dejar comentarios (soy seguidor pasivo), pero en este caso, la reseña del primer tomo de DMZ creo que bien merece que transmita mi enhorabuena a José Torralba por la currada que se ha pegado, y la calidad de su contenido. Una gozada de texto, José. Enhorabuena.

bongo
bongo
Lector
9 noviembre, 2007 9:29

Un puntazo de artículo. Yo me cogí DMZ a modo de experimento y no podría haber acertado más. Es genial y le tengo muchas ganas al Northlanders de Wood.
Estoy de acuerdo también en que Vértigo necesita un buque insignia (y nuevas colecciones) cuando acaben las 3 punteras, pero no sé si esta calará tan hondo en los lectores como para eso. Esperemos que sí. Mientras me quedo esperando City of Lights (Ennis y Dillon volverán)aunque tardemos años en verla y si el nuevo proyecto de Vaughan será otra serie vértigo.

Critter
Critter
9 noviembre, 2007 9:30

Como diría aquel: Dos palabras IM-PRESIONANTE.

Toni Boix
Autor
9 noviembre, 2007 11:46

El artículo es estupendo. Se nota que la serie abunda en temas que te son queridos.

Destaco del mismo la completa y clara descripción que haces de la obra pero también, y sobre todo, toda la reflexión personal que a partir de ella elaboras y compartes con nosotros. Sencillamente, un artículo de gran altura, a ciencia cierta, uno de los mejores que ha habido en Zona en este año.

Con lo cual, sólo me resta decir que probaré con esta serie, que me había pasado totalmente inadvertida… y para mí, que soy muy reacio a comprar algo que no hubiera comprado en un primer momento, eso es todo un cumplido… para Wood y para ti, José 😀

Alberto Benavente
9 noviembre, 2007 20:27

WOW. No puedo decir nada. Esoty flipando con el peaso articulillo de nada. Sigh…Enhorabuena, coñe.

Y bueno, ya me agencio el tebeillo y te cuento. 😛

Cannonball
10 noviembre, 2007 8:24

Uy, se me habia pasado este articulo.

Como siempre, sr. Torralba, excelente.

Y es un placer tenerle de nuevo por aqui, se le echaba en falta.

Ricard Clau
10 noviembre, 2007 10:09

Solamente quería felicitar a José Torralba por el peazo de artículo y es que con la saturación habitual (este mes vuelve a ser una fiesta con las nuevas colecciones Batman, Authority vol.3, etc…), cuesta picar con nuevas series que por lo menos para mí son desconocidas, ya que el afán completista nos hace terminarlas, sean buenas o… no tan buenas :).

La verdad es que Planeta debería daros un porcentaje de las ventas ya que tal como la has pintado, parece muy interesante y el hecho de que venga en plan TPB me hará probarla almenos este primer número. Y seguro que como yo, muchos, o almenos unos cuantos. Desde luego, los blogs de comics ayudáis a que obras menos conocidas lleguen a más gente, creo que eso es indiscutible. Sería interesante poder comprobar esto con cifras, sigo sin entender por qué a día de hoy no sabemos cuántos ejemplares se venden.

Esfingo
Esfingo
10 noviembre, 2007 10:28

!997 escape de Nueva York sobrevalorada? vamos hombre

Alguna queja había que meter

Cannonball
10 noviembre, 2007 10:33

Es cierto, perdona, mejor volvemos al tuteo.

Y si, he estado un poco desaparecido ultimamente, debido principalmente a una mudanza y a la tardanza del operador en volver a instalarme la linea, aunque tambien a diversos proyectos que, por fortuna, han salido de maravilla, pero tras los cuales necesitaba un descanso.

Ahora mismito echo un vistazo a sus dos articulos y se los comento en este mismo hilo.

Cannonball
10 noviembre, 2007 10:38

argh… me ha traicionado el subconsciente, perdona

Cannonball
10 noviembre, 2007 10:51

Ea, ya he leido el de Fabulas, no se comenta en ningun lado pero siempre he pensado que la mayor influencia (reciente) de la serie es «Wicked», una revisitacion de «El mago de Oz» realizada por George Maguire, con ilustraciones de Douglas Smith, tan existosa que en 2003 se estreno un musical basado en ella.

Ahi le dejo un par de enlances por si le interesa:

http://en.wikipedia.org/wiki/Wicked_%28novel%29

http://en.wikipedia.org/wiki/Wicked_(musical)

Cannonball
10 noviembre, 2007 11:26

Pues lo cierto es que aun lo tengo en la pila de pendientes, justo cuando me lo acababa a empezar a leer cayo en mis manos «Fantasmas» de Palahniuk (que, por cierto, me ha recordado a «cementerio para lunaticos» de Bradbury y eso siempre es bueno).

Asi que, por lo poco que lei, puedo decirte que la cosa pinta interesante… a ver si lo termino este fin de semana y te comento el lunes si su lectura me ha satisfecho o no

Cannonball
10 noviembre, 2007 11:30

no, claro que no me importa.

Cannonball
10 noviembre, 2007 11:51

Yo es que tengo la mala costumbre de leerme varios libros a la vez, de distintas tematicas, eso si, para hacer mas digeribles sus lecturas, porque, en cierta forma, para mi leer es como comer, no todos los dias te apetece lo mismo.

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:00

Ea, ya me he leido el de «Y, The Last Man» y solo puedo decir que, y eso que todos los meses le doy una oportunidad, es una serie que no llega a engancharme, tal vez por la propia premisa de partida de la historia…

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:06

Pd. Tendria que cambiar su articulo de los invisibles, por cierto, despues de investigar me tope casi por casualidad con el Colectivo King Mob, un movimiento ingles heredero de la Internacional Situacionista que aleja el trabajo de Morrison de cualquier interpretacion «liberal», como yo siempre he defendido XD

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:25

No, si ya sabia que usted lo habia puesto en su articulo, pero por casualidad (por la red no encontre nada destacable) en un libro encontre bastante informacion sobre el Colectivo King Mob (metodos de actuacion, difusion, ideales y demas) que le dan una nueva perspectiva a «los Invisibles»

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:25

Me niego a volver a usar el «usted»

He avisado

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:42

Si, se llama, creo, «Historia del Punk: los 22 meses que cambiaron el mundo», cuya primera parte es una aproximacion sociologico-cultural-artistica a todos los movimientos que ideologica y esteticamente estan conectados con el Punk, empezando por el Dadaismo.

Cannonball
10 noviembre, 2007 12:50

Ademas, se lee en un pis pas, aunque la estructura, como no podia ser de otra manera en un libro que habla sobre el punk, es un poco caotica

oliverking
oliverking
5 noviembre, 2011 3:30

obra exelente!!!!