Aunque el doppelgänger de su título y el estilo oscuro de su técnica de dibujo lleven a pensar que este manga es una obra más terrorífica en un primer vistazo, la verdad es que
El segundo tomo de
El secuestrador lleva a los chicos a un almacén de esculturas y material para su realización y tortura a ambos y ahorcando a Hiyo. Tras contarle a Makoto su infancia y juventud, la típica de un psicópata con asesinatos de animales y nula empatía incluidas, y su relación con el profesor de escultura, al que admira por encima de todo. Tras ello le exige llamar a Kenzaki para tenderle una trama y acabar también con él, pero la conexión que existe entre Makoto y su doppelgänger es muy grande y Kenzaki llega preparado para lo que se le viene encima. Tras un enfrentamiento breve, Saginuma prende fuego al almacén y huye, mientras que Makoto y Kenzaki consiguen salir de las llamas llevándose consigo a Keiji Kinugawa, otro de sus compañeros que el secuestrador apresó en tomos anteriores y que no estaba muerto como parecía.
Makoto y Kenzaki se deciden a llevar a Kinugawa al hospital para que atiendan sus heridas y en la puerta se encuentran con el detective Danki, el policía que provocó que Kenzaki fuese detenido como culpable de los asesinatos en la línea de tiempo alternativa en la que también fue condenado a muerte. Vemos un flashback en el que conocemos un poco más sobre el detective, un hombre intachable y concienzudo en su trabajo que, en la época de los asesinatos en serie de la línea Yokohama se veía asaltado por las deudas y la pena debido a la enfermedad de su hija y el coste de su tratamiento. Debido a ello, Danki estaba gestionando una excedencia al mismo tiempo que resolvía el caso de los asesinatos de escultores, por lo que la presión por dejar todos los cabos bien atados antes de irse del trabajo de su vida pudo ser una de las causas que explicasen su irracionalidad a la hora de inculpar a Kenzaki.
Pasado aparte, Makoto y Kenzaki deciden que lo prioritario tras asegurar la supervivencia de Kinugawa es proteger a Kohriyama y Natsuki, sus otras dos amigas. Kenzaki ha logrado una conexión especial con la primera gracias a las conversaciones sobre su vida y el futuro que han mantenido desde que llegó a este tiempo alternativo, mientras que Makoto siempre ha estado enamorado de Natsuki, así que el palo moral que supone descubrir que ambas han sido ya secuestradas por Saginuma es enorme. Para optimizar sus esfuerzos, los dos protagonistas deciden dividirse y buscar cada uno en dos de los tres recintos que Saginuma y el profesor usaban para la realización de sus obras de arte. En el lugar que Makoto investiga hay un riachuelo en el que se sumerge buscando pruebas, para descubrir un cadáver, aparentemente de Hiyo, con un cuchillo clavado que le incriminaría. Por su parte, Kezaki llega a uno de estos almacenes en los que descubre una estatua con un estilo muy particular, y tan reciente que parece imposible que se haya realizado, pues su autor debería estar muerto hace tiempo… Makoto y Kenzaki comienzan a juntar las piezas del puzle hasta llegar a la conclusión de que Saginuma no es más que una marioneta del verdadero asesino desde el primer momento: su profesor de escultura. Con este descubrimiento los objetivos de los dos se aclaran, y mientras Kenzaki se decide a ir a matar al delincuente y suicidarse después, Makoto se prepara para una carrera contrarreloj en la que consiga salvar a sus dos amigas y a su doble, de una muerte segura.
Como digo, este tercer tomo de Doppelgänger en la línea Yokohama comienza a adolecer de la inexperiencia de su autora a la hora de mantener ese ritmo y esa frescura que plagaban los dos primeros volúmenes, que si bien estaba algunos peldaños por debajo de obras como
La estructura narrativa sigue funcionando, la historia está bien contada y sabe en todo momento hacia dónde llevar al lector, pero tiene dos grandes problemas: el cliché, que ya estaba presente en los anteriores tomos, pero que aquí explota por completo con la exposición del verdadero asesino, muy predecible y habitual, al igual que en el pasado de Saginuma o los problemas personales del detective Danki; y por otro lado, que estamos en el mismo punto que en el final del primer volumen, pero con diferente objetivo particular. Quiero decir, los tres tomos han concluido con Kenzaki decidido a buscar su venganza final con la única variación de quien es el destinatario de la misma, algo que puede llegar a cansar.
Pese a todo, el manga sigue teniendo buenas ideas, como el uso del doppelgänger para identificar esa dicotomía de venganza/salvación que reflejan Makoto y Kenzaki o el tono general de la obra, que bebe mucho de la cinematografía de suspense y el terror psicológico, de películas como
Por último, mencionar la ayuda del dibujo a la hora de crear esa atmósfera oscura y algo opresiva, con un gran uso de la tinta y un buen trabajo de iluminación y sombras. Sigue ese estilo particular de la autora, con algunas escenas algo descompensadas y que llegan incluso a dar “mal rollo” en algunas ocasiones (en el mal sentido, demasiado grotescas o irreales y exageradas), pero que en general presenta una interesante composición de páginas, unos planos muy cinematográficos y que se funden totalmente con el ritmo de la obra. El trazo es rápido y ágil, suave y limpio en los momentos de pausa, y agresivo y lleno de suciedad en los momentos más tensos y peligrosos, creando un gran equilibrio y teniendo una manera muy acertada de lograr las transiciones entre momentos de calma y el paso a la preocupación o el suspense. Es un dibujo bastante detallado, que ha mejorado desde el principio de la serie, especialmente en las expresiones, que rallan a gran altura. Un arte bastante curioso y particular para una obra de este tipo, con un diseño que parece no pegar nada para un thriller, pero que sin embargo encaja muy bien por las técnicas usadas por la mangaka.
En general, es un alivio que la obra finalice en el siguiente tomo, el cuarto, porque la fórmula inicial de
Valoración Final
Guión - 5.5
Dibujo - 7
Interés - 6.5
6.3
La fórmula de Doppelgänger en la línea Yokohama parece agotarse y este tercer tomo resulta ser el peor hasta ahora: repetitivo, algo predecible y muy arquetípico en sus resoluciones. Aun así el buen trabajo artístico de Vanessa Chihiro, el tono y ambientación y el interés que pese a todo genera la trama lo hace suficientemente aceptable para los aficionados al suspense.