Dororo

Hablamos de Dororo, una de las últimas obras de Osamu Tezuka publicadas en nuestro país cuya historia nos sumerge en un relato fantástico ambientado en la Era Sengoku

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Edición original:Shogakukan – Akhita Shoten, 1967.
Edición nacional/ España:Debolsillo, 2016.
Guión:Osamu Tezuka.
Dibujo:Osamu Tezuka.
Traductor:Víctor Illera Kanaya y María Serna.
Formato:Rústica sin sobrecubierta. 848 páginas. B/N.
Precio:24,95€.

 

A estas alturas de la historia no será necesario hablar en profundidad de la figura de Osamu Tezuka pues, para quien no lo conozca o sólo haya oído hablar de él, le bastará con saber que su influencia en el mundo del tebeo japonés fue suficiente como para ganarse el merecido título de «Dios del Manga». Dicen que su innovador espíritu, siempre prolífico, le llevó a firmar aproximadamente 700 obras y muchas de ellas, a cada cual más interesante, siguen editándose a día de hoy en todo el planeta.

La obra que hoy nos ocupa es altamente peculiar pues, como ya saben aquellos que conocen a Tezuka, su obra suele dividirse en dos etapas claramente distinguidas: una primera etapa de producción enfocada mayoritariamente a un género infantil, con obras desenfadadas y brillantes como La nueva isla del tesoro (Ikuei, 1947) o la popular Astroboy (Kobunsha, 1952), y una segunda etapa, mucho más profunda, en la que el autor explora aspectos oscuros del ser humano a través de títulos como Oda a Kirihito (Shogakukan, 1970) o Black Jack (Akhita Shoten, 1973). Si tuviésemos que poner a Dororo en algún lugar de este singular espectro, sin duda alguna sería a caballo entre estas dos etapas o estilos. A continuación veremos por qué.

Dororo (どろろ) comenzó su publicación en las páginas de la revista Weekly Shōnen Sunday de la editorial Shogakukan en 1967 y, tras ser cancelada apenas un año después, finalizó su serialización en el magazine Bōken’ō de la editorial Akita Shoten, que quiso retomarla de forma paralela a su emisión en televisión en 1968. En España, por otra parte, no hemos podido disfrutar de Dororo hasta el pasado octubre de 2016, momento en el que la editorial Debolsillo nos brindó una edición de más 800 páginas que recoge toda la obra en un solo volumen.

La obra nos sitúa dentro de la Era Sengoku (戦国時代 Sengoku jidai, lit. periodo de los estados en guerra, c. 1467 – c. 1603), un largo período de guerra civil japonesa previo a la unificación del país bajo el shogunato Tokugawa. El período Sengoku será recordado como un episodio lleno de tensión social, intrigas políticas y conspiraciones entre los distintos señoríos feudales que desencadenarían en numerosas guerras.

Las primeras viñetas de Dororo nos muestran a uno de estos señores feudales, el ambicioso daimio Daigō Kagemitsu, entregando a su futuro hijo a 48 demonios diferentes a cambio de conquistar el país. Al cabo de un tiempo su señora da luz a un bebé al que le faltan 48 partes de su cuerpo. Ante semejante desgracia, el daimio decide acabar con la vida del inútil recién nacido pero su madre, contaría a este, corre a salvarlo depositándolo en una cesta de mimbre y arrojándolo a un río cercano. El recién nacido será encontrado finalmente por el Dr. Jukai, un médico chamán que, apenándose por la desgraciada criatura, decide criarlo como si de un hijo se tratase, otorgándole el nombre de Hyakkimaru.

El chamán, aprovechando un extraño «sexto sentido» con el que Hyakkimaru puede comunicarse mentalmente, estimula a su hijo adoptivo para que pueda ver con los ojos del alma y comunicarse con el poder de la mente. El médico también confecciona toda suerte de prótesis e instala unas katanas en los brazos huecos de Hyakkimaru, afín de enseñarle el camino de la espada para que pueda defenderse en un mundo lleno de peligros.

Pasan los años y, conforme Hyakkimaru se va haciendo mayor, la presencia de yokais (criaturas del folklore japonés similares a los demonios occidentales) cerca de la casa del Dr. Jukai aumenta, amenazando la vida del médico. El chamán comprende que estas apariciones sobrenaturales tienen que ver con el origen desconocido de su hijo adoptivo y, cuando este llega a la madurez, le aconseja que parta en viaje para descubrir su origen e intentar encontrar un lugar en el que sea pueda ser feliz.

Al poco tiempo de comenzar su aventura, una misteriosa voz de origen desconocido advierte a Hyakkimaru de que 48 demonios robaron 48 partes diferentes de su cuerpo y que, para recuperarlas, deberá encontrar y derrotar a cada uno de ellos. Su viaje ahora se convierte en un viaje de revelación y venganza.

Hyakkimaru pronto se cruzará con Dororo, un joven ladronzuelo huérfano que se unirá a su viaje. Juntos formarán el tándem protagonista de esta historia llena de aventuras y encuentros con seres malignos. Algunos yokai, otros humanos.

Con este planteamiento, Tezuka pone sobre la mesa una historia tipo road movie de tintes fantásticos en la que, entremezclando elementos reales e imaginarios, hace crecer a sus dos personajes protagonistas a lo largo de todo tipo de experiencias, a cada cual más oscura. Y es que, si tanto Hyakkimaru como Dororo son, en su origen, seres inocentes y llenos de bondad, con cada episodio de la serie se verán envueltos en oscuras y descorazonadoras situaciones que intentarán corromperlos.

Algo que llamará la atención al lector que se enfrente por primera vez a una obra de Tezuka será el diseño de sus personajes. De influencia claramente disneisiana, contrastan con las tramas de esa etapa más oscura del autor japonés, pues resulta extraño ver a personajes de aspecto y dibujo infantil como protagonistas de historias adultas, en su mayoría crudas y oscuras. Esta mezcla rara, pero no por ello menos genial, es la piedra angular de toda esa segunda producción de Tezuka y que, a día de hoy, está teniendo tanto éxito y aceptación entre lectores de cómic.

Volviendo a la obra que nos ocupa, en Dororo encontramos personajes de diseño infantil, pero algunos son buenos y otros malos, terriblemente malísimos. Los personajes buenos, abanderados por nuestro dúo protagonista, se verán azotados cruelmente, en cada página, por esos otros personajes malignos que, lejos de albergar cualquier tipo de luz como suele ser habitual en este tipo de aventuras, disfrutan haciendo el mal en el caso de ser demonios o llevan su ambición a los límites más miserables en caso de ser humanos.

Todos ellos, personajes claros y oscuros, deambulan por viñetas con las que el autor acomete todo tipo de experimentos estéticos, estirándolas, descuadrándolas o rompiéndolas. También juega con los diferentes tonos de negro para mostrarnos esas situaciones, buenas o malas, en las que siempre podremos sentirnos bajo una determinada atmósfera.

Osamu Tezuka se ganó su apodo de «Dios del Manga», en parte, por su muy prolífica y ecléctica producción pero, sobre todo, por sentar las bases narrativas de un género que, a día de hoy, es uno de los más exitosos y apreciados. La mirada del lector fluye, suave y rápida, por la mayoría de los manga; y eso se lo debemos a Osamu Tezuka.

La narrativa es el punto fuerte de Dororo, una aventura tan entretenida y absorbente como cómoda y fácil. No faltan viñetas, y tampoco sobran. Todas las páginas parecen estar medidas con una precisión clínica y están resueltas con una resolución brillante. Los distintos planos se suceden, mostrando viñetas de un significado estético apabullante, digno de las mejores escenas del western. Los movimientos son dinámicos, claros y contundentes. Los personajes son tremendamente expresivos y su dibujo infantilizado y cartooniano contrasta no sólo con la trama -de la que podemos destilar múltiples lecturas adultas- sino con los fondos, detalladamente realistas. Sorprende, especialmente, como Tezuka es capaz de retratar elementos como el agua, la luz o el viento: el mar huele a sal y la playa resulta increíblemente arenosa mientras la hierba parece suave. La lluvia, por su parte, parece plomiza mientras que el viento sopla fuerte y está lleno de polvo. La luz juega con el paisaje, lo recorta, le da volumen, profundidad… Ejemplos, todos ellos, del magnífico dominio de Tezuka con la plumilla.

La historia de Hyakkimaru y Dororo es una historia violenta, llena de escenas impactantes y crueles que se articulan como denuncias hacia el abuso infantil, las miserias de la pobreza, las atrocidades de la guerra o hacia la opresión del pueblo por parte de clases superiores, como es el caso de los campesinos, siempre a la merced de señores feudales. En Dororo encontramos que, allá donde hay una injusticia, siempre hay también una fuerza maligna, ya sea humana o demoníaca. Nuestros personajes recorren los distintos capítulos de la obra superando esas experiencias, a modo de pruebas.

No obstante, lejos de ser una trama terriblemente triste o desalentadora, también estamos ante una historia en la que el sentido del humor siempre está visible. En este sentido es Dororo, el personaje más infantil, quien con su ingenuidad favorecerá esta clase de situaciones que arrancarán alguna que otra sonrisa al sorprendido lector.

Aprovechando esa vertiente cómica, Tezuka aprovecha para meter en Dororo unas cuantas referencias a otras obras, e incluso chistes autorreferenciales, para soltar tensión en ciertos momentos de la trama. Rompiendo la cuarta pared, el autor plantea una serie de anacronismos intencionados en los que Dororo parafrasea a Atom, el protagonista de Astroboy o hace referencia a platos de comida o productos populares japoneses del siglo XX, por citar algunos ejemplos. En cuanto a las referencias a otras obras, el lector más avezado no dejará escapar la intrusión de un par de personajes del manga Giatrus (Jitsugyo no Nihon Sha, 1965), una comedia slice of life sobre una familia prehistórica del mangaka Shunji Sonoyama.

Aunque menos clara, también podemos tender otra referencia (no sabemos si consciente o no por parte del autor) en cuanto al parecido físico de un misterioso y errante monje budista ciego que deambula por las páginas de Dororo e Ichi, de la serie manga Relatos de Sabu e Ichi (Shogakukan, 1966) de Shotaro Ishinomori, apodado «El Rey del Manga» y coetáneo de Osamu Tezuka. Pese a lo idílico que hubiera resultado este guiño, es posible que el parecido sea meramente físico dado que el personaje de Ishinomori es un masajista anma mientras que el de Tezuka es un monje bonzo. No obstante, lo cierto es que ambos son ciegos y expertos espadachines lo que, a todas luces, nos lleva a pensar indudablemente en la popular figura japonesa de Zatoichi, el masajista ciego y experto espadachín creado por el novelista Kan Shimozawa entre 1830 y 1840. (Podéis encontrar la reseña que Jesús Játiva, uno de nuestros redactores, dedicó al citado manga de Shotaro Ishinomori aquí).

Son estas, y muchas otras referencias a la cultura popular o al folklore japonés, las que el lector podrá encontrar en la lectura de Dororo. Todas ellas quedan recogidas y explicadas gracias al buen trabajo de Víctor Illera Kanaya y María Serna, encargados de la traducción de la obra al castellano acordada por Tezuka Produtions por medio de The Kahima Agency.

La traducción, acorde a la obra y al espíritu de los personajes, no es lo único notable en esta edición española elaborada por el sello Debolsillo, pues el diseño editorial y la impresión transmiten una calidad mayor a la media, con un buen papel y una buena impresión. Por otro lado, el tomo es de formato en rústica y carece de sobrecubierta así como de solapas pero la encuadernación parece resistente y la lectura del manga, pese a sus casi 850 páginas, resulta cómoda.

Por último, debemos mencionar que la calidad e importancia de Dororo como obra viene avalada, aparte de por su contenido, por sus adaptaciones. Podemos encontrar un anime de 26 capítulos creado por Mushi Productions (la productora de animación creada por Osamu Tezuka) en 1969 y, mucho más tarde, una aceptable película de acción real (Dororo, 2007) digida por Akihiko Shiota y ganadora del Premio Orient Express-Casa Asia a la Mejor Película Asiática en el Festival de Sitges 2007.

En definitiva, nos encontramos ante una obra peculiar dentro de toda la producción de Osamu Tezuka. Una mezcla de estilos única vertebrada sobre una narrativa visionaria que plasma con maestría un viaje lleno de situaciones épicas, en el que prima la voluntad de buscarse a uno mismo y recuperar lo arrebatado, enfrentándose a las injusticias y las miserias del ser humano para llegar a conclusiones aleccionadoras, líricas y esperanzadoras.

  Edición original:Shogakukan - Akhita Shoten, 1967. Edición nacional/ España:Debolsillo, 2016. Guión:Osamu Tezuka. Dibujo:Osamu Tezuka. Traductor:Víctor Illera Kanaya y María Serna. Formato:Rústica sin sobrecubierta. 848 páginas. B/N. Precio:24,95€.   A estas alturas de la historia no será necesario hablar en profundidad de la figura de Osamu Tezuka pues, para quien…
Guión - 7
Dibujo - 9
Interés - 8

8

Una oportunidad única para adentrarnos en el fantástico mundo de Osamu Tezuka gracias a esta obra a caballo entre la producción más simpática e infantil y la más oscura y adulta del autor. Recomendada tanto para aquellos lectores que aún no conozcan a Tezuka como para aquellos que sí, pero que aún no hayan leído una de sus aventuras más simbólicas y entretenidas.

Vosotros puntuáis: 8.82 ( 20 votos)
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batlander
batlander
Lector
18 abril, 2017 18:03

Una obra muy recomendable para iniciarse con Tezuka, ya que como bien dice Alejandro mezcla los dos estilos del autor. El argumento es sencillo pero ameno y no cansa y el dibujo es de 10 como siempre (si te gusta su estilo claro).

Yo lo compre en ingles porque me llamo la atencion y no veia que lo sacasen aqui (ademas, la portada en ingles mola mucho). Ahora me arrepiento un poco. Mas que nada porque carece de esos extras que comentas.

Hablando de extras, no comentan nada de Usagi Yojimbo o Kenshin? Igual es cosa mia pero creo que se inspiran bastante en este manga.

batlander
batlander
Lector
En respuesta a  Alejandro García
19 abril, 2017 14:40

Mas alla de la epoca historica, que es cierto que no comparten, me referia mas a la historia en si.

En Kenshin veo parecidos fisicos y argumentales viendo que ambos tienen que lavar sus «pecados» (uno los suyos y otro el de su padre) enfrentandose a determinados demonios o «jefes finales» por asi decirlo.
En Usagi, mas alla de lo de Ronin, creo que es interesante que se añadan demonios autenticos en la trama, como es el caso de Dororo.

De todas formas preguntaba por si habia alguna referencia sobre el tema. A mi me ha parecido que hay cierta inspiracion. Pero esta claro que UY tiene como principal fuente a Lobo Solitario (Cabra Solitaria…) y Groo. Y Kenshin seguramente tambien.

batlander
batlander
Lector
En respuesta a  Alejandro García
20 abril, 2017 12:29

Es normal, como dices, que si comparten genero tengan muchas similitudes. Solo lo comentaba porque tenia esa impresion e igual habia alguna referencia al respecto.

He googleado un poco y parece que Sakai de manga poco. Comentan que su madre le leia de pequeño mangas de Tezuka, pero supongo que seria mas de su etapa mas infantil. Este no se si se lo llegaria a leer. en definitiva, aunque Lobo Solitario es obvio que inspira la obra, creo que es Sergio Aragones el que mas peso tiene en este sentido.

Susu
Susu
19 abril, 2017 3:24

Enhorabuena por la reseña, describes y vendes la obra perfectamente.

Personalmente y a pesar del bonito diseño, eché de menos las sobrecubiertas de rigor.