Un viaje al corazón de las tinieblas
«El hecho de volverse impasible ante la muerte significa volverse impasible ante la vida»
Las ficciones apocalípticas o postapocalípticas generan una gran atracción. Cómics como The Walking Dead permiten a sus autores indagar en el comportamiento humano cuando el sistema se viene abajo. Somos fichas que juegan en un tablero con unas reglas preestablecidas, pero ¿Qué ocurre si de la noche a la mañana desaparecen las leyes que regulan nuestro modo de vida? Dependiendo del prisma con el que se mire, el incierto futuro toma diversas formas aunque lo cierto es que el pesimismo suele imperar en los pronósticos.
THOMAS HOBBES
Conocido como el padre de absolutismo, este teórico político inglés nació en Westport en 1588 mientras la Armada Invencible de Felipe II bombardeaba las costas inglesas. Este punto es imprescindible para entender la posterior evolución en el pensamiento de Hobbes puesto que, como él mismo reconoció, “mi madre dio a luz a dos hermanos gemelos: el miedo y yo”. He aquí que nos encontramos al miedo por primera vez en este artículo y ya os puedo adelantar que será el eje sobre el que gire el manga de Mochizuki. Igualmente, para Hobbes el miedo fue la primera piedra que utilizó para construir su particular filosofía. No es de extrañar que, conociendo la guerra, el autor de El Leviatán mantuviera aquello de “el hombre es lobo para el hombre”. Hobbes aseguraba que el ser humano es egoísta per sé. De esta forma, la sociedad surgía por el miedo del individuo hacia sus congéneres. La única forma de salir de esa lucha por la supervivencia en el Estado de Naturaleza es crear un nuevo marco que garantice la seguridad de quienes habiten en ella. Mediante el pacto social se elimina el caos de la anarquía. Se renuncia a la violencia en favor de la paz, aunque ello implique el poder absoluto del Estado/Soberano y la consiguiente perdida de libertad.
EL MANGA
Llegados a este punto, una vez impartida esta mini píldora histórica, es sencillo entender la relación que guarda lo anteriormente expuesto con Dragon Head. Todo el proceso explicado por Hobbes se invierte. Volvemos al Estado de Naturaleza. En el manga de Mochizuki, sus personajes no saben qué ha ocurrido pero intuyen que algo gordo ha pasado. Tanto es así, que se instaurará una nueva ley no escrita: la del más fuerte.
La trama arranca en el interior de un tren lleno de estudiantes. Al entrar en el interior de un túnel, el aparato descarrila provocando que casi todos los pasajeros mueran en el acto. Las salidas se han bloqueado, la tierra tiembla, los derrumbes son constantes y el calor cada vez aprieta más. Un viaje de fin de curso que resultó ser el fin de todo. Tres adolescentes sobreviven, aunque cada uno de ellos reaccionará de diferente forma al desastre. Mientras Teru y Ako apelarán por subsistir desde el compañerismo, Nobuo se convierte en el lobo hobessiano. La oscuridad casi absoluta incita a que el lado humano más turbio salte a la palestra. Como hiciese William Golding en El Señor de las Moscas, Mochizuki explora la maldad humana.
Si según la RAE el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, el terror es la máxima expresión del miedo. Dragon Head es un manga no apto para claustrofóbicos que consigue horrorizar desde sus primeras páginas. La ansiedad sufrida por sus protagonistas es transmitida con brillantez al lector. El miedo es un mecanismo de defensa que nos permite reaccionar ante situaciones adversas, pero también puede paralizarnos. Mochizuki construye diferentes tipos de asimilación entre sus personajes. Lo que está claro es que ninguno tiene el poder de prescindir del miedo, como hiciese Kinsey en la magnífica Locke & Key.
Dragon Head vio la luz por vez primera en 1994 en la revista semanal Young Magazine que continuó publicándolo hasta la finalización del mismo en el año 2000. Con este manga, Minetaro Mochizuki tuvo reconocimiento consiguiendo varios premios. Más adelante, Dragon Head fue publicado tanto en Japón como en España en diez volúmenes. En nuestro país, originalmente, fue Glenat quien tuvo la exclusiva. Hoy en día, es Planeta Cómic quien se encarga de su publicación y podéis haceros con su nuevo formato en cinco tomos fantásticamente editados.
Dragon Head es un tour de force constante que requiere de nuestra fortaleza cuando nos enfrentemos a su lectura. Mochizuki nos presenta una historia de supervivencia extrema en la cual, pese a cambiar de escenarios, no hay momentos de asueto. La agonía es permanente en una obra sin concesiones, extenuante, que consigue exasperar por su atmósfera opresiva. El autor de Chiisakobe se recrea en el maltrato de sus personajes, alargando cada tensa situación hasta lo insoportable. El misterio que se esconde en las tinieblas no es realidad sino un gran macguffin que funciona como hilo conductor a través de toda la trama. La ceniza que cubre el cielo hace imposible distinguir la noche del día, provocando que la oscuridad reinante se apodere de algunos secundarios que surgirán en este peculiar apocalipsis.
Por su situación geográfica, Japón es un país que, históricamente, ha sufrido todo tipo de desastres naturales. El país del sol naciente se encuentra sobre tres importantes placas (Pacífica, Ojostk y Filipina) que se unen las unas a las otras. El archipiélago asiático tiene un historial repleto de terremotos, tsunamis, ciclones y erupciones volcánicas. Volvemos al miedo. El trauma de varias generaciones se plasma en diversas ficciones que no solo viven de Godzilla y catástrofes nucleares. Mochizuki parece que opta por lo sobrenatural en un principio con el título del manga como principal declaración de intenciones. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. No hay kaijus, ni criaturas mitológicas a las que derrotar. La amenaza no tiene rostro.
En el apartado del dibujo, el trabajo de Mochizuki es más que notable. El nivel de detalle ayuda a que la lectura sea tremendamente inmersiva. La narrativa por momentos se vuelve caótica de manera consciente. La confusión es el eterno compañero de viaje de Teru y Ako, mientras que otros personajes, tras mirar al oscuro abismo, acaban inmersos en una locura cuasi lovecraftiana. Cuesta ver más allá del horizonte, cuesta repirar y cuesta cerrar los ojos. Si la esperanza es lo último que se pierde, Mochizuki se encarga de bombardearla a cañonazos desde el primer momento.
Gracias por tu reseña. Excelente artículo, brillantemente contextulizado
Muchísimas gracias!! Me alegra saber que te ha gustado 🙂
En su momento cada tomo me tenía enganchadisimo més a més. Luego pierde mucho fuelle por la mitad y no me gustó el final. Bastante deprimente te pone mal cuerpo en algunos momentos, sobre todo hasta que salen de los tuneles.
Yo hice el experimento de leer el primer número en el metro y no se lo recomiendo a nadie xD. Coincido contigo en que la mejor parte es el primer tercio de la serie. Particularmente, el final no me disgustó pero creo que la historia habría quedado más redonda si la hubiese cerrado antes.
La leí hace 15 años y guardo un buen recuerdo de ella. Sí que es cierto que el final flojea un poco respecto al comienzo, pero es que el inicio de la obra es magnífico, de un nivel difícilmente alcanzable. A ver si me hago con la nueva edición pronto y la releo.
Por cierto, ya que no le leí nada más, ¿qué tal las otras obras del autor?