Edición nacional / España: El ala rota. Colección Cómic Europeo, 2016, Norma Editorial.
Guión: Antonio Altarriba.
Formato: 256 páginas en bitono editadas en cartoné.
Precio: 23,90 €.
Reseñar El ala rota es encargo complicado. Su primera parte, El arte de volar, está considerado uno de los tebeos más redondos de la historia del cómic español. Habiendo recibido múltiples premios y con el aplauso unánime de crítica y público, sus autores no lo tenían fácil para contentar con una secuela que se antoja temeraria. Pero claro, esto no puede catalogarse como segunda parte sino como una obra paralela, pues narra el mismo período temporal desde la perspectiva de la esposa del protagonista de El arte de volar. Altarriba, consciente de la imagen peyorativa que daba de su propia madre, optó por cerrar la historia desde el punto de vista que faltaba e indagando, descubrió una serie de vicisitudes que vistas como un díptico en espejo sirven para reflejar la crudeza del país para cualquiera que haya vivido el siglo veinte en España, sobretodo aquella generación sufridora de la Guerra Civil, esa vergonzosa contienda que dio pie a un dictadura de cuarenta años que aún sigue coleando y obnubilando cabezas de cortas entendederas. Porque, nos gusta imaginar qué hubiera pasado si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial sin percatarnos que en España triunfó el fascismo durante cuatro décadas, con el inevitable retroceso cultural, moral y social que eso supuso. Tanto cuajó que aún no nos libramos de su influencia, convirtiéndonos en el hazmerreír internacional que somos ahora, un país atrasado con un pie en el tercer mundo tanto económico como social. Pero nada, no os preocupéis, que ganamos mundiales y eso…
Altarriba tiene ojo, por tanto, como para percatarse del error que supuso ignorar el periplo de la madre en beneficio de esa aureola heroica que recibió la biografía paterna a través de lo que supuso El arte de volar. Y al narrar la vida de la madre, ganamos todos. Pues su punto de vista es a la vez paralelo y opuesto. Paralelo a nivel temporal y debido a la contienda, claro, pero tanto o más interesante ya que supone una mirada quizá más cercana, menos épica y desde luego, menos política. A su madre le tocó padecer la ignorancia de quién la rodeó, la crueldad de un padre alcohólico y egoísta y los tejemanejes de la familia del militar a quien sirvió durante el periodo más interesante de su vida.
Altarriba tiene el gusto de exponer los dramas que presenta sin apretar el acelerador del juicio fácil, logrando, por ejemplo, plasmar la satisfacción personal que le suponía a su madre servir a un militar franquista y a su familia, a pesar del rechazo que esto como lectores nos podría generar de entrada. Humaniza a quien rodea a su madre a través de sus actos concretos, ya sean estos buenos o malos, independientemente de su inclinación política. Y eso es algo tremendamente necesario para reconciliar posturas y tratar de cerrar heridas que no hacen sino atrasarnos como nación, máxime cuando seguimos ladrando por afrentas de nuestros abuelos, contagiados por sus odios e ignorancias. Y con esto no quiero decir que las generaciones nacidas durante o tras la transición estemos mejor educadas o tengamos una moral a prueba de bomba.
Especial atención merece descubrir cómo la sufrida figura del padre se convierte en una sombra opresora a los ojos de la madre, quien padece sus infidelidades, sus penas e inseguridades desde el silencio afín a las mujeres de la época, educadas en el sufrimiento y la vergüenza. Y con ello la obra supone otro alegato directo contra el sistema patriarcal que ha dominado al país desde su fundación, dónde la mujer no tenía ni voz ni voto y estaba abocada al ámbito beato más rancio, como consuelo a los males que sufrían a manos de maridos infieles, maltratadores y ralea similar. Pero, ni tanto ni tan calvo, Altarriba tampoco las disculpa, obviando así un discurso maniqueo. Lo cual, claro, es de agradecer. De modo que Altarriba navega con éxito entonces entre dos aguas.
Esto resulta en un texto duro, crudo, desolador, que desgarra a cada página y que deshace cualquier sentido que uno pueda darle a la vida más que padecer y sufrir. Sabedor del páramo emocional que nos hace transitar, Altarriba proyecta diversas aldabonazos de humor, para descargar, sobretodo en los episodios sucedidos en el asilo donde acabará su vida su anciana madre. Y, repito, semejante rayito de luz ante tanto tormento es del todo de agradecer.
El trazo de Kim sigue en su línea: capaz de dibujar lo que sea, pero tan personal como el maestro más airado. Desde luego, esa crudeza en la línea, esa sutil rigidez empapa a nivel visual la dureza de la historia, al tiempo que narra con concisión, el punto de vista adecuado, las viñetas justas, como un cineasta clásico empeñado en contar la historia sin aspavientos, pero con toda la carga dramática necesaria.
En definitiva, El ala rota se suma a El Arte de volar como el díptico que es: quizá una de las obras más importantes del tebeo nacional. Desde luego, de lo mejor de lo que llevamos de siglo.
Guión - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
9
Uno de los mejores tebeos de 2016
«Tanto cuajó que aún no nos libramos de su influencia, convirtiéndonos en el hazmerreír internacional que somos ahora, un país atrasado con un pie en el tercer mundo tanto económico como social. Pero nada, no os preocupéis, que ganamos mundiales y eso…»
Es una forma de verlo. De hecho, cuando dices que la dictadura «sigue coleando» podrías especificar para quién, ya puestos.
Porque, personalmente, creo que la responsabilidad de que el nivel del estudiante medio haya bajado hasta convertir a los universitarios en lo que antes eran estudiantes de primero de BUP, de que la gente se creyese que con su primera nómina ya podía pedir un crédito para comprarse piso, amueblarlo e irse de vacaciones (literal) y ya si eso preocuparse más adelante de cómo devolverlo, el que se haya (hayamos) permitido que los bancos fuesen tan irresponsables como para hacer esos préstamos a gente que era evidente que no debería recibirlos, el que sepamos que nuestro destino está en manos de ladrones y los hayamos renovado para dirigir el país cuatro años más, el que la peña haya convertido el activismo político en levantar el puño y escribir subnormalidades en facebook y twitter, el que algunos tributemos miles y miles de euros al año y sólo recibamos currículums de gente de cuarenta años para arriba cuando ponemos un cartel de que se ofrece empleo, el que la gente en general esté más preocupada de escribir en rrss y ser políticamente correcta que de trabajar y ser políticamente responsable,… Todo eso es responsabilidad nuestra. Todo. No del franquismo, ni de la Guerra Civil, ni de la Santa Inquisición, ni de los Reyes Católicos ni de su puta madre. Nuestra. Porque como sociedad, cada vez somos más retrasados e irresponsables (no sólo nosotros, ojo). A ver si empezamos a asumir nuestras culpas y dejar de buscarlas en una generación que, fuese roja o azul, lo único que hizo fue luchar y trabajar para conseguir lo que creía que le correspondía en lugar de ver mongoladas en youtube y esperar a que se lo regalen.
Y si la situación en España nos permite comprar tebeos de veinticuatro pavos, seguro que también podemos alegrarnos por ganar el mundial sin tener que sentirnos culpables.
Y ya hablando de El Arte de Volar/El Ala Rota, de lectura obligada. Tanto como testimonio de la historia de nuestro país como por su condición de ya clásico de nuestra historieta.
El arte de volar lo voy a adquirir en breve (en su día no tenía presupuesto y luego se me ha amontonado la lectura). Éste lo pillé más porque la situación de la protagonista se parece vagamente (muy vagamente) a la que mi madre vivió unos pocos años después que por la fama de la anterior, que ya digo que la tengo aún pendiente, y me ha gustado bastante.
Mierda, no sé por qué ha salido mi comentario respondiendo al tuyo. De todas maneras, manita arriba para ti.
Muchas ganas a este cómic, y más después de leer la reseña. No lo he pillado todavía más que nada porque la edición no me ‘casa’ con la que tengo de ‘El arte de volar’, pero bueno, habrá que dejar a un lado la estética de la estantería por los contenidos. Desde luego, es interesante conocer las impresiones de los autores sobre la raíz de muchos de los problemas actuales, que anima siempre a un sano debate sobre éstos. Quizá tanto o más que asumir como propios los que nos proponen como de máxima actualidad desde las grandes editoriales americanas.