El amor duele. Podría ser una máxima schopenhauariana en la vida. Duele porque se desea. Duele porque no se tiene aquello que se desea, pero también duele porque cuando se tiene y se satisface el deseo, se vuelve a desear. Pero detrás de este título, se esconde uno de los mangas más íntimos y humanos que existen. Su autora es Kiriko Nananan. Tras este exótico y extraño nombre, se encuentra toda una conocida mangaka que dibuja josei. Un josei realista, con un trazo minimalista, pulcro; con un dibujo nada cargado de adorno pero lleno de sentido, coherencia y sentimiento. Nananan dice estar obsesionada con leer entre líneas, y lo demuestra en su forma de dibujar. Utiliza los espacios, los fondos, cualquier herramienta para describir un sentimiento, muchas veces el vacío o la soledad.
La expresión a flor de piel, cobra su máximo sentido en este manga de veintitrés capítulos, donde Nananan explora el amor en todo su cruel esplendor a través de los recuerdos, del dinero, de las perversiones, de la nostalgia, de la duda, de las tentaciones, de los descubrimientos, de los celos…
Da una visión poliédrica (por el uso de la variedad de personajes y por ende de perspectivas) y compleja de lo que es ese extraño sentimiento, que se entremezcla con otros, haciendo difícil la separación. Consigue una profundidad psicológica en los personajes a través de los pequeños gestos cotidianos (la grandiosidad de Nananan reside en mostrar los sentimientos de una forma indirecta, por ejemplo, en vez de mostrar a una persona tímida o que el narrador aclare que es tímida; directamente ese personaje mira a los zapatos en una conversación) y el uso del monólogo interior (como diferenciación a veces entre lo que dice el personaje y lo que piensa), haciendo que el elementos narrativo y el visual se apoyen en la misma emoción. Una de las grandes bazas con las que juega esta autora, es la incertidumbre de: ¿Qué quieren los personajes? Esa es la pregunta clave en torno al argumento. Pero quizás lo más importante es saber si por mucho que lo quieran, lo necesitan. Ahí radica la espina dorsal de la complejidad. Ahí radica el “quiero estar contigo pero a la vez solo” o el “no te soporto pero te echo de menos”. Y es ahí donde el lector se da cuenta de que las dos opciones son igual de útiles, y se abruma de manera pasajera con este intenso existencialismo. Todos estos elementos, demuestran una afilada ironía que genera a veces una distancia y una frialdad en el lector para con el personaje, pero superando ese escollo, no se puede sino caer en ese mundo donde Nananan proyecta en un espejo la crueldad del amor y nos obliga a mirarlo. Sentirnos identificados con la historia, con los personajes, con las otras partes del conflicto amoroso, y darnos cuenta de que cada uno tiene razón. Click. Esto hace que salte algo en nosotros. Ya no hay enemigos, todos somos igual de culpables. Otra genialidad del tomo, es su desmitificación del amor. Existen amores aburridos, incómodos, incomunicativos, extremadamente solitarios…existen y han sido capaces de ser sintetizados por el ojo de águila de Nananan.
Algo en ella me recuerda sin quererlo a otra artista, esta vez, una escritora. Agota Kristof tiene el mismo aire, pisa el mismo camino y bebe del mismo río de la simplificación y de la “frialdad”.
Nāgārjuna dijo una vez que la verdad última es la contradicción. Eso parece querer mostrar Nananan en El amor duele. Fuera como fuese, son historias que dejan poso. La narración acaba, pero la historia continua siendo pensada en el lector.
En la década de los 70 empiezan a desembarcar en Japón las primeras influencias del BD (bande dessinée, historietísmo franco-belga). Se renueva el tono del relato y el tratamiento del color, cosa que llamó la atención de muchos mangakas. Pero no es hasta 2001, que Kiyoshi Kusumi menciona el término, haciendo referencia a los cómics de Fréderic Boilet, un ilustrador y traductor francés afincado en Tokyo, que une influencias del cómic francés y del manga japonés. Según Boilet, la fuerza del manga está pensada para contar buenas historias del vivir diario, que juntado con la bande dessinée, conocida por su estilo y diseño, saldría una historia que abarcaría una audiencia más amplia. Una de las mayores diferencias entre el manga y la nouvelle manga, es el foco de atención. En la nouvelle manga se presta más atención al dibujo, ya que sobretodo, son ilustradores más preocupados en el aspecto gráfico, que por el guión.
Nananan inició su carrera en la mítica revista Garo (revista que publicaba manga alternativo y experimental como los incluidos en el género nouvelle manga) donde puso de manifiesto su necesidad de expresar el sentir femenino a través de una crónica emocional, reivindicando un manga intimista con la realidad diaria como telón de fondo. Es una autora inscrita en el movimiento de la nouvelle manga, no sabemos si por propia voluntad o de obligada condición por los medios y los críticos, pero pertenezca al género que pertenezca, lo que está claro es que es imprescindible para el mundo del manga y para el mundo del cómic. Una autora que no debería de faltar en nuestra biblioteca, para volver a ella cada vez que suframos, y sentirnos consolados con la idea de que no sufrimos solos. Porque todas las historias de amor duelen.
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