Edición original: 4 band third (Shogakukan, 1993).
Edición nacional/ España: El bate mágico (Planeta DeAgostini, 2005).
Guión y Dibujo: Gosho Aoyama.
Color: B/N.
Formato: tankobon 192 págs.
Precio: 6’95€.
No me gusta el deporte. Ni el fútbol, ni el baloncesto, ni el tenis, ni el ciclismo. Desde joven carezco de sensibilidad para los espectáculos deportivos y a medida que envejezco se acentúa mi desinterés en la materia. Practicarlo es otra cosa. Puedo disfrutar del ejercicio y la sana competición. Pero sentarme en casa (o en un bar) a ver las evoluciones por el campo de varios adultos en pantalón corto es superior a mis fuerzas. Lo he intentado, no se crean. Y nada. Entiendo que una final española de la Liga de Campeones debe de ser algo así como la llegada de Galactus, pero no hay manera. Será que no la dibuja Jack Kirby.
Pero como el ser humano está hecho de contradicciones resulta que la historieta, esta infravalorada afición que compartimos, ha conseguido una hazaña que ni la televisión, la literatura o el cine pueden atribuirse: hacerme sentir, como espectador, interés por esa práctica. Resulta que ni loco me acercaría a un kilómetro de un estadio de béisbol. Y, sin embargo, ahí estaba yo pasando emocionado las páginas de Bateadores para descubrir si Tatsuya y su equipo llegaban al Koshien. Y algunos se sorprenden aún cuando digo que Adachi es un genio. Un día me tengo que animar a escribir la reseña de esa fantástica obra.
Todo esto viene al caso porque estos días, en plena inmersión en territorio manga, me ha dado por recuperar una pequeña historia de Gosho Aoyama titulada El bate mágico para su edición patria. Aoyama debería ser conocido por todos como el creador de Detective Conan, honor suficiente para toda una vida. Ya sé. Parece poca cosa escribir las pesquisas de un niño investigador, como un descarte de Los Cinco (Enid Blyton) con lupa y reloj lanza dardos. Nada más lejos de la realidad. Piensen que el tío se estruja las meninges para ofrecer un caso ingenioso en cada entrega. Y lo consigue. El pequeño Conan le sacaría los colores a Jessica Fletcher, a Magnum y al tipo ese de la capa que se cree el mejor detective del mundo porque está forrado de pasta. Se lo dice alguien que en la EGB escribía historias policíacas para sus compañeros. Es más difícil de lo que parece.
Por desgracia, Aoyama no está igual de acertado esta vez. El bate mágico es una entretenida historieta de superación personal, con todos los tópicos asociados al deporte como manual de autoayuda, pero también es un relato bisoño, de prueba de capacidades, de ensayo de técnicas, de ajuste de cuentas con viejos sueños infantiles. Confiesa el autor que poseer un bate que devolviera todas las bolas era un arraigado deseo infantil. En estas páginas lo cumple. Sin ninguna sofisticación, sin apenas coartada. El joven protagonista se llama como un as del béisbol nipón, pero no da una hasta que encuentra una tienda mágica donde adquiere el bate de Babe Ruth (apunte: hasta yo he oído hablar de este legendario jugador norteamericano). El artefacto le sale capitalista, pues para cumplir con su cometido debe alimentarlo con dinero. Según la cantidad, así de efectivo se porta. Y eso es todo. Aoyama cumple en la representación de lugares comunes (están todos: el partido que se gana en el último minuto, el jugador que saca fuerzas de flaqueza, la novia que confía en él para el tanto decisivo, la mala praxis de los rivales, etc.), pero fracasa a la hora de dotarlo de originalidad y genuino interés. En parte por los balbuceos en la narración, evidenciados en la falta de confianza en que el lector recuerde las “reglas del juego” (de ahí que en cada capítulo recuerde la premisa) y en la excesiva concentración en los lances del campo, descuidando la parte humana del asunto. Pero, si me preguntan, creo que el error principal radica en haber descuidado los secundarios o, por mejor decir, cualquier personaje que no sea el joven Nagashima. ¡Si hasta su chica parece una imposición de guion! Le falta psicología y sabor local, lo que deja el argumento desnudo. Y el argumento, ¡en fin!, no es más que un punto de partida como otro cualquiera.
Su dibujo es esquemático, como siempre ha sido, pero menos preciso de lo que debiera. De nuevo, concentra sus mejores esfuerzos en el protagonista. El resto queda un poco a su suerte. Apenas hay fondos que sitúen la acción. Unido a las incomprensibles reglas del béisbol, terminamos confiando en las reacciones del joven Nagashima para seguir el drama deportivo. Siguiendo la tónica habitual, la final del campeonato supondrá el encuentro entre las némesis del béisbol. Todo bastante previsible. Como las películas de Rocky pero sin Stallone gritando: ¡Adriaaaaan! O sea: sin la emoción.
El bate mágico fue publicado en 2005 en un solo volumen por Planeta DeAgostini.
Pese haberme tragado más de 680 capitulos de Detective Conan. Para mi Aoyama siempre será conocido y ganador del inmenso honor de ser el creador de Yaiba.
Que Yaiba es mucho Yaiba, sobre todo en la época en que nos vino.
Pd: Ya no se hacen villanos como el HombreAraña.
Un juego de beisbol no se gana en el último minuto, se gana en la última jugada, el beis no es un deporte regido por el cronómetro.
Sería interesante saber si en el manga aparecen los Gigantes de Yomiuri. Los Yanquis del beis nipón.
Mira que ni idea de las reglas del béisbol, bowler02, pero hasta ahí llego. Es una forma de hablar. Si ganas el partido en el último momento posible de la última jugada se vence en el último minuto, sea este el 47 o el 99 desde el inicio. 😉
A los Giants se los menciona, pero los protagonistas son unos chavales de instituto, nada de grandes figuras.
Pues habrá que hacer algo con Bateadores, samanosuke. 😉 Para ir abriendo boca a ver si preparo la reseña de Short Program, compendio de relatos deliciosos que, sin embargo, no encontraron su público; aquí en España sólo se editaron los dos primeros volúmenes (de cuatro). Supongo que los tendrá controlados.
Por desgracia, Q&A está en la «wish list» esperando tiempos mejores. Mi peliaguda situación económica me permite pocas alegrías. Por idénticos motivos tuve que dejar Detective Conan, curiosamente en el mismo número 50, aunque me gustaba mucho, la verdad. Ambas las quiero recuperar algún día, si me es posible.