La adolescencia es un periodo de vital importancia por muchos motivos, pero probablemente el más importante es que en ella es cuando por norma general terminamos de definir lo que somos, nuestra identidad. Durante ese limbo entre niñez y madurez nuestro carácter y nuestras ideas, aún flexibles cual hierro incandescente, son moldeados por aquellas cosas y, sobre todo, aquellas personas que nos rodean, todo ello magnificado por la extraordinaria pasión con la que vivimos todo durante esa época de la vida. Sin embargo, se da la circunstancia de que la gente con la que vivimos esa etapa no se puede elegir, sino que nos viene impuesta por divina providencia. La familia es la que te toca, y los amigos quedan delimitados por fronteras tan reducidas como tus compañeros de clase o los vecinos de tu calle, reduciendo tu lista de referentes e influencias a una suerte de lotería sociobiológica de la que, en caso de perder, podemos salir tocados para siempre. Porque sin duda lo más importante para descubrir quién eres y quién deseas ser es contar con personas que sean apoyos y no obstáculos, que nos animen a probar nuevas cosas hasta dar con lo que nos llena en lugar de empujarnos de vuelta al camino por defecto que ellos aprueban. La identidad se debe descubrir, y como cualquier descubrimiento, requiere experimentar con distintos ingredientes. Distintas aficiones, distintos propósitos, distintos besos.
Si de algo puede presumir Ediciones La Cúpula, es de estar trabajando un catálogo en el que parece cada vez más improbable encontrar un título malo. No son pocas sus obras que han poblado las listas de lo mejor del año, y con la reseñada hoy no vamos a hacer una excepción. Hablamos de El beso número 8, de Colleen A.F. Venable y Ellen T. Crenshaw, una de las obras más celebradas del pasado 2019. Su publicación original tiene sede en First Second Books, una editorial neoyorquina que puede presumir a su vez de estar concentrando a algunas de las autoras más premiadas de estos años, como Tillie Walden con Piruetas y siguientes obras, Mariko Tamaki y su Laura Dean me ha vuelto a dejar (todas ellas publicadas también por La Cúpula) o Jen Wang y su El príncipe y la modista (editado aquí por Sapristi). Un plantel de lujo al que inevitablemente no queda más que añadir a Venable y a Crenshaw, que con esta obra que nos ocupa crean un relato magnífico, divertido y de gran sensibilidad sobre la odisea de crecer y descubrir tanto el mundo que nos rodea como el que tenemos dentro.
Amanda es una adolescente de familia católica con una buena vida. Disfruta yendo al béisbol y viendo series con su padre, y su mejor amiga Cat es todo lo que necesita para divertirse y compartir sus pasiones y alegrías. Sin embargo, cuando un buen día descubre que su padre esconde un misterioso secreto, toda la vida de Amanda dará un giro dramático que pondrá patas arriba su vida. Especialmente cuando todo ello coincide con la revelación personal de que lo que siente por Cat puede que no sea solo amistad.
El beso número 8 quiere contar muchas cosas, y todas las hace bien. Su guionista consigue atraparnos partiendo de un planteamiento en el que el misterio que oculta el padre de Amanda nos engancha y nos hace ir girando nuevas páginas, pero por el camino la historia se va convirtiendo en la exploración de la identidad de su protagonista. Venable, autora de distintas y premiadas obras para niños, cuenta que la inspiración para esta historia nace con la salida del armario de su hermana, un suceso que trastocó intensamente a su familia supercatólica y que irónicamente la convirtió a ella en la hija ideal a pesar de haber sido siempre la oveja negra. En una época en la que además había muy poca representación de diversidad sexual en el medio, decidió escribir una historia con la que jóvenes como su hermana, que se enfrentan al trago de afrontar su sexualidad cuando esta puede generar rechazo entre los suyos, pudieran verse reflejados. Una historia que, aunque comenzara a surcar sus notas en el lejano 2004, no comenzaría a forjarse hasta mucho más tarde, ya con artista incorporada al proyecto.
La elección sería Ellen T. Crenshaw, ilustradora que con esta obra firma su debut como artista completo de una novela gráfica y realiza un trabajo a mi parecer sensacional. Siento una debilidad especial por este estilo de dibujo cartoon redondito y limpio, en la línea de Cat Farris o Lisa Treiman por mencionar a algunas, y aunque en este caso no venga acompañado de color, los tonos grises de la artista son suficientes para llenar de vida unas páginas en las que sobresale la expresividad de sus personajes y que acompaña a la perfección el tono de la historia.
Porque ese es probablemente el gran logro de esta historia: el tono y la luminosidad con la que consigue cubrir el relato tenso y en ocasiones dramático que acompaña. A pesar de que Amanda vive su revelación sexual en un entorno muy religioso, su guionista no pretende quedarse en la fácil demonización de la religión, sino que la presenta como un hábitat social más en el que podemos encontrar a gente que nos apoya y gente que nos rechaza. Es un retrato humanizado de un círculo en el que tienen especial importancia los padres de Amanda, con los que Venable teje unas relaciones para su protagonista ricas y complejas, marcando distintas virtudes y carencias en cada uno que acentúan en última instancia la importancia de contar de niño con unos referentes que sean capaces de complementarse a la hora de criar a un hijo. Todo ello salpicado de unos destellos de humor y de cotidianeidad en los diálogos de todos los personajes con los que Venable realiza un trabajo soberbio y que se compenetran maravillosamente con la narración de Crenshaw.
El beso número 8 es una obra de obligada lectura, un cómic que se vale de distintas armas para atraparte y terminar haciéndote soltar una lagrimilla. El viaje de Amanda es un viaje de descubrimiento, de abrir la mente y el corazón a lo que no conocemos. Es un viaje duro, en el que es posible que puedas perder a gente por el camino, pero del que sales más fuerte y más feliz, acompañado por las personas que realmente merecía la pena conservar.
Guion - 9
Dibujo - 9
Interés - 9
9
El beso número 8 es un relato que mezcla intriga con intimismo, un precioso viaje de autodescubrimiento de su protagonista que te deja el corazón calentito.