El belga Bernar Yslaire ha buceado siempre en su personal forma de entender el mundo. Después de SAMBRE, considerada una de las series más impactantes de los ochenta, realiza la saga CIELOXX.COM, una profunda reflexión de los acontecimientos que marcaron el siglo pasado.
Protagonizada por Jules Engell Stern, un judío Khazar, y Fadya, una musulmana confusa cuyo objetivo es inmolarse en una manifestación pacifista, EL CIELO SOBRE BRUSELAS es una historia de amor, de encuentros y desencuentros, y una reflexión sobre el mestizaje cultural y el sinsentido de todas las guerras.
El cielo sobre Bruselas recoge y amalgama dos de los principales intereses, como autor, de Bernar Yslaire.
Se halla presente, por un lado, esa devoción por el romanticismo que le descubrimos en Bidouille et Violette, publicada años atrás en la revista Más Madera. Romanticismo que posteriormente derivaría hacia una erótica trágica en la que es su mejor obra hasta la fecha: Sambre (Glenat).
Por otro lado, como eje principal de la trama, se alza esa voluntad de testimoniar una determinada realidad social, global, más o menos compleja, generalmente vinculada a algún conflicto bélico conocido. Esta voluntad resultaba bien evidente en Cielo XX, obra que de alguna manera precede a la que ahora tenemos entre manos. También constituía el telón de fondo en el que se enmarcaban las relaciones de los protagonistas de Sambre, inmersos en plena Revolución Francesa. Pero es aquí, en este Cielo sobre Bruselas tan reminiscente en su título de las películas de Wim Wenders, donde ambas temáticas, romanticismo erótico y retrato bélicosocial, se articulan en un mismo discurso de manera más clara. Quizás, incluso, de manera demasiado clara.
De entrada Yslaire establece toda una declaración de intenciones con la elección de su protagonista principal. Jules Engell Stern, tal vez un angel que, con toda certeza, se siente y sabe judío Khazar. Aunque Yslaire acomoda a sus intereses lo poco que se conoce de este colectivo, diría que añadiendo de propia cosecha algún que otro detalle, es reconocida la existencia de esta comunidad de judíos turcos que constituyeron un reino independiente a orillas del Cáspio entre los siglos VII y XX y en el que gentes de todas las confesiones convivían harmoniosamente.
Y es esa, precisamente, la proclama de Yslaire desde esta obra: la posibilidad de una convivencia armónica a pesar de las diferencias de étnia y credo. Una proclama que la realidad reafirma y refuta a partes iguales.
Pero, como decíamos antes, su discurso es demasiado claro o, digámoslo más abiertamente, demasiado parco en matices. Es éste un trabajo excesivamente desnudo, esbozado, simple. Ya se manifiesta algo de eso en el acabado gráfico. Aunque bello, la elección de planos y el retrato de escenarios carecen de la inspiración que nos maravillara tiempo atrás en Sambre. Por lo que respecta al apartado argumental, también en él faltan detalles. Yslaire establece como base para esa convivencia armónica el simple deseo amatorio que nos es propio a los seres humanos y que no distingue de razas. Y aunque esa pueda ser “una” verdad, aunque fuese premisa valida para un cuento sencillo, en esta historia se nos queda corta. No hay asideros que nos la hagan lo suficientemente creíble, si acaso tan solo la naturaleza sobrenatural de nuestro judío protagonista.
Tendremos que esperar a las siguientes entregas de esta obra para ver si Yslaire enriquece su discurso. Un discurso para este siglo XXI que, como él bien señala, parece marcado por el desencuentro entre el pueblo musulmán y el resto del globo.
Me pareció una simple y llana bazofia con ínfulas de grandeza de mercadillo. Siento ser así de duro, pero es que me decepcionó mucho.
¿ínfulas de grandeza de mercadillo? ¿Quedamos el sabado por la mañana y me lo explicas? 😉
Pues a mi me encantó 🙂 No se, esta aproximación mitológico-futurista al sacrificio humano me parece interesante. Estoy ansioso por los siguientes volúmenes. Al menos es ambicioso en su planteamiento tanto estético como narrativo, y eso es de agradecer entre tanta obra «precipitada».
Bueno, Toni, como te acabo de comentar por teléfono, no voy a poder quedar el sábado 🙁 Y es una lástima, porque me lo paso mejor cuando discrepo en una obra que no cuando coincido.
Voy muy justo de tiempo y no puedo extenderme. Pero más adelante ya retomaremos este álbum y lo discutiremos con tranquilidad.
Lo mismo va por usted, Jordi 🙂
Saludos.
No me extraña que te guste, Jordi, seguro que te has sentido muy identificado con su protagonista, todo un judío erotómano como tú 😉
Dejé sin comentar en la reseña otro detalle que me parece relevante: la nota acerca de cómo las nuevas tecnologías pueden ser vehículo para ese encuentro intercultural e interpersonal.
Sí que me he identificado un poco si 🙂
Lo de las nuevas tecnologías es un punto muy relevante, cierto. Salen muchas pantallas de televisión, móviles… y contribuyen mucho a la reflexión sobre si las tecnologías fomentan espacios de encuentro o de desencuentro… Buen punto. Yo no había caído.