Astérix fue una de mis primeras tomas de contacto del mundo del cómic. Mi padre era gran seguidor de los cómics (siempre en gallego, de donde venimos) y entre mis primeras lecturas de este medio estaban muchos álbumes del galo favorito de todos junto a Mortadelo y Filemón y demás personajes. Lo bueno de Astérix en mi opinión es que te puede encandilar de niño y de adulto vuelves a leerlo y descubrir cosas que habías pasado por alto. Esto es el caso de uno de mis cómics favoritos de siempre, El combate de los jefes.
Gosciny y Uderzo se encargaron de expandir el territorio de sus personajes en el décimo álbum de la colección recopilado en 1966 y previamente publicado en tiras cómicas entre 1964 y 1965. Parecía que antes la Galia solo era esa «aldea de irreductibles galos» pero los autores les añaden una aldea vecina, Serum, que pertenece a Roma y la cultura del imperio se impone a sus orígenes. Serum cuenta con su jefe de nombre Prorromanix, totalmente a favor de la cultura romana y de destruir su propio patrimonio cultural a cambio de imponer la arquitectura y costumbres del invasor, como construir acueductos o faros sin ton ni son o enseñar latín en la escuela de la aldea. Esto le sirve a los autores como crítica del colonialismo o el imperialismo en el pasado, las culturas desaparecidas por culpa de las diferentes incursiones y conquistas y poblaciones que han olvidado sus raíces para siempre. A destacar el primer conjunto de viñetas de la página que se muestra a continuación, el gag de las columnas, y que sirve perfectamente para ilustrar la actualidad.
El argumento del cómic comienza cuando los antagonistas del cómic, el centurión Langelus (una clara parodia del dictador italiano Benito Mussolini, tanto en su apariencia física como por su forma de hablar gritando) y su lacayo Ladinus, quieren secuestrar a Panoramix, el druida, para que Prorromanix, que es una mala bestia y en mucha mejor forma que Abraracúrcix, el líder galo, pueda desafiarlo en una tradición llamada «El combate de los jefes», un duelo físico cuyo perdedor deberá entregar su aldea al jefe vencedor, y si ganase Prorromanix, sería entregarle lo poco que queda de la Galia a Roma. Afortunadamente para ellos, Obélix (que se roba completamente el cómic a nivel de humor, lo que me he reído releyéndolo no está escrito) deja fuera de juego al druida al aplastarlo accidentalmente con un menhir y dejándolo amnésico y atontado, con lo cual no puede realizar la poción mágica y lo que deja a Astérix con solo dos opciones: tratar de devolverle la cordura a Panoramix y entrenar a Abrarácurcix, ya que sin la poción es un oponente bastante endeble.
Cabe destacar que en este álbum el protagonismo absoluto no es solo de los galos sino también de los romanos. La dinámica entre Langelus, Ladinus (con un duelo constantemente regido por la ambición) y sus soldados es bastante divertida (directamente prefieren morir antes que verse las caras con los galos), destacando la escena en la que Astérix y Obélix usan a uno de ellos como conejillo de indias para los intentos de pociones del demente Panoramix.
La situación acaba favorablemente para los galos, con Abraracúrcix consolidándose como antecesor del estilo de combate de Muhammad Ali / Cassius Clay (cansar al rival y noquearlo cuando esté aturdido así como su posterior baile de la victoria) y, sobretodo, dándole a la aldea vecina de Serum de que no olviden su cultura gala y no sucumban al modelo de los invasores romanos. Aunque sea una escena breve, hay que destacar la antesala del combate de los jefes, que recrea la típica escena de las verbenas tan presente en Francia y España, con sus atracciones, puestos de comida y bebida, etc… y la consulta de Amnesix, el psicólogo druida, cuyos desencuentros con Obélix resultan totalmente desternillantes. Siempre me ha fascinado el talento de Gosciny para escribir comedia, rara vez los chistes pasan de moda y sabe utilizarlo muy bien tanto en la forma de expresarse de estos personajes, como en la habilidad de Uderzo para narrar estas escenas.
El combate de los jefes es uno de los álbumes más disfrutables de los irreductibles galos, tanto por su gran sentido del humor como por la reivindicación de que no se debe olvidar ni someter la identidad cultural de los diferentes pueblos. Simplemente agradezco a Albert Uderzo y René Gosciny por haber creado un universo tan rico, con unos personajes tan atemporales y unas historias con las que nunca te aburres, sin ellos yo posiblemente no estaría escribiendo aquí y lo más importante, muy probablemente no hubiera conocido este medio tan maravilloso.
VALORACIÓN GLOBAL
Guión - 10
Dibujo - 9
Interés - 10
9.7
Un combate a la altura
Una excelente aventura cómica con un importante mensaje en el que reivindica la identidad ante el conflicto de los invasores.
Otra de las bellezas que andaban (un poco despanzurrado) por los cajones de mi abuela, pegadas con cinta. Por eso estuve 20 años sin saber el final…porqué le faltaban las últimas dos páginas. Recuerdo sobre todo el color, cuando van probando las distintas pócimas tremendo. Otro ejemplo de perfección, me están matando de nostalgia!
El legionario con la lechuza que le acompaña se merecía convertirse en personaje recurrente de los álbumes posteriores.
«Me siento ligero…muy ligero…»
El final…»sino tengo cuidado engordaré…solo comere estas tostaditas con alguna cosita…» «que otra cosita?» «UN JABALI, POR TUTATIS!!!» Ovación de pie.