La naturaleza literaria del cómic trae de cabeza últimamente a gran parte de la teoría y la divulgación sobre historietas. ¿Es el cómic una forma de literatura? Generalmente las aproximaciones a estas preguntas son muy viscerales, hay acusaciones de complejos arriba y abajo, los contertulios se cabrean o se mofan del contrario y sale a relucir el sempiterno asunto de la novela gráfica. Pues bien, vaya por delante: este artículo no va, en principio, sobre novela gráfica. Y no va sobre novela gráfica porque, además de resultar cansino, narratológicamente la novela gráfica no se diferencia en nada del comic book de 24 páginas… sus teóricos describen, eso sí, diferencias industriales, delimitaciones generacionales, ambiciones subtextuales, tendencia a la densidad y otra serie de conceptos asociados, pero ninguno de ellos resulta puramente formal. Y, además, esto es algo en lo que ellos están de acuerdo: no hay una diferencia sustancial en la forma artística cuando se habla de novela gráfica.
Por tanto, y aun a riesgo de cabrear a cierto autor británico de renombre cuando dijo aquello de «podrías llamar a Maus una novela, probablemente podrías llamar a Watchmen una novela, en términos de densidad, estructura, tamaño, escala, la seriedad del tema y cosas así», la novela gráfica no tiene nada que hacer en el debate de la historieta como literatura. En primer lugar porque esos «términos» que categorizaba Alan Moore no son privativos de la novela o la literatura ni extensivos a toda su producción (¿acaso toda novela es densa, está bien estructurada, resulta seria, etc.?) pero, en segundo, porque al no existir una diferencia efectiva de formas artísticas la cuestión debe plantearse de la siguiente forma: o toda la historieta es literatura, o ninguna lo es. Dicho lo cual, la respuesta a la pregunta inicial es compleja y se responde, como toda cuestión compleja, con un «depende». Para terminar con este introito, otra aclaración: éste no es un artículo teórico sino metaanalítico… la intención es la de ofrecer de forma clara para el lector –para lo cual, me temo, tendremos que sintetizar y simplificar– una mirada ajustada a lo que verdaderos teóricos han dicho, de cara a iluminar –mas no desentrañar– tamaño nudo gordiano.
Con todo precisado, comencemos: la naturaleza de la historieta como literatura es algo que únicamente se esclarece a la luz de las posturas que las distintas escuelas teóricas tienen respecto al cómic; a la de la condición que le otorgan a la palabra, la imagen y el texto en la historieta; y más aún, a la de las posturas preexistentes frente a otras artes a las que acuden esas escuelas teóricas antedichas. En España, sin ir más lejos, antes de que cundiera el análisis semiótico y narratológico de la mano de Manuel Barrero (Tebeosfera), Miguel Ángel Muro Munilla (Análisis e interpretación del cómic: Ensayo de metodología semiótica) o Rubén Varillas (La arquitectura de las viñetas), grandísimos teóricos como Román Gubern o Luis Gasca (El lenguaje de los cómics) se aproximaron al terreno comicográfico desde el campo audiovisual y mediatizaron un corpus teórico que hacían funcionar por analogía, desarrollando consiguientemente una actitud hacia la palabra y, sobre todo, la imagen. Por su parte, Will Eisner (El cómic y el arte secuencial) o Scott McCloud (Entender el cómic) viciaron en cierta medida el corpus anglosajón con una aproximación más divulgativa que teórica en la que primaron criterios formalistas y fenomenológicos para aupar la secuencia y la elipsis al estatus de elementos distintivos del cómic.
Famosa no, famosísima, es la definición de McCloud –totalmente inservible, pues jamás generó consenso, como pasa con todas las definiciones que pretenden acercarse a un abstracto a partir de la descripción– según la cual el cómic consiste en «ilustraciones yuxtapuestas y otras imágenes en secuencia deliberada, con el propósito de transmitir información y obtener una respuesta estética del lector» (en Entender el cómic). Una propuesta del todo inespecífica que supone un auténtico coladero, que permite incluir ilustraciones secuenciales previas y que, sin embargo, ignora por ejemplo la viñetas de prensa. A este respecto yo comparto (o estoy más cerca de) las tesis de Gubern cuando enunció que en el cómic «la viñeta es la representación gráfica del mínimo espacio y/o tiempo significativo», estableciendo por tanto la viñeta como comicema (unidad mínima con significado en el cómic).
Comparto también la óptica materialista dialéctica e histórica de quienes afirman que la madurez del cómic como forma artística –es decir, su constitución como arte con características privativas y exclusivas– depende de su condición de medio de comunicación industrial reproducible. Y comparto también, en definitiva, la postura de los que dicen –ya llegaremos a ellos– que la historieta es un medio fundamentalmente narrativo pese a la existencia de cómics abstractos, porque la abstracción se opone no a la narración (se pueden narrar historias pero también emociones) sino a la figuración. Por tanto, si algo de McCloud reivindico como valioso es su diferenciación entre forma y medio artísticos con respecto al contenido que pueden ofrecer (la forma artística de los cómics puede vehiculizar potencialmente cualquier mensaje) y, sobre todo, una pequeña frase que enuncia justo antes de su definición en Entender el cómic; en concreto ésta: «no tiene que llevar palabras para ser cómic».
Pero nos estamos desviando (o no, ya se verá). Decíamos hace dos párrafos que lo que importa en este debate son las escuelas teóricas, su mirada al trinomio palabra/imagen/texto y su posición frente a escuelas precedentes procedentes de otras artes. Buena parte de la española se ve condicionada por el audiovisual, buena parte de la anglosajona por el formalismo y la fenomenología y la escuela francobelga se ve condicionada ¿por? Pues indefectiblemente por el estructuralismo lingüístico. Es decir, por Barthes, Jakobson, Coseriu, Bal pero, sobre todo, por el concepto de lógica sincrónica de Saussure y el de doble articulación de Martinet. A partir de ellos se desarrolla la teoría semiótica de la historieta –con Umberto Eco entre sus filas– y también la narratológica actual. Y de cómo los distintos teóricos se posicionen con respecto a la mirada estructuralista/semiótica/narratológica a la historieta, así surgen quienes indican que el cómic posee un lenguaje propio o que deriva de la literatura.
Así que entremos en harina: para la narratología –entre cuyos seguidores pasivos me cuento– el cómic es un vehículo artístico y narrativo basado en una doble articulación verbo-icónica. Como tal, «comparte muchos mecanismos discursivos con otros medios igualmente narrativos, como la novela o el cine, pero exige un análisis individualizado de acuerdo a su doble naturaleza articulatoria» (en La arquitectura de las viñetas). Por tanto, las tres únicas maneras de considerar el cómic como una subcorriente literaria serán a) Desequilibrar esa articulación en favor del verbo, b) Acudir al concepto contemporáneo de «texto» o c) Deslegitimar el enfoque narratológico y semiótico como metodología válida en el análisis de la historieta (el camino escogido por los negacionistas de la escuela francobelga). Entre los defensores de la primera opción tenemos a Ignacio Vidal-Folch y a Ramón de España, quienes en El canon de los cómics defendían la fundamentación de la historieta en el guión, en el relato y, por consiguiente, su inclusión en el campo de la narrativa escrita. Más allá del carácter inspirador de Harold Bloom en la obra, habría que hacer notar aquí el evidente confusionismo de la afirmación, ya que la narración no es privativa de la literatura y, además, la imagen puede ser perfectamente narrativa por sí sola (volvemos a esa cita de McCloud, bastante reivindicable –relativamente– y no sólo porque lo diga yo).
Vayamos ahora a la segunda opción: el concepto actual de texto y las inferencias que podemos obtener de él. En Pour une lecture moderne de la bande dessinée, Jan Baetens y Pascal Lefèvre desarrollan una serie de conceptos (que luego han ido puliendo en diversos papers publicados, entre otros sitios, en esta magnífica web) a través de los cuales indican que el texto, tal y como hoy en día se entiende (una composición de signos codificado en un sistema de escritura, una concepción muy estructuralista y semiótica), y los criterios de textualidad (cohesión, coherencia, intención comunicativa, etc.) permiten disponer un análisis textual de la historieta, tanto del verbo (por supuesto) como de la imagen (sujeta a esa naturaleza textual). Las imágenes de los cómics, por tanto, se articularían siguiendo criterios de textualidad. Algunas páginas especializadas e incluso teóricos como Eddie Campbell en algunas de sus charlas han señalado a partir de ahí que como los cómics, «en algún punto de su evolución, han debido requerir una planificación escrita, incluso si esta escritura consiste enteramente en jeroglíficos que nadie puede interpretar, puede decirse que los cómics se han convertido en una forma de literatura».
La repuesta semiótica y narratológica a estas disquisiciones, sin embargo, las refuta de manera satisfactoria: si hemos determinado que el concepto de texto hace referencia a unidades que admiten distintas codificaciones (verbales, musicales, pictóricas) no es de recibo seguir considerando el texto escrito como algo privativo de la literatura en su concepción clásica. Debería admitirse por contra que cualquier medio narrativo emplea el texto con una codificación propia y que el concepto de texto se ha emancipado del verbo. O, si se pretende rizar el rizo y hacer del texto algo privativo de la literatura (que dejaría así de ocuparse de verbos para ocuparse de textos) debería admitirse igualmente que la historieta, el cine, la música y un largo etcétera son subcorrientes literarias.
Nos queda ya únicamente la tercera opción de las consignadas: deslegitimar la narratología como metodología de estudio comicográfico. El principal valedor de la metodología semiótica historietística en la escuela francobelga es Thierry Groensteen. En sus libros Système de la bande dessinée y La bande dessinée: une littérature graphique, así como en al menos un artículo de European Comic Art, Groensteen propone una semiótica adaptada/nueva para analizar la historieta, ante su percepción de que el cómic no puede dividirse en unidades mínimas de significado tal y como las entiende la lingüística verbal tradicional. Instaura por tanto como comicema la viñeta –algo que ya vimos en Gubern– y desmenuza las relaciones sintácticas entre ellas. Su aproximación es interesantísima, si bien cae en el discurso teorico de identificar relaciones textuales y llamar a esos textos literatura. Frente a él, sin embargo, tenemos a Harry Morgan y su Principes des littératures dessinées (por cierto, estos libros los importo a través de Díaz de Santos y otros… es un pena que no estén traducidos y una suerte para mí el saber francés).
El aparato discursivo de Morgan es brutal y ambicioso al máximo, y de él tenéis un compendio en la página web del propio autor. Básicamente desestima el análisis semiótico y estructuralista en favor de una stripologie basada en la imagen, inabarcable por parte de ese tipo de metodologías, y reniega de la condición híbrida de la historieta y del análisis historietístico por comparación. Para Morgan, el cómic se basa en imágenes narrativas, para las cuales el teórico rescata un concepto que nos es familiar (la secuencialidad) pero al que le resta la condición yuxtapuesta y le suma la sincrónica… es decir, que una sola viñeta es secuencial y narrativa en tanto en cuanto ofrece la posibilidad de evocar el momento precedente y posterior sin necesidad de yuxtaponerlos. ¿Por qué literatura? Por tres motivos: 1) Para desterrar la concepción híbrida del medio, 2) Para subrayar el carácter narrativo y 3) Porque para Morgan el tempo de la historieta es diegético (el narrador lo establece, el lector lo impone) y no mimético (impuesto por la narración, como en las artes audiovisuales). ¿Por qué secuencial? Porque la secuencialidad es el único artefacto que permite diferenciar la «literatura dibujada» (littératures dessinées, es decir, la historieta) de la literatura escrita ilustrada. Sea como fuere, volvemos a chocar con la identificación entre literatura y narración.
Et c’est tout, mes amis! Nos hemos dejado por el camino a algunas escuelas, a teóricos tan importantes como Benoît Peeters, Robert C. Harvey o Daniele Barbieri, y algunas posturas interesantes que habrían añadido más diversidad a este texto. Queda, pues, parcialmente incompleto, pero en cierta medida consigue lo que se propone: ofrecer un vistazo a la historieta y a su siempre compleja relación con la literatura. Pero, también y sobre todo, señalar que las posturas que hermanan a la primera con la segunda no dependen de criterios como la seriedad, la estructura, la profundidad, la madurez o la libertad autoral, sino de miradas mucho más complejas. Y aquí lo dejo.
El cómic es cómic, la literatura es literatura y, pongamos, el cine es cine. Esto debería ser de cajón. Cada arte, en su sitio.
Toma torpedo en la linea de flotación de los «sectarios» de la NG!!!
Jejejejeje ¡pues no era mi intención! Estoy cansado de los líos que apareja la NG. Creo que es un tema demasiado viciado en el que hay encontronazos personales y tal y que hasta dentro de un buen tiempo mejor no tocarlo. De hecho he escrito este artículo con una visión propositiva y divulgativa de un tema que genera interés, y no especialmente contra nadie. Aunque supongo que alumbra debates secundarios. Un saludo, Dick.
No si se ve perfectamente que no era esa tu intención. Pero es por eso que me parece brillante tu artículo, porque situa el debate donde debería de estar y no algunos lo quieren llevar.
Muchas gracias entonces por el comentario, Dick 😉
¿Y aquellos tomillos de Bruguera con una narración acompañada de viñetas que precedieron a las Joyas Literarias Juveniles, qué eran? El cómic no es una forma de literatura, en tanto en cuanto emplea la secuencialidad visual para emitir mensajes. El comic, en mi opinión, como medio, tiene más en común con el cine o el teatro que con la literatura. O tiene tanto en comun con la literatura como el cien o el teatro (al menos el teatro «standard»). Yo siempre lo he considerado un híbrido de la literatura y la pintura, con entidad propia (y, desde las ediciones absolute, con parentesco con la escultura), con notable equilibrio entre ambas artes. La literatura ilustrada es más literatura con ilustraciones que ilustrada en sí misma: no hay equilibrio, el texto como herramienta descripitiva prevalece netamente sobre el dibujo. Por poner un ejemlo por tods conocido, El Principito se sirve de dibujos, pero salvo en el caso del sombrero vs. la boa que se ha trincado al elefante, el resto de ilustraciones son accesorias.
Dicho lo cual, es un tema que me la trae bastante al pairo y que siempre va a chocar con la subjetividad. A mí el señor Moore no me va a convencer de que Watchmen es literatura pero El sulfato atómico no, no puede: mal que le joda, a nivel cuantitativo y probablemente también cualitativo, Watchmen tiene más en común con la obra magna de Ibáñez que con Germinal. De la misma forma que soy incapaz de determinar que mi Todo Mafalda es más o menos literario que mi Maus. Y, ya que tenemos a Quino a mano, ¿no hace cómic en esas estupendísimas historias, agrupadas en ocasiones en tomos temáticos, en las que el texto brilla por su ausencia? Porque podemos dudar si un cómic es o no literatura, pero yendo a lo esencial, un cómic es más imagen que texto: de lo segundo puede prescindirse, de lo primero no. Salvo que entendamos como literatura todo proceso inherente a la creación narrativa, con lo que cualquier guión con un objetivo narrativo, desde el libreto de una ópera hasta la creación de uno de estos vídeos musicales en los que «pasan cosas», incluso un alegato de un abogado, sobre todo cuando miente, serían literatura. Pero, por muy buenos que sean, son otras cosas, ¿no?
Entonces: literatura por un lado comic por otro, y todos tan contentos. Por cierto, las portadas de los comics, sobre todo estas tan guapas que vemos ahora, que ni siquiera tienen por qué ver con el interior del comic, ¿que son? ¿Ilustraciones sin más? ¿Una parte del comic que no es comic realmente pero que precede al mismo? ¿Y si en la portada hay un bocadillo, un tipo rocoso diciendo «Es la hora de las tortas», entonces ya no es mera ilustración y sí es comic, porque nos está narrando su predisposición a ponerle tibio a hostias a Pete Pote de Pasta?
Sin restarle interés a cualquier aproximación analítica, a veces creo que determindas inquietudes responden más a intereses corporativos (en este caso, necesidad de legitimar o deslegitimar el medio comic) que a «inquietudes científicas».
Que pedazo artículos te estas marcando, José. A este paso vas a dejar a Scott McCloud como un simple aficionado xDD
Bueno jorgenexo, yo creo que como en todo la cuestión no es lo que propones sino cómo lo argumentas. Las aproximaciones al cómic como literatura de la escuela francobelga me parecen interesantes y fundadas, aunque me sienta cómodo con el análisis del texto y el discurso de Varillas (para mí, un manual impresionante de teoría de la historieta con alguna pega miniminimísima). Sin embargo una aproximación en base a rasgos cualitativos, pues no. Ahí sí veo otros intereses hasta que pueda leer una fundamentación seria.
Jordi jajajajaj ¡muchas gracias! Aunque no te pases con los parabienes grandilocuentes 😛
En fin, realmente sólo quería argumentar que, más allá de el entretenimiento que nos pueda proporcionar una discusión sobre semiótica, personalmente no soy partidario de desmenuzar analíticamente el sentido profundo de mis aficiones. El comic es una cosa, y la litratura otra, y yo busco en ambos los mismo, pero siguiendo caminos diferentes. Vamos, que lo tengo tan claro que no termino de ver el interés a discutirlo: la cerveza es cerveza y el vino es vino, aunque cuando consumo ambos, busco lo mismo: placer. Si lo consigo o no, depende de su calidad y/o de su adecuación a mis gustos, pero no los disfruto ni más ni menos en función de lo que sé o dejo de saber de su proceso de elaboración. Con lo que me aportan, me basta.
Dios, eso si que es saber entender un tema y explicarlo para que se entienda, ¿tu sabes lo que ayudan este tipo de artículos a entender el comic a la gente que sigue pensando que no son sérios? Un gustazo leerte.
Jorgenexo, eso que cuentas es el eterno conflicto… ¿se disfruta más de las cosas conociendo sus tripas? No. Pero el placer de ver algo funcionar y de saber como funciona es distinto. Yo extraigo placer de ambos procesos, sin que piense en absoluto que para ser un buen aficionado al cómic haya que reflexionar sobre su teoría. Otra vez será 😛
Sinpol, ¡muchas gracias! De hecho me daba miedo dar demasiadas cosas por sentadas. Me alegro de que se entienda bien, así que gracias por partida doble.
Como siempre, muy buen artículo, aunque personalmente me pareció más interesante el anterior. En este estoy menos puesto y, a fin de cuentas, creo que aunque comic y literatura son artes relacionadas, pretender incluir el primero como parte del segundo no deja de ser una visión reduccionista.
Es un artículo hecho «a fondo perdido», para el archivo, para clarificar ideas, por si alguien quiere rescatarlo algún día y porque el tema me interesaba. Respecto a lo otro, tienes un correo 😉
Gran artículo, aunque para ser sincero sentí que estaba leyendo un apunte de la Universidad. Sin ofender, supongo que no estoy aconstumbrado a leer este tipo de texto por computadora.
Por mí, la historieta ya es una forma de arte independiente a la literatura, si bien el primero toma prestado algunos elementos del segundo.
Pero (siempre hay uno), en algunos casos no es tan fácil diferenciar del uno y del otro.
Por ejemplo, las caricaturas satiricas de a principios del siglo pasado, que precedieron a la historieta de los diarios: lo obvio sería decir que son historietas en su minima expresión, pero en algunos casos la parte visual es inentendible sin el texto de apoyo de abajo. Esas caricaturas, ¿que son con exactitud?, ¿son comics, literatura, ilustraciones?. Depende del criterio de quien lo clasifique.
Otro caso, los cuentos infantiles ilustrados, ¿cuanto peso tiene el dibujo en la narración?, ¿las imagenes aconpañan el texto o al revés?. Tal vez deberían pensar en eso cuando vayan a leer un cuento a sus hijos (yo no puedo porque no tengo hijos).
El comic es comic, pero determinar que es comic también es objeto de debate. Hay que tomar en cuenta que los medios de comunicación cambian a lo largo que lo hace la sociedad y la tegnología que tenga a su disposición.
Ya basta de tener que dignificar los cómics siempre comparandolos con la literatura, un «arte más elevado» según algunos. Incluso el termino NG lo empareja con los libros. Y las tiendas de cómic especializadas se llaman «librerías de cómic»…si una carniceria es donde venden carne, una polleria donde venden pollo y una zapateria donde venden zapatos, pq donde se venden cómics no es una comiquería? Imagino que por temas editoriales y culturales, interesa que el cómic tenga el un status parecido a los libros (pero nunca jamás al mismo nivel, «Dios nos libre son literatura pero un peldaño por debajo»), que se olvide que son «panfletos con dibujos reunidos por grapas» y se venda la imagen de la tapa dura a 30 euros. Me encanta los tomos, no tengo nada en contra de ellos, pero un cómic por ser en tapa dura no es mejor cómic que el Detective Comics 863 en grapa. Si alguien necesita dignificar este arte emparentandolo con la literatura es que no le tiene mucho aprecio. Como dice Jorgenexo, para mi es lo mismo Watchmen que el Sulfato Atomico, que la Semana mas larga de Superlopez, historias todas ellas contadas con palabras y dibujos de forma secuencial. Otra cosa es que un cómic sea mas profundo o no, que tenga distintos niveles de lectura o a sus personajes se les haya sacado el jugo totalmente, pero eso ya forma parte de la calidad de la obra, no de su medio. Es cierto que el termino NG ha ayudado a vender cómics donde antes no se vendían (lease caprabo por ejemplo) pero no se hasta que punto eso es bueno, es decir, entiendo que para editoriales y autores, si lo es, pero para tiendas especializadas no se si tanto…está bien que los cómics salgan del ghetto y del frikismo malentendido, pero no a costa de ser el hermano pobre de los libros. Son dos cosas distintas y geniales ambas, solo que diferentes, y parece que no se puedan tolerar dos cosas distintas y geniales que cada una campan a su ancha, pero curiosamente siempre tenemos que comparar, decir que cosa es mejor o meterlo todo en el mismo saco…y la pregunta es porque?
Opino de nuevo sin leer comentarios, José
Creo que uno de los más graves problemas para superar este escollo de si el cómic es o no es una forma literaria parte de la asunción de que la historieta tiene, en parte, una «naturaleza literaria». No la tiene necesariamente, o la tiene por añadidura. Me explico: la historieta se sustancia como medio nuevo sobre la base de la imagen fija. Sustancia. Fija. Esas son las claves de partida. Si los mensajes se emiten con textos y no con imágenes o esas sólo sirven de apoyo la sustancia será otra. Si las imágenes se ofrecen en movimiento entonces se configura un nuevo medio. Y nadie discute que la animación o el cine, por este orden en su nacimiento, son nuevos medios y distintos sustancialmente de la literatura.
Obviamente. Con la historieta se hace, en parte por la supeditación a los soportes en los que se servía literatura, ensayo o información, en parte por la ausenciaa de una tecnologá propia para la emisión de mensajes que sí dispuso desde su nacimiento la fotografía, el cine o los hipermedia. Claro que para hablar de sustancia hay que remontarse a Hjemslev, y para hablar de literatura hay que echar mano de la teoría literaria. Y los teóricos literarios prefieren no hablar de cómic, salvo que se trate de su querido Tintín (con lo que volvemos a la infancia, el discurso sobre la nostalgia, la historieta con función didáctica y tal y tal). Lo malo es que las herramientas de la historia del arte se sitúan en una tierra intermedia que ni aprueba las metodologías narratológicas ni usa con propiedad las de la teoría literaria (acaso sí las de la Estética). Estoy de acuerdo con la afirmación de que toda historia se puede narrar en historieta y no hay diferencia sustancial entre novela gráfica y cualquier otra «forma» de historieta. En el repaso que citas falta el investigador más brillante y «verdadero» que más ha aportado a este debate: Jesús Jiménez Varea, que en su tesis de 2005 ya se explayaba sobre la semiótica y la narratología aclarando el panorama mucho más allá de donde lo dejaron Muro Munilla o Varillas. (Jesús no la ha publicado, brrr, pero puede leerse en la biblioteca de su facultad).
Un reproche, José: Sigo sin entender porqué se usa el término «comicográfico» para referirse a lo historietístico o a lo tebeográfico. Ya se lo discutí a Rubén en su día, pues lo usa en su excelente libro sobre narratología. Lo desaconsejo porque utiliza una raíz inglesa, cómic, junto con una latina, gráfico, que luego se pervierte con el añadido de la o. El resultado hace pensar que se trata de una referencia a «lo cómico». ¿Tanto cuesta usar palabras de raíz española? Aquí hay otro debate. Yo discuto el postulado de Gubern de la viñeta como unidad mínima de significado. No lo es y se puede demostrar fácilmente. Sobre esto me extiendo en un texto que remití hace un año (¡un año!) a una universidad y que debería haber visto la luz ya en internet, públicamente. Prefiero esperar a que salga; cortesía obliga.
Con lo demás, de acuerdo, no hay historieta como medio si no hay reproducción múltiple de la obra, y no hay historieta si no hay narración. La abstracción existe, naturalmente, como excepción a la generalidad. Como en otros medios y otras artes. Y, sí, el texto en la historieta no es condición necesaria; la imagen lo es. De ahí que se puede tener en cuenta a Martinet pero con reservas. La doble articulación se queda corta, sobre todo hoy, tras la admisión de otras teorías sobre lo textual (hipo, meta, hiper) que nos dicen que hay otras articulaciones operando, no sólo esas tan evidentes. Pero ceñirse sólo al «texto», y a texto como algo «escrito» más aún, es un error de partida. Hay textos y subtextos, y no todos están escritos. O sólo lo están en la interpretación / construcción mental que se hace el espectador -que no lector- de una historieta. Hay una interesante deriva ahí, esa que recupera lo peor de la fenomenología, que habla de que la historieta «se ha convertido» en una forma literaria. Je, se admite que no lo fue en origen pero se reconduce hacia lo literario. Esto no tiene una base sólida, me temo. Interesada sí. Pero no voy a entrar ahí. Estoy contigo en que la tesis de Groensteen aparte de limitada está muy superada y que la de Morgan es mucho más coherente. Lectura imprescindible. Pero Morgan reniega también de Hjemslev y ya parte de una idea preconcebida (ve al inicio de su libro) que delimita el alcance de la historieta frente a lo literario.
Los límites siguen ahí. Y es un hecho cultural. Sobre todo en España, donde comparativas como esa de que la historieta es «como la poesía» debido a su arrinconamiento cultural resultan, hoy por hoy, inaceptables además de imposibles.
Ergo, hay que reflexionar más, escribiir más, publicar más, y debatir más.
Salud.
Perdón, la tesis de Jiménez Varea no es de 2005, es de 2002. Depositada el 11 de junio de 2002, concretamente.
Manuel, aciertas de pleno con tu primer párrafo… aunque el asunto creo que es más complicado. El asunto viene de un error de concepto: la (falsa) sinonimia entre texto y verbo. La historieta se sustancia sobre la imagen fija, pero hay quien articula una relación textual en esa imagen (por elipsis con respecto a una imagen implícita o por yuxtaposición a una imagen explícita). La cuestión es que muchos currutacos hacen suyo ese discurso pero aún así siguen estableciendo la relación texto = verbo. Y claro, esas no son las reglas del juego: o se admite que el texto no sólo hace referencia al verbo (con el verbo competencia de la literatura) o se admite que si el texto es competencia de la literatura entonces cualquier medio narrativo es, de facto, literario (y eso incluye el cine, la animación, etc.). Que sería una auténtica boutade. Y a partir de ahí, suscribo tu segundo párrafo al completo.
Respecto al reproche terminológico… lo comparto, pero no seas excesivamente duro: uso la raíz española tres veces a lo largo del artículo. Tiendo a usar «comicográfico» (dos veces aquí) cuando hago referencia al autor que lo usa, cuando me refiero a estudios provenientes de EEUU o a géneros superheroicos, o simplemente como herramienta discursiva para no repetir expresiones (algo que me resulta antiestético en los textos escritos). De todas formas, tienes razón… la identidad se reivindica desde el lenguaje, y erradicaré un vicio (el barbarismo) en favor de otro (la repetición de voces y raíces). Sobre la viñeta como unidad mínima con significado, notar que digo que estoy «más cerca de» por oposición a la obligatoria necesidad de yuxtaposición de McCloud. Quedo a la espera de ese texto… por favor, házmelo saber en cuanto se publique. Lo de Jesús Jiménez Varea es imperdonable y más estando depositada en la Facultad de Comunicación de Sevilla. Subsanaré pronto el asunto aunque en mi defensa diré que es una lástima que no esté publicada y también emitiré un pequeño (y amistoso) reproche, que también funciona como consulta: ¿qué pasó con este proyecto de portal en el que estabas implicado junto a D. Álvaro Pons y D. Antonio Altarriba? Se hace cada día más indispensable, y más en los tiempos en que vivimos.
Respecto a la tesis de Morgan, es muchísimo más atractiva y consistente que la de Groenteen, efectivamente. Lo que me extraña es su metodología: él manda a la porra –perdón por la expresión cotidiana– no sólo a Hjelmslev sino a (casi) todos los estructuralistas y define el método que va a seguir como «empírico», al tiempo que parte de ideas preconcebidas. Me parece muy heterodoxo, aunque después su aparato discursivo sea extraordinario (no porque esté de acuerdo con él sino por lo bien que lo plantea).
Y finalmente, a propósito de «la conversión de la historieta en literatura», es cierto que podemos describirlo como fenomenológica pero creo que hasta eso resulta falsario porque la posición no se adopta desde la asunción de posturas epistemológicas fenomenológicas, sino desde la pura y dura promoción. Pero sí, mejor dejarlo ahí.
Un saludo.
Amén a todo.
El tema da para muuuucho más. Hay que escribir despacio sobre ello y en más sitios, que los comentarios de los blog se diluyen en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Lo del portal ese que comentas es un proyecto que respaldo y aplaudo pero no partió de mí y no puedo yo alzarlo. De momento, Tebeosfera sirve para encontrar algunas cosas.
Salud
Excelente Jose, muy bueno.
Es muy acertado el modo en que deslindas la relacion de la historieta con la literatura, de su tema, complejidad, sofisticacion, adultez, etc. Mezclar esto ultimo en un analisis sobre una forma artistica es la tonterìa mas grande del mundo, y es una tonterìa de moda.
Luego, Manuel, en verdad me intriga muchisimo el argumento que refuta a la viñeta como la unidad mìnima… a primera vista, si pareciera que una viñeta es la particula mìnima a la que puede reducirse una historieta. ¿No querès contarme? Te lo agradecerìa, saludos….
Gracias Jeremías. Efectivamente, de acuerdo con tu primer párrafo. Sobre ese argumento, Manuel ya ha comentado que su argumentación forma parte de un texto universitario que está por publicar, y que merced a ese compromiso prefiere no abundar de momento en el tema antes de que vea la luz donde debe. Nos toca esperar, pese a que a mí la curiosidad me acucia tanto como a ti. Un saludo.
«Estoy contigo en que la tesis de Groensteen aparte de limitada está muy superada y que la de Morgan es mucho más coherente. Lectura imprescindible. Pero Morgan reniega también de Hjemslev…»…y Thibault anula a Capoferro a menos que se haya estudiado a Agrippa. De verdad que cuando os ponéis así….
Dicho lo cual, percibo un cierto totum revolutum en algunos comentaristas entre «literario» y «narrativo», y con la palabra «libro», que no es más que una forma de juntar papel, y que no contiene literatura per se.
Jjejeje llevas razón… como le decía a otro comentarista en otro artículo, no es voluntad de epatar o de resultar pedante sino de dar ciertas cosas por sentadas o no. Este artículo es relativamente sintético, aproximativo. Si tuviera que explicar lo que uso como argumento no acabaría nunca, tendría que dedicar un artículo a Mieke Bal antes de pasar a usar las posiciones de Mieke Bal en el discurso, etc. Siento de veras si a veces las argumentaciones se vuelven crípticas.
Y metes el dedo en el ojo: precisamente la confusión entre literatura, narrativa, verbo y texto es el problema de base a la hora de encarar el debate de la historieta como literatura. Sobre el libro, cierto… no es más que un soporte, un invento. Como decían Umberto Eco y Jean-Claude Carrière en Nadie acabará con los libros, “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor». Aunque sus páginas dejen de ser de papel. Algo un tanto poético, pero sirve. Un saludo.
Bueno, al menos a Mieke Bal sí lo conozco, y a Gubern, y A Rudolph Arnheim, yo ando más por el territorio de las analogías entre artes y bla bla bla. Pero veces tiene uno la impresión de que hay que hacerse un maratón de teoría del cómic para leer aquí. Igualmente un saludo.
Joder, macho, ¿lo haces aposta? Parece que te hayas tragado un diccionario y lo hayas vomitado en la pantalla. Se pueden dar esas «ciertas cosas» que mencionas por sentadas hablando en cristiano y sin necesidad de sufrir un trastorno de pedantería. Un tema interesantísimo chafado por un autor que no sabe narrar ni verter sus pensamientos para que resulten comprensibles.
O es intencional para dar la impresión de sabiduría ante el auditorio ignorante o, peor, es así en la realidad.
Por suerte o por desgracia, el debate de la historieta como literatura se tiene que encarar así o no encararse. Le demostraría menos respeto al «auditorio» si lo tratara como a un tonto, si presupusiera que es «ignorante» como haces tú o si pretendiera acercarme al tema con afán evangelizador. Prefiero parecer pedante –que no lo soy– a ser condescendiente y paternalista, o a hablar del asunto con los argumentos equivocados.
El tema es especializado, y he ofrecido un repaso especializado a lo que comentan los teóricos. No tiene que apasionarle a nadie, no se es más culto por querer saber de esto y no se es mejor aficionado al cómic por mostrar interés en estas cuestiones (porque una cosa es la teoría y otra la práctica). Finalmente, mis pensamientos son comprensibles y las palabras están en cristiano… para quien entienda un mínimo de narratología y para quien sepa cristiano especializado, al menos. Al resto le proporciono herramientas suficientes para informarse si le gusta el asunto: sencillamente, no puedo pararme a explicar cada palabra, cada concepto y cada autor que uso para explicar a los distintos teóricos (a esos sí los explico), de la misma forma que un periodista deportivo no se para a aclarar qué es el fuera de juego en cada crónica que hace. Siento si te he chafado el tema. Un saludo.
Ah, bueno, si no eres pedante, vale. Es que como dices que no se puede encarar este artículo sin usar terminología minoritaria o inventada para darse uno el pisto. Que sacas toneladas de paja del granero para meterlo en tu artículo. Que das vueltas a una tuerca sin tornillo. Que para colmo, no veo ninguna muestra de carisma ni sentido del humor ni un puntito freak ni nada de nada. Pues no sé, según el diccionario… Pero oye, que si tú me das tu palabra yo no tengo ningún motivo para no creerla. Retiro lo dicho, pues.
Nah, tranquilo, sobreviviré. xDD Por otro lado, te dejo un consejo cojonudo que le dio Don Quijote a Sancho Panza, que te viene que ni pintado. Y también por los lectores que te lean, que merecen respeto:
-También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles, que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.
-Eso Dios lo puede remediar –respondió Sancho-; porque sé más refranes que un libro, y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo. Mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena presto se guisa la cena, y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y tener seso ha menester.
-¡Eso sí, Sancho! -dijo don Quijote-. ¡Encaja, ensarta, enhila refranes, que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre y yo trómpogelas! Estoyte diciendo que excuses refranes y en un instante has echado aquí una letanía dellos, que así cuadran con lo que vamos tratando, como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito; pero cargar y ensartar refranes a troche y moche, hace la plática desmayada y baja.
Aquí uno para ti:
Mira, Sancho- respondió Don Quijote-: yo traigo los refranes a propósito y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeslos tú tan por los cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia.
En fin, salud. Intentaré mejorar mi puntito freak para la próxima.
Proxima vez que nunca llego Sr. Torralba ¿no va a escribir mas?
Se extrañan sus textos. Saludos.
Coño, llego yo a conocer ZN cuando salió este artículo y me hubiera puesto fino-fino.
¡Qué va, Jeremías! Al menos por ahora no. Mucho trabajo y, sobre todo, muchos sinsabores en el día a día de la labor zonera hicieron que me despidiera por tiempo indefinido, aunque suelo permanecer activo en los comentarios. ¡Muchas gracias de todas formas!
Reverend, sírvete tú mismo. Al fin y al cabo, los comentarios no están cerrados.
Es mucha presión y responsabilidad, porque sí que tengo una posición definida pero no sé si tengo tiempo para desarrollarla, aparte de que evidentemente partiré de mi no-todo-lo-extensa-que-quisiera experiencia con los cómics que sí considero literatura.
Otros los considero mero entretenimiento, pero teniendo en cuenta que también tengo que distinguir entre lo que son los libros y lo que es la literatura (que ahí hay también buen terreno abonado para la polémica con los best-sellers, etc.).
Prometo que como muy tarde en verano me habré planteado el tema, pero bueno, que en los comentarios se cite al Quijote ya es buena señal 😛
Lo de citar al Quijote fue más un envite descortés entre petulantes con apariencia de civilizados, pero bueno está. De todas formas, me da que la vamos a tener con eso de «unos los considero literatura y otros entretenimiento». ¡La literatura no es un escalafón en una escala de valores cualitativos! Hay literatura que sólo busca entretener. Y, por supuesto, hay mala literatura. Otra cosa es la consideración social de una forma artística y otra, pero eso es terreno abonado para el marketing, no para la teoría. Lo de alta y baja cultura hace tiempo que se fue al garete en las aulas (por fortuna).
No es tanto cuestión de alta y baja cultura como de la noción de Literariedad, aún muy en boga en los estudios teóricos de la literatura. La noción de «campo literario» resulta bastante ilustrativa a la par que endogámica, pero el hecho de que una novela tenga cualidades literarias no la convierte automáticamente en literatura, del mismo modo que un cómic con cualidades cinematográfica no la convierte en cine o un condón con sabor a chocolate (*) no lo convierte en chocolate.
Eso sí, no me oirás hablar de alta o baja cultura porque por muy baja calidad literaria que pueda tener una obra, cumple una función social que es la de (a) el entretenimiento y (b) el fomento de la lectura, que puede llevar a la lectura de obras de «mayor calidad literaria».
Y por supuesto que hay obras que se han concebido como obras de entretenimiento (mismamente tenéis ahí el Quijote, esa parodia del panorama literario de la época), pero una cosa no quita la otra, y la literariedad de tal obra es digna de ponerse en entredicho (como la de cualquier otra).
Pero como digo, todo es cuestionable y no hvoy a ponerme a hacer divisiones entre «novela gráfica» como «más cercana a la literatura» (por los cojones) y «cómic pijamero» como «más orientado al entretenimiento» (por el palito que le faltaba a los cojones). Sería una cuestión de medir el grado de elementos literarios que contenga cada una de las obras concretas (cada grapa, cada tomo…) para determinar si tal obra es más o menos literaria.
Si tuviera que afirmar que el cómic, en general, es una forma de literatura diría que sí en cuanto a lo que los une y no en cuanto a lo que los separa, que parece esto una perogrullada pero es de cajón. Los mecanismos del cómic no son los mismos que los de la literatura y viceversa, tanto porque uno emplea la imagen como la otra emplea una más ardua descripción.
Pero el quid de la cuestión radica en que la imagen no tiene por qué ser realista, descriptiva, puede ser más sugestiva, descolocante y transmitir mediante su lenguaje más que cualquier sucinta descripción literaria (#RancioFacts nº 638: «Una imagen vale más que mil palabras»), pero también puede darse lo contrario. Y del mismo modo, las palabras pueden decir más de lo que aparentan, suscitar otras sensaciones y sentimientos, emplear otros métodos.
En fin, que me estoy alargando demasiado para acabar diciendo que la respuesta es un rotundo «Depende».
(*) Siento la referencia escatológico-sexual, pero es que me parecía que me estaba poniendo pelín divino.
Anda, este texto no lo conocía. Debió pillarme de vacaciones.
Pues en principio no estoy de acuerdo. De hecho me parece un completo disparate.
Cuando lo lea ya decidiré por qué.
Me interesa especialmente tu opinión, OCIOSO, porque puedes dar una mayor visión de conjunto: ¿se producía este debate entre las pinturas rupestres y la literatura?
¡Buen envite! Respecto al campo literario, a mí Bourdieu no me apasiona. Para la forma artística me va más el formalismo y la semiótica y, después, el materialismo cultural para definir la condición industrial y social de esa forma. De todas formas, date cuenta que aquí hablamos de sociología del arte. De todas formas, y aceptando el envite, yo distinguiría un campo historietístico de un campo literario.
Respecto a la literariedad… personalmente me cago en ella, y te la contrarresto con un combo de textualidad y linguística. Es decir, que Saussure se come a tu Jakobson. La literariedad reduce la literatura a su función poética (de hecho la delimita), mientras que a mí lo que me interesa son los mecanismos distintivos que le permiten a la literatura vehicular un discurso.
Añado, que me he quedado corto y respondí sin leer la segunda parte… «Si tuviera que afirmar que el cómic, en general, es una forma de literatura diría que sí en cuanto a lo que los une y no en cuanto a lo que los separa, que parece esto una perogrullada pero es de cajón. Los mecanismos del cómic no son los mismos que los de la literatura y viceversa, tanto porque uno emplea la imagen como la otra emplea una más ardua descripción». Sí, el cómic usa la palabra, pero su discurso se sustancia en la imagen, que en todo caso establece una relación de doble articulación verbo-icónica. La literatura, en cambio, se sustancia en la palabra.
«Pero el quid de la cuestión radica en que la imagen no tiene por qué ser realista, descriptiva, puede ser más sugestiva, descolocante y transmitir mediante su lenguaje más que cualquier sucinta descripción literaria (#RancioFacts nº 638: “Una imagen vale más que mil palabras”), pero también puede darse lo contrario. Y del mismo modo, las palabras pueden decir más de lo que aparentan, suscitar otras sensaciones y sentimientos, emplear otros métodos». Hrmmmm… ¿y? De hecho cuanto más se aleje una imagen del realismo descriptivo, menos susceptible será de expresar mediante palabras lo que retrata. ¿No?
Que yo haya manejado terminología literaria no implica que me vaya a ceñir a ella o que alabe a Bourdieu (nunca me cayeron bien los franceses), porque yo también abrazaría la propuesta formalista del buscar más allá, de que las lecturas no nos atraen o nos llenan «porque sí», «por misterios divinos». Sé que todo está muy bien calculado para la suscitación de los sentimientos y el «mareo del lector» macedoniano (a éste sí que lo adoro).
Pero no es sólo cuestión de cálculo, que le den por saco al estructuralismo cerrado, por eso me tiro de cabeza a por Jakobson antes que a por Saussure, porque lo veo más depurado y cercano a mi punto de vista, pero tampoco lo pongo como incuestionable.
De todas formas, si partes de la creación de un campo historietístico, en cierto modo, me estás dando la razón, porque en su separación del campo literario nos encontraríamos con que uno no abarca por completo a otro, y es en las partes comunes, donde ambos campos se superponen, donde abrazo yo la literariedad de los cómics, al margen de los géneros a los que pertenezcan.
P.D. Y porfaplises, tampoco me avasalles con nombres de autores y háblame más de sus ideas concretas, que todavía soy joven e inexperto que aún está estudiando. La teoría literaria la acabo de empezar a estudiar como tal este año en el máster, pero con profundidad dudosa. Dame unos añitos para podernos hablar de tú a tú (si eso).
Hrmmmm… ¿y? De hecho cuanto más se aleje una imagen del realismo descriptivo, menos susceptible será de expresar mediante palabras lo que retrata. ¿No?
Tranquilo, Rorschach, que lo digo como una de las virtudes de las que disfruta el cómic por oposición a la literatura.
Reverend Dust ha comentado: ¿se producía este debate entre las pinturas rupestres y la literatura?
En aquellos tiempos había protocomic, pero no literatura, lo recuerdo muy bien.
La forma perfecta de comunicación sería aquella en la que pudieramos combinar palabras e imágenes. Al menos mas perfecta que la que utilizamos normalmente, en la que casi siempre solo tenemos palabras. Rara vez tenemos a mano la imagen que necesitamos, y casi nunca viene a cuento sacar un lapiz e improvisar un dibujito.
Creo que es algo evidente: cuando se trata de comunicar, texto + imágenes siempre será mejor que utilizar tan solo uno de los dos. Si le preguntas a un indio por donde se va al fuerte utilizará la palabra y dibujará un plano en el suelo con un palo. Si quiero hacer un manual de instrucciones intentaré contarlo mediante combinación de texto y gráficos. Combinando palabras e imágenes siempre te explicarás mejor que solo una de las dos.
Como servidor entiende que en esencia comic es contar algo combinando palabras y dibujos, los ejemplos anteriores podrían considerarse, desde un punto de vista bastante retorcido, comic.
¿Es el comic un subapartado de la literatura en cuanto a que son palabras a las que se añaden dibujos? Es un debate recurrente con argumentos a favor y en contra.
Pongámonos chulos: ¿Es la literatura un subapartado del comic en cuanto a que prescinde de los dibujos, es decir, no tiene ese elemento?
Nunca he leído este planteamiento. Oye, a lo mejor está sobadísimo, pero no lo he leído.
A lo mejor damos por hecho que el comic es algo inferior, o aparte de la literatura porque a nadie se le ocurriría que un medio recién llegado pueda englobar a otro tan consolidado.
Me estoy explicando fatal, pero confío en vuestra generosidad y vuestra capacidad de abstracción para entender la chorradita.
Y sí, sé que subapartado no es la palabra. ¿Subconjunto? ¿Apartado a secas? ¿Uncachodé?
Reverendo, te advierto de que El Torralba suele convertir las discusiones en una casa de citas.
Creo que ahí hay una vocación. 😛
¿Es el comic un subapartado de la literatura en cuanto a que son palabras a las que se añaden dibujos?
Yo siempre he entendido el acercamiento literario del cómic al del drama, es decir, al del teatro. El guión del cómic, como el texto del género dramático/cómico, proporcionan diálogos y acotaciones, a interpretar tanto por parte del dibujante como del lector en la versión final (aunque este último lo recibe filtrado).
¿Es la literatura un subapartado del comic en cuanto a que prescinde de los dibujos, es decir, no tiene ese elemento?
Sólo si consideras que la leche es un subapartado del yogur o la sangre un subapartado de la morcilla.
En este caso creo que serían derivados, como la fotografía es una derivación de la pintura.
Casi prefiero que lo convierta en una casa de «citas» antes que una casa de «firmas». Vamos, que me proporcione contenido, no nombres.
Meternos en por qué nos atrae algo es harina de otro costal, y generalmente tiendo a evitar esos debates. A mí me atrae el formalismo porque resulta descriptivo, y en la descripción puedo hallar objetividad, por eso me atengo a Jakobson o a Barthes, formalistas y estructuralistas. Establecer una relación causa efecto entre la forma y la reacción que genera en el lector implica que emisor y receptor comparten el contexto y el código en los que se encuentra inmerso el mensaje (el circuito básico de la comunicación de Jakobson) y esto no siempre es así. Cuando el receptor se enfrenta a una obra cuyo contexto o código no comparte, la deconstruye en base al proceso que describió Derrida: básicamente, le aplica un código propio y la decodifica de forma personal. Por poner un ejemplo: las máscaras tribales que te encuentras en un museo están descontextualizadas; hay una brecha entre el creador de la máscara y el receptor (tú), de forma que la percepción que quería transmitir con ella no es la que obtienes tú al verla. Meternos en el terreno de qué nos genera una obra artística es meternos en el terreno de por qué la consideramos arte, y eso es un imposible epistemológico. En otras palabras: prefiero describir y analizar la intencionalidad del autor, intentar entender su código, contexto y técnica para interpretarlo, antes que arriesgarme a redecodificar su propuesta.
Respecto a los campos… te olvidas de que una condición indispensable según la teoría sociológica de los campos es que deben ser autónomos. Puede haber zonas comunes entre los campos literarios e historietísticos. La cuestión es si la literariedad del primero y la ¿historieticidad? del segundo se encuentran en la zona de superposición o no. Yo digo que no por lo que te he dicho antes: el campo literario se basa en el verbo y el historietístico en la imagen. ¿Por qué tú sostienes que sí?
Si he mencionado el tema de la percepción de la obra, de las razones por las que nos atraen, es porque precisamente es lo que motivó inicialmente los estudios de los formalistas rusos: estudiantes descontentos por la apreciación de los cánones literarios sin explicación de por qué coño eran cánonn y por qué transmitían lo que transmitían.
Yo digo que no por lo que te he dicho antes: el campo literario se basa en el verbo y el historietístico en la imagen. ¿Por qué tú sostienes que sí?
Porque el literario también puede apoyarse en la imagen en el teatro, vía representación, o en la poesía, vía experimentación con la forma del poema, los versos y los diferentes recursos literarios (metáfora como representación escrita de la imagen), forzando al lector a la creación de imágenes en su mente.
Por eso en ese sentido consideraría algo menos profunda esta cuestión en el cómic, porque la imagen viene dada y todo queda a la suscitación de sensaciones por esa imagen, lo cual volviendo a tu comentario, crea la imposibilidad de que transmita lo mismo a todo el mundo, algo bastante más discutible de que ocurra cuando es el lector el que modela la imagen (errónea o no) de lo leído.
Luego ya podríamos entrar en los empleos experimentales de la lengua dentro del cómic, tanto en formato poético como en la propia transformación del texto en imagen, vía onomatopeyas (especialmente cuando tienen alguna otra función más creativa que el mero «sonido»), por ejemplo.
>> Como servidor entiende que en esencia comic es contar algo combinando palabras y dibujos, los ejemplos anteriores podrían considerarse, desde un punto de vista bastante retorcido, comic.
No. Puedes hacer perfectamente un cómic prescindiendo de palabras. De hecho, es muy común encontrarte secuencias historietísticas cuyo flujo narrativo y cuyo discurso se sostiene únicamente mediante imágenes. Sin embargo, no puedes hacer literatura sin palabras.
>> Sólo si consideras que la leche es un subapartado del yogur o la sangre un subapartado de la morcilla.
El símil no es correcto, porque parece que indicas que aunque el cómic tenga presencia propia, su esencia es intrínsecamente literaria.
>> Yo siempre he entendido el acercamiento literario del cómic al del drama, es decir, al del teatro. El guión del cómic, como el texto del género dramático/cómico, proporcionan diálogos y acotaciones, a interpretar tanto por parte del dibujante como del lector en la versión final (aunque este último lo recibe filtrado).
No estoy de acuerdo tampoco. Respecto al dibujante que interpreta los guiones, el proceso técnico de creación de un cómic no es así. En general, hay una retroalimentación entre uno y otro, y la obra no está creada como tal hasta que ambos la producen. Una vez producido, un cómic es fijo… el lector lo puede decodificar, que no interpretar, pero el cómic siempre seguirá siendo el mismo. Sin embargo, la obra de teatro, por su condición escénica, es única e irrepetible en cada representación y, por tanto, no puede reproducirse tal cual (y una de las condiciones inherentes al cómic, como también a la literatura, es su carácter reproducible… es la base de su condición industrial). Luego, en cada representación, el lector decodifica la obra. En resumen: la homología entre el dibujante y el intérprete escénico no es correcta. Es más, un intérprete puede no tener retroalimentación con el autor de la obra teatral; sin embargo, un dibujante siempre tiene retroalimentación con el guionista de alguna u otra manera. A menos que esté adaptando de otro medio, que sería un caso más complicado.
En mi homología teatral, el dibujante estaría representado por el director de la obra, el que interpreta el texto que le brinda el autor y decide tener en cuenta o no sus acotaciones y textos. Del mismo modo que un mismo cómic dibujado por dos dibujantes sería muy diferente, una obra literaria leída por diferentes directores daría dos resultados distintos.
Los actores no son más que los personajes, también determinados por el director de la obra, decidiendo el atrezzo, vestuario, etc. como el dibujante escoge dibujar a un personaje.
El lector de un cómic recibe el cómic tal y como ha decidido interpretarlo el dibujante con respecto del guión del autor, del mismo modo que el asistente al teatro recibe la obra tal y como el director ha decidido interpretarla con respecto del texto del autor.
>> Porque el literario también puede apoyarse en la imagen en el teatro, vía representación, o en la poesía, vía experimentación con la forma del poema, los versos y los diferentes recursos literarios (metáfora como representación escrita de la imagen), forzando al lector a la creación de imágenes en su mente.
Pero no es lo mismo la evocación de una imagen mediante palabras que la presentación directa de la imagen. Una cosa la hace el lector en su cabeza y otra el dibujante. Y aún así, volvemos a lo mismo: la abstracción gráfica es poco susceptible de ser evocada mediante palabras. Respecto al teatro… eso entra en el terreno de la interpretación e incluso de la adaptación. En el momento en el que se representa, la obra trasciende su origen literario y pasa a ser otra cosa. Es como si me dices que el cine es literatura porque parte de un guión.
>> Por eso en ese sentido consideraría algo menos profunda esta cuestión en el cómic, porque la imagen viene dada y todo queda a la suscitación de sensaciones por esa imagen, lo cual volviendo a tu comentario, crea la imposibilidad de que transmita lo mismo a todo el mundo, algo bastante más discutible de que ocurra cuando es el lector el que modela la imagen (errónea o no) de lo leído.
Que la imagen venga dada no implica que la sensación que produce sea la misma.
>> Luego ya podríamos entrar en los empleos experimentales de la lengua dentro del cómic, tanto en formato poético como en la propia transformación del texto en imagen, vía onomatopeyas (especialmente cuando tienen alguna otra función más creativa que el mero “sonido”), por ejemplo.
En las onomatopeyas la imagen que forma el grafo suele estar relacionada con el sonido que intenta evocar. Gubern lo explicaba en su libro. De todas formas, ahí tienes los poemas de Girondo, Pizarnik o Storni. Aunque eso sí: la imagen que forman las palabras de un poema de Girondo podría ser formada por otras palabras cualesquiera, de forma que no existe doble articulación alguna.
José Torralba ha comentado: Puedes hacer perfectamente un cómic prescindiendo de palabras
Por supuesto. Y yo soy de los que defienden que el humor gráfico de una sola viñeta es comic aunque no existan algunos elementos que se suelen utilizar para definir este lenguaje.
Entonces, si reconocemos que puede haber comic sin texto, y también puede haberlo con una sola viñeta, si juntamos las dos cosas ¿una ilustración es comic?
Son lugares fronterizos en los que cada uno debe decidir.
>> En mi homología teatral, el dibujante estaría representado por el director de la obra, el que interpreta el texto que le brinda el autor y decide tener en cuenta o no sus acotaciones y textos. Del mismo modo que un mismo cómic dibujado por dos dibujantes sería muy diferente, una obra literaria leída por diferentes directores daría dos resultados distintos. Los actores no son más que los personajes, también determinados por el director de la obra, decidiendo el atrezzo, vestuario, etc. como el dibujante escoge dibujar a un personaje. El lector de un cómic recibe el cómic tal y como ha decidido interpretarlo el dibujante con respecto del guión del autor, del mismo modo que el asistente al teatro recibe la obra tal y como el director ha decidido interpretarla con respecto del texto del autor.
No. Hay muchos fallos en la analogía. En primer lugar, fíjate en la terminología que usas: el dibujante interpreta el guión, generalmente con retroalimentación del guionista, y juntos (más entintadores y demás, si los hay), producen la OBRA, que es definitiva. Por supuesto un dibujante distinto lo habría hecho de otra forma, pero eso es como decir que Hamlet sería distinto si lo hubiera escrito Lope de Vega. Entra en el terreno de la ucronía. Todos son autores de la obra (guionista y dibujante).
Sin embargo, Shakespeare es el AUTOR de la OBRA Hamlet, que puede ser adaptada por un director X (de la misma forma que Karajan dirige La tetralogía del Nibelungo de Wagner) y escenificada por la compañía Y. El montaje resultante, aun si contara con el mismo director, sería muy distinto con la compañía Z. Y, aún así, cada función es única e irrepetible. No en vano, a veces he visto ciclos de conciertos en los que el mismo director y la misma orquesta alternaban cada día con un solista distinto.
>> Por supuesto. Y yo soy de los que defienden que el humor gráfico de una sola viñeta es comic aunque no existan algunos elementos que se suelen utilizar para definir este lenguaje.
Bueno, algunos elementos definitorios a saber según quien. Para McCloud, que define el cómic en base a la secuencia de elementos físicamente yuxtapuestos, sí… pero McCloud está muy denostado. Sin embargo, como digo en el artículo, para Morgan el cómic se basa en imágenes narrativas. Este teórico rescata un concepto que nos es familiar (la secuencialidad) pero le resta la condición yuxtapuesta y le suma la sincrónica… es decir, que una sola viñeta es secuencial y narrativa en tanto en cuanto ofrece la posibilidad de evocar el momento precedente y posterior sin necesidad de yuxtaponerlos.
Sea como fuere… aquí hablábamos de cómic y literatura, señores :p
Bien. Pues la literatura es una forma de comic que renuncia a las imágenes y cada vez que lo hace se ve obligada a describirlas con mil palabras.
@Lono Torralba, muchas de tus fuentes web ya no estan, me seria de mucha ayuda si tienes un resplado, ya que en este momento me encuentro realizando mi tesis y necesito con mucha urgencia esas fuentes
P.D. ya les di su credito en mi tesis a este sitio <3