Colonialismo y arte.
«Pero ya veo que la visión rigurosa de las cosas ha degenerado en una especie de recuerdo ilusorio del paraíso perdido.»
Con motivo de la inauguración de la exposición La memoria colonial en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza que se puede ver hasta el 20 de octubre de este año, la institución edita en coedición con Astiberri El cóndor y la caníbal de Víctor Coyote (Tui, Pontevedra, 1958). Se trata del quinto cómic que ha surgido de la colaboración entre ambas entidades tras Dos holandeses en Nápoles de Álvaro Ortiz, Balthus y el conde de Rola de Tyto Alba, Museomaquia de David Sánchez y Santiago García y Georgia O’Keeffe de María Herreros. Una colaboración fecunda que ha servido para ofrecer productos relacionados con las exposiciones que, en lugar de ser un simple complemento como sucede con los catálogos, se convierten en obras con entidad propia que sirven para ampliar lo que nos encontramos cuando visitamos las salas del museo. En esta ocasión el polifacético artista – músico (primero con Los Coyotes y luego en solitario), ilustrador, escritor, realizador audiovisual y diseñador gráfico- nos ofrece un cómic que nos invita a reflexionar sobre el colonialismo a través de sus diferentes representaciones artísticas en lugar de hacer simplemente un recorrido gráfico de la muestra.
A lo largo de los diferentes capítulos que componen El cóndor y la caníbal viajamos a lugares como Quito, Haarlem o Pernambuco donde se entremezclan las historias de un joven escultor quechua especializado en la talla de maderas, una mujer caníbal y los pintores neerlandeses Frans Post y Albert Eckhout mientras están realizando una expedición que trata de reflejar la vida en la colonia que tenía su país en parte de lo que hoy es Brasil. Una visión poliédrica que nos sirve para conocer las diferentes culturas que había en esas zonas y ver cómo la llegada de los europeos cambio sus vidas llenándola de violencia, esclavitud y una imposición cultural y religiosa que buscaba eliminar las autóctonas para garantizar su sometimiento.
En El cóndor y la caníbal el autor galego nos ofrece una historia de ficción con una base en sucesos reales para mostrarnos desde un punto de vista critico las relaciones que ser formaron entre los habitantes de América y los europeos durante los primeros años de la colonización en los siglos XVI y XVII. Una relación llena de matices en la que no hay ni buenos ni malos que el autor trata de mostrar desde diferentes puntos de vista intentando dejar de lado la visión europeísta que se ha convertido en el discurso oficial durante años llamando descubrimiento a lo que realmente fue una conquista bastante sangrienta. Un relato plagado de medias verdades y mentiras interesadas para tratar de justificar la enorme cantidad de barbaridades que se cometieron legitimando una falsa necesidad de tutelar y civilizar a esos “salvajes”. Pero la realidad es que todo obedecía a unos intereses políticos y económicos que resultan mucho más prosaicos. Sin embargo, pese a todo lo que se sabe de la época sigue habiendo gente en nuestro país que niega un pasado colonialista y esclavista, algo a lo que esta obra debería contribuir a cambiar.
En las páginas de la obra vemos cómo se van integrando en la trama las diferentes producciones artísticas que pueblan las paredes del museo de una forma que resulta muy orgánica. Se convierten en el vehículo perfecto para tratar de reflejar esa realidad tan compleja y derribar algunas de las ideas preconcebidas que tenemos sobre la época y el continente. Entre esas ideas que se quieren derribar tenemos el papel que jugo la iglesia católica, un colaborador necesario con las barbaridades que se cometieron, pero que tenía miembros en su seno que apreciaban el mestizaje entre las culturas. También vemos cómo los trabajos de carácter científico como las pinturas de los neerlandeses dejan de lado la realidad para acomodar las pinturas a los intereses del cliente si la recompensa económica es apropiada. Pero también vemos esa visión crítica sobre los habitantes de América y algunas de sus costumbres más cuestionables como el caciquismo, la belicosidad que siempre hubo entre los diferentes pueblos o algunas costumbres que se pueden considerar como cercanas al canibalismo. Unas características que convierten a este cómic en una obra profunda pese a su brevedad. Lo que lo convierte en una lectura que nos recuerda que siempre hay que mirar al pasado con ojos críticos para poder conocer unas realidades muchos más complejas que los discursos oficiales. Algo que se puede hacer sin caer en la tentación de juzgarlo, pero también sin negar la evidencia. Todo eso y mucho más está presente en la obra de Víctor Coyote.
Gráficamente estamos ante una obra con un dibujo que sabe cuándo ser realista y cuándo más evocador en función de las necesidades de la trama, que tiene algunos elementos fantásticos relacionados con las creencias de los habitantes de América que están reflejadas con una sensibilidad exquisita. No encontramos con un dibujo lleno de trazos angulosos y una paleta de colores bastante oscura, pero que casa a la perfección con el tipo de historia que nos quiere contar. Narrativamente estamos ante una obra en la que la claridad narrativa prima por encima de composiciones de página excesivamente complejas, pero en la que el artista galego demuestra su versatilidad como dibujante capaz de reflejar a la perfección la flora y fauna de América, y los paisajes más urbanos de la ciudad de Haarlem. También demuestra una enorme pericia a la hora de integrar en el relato las diferentes obras de arte extraídas de la exposición.
Con El cóndor y la caníbal, Víctor Coyote nos ofrece un cómic histórico que trata de alejarse de las visiones más maniqueas para darnos una visión lo más amplia posible del colonialismo en la que también tiene cabida una reflexión sobre cómo se construye la historia gracias a mentiras y medias verdades. Además, hay un intento de poner en valor el arte como medio para ver la realidad y las costumbres naturales y las creencias de los habitantes de América. Una obra repleta de diferentes lecturas con un apartado gráfico más que notable.
Lo mejor
• La crítica al colonialismo.
• La lírica que hay en las escenas más naturales donde los diferentes animales son los protagonistas.
• La paleta de colores.
Lo peor
• La fuente elegida para la rotulación choca con el estilo gráfico del dibujo.