El amor no entiende de materiales.
«Cuando se está triste, hay que devolver algo de belleza al mundo…»
En su dos últimas series como autor completo (Los Campbell y Zorglub)
Ruyna, Cyrano y yo nos cuenta la historia de Iséa, una preadolescente que vive en un extraño mundo retrofuturista en que los seres humanos viven rodeados de robots que realizan todas las tareas, entre las que también está la crianza de los niños. En su caso la encargada de cuidarla desde la niñez ha sido Ruyna, su niñera robot que ha ejercido el rol de madre convirtiéndose en su único apoyo junto a Tal, una amiga que no conoce en persona ya que todas sus interacciones las realizan a través de las pantallas. Sin embargo, su pequeño mundo está a punto de desmoronarse ya que su distante madre biológica ha decido que es hora de que Iséa madure y decide prescindir de Ruyna. Algo que provocará que nuestra protagonista emprenda un viaje iniciático por un mundo que apenas conoce y que le servirá para entender las diferencias que existen entre los afectos sanguíneos impuestos y los construidos desde el tiempo y el cariño.
Aunque se trata de la primera entrega de una serie pensada para lectores de casi cualquier edad, el tomo nos presenta una historia cerrada, algo cada vez menos habitual en las obras que provienen del mercado francófono. Sin embargo, hay varias incógnitas alrededor del mundo donde se desarrolla la historia que suponemos se exploraran en las siguientes entregas, ya que es un escenario realmente atractivo. Gracias a los maravillosos diseños de Munuera descubrimos un mundo misterioso y extraño de una estética que nos recuerda a la de los estados sureños esclavistas de Estados Unidos, aunque la principal diferencia es que los esclavos han sido sustituidos por robots. Ellos y la tecnología que permite comunicarse son los grandes progresos que vemos con respecto a la tecnología imperante en aquella época, ya que junto a ellos conviven colts, arados de tiro, trenes a vapor, molinos de viento, y un largo etc… Un mundo que tiene una cantidad enorme de ingredientes y dosis de misterio para servir como escenario de grandes historias en el futuro.
La trama de aventuras de la historia está muy bien construida y deja entrever ecos de las obras de Twain, aunque con unos protagonistas con actitudes bastante más modernas. Algo que nos permite ver una crítica sutil a las condiciones de vida que tenían los esclavos de la época, ya que vemos que los robots comparten los mismos sueños de libertad que ellos. Pero por encima de esa visión de la época hay un evidente interés en reflejar otros problemas de la sociedad actual que afectan de lleno a los niños y adolescentes como los peligros de las nuevas formas de comunicación ejemplificados en la relación a través de medios digitales que tienen Iséa y Tal, en la que no hay ninguna certeza sobre la identidad de la otra persona, puesto que no se conocen en persona lo que dificulta la manera de expresar algunos sentimientos. Algo que cada vez es más habitual en el mundo en el que vivimos y que explica las constantes referencias durante el cómic a Cyrano de Bergerac.
Pero como ya hemos dicho al principio de la reseña el tema central de la obra son las diferentes relaciones que se forjan entre los padres y los hijos y como es posible sentir mucho más amor por alguien que con el no tienes ningún vínculo genético, pero siempre ha estado ayudándote y cuidándote cuando lo necesitabas. También nos propone una reflexión sobre la naturaleza de las causas que nos llevan a sentir ese amor. La madre biológica de Iséa, que es quien realmente tiene el corazón de hojalata al que hace referencia el título de la serie, es una prueba palpable de como una relación puede ser tremendamente tóxica y egoísta nos demuestra lo necesario que es hacer que ese tipo de personas desaparezca de nuestra vida. Por eso el giro de guion final que tiene el personaje termina por restarle potencia al mensaje principal del cómic, lastrándolo e infantilizándolo, ya que sus actos tienen una explicación que deja de lado la posibilidad de que se comporte como lo hace simplemente porque es su forma de ser.
Hace años que Munuera es una absoluta garantía a la hora de trasladar cualquier tipo de guion a viñetas, gracias una extraordinaria habilidad como narrador, que mezclada con el dinamismo y la expresividad de los que es capaz de dotar a todos sus personajes hacen que sus cómics se lean sin ningún tipo de problemas, pero siempre tengan la frescura necesaria para no ser considerados como un trabajo simplemente correcto. En esta obra brilla particularmente en el diseño de los robots y el mundo en el que trascurre la trama consiguiendo que no estemos permanentemente pensando en los anacronismos sin explicación que vemos a lo largo de las páginas. También hay que destacar el gran trabajo en el color que hace Seydas que dota a la obra de una iluminación muy particular que reflejada la tecnología que tiene el mundo donde se desarrolla la historia.
Como es habitual Nuevo Nueve hace una edición de una calidad similar a la original en la que se puede ver el cariño que sienten por editar cómics.
Entre la multitud de propuestas cada vez más estandarizadas que nos llegan desde el mercado francobelga, el estadounidense y el manga ver obras como esta en la que se puede observar la personalidad y el toque de los autores nos reconcilia con la industria. Aunque sepamos que es una especie de oasis en medio del desierto. Pero nos consigue recordar la magia que siempre han tenido los cómics cuando los autores no tienen que lidiar con injerencia e imposiciones editoriales. Un cómic que, pese a no ser perfecto, nos presente una historia con varias capas de lectura y sirve como puerta de entrada a un universo plagado de posibilidades.
Lo mejor
• La reflexión sobre la manera en que se construyen las relaciones interpersonales.
• Los paralelismos con nuestro mundo.
• El mundo que nos presenta la obra y la forma de representarlo de Munuera.
Lo peor
• El giro final relacionado con la madre de Iséa resulta muy forzado y resta valor al mensaje de la obra.
Guión - 7.5
Dibujo - 8.5
Interés - 8.5
8.2
Amor materno.
Beka y Munuera nos proponen una obra con varios niveles de lectura en la que el amor materno y filial sirve como motor de la historia. Un soplo de aire fresco en la BD más comercial.