Bordados, viñetas y salud mental.
«¡Déjame! Solo quiero tirarme aquí y que todo termine.»
Hace algo más de un mes el festival de Angoulême anunciaba las obras nominadas en las diferentes categorías de los premios que cada año se otorgan en el salón del cómic más importante de Europa. Entre las obras nominadas aparecía El cuerpo de Cristo de Bea Lema (A Coruña, 1985) en varias categorías: mejor obra, autora revelación, premio de los institutos y premio especial del jurado. No son los primeros reconocimientos que la autora galega obtenía por esta historia, ya que en 2017 obtuvo el Premio de Cómic Castelao por la primera versión de la historia, que también le posibilito una beca en la prestigiosa Maison des Auteurs de Angoulême, gracias a la que realizó la versión definitiva de la historia que ha publicado la editorial parisina Sarbacane en Francia y que nos acaba de traer Astiberri a España hace unas pocas semanas. Además de esas nominaciones y el reciente Premio del Jurado del Festival BD en Périgord, también se ha sabido hace poco que se está preparando una adaptación como cortometraje de animación.
El cuerpo de Cristo es una historia que ha acompañado a Bea Lema durante mucho más tiempo que los años que ha tardado en plasmarla en un cómic, ya que estamos ante una historia que bebe de su propia experiencia con la enfermedad mental de su madre. Un ejercicio de autoficción, que no autobiográfico, en el que, tomando sus recuerdos como base, nos cuenta la historia de Adela, una mujer galega que arrastra un problema mental desde finales de los años setenta. La historia está contada a través de los ojos de su hija Vera, que pronto comprenderá que no le ha tocada una infancia normal. Una mirada que ira mutando desde la inocencia y credulidad infantil hasta una madurez precoz que le obliga a adquirir consciencia de los demonios que atormentan a su madre. Esa distinta forma de ver está reflejada en la manera en al que la novela gráfica va contando la historia que madurando con el paso de las páginas. Un proceso de maduración que transcurre de manera paralela al descenso de Adela a un pozo del que solo el amor incondicional de Vera la podrá sacar. Pero todo eso tiene un costo para Vera puesto que lo que experimenta marca por completo su vida y la de su familia haciendo que arrastre diferentes traumas y problemas afectivos. Y es que, pese a que aborda muchos temas diferentes de manera realmente brillante, el principal es la declaración de amor de una hija a su madre a la que nunca dejará de acompañar y cuidar. Un mensaje luminoso que consigue elevarse por encima de una historia llena de dramatismo que nos muestra la crueldad de la enfermedad sin ambages.
Sin embargo, ese amor que Vera siente por su madre no es óbice para que estemos ante un relato muy duro y que rezuma verdad en el que se puede ver todos los trastornos familiares y afectivos que la enfermedad mental y su proceso de sanación hace sufrir tanto a Adela como a quienes la rodean. Un proceso que se extiende por varias décadas lo que hace que el relato se convierta también en un fiel reflejo de la forma en la que ha ido variando la percepción de las enfermedades mentales en España y también los cambios sociales que se han producido en esos años. De esta forma podemos ver como durante toda su vida Adela ha tenido que convivir con los prejuicios asociados a las enfermedades mentales que son el reflejo de la evolución que ha experimentado el país desde una atrasada sociedad franquista en la que la ciencia a duras penas se abría camino entre la superstición y la religión nacionalcatólica del régimen hasta una progresiva modernización del país que sirve para que por fin se dé con diagnóstico y tratamiento para la madre de Vera. Ese peso que la religión y la tradición ejercen sobre Adela exacerbando sus problemas está presente de una manera sutil en toda la obra, tanto en su pasado como en su presente y es uno de sus grandes aciertos. Al igual que lo es la forma de poner la enfermedad en primer plano de la historia y no caer en la tentación de juzgar la manera en la que cada uno de los miembros de la familia lidia con la situación que les ha tocado vivir, pero que deja ver que el rol de cuidadora todavía está demasiado arraigado las mujeres, aunque en este caso vemos como se produce un cambio generacional antes de tiempo.
Gráficamente estamos ante una obra realmente innovadora en lo formal, ya que a lo largo de sus páginas se alternan escenas dibujadas con diferentes estilos y coloreados para las escenas del presente con la inclusión de bordados en negro para las escenas en las que se relata el pasado de Adela y a color para los momentos más dolorosos. Una mezcla inusual que sirve para recordarnos que se pueden leer cómics que resulten novedosos y frescos.Pero no estamos solo ante una decisión meramente estética, ya que esa forma tan particular de dibujar y colorear que podríamos calificar como casi naif por su aparente claridad y sencillez resulta inimitable y sirve para reflejar de una manera muy sintética los diferentes síntomas de la enfermedad y las emociones que despiertan en sus seres queridos dotando a la historia de una enorme emotividad y fuerza. Un impacto emocional que es difícil vislumbrar en las obras más comerciales llenas de dibujos estandarizados y planos que no aportan nada novedoso, aunque resultan lecturas cómodas. En cambio, en El cuerpo de Cristo nos encontramos con un dibujo fresco y arriesgado que lleva por completo el peso de la narración y donde abundas las páginas con composiciones que se salen de los esquemas premarcados.
La edición de Astiberri tiene una reproducción realmente buena que casi permite reflejar las texturas de los bordados haciendo que casi no se pierda ese tacto tan especial.
La enorme cantidad de reconocimiento por la crítica que ya ha recibido Bea Lema por El cuerpo de Cristo no es casual, ya que estamos ante una obra sobresaliente que, desde la experimentación y el riesgo formal, consigue reflejar la realidad de una enfermedad mental tanto desde el punto de vista de quien la sufre como de las personas que la rodean. Pero también nos sirve para echar un vistazo al pasado para ver cómo ha cambiado para bien la forma de ver las enfermedades mentales y la sociedad.
Lo mejor
• El reflejo de la enfermedad.
• El uso de los bordados.
• La verdad y emoción que transmite.
Lo peor
• Que los prejuicios que puede provocar el estilo gráfico impidan que una parte de los lectores se acerquen a la obra.