Donde Archi Cúper derrota el imperio de la pub
«Demasiados días en un solo día, dulzura.»
Cuando al final de la página seis del álbum El misterio de susurro aparecía un veterano detective privado, leyendo un folletín y con los pies apoyados sobre la mesa de su despacho… los lectores supimos enseguida que había nacido una estrella. Y sin embargo, cuando en la página veintitrés del mismo tomo unos rudos policías despedían su cadáver con el siguiente epitafio:
– ¡Ah! Comisario. Ese de ahí era Archi Cúper. Un detective privado de cloaca.
– ¡Otro infeliz!
– Desde luego este no era su ambiente.
Más que la enorme injusticia del comentario, nos rebelaba la crueldad de perder definitivamente un carácter tan carismático como el de este sabueso privado, con aspiraciones literarias y un parecido extraordinario al Robert Mitchum más desencantado.
Afortunadamente, casi cuarenta años después, su creador ha reparado por fin tamaño atropello y lo ha hecho de la mejor manera; dedicándole una aventura completa, con un título tan evocador como El futuro que no fue.
El autor no especifica si se trata de un caso anterior a las historias acaecidas en el álbum citado anteriormente o que simplemente las noticias de la muerte de Cúper eran algo exageradas. Y en el fondo, a los lectores, este detalle no nos acaba de quitar el sueño.
La trama nos introduce en una etapa futura de la historia de la humanidad donde las grandes corporaciones publicitarias, las MercAgencias, invaden con sus anuncios tanto el planeta Tierra como a sus planetas asociados. Este dominio se extiende a todas las facetas sociales y privadas de los humanos que los habitan. Una de las consecuencias de esta tiranía es la inclusión de anuncios (visuales, sonoros y físicos) en cualquier rincón de la vía pública, algunos de los cuales son muy invasivos y pueden abordarte o penetrar en el coche por la ventanilla abierta. Es el denominado “Ruido”.
Dentro de este ecosistema, un detective del montón llamado Archi Cúper recibe un encargo delicado que, sin que él mismo lo sepa, puede suponer la llave definitiva para que las grandes corporaciones publicitarias gobiernen definitivamente el universo conocido. En los bajos fondos de Montebahía se produce el desenlace definitivo.
Daniel Torres urde un argumento conspirativo con tintes paranoicos que viste de relato de género negro y pulp fantacientífico. Se centra en la figura del detective Archi Cúper, que ejerce de improvisado cicerone, para que el lector visite de manera cómoda e informada las calles, los edificios y las casas de la megalópolis llamada Montebahía. Además encarta en medio de la acción unos artículos periodísticos, divulgativos o publicitarios que profundizan más en la descripción del tejido social y cultural que nos ofrece. El creador de Burbujas y Sabotaje le añade un recurso narrativo muy curioso a esta obra, que ya usó con Cúper en el álbum El misterio del susurro y que aquí perfecciona. Una fórmula literaria que consiste en una voz en off instantánea que se expresa en el mismo momento de la acción pero usando el pretérito verbal. Aprovechándose de las aspiraciones literarias del detective nos muestra cómo éste va escribiendo en su mente la novela a medida que la acción va transcurriendo, por lo que los hechos del presente se relatan en pasado dando pie a un juego lingüístico-narrativo muy original.
Además, nos regala una escena inicial magnífica, en la que se mantiene oculto el rostro del protagonista en un homenaje evidente a la primera semana de publicación de la strip titulada Steve Canyon de Milton Caniff donde se utilizó este recurso para dar más suspense a la presentación del protagonista de la nueva serie.
Como es habitual en Torres, podemos apreciar un verdadero cóctel de homenajes, influencias, referencias y aproximaciones que adornan y enriquecen la historia. Son: el propio Torres de Roco Vargas, Sabotaje o Claudio Cueco; el gran Moebius de El Incal y de The long tomorrow, el mejor Franquin del díptico de Zorglub o algunas strips clásicas norteamericanas como Terry and the pirates y Steve Canyon, ambas de Milton Caniff, o Flash Gordon y Rip Kirby de Alex Raymond… Además, El futuro que no fue es la más chandleriana de todas las historias creadas por Daniel Torres. Las actitudes del protagonista, la descripción social y la trama detectivesca nos remiten irremediablemente al autor de El largo adiós, de una manera tan respetuosa y admirada que produce en los lectores una sensación de agradable comodidad, de auténtico confort, como cuando vuelves a tu hogar de la infancia y te adentras en tu cuarto que ha permanecido intacto, casi sin tocar. A todo esto le podemos sumar algunos conceptos divertidos como un periódico llamado Il corriere del Sun, el género literario bautizado como polar solar, volver a ver al personaje publicitario de los bolígrafos For Ever que se insertaba la misma acción en los cuadernos de El hombre enmascarado o Rip Kirby de la Editorial Dólar o también ver anuncios de un refresco se llame Pepi Cola y que ataque “la sed de la caballería”.
El arranque de la obra es asombroso, su recorrido apasionante y la conclusión correcta, quizás ya vista en otras obras del autor, pero con un epílogo de cinco páginas, de tono crepuscular y melancólico, digno de los mejores autores de novela negra norteamericanos.
En el apartado gráfico-narrativo, aparte de algunos detalles que ya hemos reseñado, podemos añadir que El futuro que no fue se trata de un trabajo excepcional del artista que realizó El octavo día. Torres divide sus páginas con un esquema casi invariable de tres tiras que contienen un número cambiante de viñetas, normalmente una o tres. Sus secuencias son continuas, sin cortes bruscos y acompañan al protagonista en imperceptibles seguimientos que emulan los hermosos planos secuencia del maravilloso cine de Otto Preminger o de Max Ophüls. Evidentemente, en las escenas de acción u oníricas esta suavidad se trunca de forma brusca para dar pie a ritmos narrativos más acelerados y sincopados.
Su descripción de los personajes es acertada y divertida, llena de detalles curiosos y con un dominio correcto de la anatomía, con cierta propensión al acartonamiento y a la teatralidad. El uso del color es extraordinario y nos regala una paleta llena de verdes turquesa, marrones británicos y naranjas delicados que puntea con rojos chillones y amarillos cítricos que le sirven para resaltar la lucha del mundo artificial publicitario sobre la elegante tranquilidad de lo cotidiano. La rotulación y el diseño gráfico también ayudan a llenar de matices la obra y para profundizar en el homenaje a Milton Caniff, imitando su tipografía y la forma de su firma al principio de cada capítulo.
La realización técnica de este álbum a cargo de Norma Editorial es prácticamente impecable. El volumen tiene un tamaño muy adecuado, la impresión a color es excelente y el papel muy bueno. En el capítulo de carencias, se echa en falta algún texto teórico e introductorio que explique el origen del personaje y la historia de su serie matriz. Un contenido complementario que volvería aún más atractivo un producto que se vende a un precio alto pero no abusivo.
El futuro que no fue de Daniel Torres es una hermosa reflexión sobre los mecanismos del género negro, una divertida sátira de los clichés más rancios de la ciencia ficción y una acertada crítica a la agresiva intromisión de la publicidad en todos los momentos de nuestra vida contemporánea. Con esta obra, el creador de Las aventuras de Roco Vargas nos demuestra que sigue estando en una gran forma y que cada una de sus nuevas aportaciones a su carrera ejemplar merece todo el interés y el cariño que despiertan.
Con El futuro que no fue tenemos disfrute para una buena temporada.
Salut!
Lo mejor
• Encontrarse de nuevo con el universo de ficción de Daniel Torres.
• El enorme despliegue gráfico-narrativo.
• La acertada mezcla de noir y sci-fi.
Lo peor
• La ausencia en la edición de textos e información complementaria.
• Un desenlace algo menos acertado que el resto de la obra.
Guion - 8.5
Dibujo - 9
Interés - 9.5
9
Chandleriana
Una obra con una narrativa y un arte maravillosos que mantiene un altísimo nivel argumental casi hasta el final