… Que parte de «amarás a tu prójimo cómo a ti mismo» habéis entendido mal. ¡Cuidado! No digo que sea un mandamiento fácil de aplicar. Pero en fin, a veces, tengo la impresión de que si nuestro señor Jesús… ¡Sí! Si apareciera en este instante por la puerta de vuestra iglesia, seríais capaces de rechazar su ayuda…
Tras un parón de nueve años, en 2015
Joann Sfar es un historietista francés nacido en 1971, judío de padre Sefardí (judíos procedentes de la Europa mediterránea) y madre Asquenazí (judíos procedentes de Europa central). Es una de las figuras más destacadas de la Nouvelle BD y su trayectoria abarca más de 25 años. En esos años ha creado algunas de las series más destacadas de la BD y su influencia ha transcendido las fronteras del mercado francófono. Entre sus trabajos más destacados figuran series como Sócrates (Fulgencio Pimentel), La mazmorra -que en breve reeditará Norma en integrales-, El Principito (Salamandra), Klezmer (Norma), El pequeño vampir (Fulgencio Pimentel) o El minúsculo mosquetero (Norma). En noviembre aparecerá en Francia su versión de Blueberry con Blain que los fans de la BD esperamos con ganas, ya que seguro que ofrecen una visión novedosa del personaje en lugar de un pastiche de los trabajos de Charlier y Giraurd. Esperemos verlo por España lo más pronto posible.
Al inundarse la mezquita el rabino y el imán llegan a un acuerdo para que la sinagoga abra sus puertas a los musulmanes para que puedan rezar. Pero se topan con la ignorancia y los prejuicios tanto de los judíos como de los musulmanes. Mientras tanto los gatos de la mezquita van a refugiarse a casa de Zlabya, algo que despierta los recelos del gato del rabino…
Como todos los álbumes de la serie, La Torre de Bab-El-Oued se puede leer de manera independiente, ya que es autoconclusivo. Pero se disfruta más si se han leído los anteriores. Además de poner en cuestión a todas las religiones, Sfar proyecta los problemas de la sociedad actual en sus álbumes. Este séptimo número trata sobre el racismo y la intolerancia con las religiones ajenas. Esos odios viscerales que están enconados en la sociedad y algunos defienden basándose en argumentos ridículos. El gato se convierte en el perfecto ejemplo de esas personas que dicen: “Yo no soy racista, pero…”.
Vemos como la injerencia de los humanos a conseguido pervertir el mensaje de tolerancia de las tres religiones principales de la zona Mediterráneo. Que a pesar de tener la misma base llevan siglo en disputas continuas. La bondad del rabino y del imán se choca contra la intolerancia y la falta de compresión de tanto de los judíos como de los musulmanes más preocupados por odiar al diferente, aunque sea su vecino, que de respectar la tolerancia y bondad que propugna su fe. Pero pese al enfrentamiento el final de la obra deja un mensaje positivo pese a todo, ya que ante una crisis todos se unen, algo que no suele pasar en la realidad, ya que esas uniones solo duran lo justo para hacerse la foto y limpiar un poco las conciencias para posteriormente volver a la estúpida trinchera de la ignorancia.
Esta entrega de El gato del rabino resulta bastante irregular ya que hacia la mitad del álbum la historia se pierde y deja de lado la trama de las inundaciones de los espacios de culto para reflexionar sobre temas más filosóficos y religiosos que convierte el cómic en algo más inconexo y árido. Lo mismo que sucede con la trama de los gatos que acoge Zlabya, que por cierto tiene muy poca presencia en la obra. Son los dos temas más interesantes y de actualidad que trata la obra junto a la idea de la inocencia de los bebes, a los que se le impone una religión y la moral que va asociada a ella, sin darles la oportunidad de elegir. Pero vuelve a remontar hacia el final con la conversación entre el gato y el rabino del rabino del rabino. Conserva la principal cualidad de la serie que es obligarnos a reflexionar sobre nosotros mismos y la sociedad en la que vivimos y cuestionarnos el mundo en el que vivimos.
El apartado gráfico cuenta con las características habituales de todos los trabajos de Sfar, un trazo suelto y desenfadado, que trasmite inmediatez, pero con buen trabajo en los fondos. La narrativa es sencilla con una composición de página habitualmente de tiras por plancha, algo que facilita la comprensión, aunque hay tramos de la historia que resultan algo confusos en la mitad final de la historia. El color de Brigitte Findakly es muy clásico con una paleta de colores que nos transporta al Argel de los años treinta en el que se transcurre la historia.
La edición de Norma Editorial mantiene la calidad y el diseño de los álbumes anteriores. Ojalá en breve veamos el octavo álbum de la serie y trabajos como Tu n’as rien à craindre de moi o Fin de la parenthèse que permanecen inéditos en nuestro país.
Como todos los álbumes de la serie encierra varias reflexiones profundas sobre la naturaleza humana y la religión, pero en esta ocasión se añade uno sobre la xenofobia, algo de plena actualidad por la proliferación de discursos xenófobos que están inundado Occidente. Sfar y el gato del rabino siguen en plena forma y eso es motivo de alegría.
Digo esto con el alma rota. Porque fundamentalmente yo soy un tipo decente. Yo, en el fondo, estoy a favor de la solidaridad. Quiero decir, en términos generales. Pero el día en que me encuentro a esos gatos extranjeros en mi casa bebiendo mi leche, bueno, ese día necesito que alguien haga algo.
Guión - 8.5
Dibujo - 7.5
Interés - 8.5
8.2
Tolerancia
Sfar sigue haciendo que nos cuestionemos el mundo en el que vivimos, en una nueva entrega de una de las series más lúcidas que ha producido la BD.