El hombre que se dejó crecer la barba

22
1279
 

Edición original: De man die zijn baard liet groeien; Bries (2010).
Edición española: febrero de 2012, Fulgencio Pimentel.
Guión, dibujo, entintado y color: Olivier Schrauwen.
Formato: tomo de 112 págs. encuadernado en rústica con solapas.
Precio: 21,00 €.

 

El nombre de Olivier Schrauwen (Brujas, Bélgica; 1977) comenzó a sonar por estos lares gracias a Mi pequeño, inclasificable obra publicada por Norma Editorial que, al igual que el resto de trabajos de este historietista belga –Le miroir de Mowgli y el tebeo que hoy nos ocupa– recibió la distinción de formar parte de la Selección oficial del Festival de Angoulême. Aquel trabajo primerizo destacaba por la indisimulada vocación de homenajear a los clásicos de las tiras de prensa norteamericana, especialmente a un Winsor McCayLittle Nemo in Slumberland, Little Sammy Sneeze– cuya influencia determinaba claramente los parámetros gráficos sobre los que se desarrollaban las desventuras de un padre viudo y su diminuto hijo, protagonistas de una surrealista retorsión del mito de Benjamin Button ideado por F. Scott Fitzgerald. Pero más allá de guiños y homenajes, y dejando a un lado el innegable virtuosismo gráfico que invita a paladear cada página, la lectura de Mi pequeño permitía hacerse una idea del imaginario que bullía en la mente del autor, poseedor de un particularísimo sentido del humor, de lo grotesco y lo cruel, quizás un tanto encorsetado precisamente por la condición de tributo que conceptualmente condiciona esta obra.

Cabía pues preguntarse por qué derroteros discurrirían las siguientes incursiones en el mundo del tebeo de este animador, ilustrador, músico e historietista; si se sacudiría el influjo de McCay para sacar a relucir un estilo más personal, o incluso si se decantaría por un cambio de rumbo formal y temático, en lugar de continuar transitando coordenadas estética y emocionalmente cercanas a la primera obra con la que llamó la atención de lectores y medios especializados. Transcurridos casi tres años desde su debut en el mercado español, obtenemos respuesta a dichos interrogantes gracias a la publicación de El hombre que se dejó crecer la barba, cuya edición corre por cuenta de la editorial logroñesa Fulgencio Pimentel. Un cuidado volumen que recopila diferentes historias cortas anteriormente contenidas en revistas como Mome, Canilona o Strapazin; y que varía respecto a otras ediciones en la inclusión de la desatada coda titulada Fanthesizer, y la exclusión de la historia que abría la versión francesa de este recopilatorio, siempre por deseo expreso del autor.

Dos páginas de El hombre que se dejó crecer la barba, extraídas de la web de Fulgencio Pimentel.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

Suele suceder con antologías de este tipo –que recogen trabajos realizados en diferentes periodos, empleando múltiples técnicas y por encargo de publicaciones diversas– que la variedad termina por afectar a la cohesión, dificultando el mantenimiento de un nivel de calidad uniforme y el establecimiento de un discurso coherente; pero esta selección de trabajos que Schrauwen ha ido puliendo en sus diferentes ediciones, denota un proceso muy meditado, totalmente alejado de lo azaroso para estructurar una serie de historias cortas que tienen más en común de lo que en principio aparentan. El vínculo común más evidente y anecdótico es el hecho de que todos los protagonistas lucen un prominente vello facial; pero yendo un paso más allá, enseguida se aprecian los temas de fondo que propone el autor: principalmente, los estado mentales alterados, la interrelación entre realidad y ficción, la incapacidad para discernir la diferencia entre ambas, y lo primal, casi gutural, del dibujo entendido como una forma de expresión fuertemente vinculada con los instintos más básicos –con la propia naturaleza– del hombre. También la presencia de una sexualidad y violencia en ocasiones latente o contenida, en otras más patente, y de una suerte de terror casi… expectante, como evocador del sempiterno e inevitablemente silencioso Grito de Edvard Munch; teoría que bien podría refrendarse al constatar cómo el historietista belga admite que “de pequeño, lo que más me atraía era el terror. Ese exagerado ‘AAAAHH’ propio de quien cae a través de una ventana o va a recibir un tiro en la cara”. Pero también del terror más sutil que emana de las obras de su admirado Tardi, “que siempre mantienen su agradable y oscura visión de la humanidad”. Porque en las páginas de este cómic también se aprecia un claro interés por adentrarse en los rincones más turbios de nuestra mente, por retratar aquellos estados en los que nuestro juicio no acierta a delimitar con claridad los límites de las experiencias reales y las imaginadas… siempre con la expresión gráfica como telón de fondo o punto de encuentro de estos episodios.

Vídeo publicado en la página web de Fantagraphics.
(Aclaración: tal y como se explica aquí,la edición española difiere de la americana)

Cuestionado acerca de este libro, Art Spiegelman señala su evidente vinculación con el Art Brut apadrinado por el pintor y escultor francés Jean Dubuffet, que en su esencia prestaba atención a las expresiones artísticas surgidas de gentes ajenas a los circuitos habituales, carentes de una formación al uso y, por tanto, libres de las correspondientes reglas, convenciones y modelos estéticos de los que parte la vertiente más académica y mayoritaria del Arte. Una tendencia elevada a su máxima expresión precisamente en relación al trabajo de autodidactas, niños y ancianos, pero también de pacientes de instituciones psiquiátricas, prisioneros e inadaptados sociales… siempre con la intención de explorar las manifestaciones más espontáneas del potencial artístico que todos atesoramos. No cabe duda de que Schrauwen se ha inspirado en dicha tradición, tal y como acredita la presencia de buena parte de sus rasgos distintivos: la plasmación de figuras que representan la intersección de lo básico, pueril, cruel y morboso; o la tendencia hacia la mutabilidad y la deformidad, puesta en relación con lo absurdo y grotesco. Pero el autor logra alcanzar un equilibrio aparentemente imposible para combinar ese “regreso a lo espontáneo” y el recuerdo del Primitivismo, con la experimentación más sorprendente, en ocasiones a través de una conmixtión artística –animación primigenia, ilustraciones propias de manuales antiguos, dibujos “infantiles”, etc.– que, lejos de resultar chocante, propicia una perturbadora armonía. Así sucede en Cabello Loco, donde disfrutamos de un “análisis freno-tricológico” que por disparatado, bien podría haber firmado el criminólogo Cesare Lombroso; en la inquietante La tarea, donde se urge de forma angustiosa a unos alumnos muy peculiares a que se esmeren en la realización de una serie de ejercicios creativos; o en la historia que da título a esta recopilación, junto a El imaginista, lo mejor de un libro repleto de interesantes hallazgos.

Dos páginas de la obra, vistas en la web de la editorial Bries.
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

Dice Schrauwen que sus libros tienen “una autenticidad muy falsa”, en buena medida porque la apariencia añeja de parte de su obra se obtiene a través de “colorear mis cómics con el pc, y copiar y pegar determinados patrones que creo (…) aunque en ocasiones me encuentro a mí mismo volviendo atrás para recolorear a mano”. Pero su gran mérito es el de que esa “falsedad” no empañe, sino que enriquezca, la experiencia de lectura; porque aún siendo plenamente conscientes de que esta obra ha sido realizada en pleno S. XXI y de que su autor apenas ha cumplido los 35 años, no deja de sorprender la fusión entre tradición y modernidad, la experimentación que nace de la reflexión acerca del hecho de crear y de la exploración de las fronteras y las posibilidades del medio. Experimentación que además no parece impostada, artificiosa ni innecesaria, y que, paradójicamente –por su vinculación con el Art Brut–, ha sido abordada desde la lucidez, el desprejuicio y un dominio artístico multidisciplinar demostrado a través de una innegable versatilidad.

Tal vez, como sugiere la cita promocional extraída de una reseña del Publishers Weekly, conviene “adentrarse en el libro y experimentarlo en toda su ferocidad”, en lugar de intentar racionalizar los objetivos artísticos y el proceso creativo ocultos tras la realización de El hombre que se dejó crecer la barba. Pero resulta inevitable que los resultados del ejercicio de ensayo y error –hay mucho más de lo primero que de lo segundo– de Schrauwen inviten al análisis y la reflexión de los caminos que hasta ahora ha transitado este talentoso autor, responsable de uno de los mejores tebeos publicados durante el presente año.

Enlaces de interés
Subscribe
Notifícame
22 Comments
Antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
View all comments
José Torralba
12 mayo, 2012 18:00

No la conocía y me ha parecido enormemente interesante la reseña que has hecho de la obra, David. El lunes me la pillo. Documentadísima y supercurrada, como siempre. Aunque tengo una duda que me acucia… me he interesado Schrauwen y he empezado a leer cosas sobre él. Resulta que estudió animación en la KASK de Gante en la Hogeschool Sint-Lukas de Bruselas (¡ahí es nada!). Además, los juegos de perspectiva (no siempre usa el mismo tipo, además) que veo en las páginas que has reproducido por aquí son de todo menos casuales o libres… aquí hay muchísima formación académica, aunque naturalmente no se siga un canon naturalista o realista. El caso es que yo no lo veo espontáneo, más bien al contrario: lo veo calculado. Nuevamente, ojo, me refiero a las páginas que veo aquí, ya que aún no he leído la obra. En ese sentido, ¿cómo enlaza Spiegelman estas páginas con el Art Brut? Supongo que, con lo de «una autenticidad muy falsa», Schrauwen se referirá precisamente a ese cálculo que subyace tras la apariencia de espontaneidad, pero aún así me cuesta ver espontaneidad en las páginas que se reproducen aquí. La perspectiva de la escena de caza y la del «We zullen u missen!!!»/»Te vamos a extrañar» (juraría que es axonométrica), la del niño en las vías del tren (¿cónica frontal?) y la del propio tren (¿caballera?) no es algo ni espontáneo ni accesible si no tienes mucha formación. Aunque, desde luego, sí veo la versatilidad y la experimentación de la propuesta. Ya digo… siempre en referencia a las páginas aquí expuestas, que no me quiero pasar de listo. ¡Un saludo y enhorabuena por la reseña!

José Torralba
12 mayo, 2012 18:02

Argh, quise decir «Resulta que estudió animación en la KASK de Gante y diseño gráfico en la Hogeschool Sint-Lukas de Bruselas (¡ahí es nada!)».

José Torralba
12 mayo, 2012 18:35

¡Muchas gracias, David! Duda resuelta. Lo dicho… a mí también me ha llamado la atención esta propuesta y el lunes mismo me hago con el tebeo. Un saludo y, de nuevo, enhorabuena por la reseña. Tú siempre en tu línea 😉

JAVIÉ
JAVIÉ
Lector
12 mayo, 2012 18:54

La perspectiva de la escena de caza y la del “We zullen u missen!!!”/”Te vamos a extrañar” (juraría que es axonométrica), la del niño en las vías del tren (¿cónica frontal?) y la del propio tren (¿caballera?)
 
 
A mi me parece que en todas las viñetas está usando el mismo tipo de perspectiva, un punto de fuga en distintos angulos, simple y basica, lo cual no quiere decir que no funcione.

Orgazmo
Orgazmo
Lector
12 mayo, 2012 19:54

Es la historia de Bin Laden?

José Torralba
12 mayo, 2012 20:01

Hurm… no soy un experto, pero diría que la del niño alejándose en las vías del tren es cónica frontal, con un punto de fuga. La del tren, que yo he dicho inicialmente que es caballera, no lo es porque las líneas no son paralelas. Ésa es cónica oblicua con dos puntos de fuga… fíjate en el frontal del tren, que no fuga al mismo punto que las vías del tren. Respecto a la que está al lado, la del «te vamos a extrañar», el punto de fuga del pasillo por el que avanza el barbudo no es el mismo del de las murallas del castillo y, si te fijas, las cubiertas de la catedral (o castillo, o lo que sea) –que aun así no se ven mucho– fugan hacia la izquierda. Esta es muy, muy caótica, y juraría que mezcla cónica con axonometría egipcia, aunque no me eches mucha cuenta.

Javié
Javié
Lector
12 mayo, 2012 20:33

En la pagina de los trenes, tanto las vias como la viñeta del mismo tren, son perspectivas con un punto de fuga,
 
 
Las perspectivas con dos puntos de fuga no suelen ser muy efectivas en estos planos, a no ser obviamente que quieras dibujar esquinas (exteriores o interiores, si son interiores deja que se cruzen y sacalas a partir de ese punto), pero dentro de una imagen puede haber muchos puntos de fuga y no deja de ser el mismo tipo perspectiva.
 
 
La imagen de la ¿iglesia?, no está en perspectiva con ningun elemento, está falseado con una especie de vista cenital sin llegar a ser tal, es curioso pero en casa tenemos cuadros con ese tipo de vistas y nunca he sabido como se llama.

José Torralba
12 mayo, 2012 20:54

>> En la pagina de los trenes, tanto las vias como la viñeta del mismo tren, son perspectivas con un punto de fuga.

La primera tiene un punto de fuga porque es cónica frontal. Pero la segunda tiene dos puntos de fuga. El lateral del tren y las vías fugan hacia la derecha (coge una regla y míralo) pero el frontal del tren, el morro, fuga hacia la izquierda… o mejor dicho, debería fugar, porque aunque es cónica, el óvalo del frontal no es paralelo al ortoedro imaginario que forma la imagen. Fíjate bien en ese frontal, Javie. Aquí tienes la imagen: https://www.zonanegativa.com/imagenes/2012/05/37461.jpg (una de las líneas que debería ser verde me ha salido en rojo).

Javié
Javié
Lector
12 mayo, 2012 21:04

Pero es que así no hacen los puntos de fuga amigo, para que fuera una perspectiva con dos puntos de fuga, tanto los que fugan hacia la derecha (el unico punto que existe en la viñeta), y las lineas que tu has hecho al azar, debería fugar hacia lel mismo punto de la misma linea de horizonte,
 
 
Lo que tu has hecho ahí, es prolongar algunas lineas, pero si trazas una vertical donde acaba el ovalo se ve claro .
 
para que fueran dos puntos de fuga tendría que ser así:
 
 
 
http://www.google.es/imgres?hl=es&biw=1280&bih=875&gbv=2&tbm=isch&tbnid=YBbUSX6ZjAdHwM:&imgrefurl=http://www.dibujarfacil.com/perspectiva2.html&docid=US96V3z6W04NzM&imgurl=http://www.dibujarfacil.com/images/perspectiva%2525202%252520puntos%252520de%252520fuga_02_01.gif&w=709&h=421&ei=DbSuT4XQEY6EhQfB8sSBCQ&zoom=1&iact=hc&vpx=172&vpy=345&dur=1094&hovh=173&hovw=291&tx=175&ty=65&sig=104854826890158231105&page=1&tbnh=118&tbnw=198&start=0&ndsp=20&ved=1t:429,r:5,s:0,i:82

José Torralba
12 mayo, 2012 21:05

>> La imagen de la ¿iglesia?, no está en perspectiva con ningun elemento, está falseado con una especie de vista cenital sin llegar a ser tal…

Ésta es muy rara, y creo que mezcla cónica con axonométrica egipcia. Ahí va tal y como yo lo veo: https://www.zonanegativa.com/imagenes/2012/05/37442.jpg ¿Ves la cubierta (el tejado, vaya)? Eso es axonométrico.

José Torralba
12 mayo, 2012 21:08

>> Lo que tu has hecho ahí, es prolongar algunas lineas, pero si trazas una vertical donde acaba el ovalo se ve claro, para que fueran dos puntos de fuga tendría que ser así […]

Por eso he dicho que «debería fugar». ¿En serio no ves raro ese óvalo? Está frontal. Debería estar fugando a la izquierda, tal y como se ve en el enlace que has puesto. Es decir, en paralelo a la cara frontal del ortoedro imaginario que forma la imagen.

Javié
Javié
Lector
12 mayo, 2012 21:09

Tienes un concepto erroneo de las perspectiva Jose, si tu madre viera esas lineas te daría un tirón de oreja,en casa del herrero… Cuando se dice que hay un punto de fuga, no quiere decir que dos lineas coincidan, tienen que fugar todas hacia el mismo punto, la imagen de la iglesia no hay por donde cojerla, no le des mas vueltas,

Javié
Javié
Lector
12 mayo, 2012 21:14

Por eso he dicho que “debería fugar”. ¿En serio no ves raro ese óvalo?
 
 
La cosa es que por estos lares han llovido cuchillos ultimamente amigo, yo he intentado ser prudente y no rebatir algo que puede ser subjetivo, pero bajo mi punto de vista, en estas paginas no se aprecia una formación tan especifica como tu sugerias, aunque repito una vez mas que esto depende de cada uno.
 
Un saludo.
 

José Torralba
12 mayo, 2012 21:19

Javie, tirones de orejas aparte, en la imagen del tren el morro no le ha quedado bien. DEBERÍA estar fugando hacia la izquierda y no lo está. Se ve «rara». ¿No ves incoherente el morro con la proyección del lateral? Respecto a la imagen de la iglesia, es lo que trato de decirte: no hay por donde cogerla porque está usando varios sistemas de proyección, uno cónico y otro axonométrico. ¡Fíjate en el techo de la iglesia! Y conéctate al Messenger para no convertir esto en un chat 😛

Juanete Chupete
Juanete Chupete
Lector
12 mayo, 2012 21:22

Uy, esto va de comic para intelectuales…de esos que gustaban tanto al critico de comics de los ochenta Ramón de España que lo elogiaba por encima de la «basura comercialista» del comic yanki…
Uh, oh, ah, que gusto, el cómic de linea clara franco belga, uh, oh , ah el comic europeo de autor. Tono cínico off,
Me voy pitando que igual se me queda algo pegado de tanta linea clara y me mareo.

Ocioso
Ocioso
Lector
12 mayo, 2012 22:16

Oigan, no se que nivel tendrán ahora para estas cosas pero las perspectivas que estais nombrando en mis tiempos se daban en COU, incluso antes según el colegio. No hay que tener una formación muy allá para conocerlas.
Schrauwen las dibuja de forma un poco churrulera, pero me imagino que será a proposíto para que no desentonen con el resto del dibujo.

Hace poco pude comprar Mi pequeño de segunda mano y me encantó. Llevaba con ese librito entre ceja y ceja desde que salió, pero me negaba a pagar lo que piden por él.
Espero encontrar pronto saldada esta última obra. 21 euros son demasiados euros.
¿Biblioteca? No. Hay tebeos que apetece tener.

Santi
Santi
14 mayo, 2012 6:42

La perspectiva, si bien es importante, no debe tener la ultima palabra. Se trata de la imagen general y definitiva del dibujo. El ambiente que crea y sugiere. La perspectiva es un medio y nunca un fin.

strapazin
strapazin
14 mayo, 2012 14:39

En Fulgencio Pimentel tienen a gala no saldar nunca los tebeos, por lo que les he leído alguna vez, así que tendrás que comprarlo en algún salón o en amazon, donde suelen hacer el 5% de descuento por costumbre. O pillártelo en la web de fp, donde regalan una serigrafía firmada por el autor.
Polémica sobre perspectivas aparte, se me hace raro que se hable aquí de la espontaneidad del art brut: que yo sepa, la mayoría de los colgados que se han querido agrupar bajo esa etiqueta eran sumamente calculadores en lo que a sus chaladuras gráficas se refiere.
Pero Schrauwen, que el otro día no se presentó a un coloquio en el Mocca de NY, según leo en Mandorla, y que comienza a ser famoso por cómo rehuye a la prensa y por seguir publicando cosas en tiradas limitadísimas, tiene pinta de ser un tío que va por libre; seguramente es bastante más espontáneo e imprudente que algunos de los locos que pintaban sus monigotes a orillas del lago Leman a principios del XX.

José Torralba
14 mayo, 2012 16:44

Efectivamente, David. Además habría que distinguir entre la espontaneidad de la personalidad del artista y su espontaneidad en cuanto a la ejecución artística. Schrauwen puede ser espontáneo, como apuntas por el detalle de rehuir a la prensa; pero aquí no demuestra espontaneidad en la ejecución (aunque doy fe de que en este cómic si hay ejecuciones espontáneas, como me apuntaba David en el comentario 3). Respecto a los «integrantes» del Art Brut, muchos estaban bastante mal de la cabeza, jamás conocieron una educación artística similar a la de Schrauwen y eran bastante espontáneos, aunque lo recargado de sus obras llame a engaño. Ahí están Adolf Wölfli, Francis E. Dec o Henry Darger. Raro es el que no pasó por una institución mental o el que no fue diagnosticado de alguna patología psiquiátrica. Hoy en día, Josef Hofer sería un ejemplo perfecto de esta misma sensibilidad.

Sin embargo, colindantes con el art brut hay otra serie de movimientos (el arte naif o el primitivismo) que buscan una espontaneidad calculada. Aquí la falta de técnica es sólo aparente, y la espontaneidad y el trazo infantil nacen del cálculo estético. Véase Paul Klee y demás. El propio Dubuffet imitó conscientemente su objeto de estudio en muchas de sus obras, pero como decisión estética, no como imperativo de la condición psiquiátrica. Eso sí, en su colección de Art Brut liquidó todo asomo de primitivismo, arte infantil o vanguardias relacionadas para quedarse única y exclusivamente con esa producción. En este sentido, la inclusión de la espontaneidad la aporta el mismo Dubuffet en su manifiesto del arte bruto, donde indica que se compone de obras espontáneas, irreflexivas y ejecutadas por gentes carentes de cultura artística.

José Torralba
14 mayo, 2012 17:00

Por aclararme un poco… Schrauwen podrá ir a su bola y pasará tres kilos de la prensa, las modas y los circuitos artísticos. Ahora bien, tiene formación artística y carece de trastornos psiquiátricos conocidos. Aquí, además, demuestra conocimientos técnicos, aunque es cierto que tiene páginas en el cómic que obedecen a una ejecución técnica calculadamente espontánea. Es muy probable, como apunta Spiegelman y como bien sostiene David, que parte de su identidad artística beba del Art Brut; aunque esa «espontaneidad» se acerca más a la de Dubuffet que a la de los auténticos componentes de esta no-corriente. En su caso es una elección estética consciente.