Combatiendo los prejuicios
«¿Y porque no esperas a que termine el confinamiento?»
El comienzo del confinamiento en marzo del 2020 provocado por la pandemia de COVID hizó que nuestras vidas se quedaron en stand-by. Una pausa en el tiempo en la que todos nos aislamos y tratamos de sobrellevar la situación de la mejor manera posible. Con esa imprevisible e inesperada situación que se produjo casi nadie se preguntó dónde pasaron aquellos duros días quienes no tenían un hogar y dormían en la calle. Una realidad de la que no se habló en su momento ni se habla ahora, como sucede con casi todo lo que sucedió durante la pandemia, pero que es importante abordar para que no se olvide y tratar de aprender para no repetir los mismos errores. Entre las personas que tuvieron que pasar esos días sin un lugar al que llamar hogar se encontraban muchos grupos de chavales inmigrantes que al cumplir los 18 años se ven expulsados del sistema de protección a los menores no acompañados pasando de ser MENAS (Menor Extranjero No Acompañado) a JENAS (Joven Extranjero No Acompañado). Unos niños y jóvenes que, desde los espectros políticos más conservadores, son constantemente estigmatizados tachándolos a todos de delincuentes y culpándolos de todos los crímenes. Este tipo de generalizaciones no tiene nada de casual y obedecen a un intento de generar odio hacia el diferente para sacar rédito político. Toda una paradoja si tenemos en cuenta que vivimos en un territorio que ha sido invadido por fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, musulmanes, etc. a lo largo de los últimos siglos creando una diversidad que ha dado como resultado una cultura riquísima que va en contra de esos discursos de presunta e impostada pureza racial y cultural. Uno de esos JENAS al que las grietas del sistema dejaron en una situación de indefensión es uno de los dos protagonistas de El invasor, la segunda novela gráfica de José A. Pérez Ledo (Bilbao, 1979) y Alex Orbe (Barakaldo, 1973) tras la estupenda Los enciclopedistas con la que tiene mucho más en común de lo que parece en un principio. Al igual que esa primera colaboración la edición corre a cargo de Astiberri que, como es habitual, hace un trabajo extraordinario.
Aunque solo han pasado cuatro años desde la pandemia, la gran mayoría de obras que han tratado el COVID son obras biograficas en primera persona que nos relatan las experiencias del autor. Y tampoco es hayan sido demasiadas la obra que la aborden. Parece que hay unas ganas enormes de pasar página y tratas de olvidar todo los que sucedió. Sin embargo, la novela gráfica de Pérez Ledo y Orbe se sale de esos parámetros más personales para ofrecernos una historia de ficción, pero que se asienta de manera firme en la realidad. El invasor nos cuenta la historia de Carol y Omar, dos personas que en circunstancias normales no se habrían conocido nunca, ya que pertenecen a mundo completamente diferentes pese a compartir ciudad –Bilbao-, pero que la pandemia –y la generosidad del padre de Carol- provocó que sus caminos se crucen.
Pérez Ledo y Orbe nos cuentan una historia de carácter intimista con la que es imposible no sentirse identificado y conmovido, puesto que el confinamiento nos hizo compartir algunas de las situaciones que viven. Por suerte la mayoría, no tuvo que vivirla en la misma situación que Omar que nos permite descubrir como era su día a día antes y durante la pandemia, una realidad marcada por precariedad y la dificultad para poder aprovechar las pocas oportunidades de las que disponen. Una situacion que nunca tiene el mismo peso en los periódicos que cada vez que uno de ellos comete un acto delictivo. Pero los autores no caen en el error de ignorar algunos de los comportamientos más nocivos que se produjeron en los lugares de acogida reflejandolos en su obra. Un equilibrio necesario para dotar a la historia de veracidad, pero en la que prima un mensaje positivo.
La obra comienza contando la vida de Carol que transcurre por otros derroteros que nos dejan ver que ha tenido más oportunidades, para posteriormente contarnos la de Omar. Una decisión narrativa que nos permite observar el enorme contraste entre ambos, aunque comparten la vida en soledad, pero con la diferencia de que el caso de Carol es buscada, en cambio en Omar es impuesta. Ambos son personajes que están maravillosamente construidos con un pasado y unas circunstancias personales que hacen que resulten muy creíbles, salvo para quienes no vean más allá de sus prejuicios. Al igual que sucede con el padre de Carol de una generosidad admirable y ejemplificadora.
Además de la historia de Omar y Carol que refleja como la pandemia cambio nuestras vidas, en El invasor también hay espacio para que veamos los esfuerzos diarios que hacen diferentes personas y asociaciones para ayudar a personas como Omar que llegan con la esperanza de buscar un futuro mejor. Un trabajo que tienen que hacer muchas veces sin contar con ayuda ni recursos institucionales. Unos héroes de verdad que no necesitan vestirse de colores para dar los mejor de sí mismos y hacer que recuperemos la fe en la humanidad. Incluso hay espacio para dar a conocer las iniciativas concretas y reales como la que se llevó a cabo en el barrio bilbaíno de Otxarkoaga donde los jóvenes inmigrantes alojados en casas de acogida se encargaron de hacer la compra y llevársela a las personas más mayores del barrio sin pedir nada a cambio. Una noticia que, por lo que sea, no tuvo eco en la gran mayoría de los medios de comunicación más conservadores, que curiosamente si tienen mucha más prisa por publicar los cientos de bulos que circulan sobre los inmigrantes.
Alex Orbe es un dibujante de sobrada experiencia en todos los campos, aunque centra su actividad sobre todo en la ilustración. Sin embargo, tambien tiene a sus espaldas una buena cantidad de cómics entre los que además de sus colaboraciones con Pérez Ledo cabría destacar el reciente Sigue a la hormiga (Harriet) junto al guionista Unai Elorriaga. Como buen fan de Franquin sabe narrar una historia desde la sencillez y la sobriedad de la narrativa más clásica dejando que la historia fluya, pero no es óbice para que nos regale algunas secuencias con composiciones realmente brillantes como en la que vemos como la rutina se acaba adueñando de la vida de Carol o cuando le dan la noticia del ingreso de su padre en el hospital enfermo de COVID. Para afrontar un trabajo tan crudo y realista como este el dibujante nacido en Barakaldo ha optado por dejar un poco de lado su estilo caricaturesco, pero sin perder su gran capacidad para reflejar el torrente de emociones que experimentan los protagonistas. También ha optado por prescindir del color para ofrecernos una obra en grises que potencia la sobriedad que busca su dibujo. Aunque no es relevante para la historia ya que podría suceder en cualquier lugar, es de justicia destacar la fantástica representación que hace de Bilbao y sus barrios posibilitando que todos los escenarios sean reconocibles. Como es habitual estamos ante un trabajo gráfico solidísimo que se corona con una portada fantástica que dejar ver desde el principio el contraste entre la realidad en la que viven ambos protagonistas.
El invasor es un cómic que debería ser lectura obligatoria para todos, en particular, para aquellos que han decido dejarse arrastrar por la corriente de odio liderada por los partidos de extrema derecha y sus medios afines que proclaman discursos que deshumanizan a todo aquel que no entra en su estrecha definición de lo como es el español ideal. El objetivo es invisibilizarlos y convertirlos en solo un número, siempre en función de su credo, color, orientación sexual y del tamaño de su cuenta corriente. En esta obra Alex Orbe y José Antonio Pérez Ledo nos cuentan una historia tremendamente humanista y conmovedora que se convierte en un precioso canto a la riqueza que nos da la diversidad y nos deja conocer una realidad terrible que no solo sucedió durante la pandemia de COVID, ya que sigue siendo el día a día de muchos jóvenes que solo buscan un futuro mejor. Ellos recorren un camino que millones de españoles han recorrido a lo largo de la historia, así que deberíamos tener mucha más capacidad de empatizar con ellos, ponernos en su lugar, acogerlos y defender sus derechos como nos gustaría que hicieran con los nuestros.
Lo mejor
• El mensaje de tolerancia de una historia con la que es imposible no conmoverse.
• La forma de contar de forma paralela como vivieron Omar y Carol el confinamiento.
• La enorme solvencia con la que Orbe narra la historia, con algunas secuencias realmente brillantes.
Lo peor
• Que haya muchos chavales como Omar que tienen que luchar contra los prejuicios de una parte de la sociedad.