Edición original: le Jardin armé et autres histoires (Futuropolis, 2006).
Edición nacional/ España: El jardín armado y otras historias (Sinsentido, 2008).
Autor: David B.
Color: Bitono.
Formato: Tomo 112 págs.
Precio: 16€.
David B me descoloca. Al llevar un tiempo leyendo con fruición casi cualquier cosa que cae en mis manos (y, a pesar de ello, ¡cuánto me queda!) uno, consciente o inconscientemente, se va haciendo una idea de lo que le gusta, va observando unas pautas, a veces incluso apuntando teorías o sistemas, siquiera rudimentarios. Afinamos el olfato y nos decimos que somos capaces de reconocer el talento o, al menos, lo que nos satisface. Acertamos muchas veces. Nuestras teorías crecen, se vigorizan: “Si quieres representar tal cosa lo mejor es hacerlo de tal modo”. O cualquier variante de esto. Y luego llega un tipo como David B y todo salta por los aires.
David B, seudónimo de Pierre-François Beauchard (Nimes, 1959), comenzó su carrera en 1985, con influencias de colegas de profesión como George Pichard y Jacques Tardi. Entre sus trabajos destacan Babel, Los buscadores de tesoros, La lectura de las ruinas o El Capitán Escarlata (en colaboración con Emmanuel Guibert), pero el consenso crítico indica que su obra más profunda y revolucionaria es Epiléptico, serializada primero como La ascensión del Gran Mal. Concuerdo. Pero el descubrimiento de esta nueva voz lo tuve con El jardín armado y otras historias y eso no se olvida.
El jardín armado contiene tres cuentos: el homónimo, que ocupa el segundo lugar; El profeta velado, con el que se abre el volumen; y El tambor enamorado, con el que se cierra. Los tres están a su vez subdivididos en capítulos; los tres se abren con una portadilla representativa de su contenido. En total configuran un tomo de más de cien páginas donde la leyenda, el mito y el sueño configuran la única realidad.
Lo extraordinario de David B no es su temática; el mundo onírico y la mitología han sido explotados en el cómic desde su nacimiento mismo. No es su dominio del dibujo; sus ilustraciones pueden ser potentes y encantadoras, pero soportan mal el riguroso escrutinio de la perspectiva y la anatomía; su narrativa no parece especial en la composición y distribución de página, pese a algunas virguerías que -si nos ponemos exquisitos- tampoco son tan novedosas. Los elementos están ahí, los hemos visto antes. Atrapados en la lectura, sin embargo, una duda nos reconcome: ¿cómo lo hace?
El profeta velado apenas rebasa las 30 páginas y contiene en sí un mundo de imaginación y poesía. Con ecos de relato oriental, cuando creemos saber por dónde va hay un giro inédito. ¿Por qué esa tela misteriosa se abraza a la cara de un hombre común, convirtiéndole desde entonces en la representación de cualquier deidad terrenal? ¿Por qué nadie es capaz de mirarle el rostro sin morir? ¿Por qué la joven que desliza su mano bajo el manto no halla más que arena? Es extraño, fascinante, impredecible. Y, sin embargo, parece que hay un plan detrás. Porque no percibimos gratuidad o capricho. La narración es necesaria, aunque no sepamos para qué. ¿Y ahora de un pozo salen innumerables esqueletos? Es una melodía desconcertante e hipnótica, un más difícil todavía que aboca al único final posible.
El jardín armado es -permítaseme el juego de palabras- más fácil de desarmar. Ese vergel conquistado, regado de sangre e iniquidad, confundido con el paraíso primigenio, nos habla de los sueños y su perversión inevitable al contacto con la realidad. Los teólogos se pondrían las botas con la mención y tergiversación de símbolos cristianos, como un ajuste de cuentas secreto con la infancia y la educación. Los nuevos Adanes (y Evas) son monstruos que de tanto buscar las primitivas esencias se despeñan por la escala evolutiva. Algo así como la nueva carne de Cronenberg pero sustituyendo la tecnología por el misticismo.
El tambor enamorado podría ser un cuento tradicional de las estepas, una leyenda para curtidos soldados y conquistadores. El líder guerrero Jan Zizka ha muerto y con su piel se fabrica un tambor que aprisiona su alma. Al tocarlo, el poderoso luchador emerge para ganar batallas desde el más allá. Pero está cansado. Prefiere el tacto suave de una joven, que lo toma bajo el brazo y huye. Una escapada que puede no tener fin. El material del que están hechas las leyendas.
Puedo contar eso y muchas cosas más: describir la delirante imagen en que un mar de esqueletos trenza una ola por la que sube un hombre sin miedo. O unas gotas de sangre que resbalando perezosamente dan fuerzas a un guerrero fuera de sí. Puedo contar cómo las llamas de una fragua despiertan y hablan con la forma de Adán. Cada página es una maravilla subversiva que atraviesa nuestra razón para estremecer nuestro pecho.
El secreto es la técnica. O mejor, el éxito de su técnica. Porque los elementos aislados pueden analizarse sin dificultad: figuras estáticas que suelen estar de frente o de perfil. Extremo detallismo en los atrezzos (vestimentas, armas, etc.). Antropomorfización de animales, plantas y cosas. Gusto por las escenas concurridas. Apego a la iconografía religiosa. Búsqueda de la paradoja visual. Influencia del grabado histórico en las escenas militares. Muchas de ellas las explica él mismo en los apuntes biográficos de Epiléptico (p.ej.: su fascinación por las batallas y los grandes dictadores de la historia). En esta obra David B regresa al bitono de Los complots nocturnos, si bien aquí en tonos sepia. Pero esto no son más que datos, fruslerías. ¿Puede explicarse la magia?
Ediciones Sinsentido publicó en 2008 El jardín armado en un ejemplar tomo en tapa dura por 16€.
David B. es otra de mis asignaturas pendientes.
Ay. Tanto autor por leer, tanta obra por descubrir… y yo cada día más viejo…
A ver si queda en mi librería algún ejemplar olvidado… Por supuesto que este autor es un fuera de serie.
… La página de referencia para los amantes del cómic, uno de los mejores autores del comic actual, posiblemente su mejor obra… y dos comentarios…
Pero cuánto daño han hecho Marvel y DC…