El juego de la luna

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Edición España: septiembre de 2009; Astiberri Ediciones (colección Sillón Orejero).
Guión: Enrique Bonet.
Dibujo: José Luis Munuera.
Formato: tomo de 136 págs. encuadernado en cartoné.
Precio: 21,00 €.

Podría contar con los dedos de la mano las veces que he releído un comic a los pocos días de la primera lectura, supongo que es algo que viene dado con la edad, a más edad menos tiempo libre, sea como fuera, me gustó tantísimo la primera lectura de El juego de la luna que ante la preparación de esta reseña me entró el gusanillo de volver a leer las aventuras de Artemisa y el resto de habitantes de Aldea.

El juego de la luna es una vieja-nueva historia creada por José Luis Munuera y Enrique Bonet que por fin ve la luz impresa, vieja porque esta comenzó a gestarse en la cabeza de ambos autores en sus tiempos universitarios, nueva porque la obra sería dibujada por José Luis durante el presente año, según nos explicaban desde Astiberri en una nota de prensa: «La gestación de El juego de la luna había comenzado 13 años antes en las habituales charlas de bares y cafeterías, que acabaron tomando forma en un tebeo de 24 páginas que Enrique Bonet realizó y autoeditó en 1995, con una tirada muy pequeña repartida entre amigos, editores y aficionados que se lo pidieron. Uno de esos amigos era José Luis Munuera. Pasaron los años y, tal y como recuerda Enrique ‘al parecer la luna, el pozo y el mundo de Aldea también tenían atrapados a José Luis desde entonces’. Tanto es así que Munuera le propuso convertir aquel tebeo de 24 páginas en un álbum. Dicho y hecho: Empezaron a desarrollar los personajes, a fortalecer sus relaciones y sus motivaciones, a crear nuevos conflictos y giros dramáticos… “en definitiva, le dimos cuerpo y materia a lo que antes era simple sugerencia”, confiesa Bonet, dando lugar a un cómic donde las pretendidas 46 páginas originales, acabaron multiplicándose por tres para sacar todo el partido que sentían sus autores que poseía la historia que les tenía fascinados.» La gracia de reseñar obras nacionales es que de forma bastante fácil te puedes poner en contacto con los autores de las mismas los cuales siempre se muestran dispuestos a responder a tus dudas, así que tras preguntarle a Enrique Bonet por la gestación de la obra me respondió lo siguiente ampliando la información que venía en la nota de prensa: «En realidad todo empezó como parte un proyecto más amplio; corría el año 1995, yo estaba acabando los estudios de Bellas Artes, y entre un grupo de aficionados a los tebeos montamos un Taller de Cómic en la “Casa de Porras”, un centro cultural de la Universidad de Granada que se convirtió en un magnífico centro de reunión para gente creativa y con ganas de hacer cosas. Surgió la posibilidad de crear una colección de pequeños álbumes monográficos de autores noveles, y la historia original de “El Juego de la luna” formaba parte de ese proyecto… Por otro lado, debo decir que aquella historia era el primer tebeo de una hipotética serie que yo llamé “Memorias de Aldea”…una serie que en realidad nació pensada para ser dibujada por otro amigo de la Facultad, Miguel Ángel Parra, un magnífico dibujante deseoso de dibujar historietas. Ideé, pensando en sus gustos y sus habilidades como dibujante, un mundo rural ficticio al que llamé Aldea, una especie de universo cerrado y atemporal, anclado en la historia, en el que sus habitantes convivían con la naturaleza, gozándola y padeciéndola, un mundo en el que aún sobrevivían ritos y creencias ancestrales, en el que las leyendas y determinados elementos mágicos o fantásticos todavía tenían presencia…un mundo, fundamentalmente, opuesto a nuestra civilización urbana, moderna e industrial.


Artemisa, su hermano y el bosque de Aldea


Como era de esperar, la colección fue un absoluto fracaso comercial (a pesar de que los dos primeros y únicos números que sacamos eran toda una delicia: el mismísimo Munuera con una aventura de un perro policía llamado Charles Norton, y “El libro de la Profundia Media”, un delirio fascinante del malogrado Luis Arance). Así que ahí me tienes con mi tebeo de 24 páginas acabado y sin sitio donde publicarlo…lo único que se me ocurrió fue autoeditármelo: me pagué un buen puñado de fotocopias y una portada serigrafiada y me dediqué a mandarlo a todas las editoriales y a regalárselo a los colegas. Y debo decir que fue una magnífica decisión…aquel modesto tebeíllo tuvo por entonces muy buena acogida entre los pocos que pudieron leerlo, me proporcionó bastantes contactos y me animó a probar suerte en otros terrenos que yo nunca había explorado hasta entonces como historietista.

José Luis Munuera era uno de aquellos “elegidos” que leyeron el tebeo, y posiblemente uno de los más entusiastas. A él siempre le fascinó la historia, le veía una fuerza y un “potencial” escondido que ni yo mismo acababa de encontrar. Para mi el tebeo era lo que era, y no podía ser más que eso: un cuento con tintes poéticos, bastante siniestro y algo oscuro, totalmente ajustado a lo que yo quería contar; y un ejercicio narrativo con el que yo había disfrutado mucho. Por eso me mostré muy sorprendido –y bastante escéptico, la verdad- cuando, tantos años después, José Luis me propuso retomar aquel cuento para convertirlo en un álbum destinado al mercado francés…él tenía mucho más claro que yo que en mi historia estaba el germen del libro que ahora podéis leer. Y a fuerza de conversar con él y de discutir largo y tendido sobre los personajes y el sentido que queríamos darle a la historia, acabé completamente convencido y entusiasmado con su propuesta..

Aunque, a grandes rasgos, la historia que se cuenta es la misma, hay grandes diferencias entre una versión y otra (salvando la enorme distancia gráfica que las separa, por supuesto). Hay, sobre todo, una mayor profundidad en la caracterización de los personajes, en sus relaciones y sus motivaciones; hay un desarrollo muchísimo mayor del peso que en la historia –sobre todo en la segunda parte- adquiere Rufo, el “malo de la película”, que en la anterior versión apenas se apuntaba; hemos desarrollado también muchísimo más los contenidos simbólicos y las referencias con cuentos y relatos tradicionales, hemos introducido nuevas ideas y tramas secundarias…lo sorprendente es que la historia fue creciendo sola, a medida que iba introduciendo nuevos elementos notaba cómo el universo que tenía entre manos se iba expandiendo y cómo todo iba encajando de una manera bastante armónica. Ya lo hemos dicho en algún sitio, pero es totalmente cierto: queríamos hacer un álbum de cuarenta y tantas páginas y al final salieron 136…»


Rufo y compañía

Pero… ¿de que va El Juego de la luna? Tras darle muchas vueltas a la palabra exacta que mejor definiría a esta obra he sido incapaz de encontrarla, quizás a lo que más se parezca es a esas historias que nos contaban siendo niños las ancianas de los pueblos a las que íbamos de vacaciones, historias en muchas ocasiones de intriga y sobretodo miedo, quien sabe si con esas historias pretendían aleccionar a los niños de la «ciudad» sobre los peligros de lo desconocido, o realmente se trataba de historias que habían sucedido en el pasado y que no querían que se perdiesen con el paso de los años, con El juego de la luna, uno tiene la sensación de que Enrique y José Luis nos quieren traspasar esa vieja historia para que no caiga en el olvido a la vez de darnos una importante lección sobre humanidad. Tras trasladarle esta impresión a Bonet me comentaba lo siguiente: «Sí, supongo que cualquiera que haya vivido en un pueblo o en un ambiente rural, aunque sea por temporadas, puede reconocer algún eco de su infancia en ‘El juego de la luna’… lo curioso es que yo nunca he vivido fuera de la ciudad (aunque sea una ciudad pequeña y ‘de dimensiones humanas’ como Granada), y supongo que por eso mismo me fascina tanto este mundo, estos personajes y este tipo de historias. Tengo una extraña añoranza de un mundo que no he conocido; por eso mismo, tanto Munuera como yo teníamos claro que Aldea es un mundo artificial, falso y ficticio, sin ningún afán de naturalismo: es un decorado hecho a nuestra medida sobre el que construimos nuestras historias. Pero queremos que ese decorado sea creíble, y sobre todo, que transmita emociones, que esté lo más vivo posible. En la parte gráfica creo que, en ese sentido, José Luis ha hecho un trabajo impresionante; en la parte ‘literaria’ he intentado que Aldea no sea un mundo plano, que tenga ecos de otros relatos, de otros tiempos, de otras historias, de otros personajes… En ese sentido los relatos de miedo, esas “historias de viejo” pensadas para asustarnos, forman parte fundamental de nuestra educación…y no sólo cuando somos niños. El miedo nos paraliza pero también nos hace avanzar. Lo desconocido nos aterroriza pero también nos fascina: y en gran parte, ‘El Juego de la luna’ trata de eso.»


La luna juega un papel muy importante tanto en el primer como en el segundo acto

El caso es que, El juego de la luna es eso y mucho más, es una historia sabiamente repartida en dos actos, el primero ambientado en la época adolescente de los protagonistas, los niños de Aldea, y el segundo acto protagonizado por los mismos personajes pero varios años más adultos, es en este segundo acto donde se exploran las terribles consecuencias que sucederían al final del primer acto y que me niego a desvelar aquí a fin de que la sorpresa para vuestra próxima primera – y estoy seguro que no última – lectura sea mayor.

Como os decía son tan protagonistas los niños – posteriormente adultos – como el propio entorno, aunque hay un recurso artístico que me dejó fascinado a medida que iba avanzando en la lectura de la obra y es la importancia que se le daba a la capa que cubría a nuestra protagonista, Artemisa, al inicio de la historia, la cual era la única que diferia en cuanto a color del resto de elementos, mientras la obra está plasmada en grises la capa de Artemisa se presenta en tonos rojos resaltando en la página. Al principio la capa actúa meramente como un elemento de protección ante el frio que se le supone a un lugar como Aldea, y en el segundo acto se convierte el trozo de tela en un protagonista más de la obra sirviendo de escudo emocional para nuestra protagonista, quien la utiliza para cobijarse del resto del mundo, quien sabe si en busca de un elemento de protección o simplemente para esconder la vergüenza y tristeza que esconde tras los trágicos sucesos ocurridos al final del segundo acto, y de los cuales me volveré a negar a hablar, teneis que descubrirlos vosotros mismos, al respecto de este elemento y de esta diferenciación Enrique me comentaba lo siguiente:»La diferenciación del color rojo de la capa fue una decisión de José Luis, un hallazgo casi repentino mientras dibujaba la escena en la que Artemisa aparece entre el grupo de niños para llamar a su hermano; es curioso cómo el propio desarrollo de las secuencias nos iba facilitando elementos y nuevos recursos que utilizábamos para potenciar lo que queríamos contar. La primera vez que aparece la capa roja, Artemisa acababa de raparse el pelo, “estaba tan fea que daba susto”, según su propio hermano, y debía esconder su pelo para evitar las burlas de los demás. Creo que en el guión yo la describía con un pañuelo en la cabeza, pero José Luis pensó –con gran acierto- que la capa era mucho más potente visualmente…y de ahí a la asociación con la caperucita roja había un paso, así que tuvo muy claro que el uso del rojo iba a tener su importancia narrativa. Ahora te contará el propio Munuera el simbolismo que encontramos en el cuento de la Caperucita, su relación con el desasarrollo femenino y, en este caso, cómo lo utilizamos para diferenciar y singularizar a Artemisa del resto de los niños… su aparición ante el grupo de chavales que se burlan de su hermano tiene, creo yo, una fuerza gráfica tremenda: gracias a esa imagen vemos que ella es distinta a los demás, que ella ya está creciendo, está dejando de ser niña y está entrando a formar parte del mundo “de los otros”, de los adultos.

Ese hallazgo nos vino de perlas para el desarrollo de la segunda parte, en la que potenciamos ese simbolismo sexual y, sobre todo, reforzamos la asociación de Rufo con ‘el lobo’ del cuento. La escena del encuentro en el bosque es más que evidente…y casi en el desenlace de la historia, será la presencia de Artemisa y su capa roja la que consiga que Lambrijo encuentre esa “fuerza” interior y recupere el “don” que le permitía comunicarse con los animales. Artemisa, al igual que Lambrijo, es una extraña entre sus iguales, es una “rara”, y la capa roja ayuda a singularizarla, a destacarla entre todos los demás, y a la vez potencia visualmente otra idea central del tebeo: el deseo que despierta ella en los dos hombre y la represión o el “ocultamiento” de los propios deseos femeninos.» Ya habéis visto la opinión de Eduardo al respecto del uso de la capa y tengo que agradecerle que trasladase esta pregunta a Jose Luis Munuera quien comentaba lo siguiente: «El Juego de la Luna es una historia de crecimiento, de desarrollo, un proceso de madurez que lleva a la protagonista desde la infancia a la edad adulta. No es la luna un símbolo arbitrario, pues en casi todas las culturas, su influjo se asocia a la feminidad y al cambio. 28 días dura el ciclo lunar, así como el menstrual. La historia de Caperucita es, nos parecía, una historia que también trata de eso, de una niña que está creciendo y a la que empiezan a asediar los «lobos», esto es, los pretendientes, los hombres (como en la fabulosa ‘In Company of Wolves’ de Neil Jordan). No parece que el rojo de la caperuza sea una arbitrariedad estética por parte de quienes construyeron la historia lenta y oralmente antes de que los Grimm y Perrault fijaran el mito: no hay asociación más neta que la del color rojo con la sangre. Para nosotros, esa caperuza que envuelve a Artemisa, como la de Caperucita, es una imagen de su madurez sexual y en ese sentido la utilizamos nosotros. Artemisa, sin querer, está entre Lambrijo y Rufo, uno el sexo en relación con el amor y otro con lo que de más salvaje y terrible, lo que de más opresivo, puede llegar a tener el sexo, y entre ellos tres se organiza la tragedia… y la redención, la aceptación de su ‘adultez’ y la renuncia a su neurósis… ¡pero leéros el tebeo en vez de tenerme aquí embarullando, que parece que he contado un chiste malo y lo tengo que explicar, coño!!! 🙂 Además, tenía miedo yo de que el tebeo, de tanto gris, resultara visualmente aburrido: fue añadir ese toquecito de rojo y tomar una dimensión tremenda. De repente, los grises resultaban más potentes, más ominosos,el propio rojo singularizaba a Artemisa entre las brumas. Hubo la suerte de que el editor no dijo ni mú y aceptó el capricho (que encarecía la producción del libro) y, como en una conjunción (lunar), todo se ordenó, me parece, dentro de un conjunto coherente, dando sentido visual a las reflexiones sobre el folklore que había implícitas en el texto. Estoy contento de cojones con cómo ha quedado el libro y en cómo está siendo recibido.»

En caso de que con mis palabras y los detalles de Enrique y Jose Luis no os hayamos terminado de convencer para probar El juego de la luna os adjunto unas ultimas palabras que os dedica el propio guionista: «Sinceramente, creo que “El juego de la luna” es el mejor trabajo como historietista que Munuera ha realizado hasta ahora. Hemos hecho el tebeo que hemos querido, y como dibujante creo que él ha aprovechado esa oportunidad para desplegar todo su enorme potencial como narrador, lejos de los formatos más “standard” en los que siempre se había movido –y brillantemente, por cierto-. Una historia intensa, poética y mágica con la que hemos pretendido atacar directamente los sentimientos y las emociones de los lectores, mientras disfrutábamos al máximo del enorme placer de hacer tebeos y de contar historias con viñetas. »

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Nochnoi Dozor
Nochnoi Dozor
11 noviembre, 2009 11:13

Muy buena reseña, voy a pedir un ejemplar a mi librero habitual. Raúl, estás destrozando mi economía familiar.