Edición original:Le Perroquet de Frida Kahlo, 2015, Jason & Editions de Tournon, Carabas.
Edición nacional / España: El Loro de Frida Kahlo. Colección Sillón Orejero. Junio 2015, Astiberri Ediciones.
Guión, dibujo y tinta: Jason.
Color: Hubert.
Formato: Tomo de 208 páginas a color editadas en rústica.
Precio: 19 €.
Jason se mueve como pez en el agua en el mar del relato corto. Lo ha demostrado en recopilaciones como Low Moon o Athos en América. Parece como si se sintiera más libre, más juguetón, de modo que sus historias se mueven por un terreno extenso que cubre desde el drama más triste al disparate más caprichoso. Y de eso hay mucho en este último El Loro de Frida Kahlo. Si es la primera vez que caes en las garras de noruego, me encantaría ver la expresión de tu rostro. ¿Animales antropomorfos que follan y matan? ¿Colores planos y línea clara para historias sórdidas y malencaradas? Jason, de entrada, juego al despiste. Esa apariencia entre fría y naif le permite bucear sin cortapisas por las cloacas de la emoción humana, de modo que lo que narra, al darse de bruces con su apariencia primera, resulta más chocante, ergo más efectiva en su subversión. Sus personajes no son felices, rara vez lo son. Casi todos cargan con un pozo de desesperanza que les lleva a verse dominado por una ristra de deseos inconfesados o caprichos arbitrarios. Son más humanos que humanos, por tanto, de ahí que, a pesar de la aparente inexpresividad de sus rostros de animales, resulten más conmovedores que la obra de autores figurativos. Animales antropomorfos como metáfora de lo salvaje de la humanidad. No es banal entonces la elección de estas figuras como catalizadoras de la narración. Aunque a veces pueda parecer lo contrario. Lo que está claro es que Jason tiene una cantidad de páginas a sus espaldas que lo confirman como una personalidad única en el tebeo europeo, un autor de trazo particular y reconocible al instante, de universo propio e inimitable. Que no es poco.
Entonces llegamos a este El Loro de Frida Kahlo, donde nos encontramos todos las virtudes y defectos de la obra de Jason. De ese modo, maná para sus seguidores y otra nueva razón de sus detractores para olvidarse de él. A través de once historias, Jason nos propone regodearnos en alguna de sus filias y también, hay que decirlo, en alguno de sus tropiezos. Jason, en el pequeño formato, se pone a experimentar, se vuelve caprichoso, busca excusas pequeñas para o bien contar cosas muy grandes o quedarse ahí, en la anécdota. Ejemplo de esto último, el juego visual que propone en Moondance, una versión a toda página de varias canciones de Van Morrison transformadas en posters de cine de terror, algo que parecerá inútil para algunos, un evidente tour de force, pero que no deja de tener su gracia. Pero Jason, abonado a su propio campo de juegos y quizá sabiéndose ya con la libertad del autor consagrado que es, sigue jugando con sus filias, en el primer relato, el críptico Quien Roba, donde la trágica historia de un robo se ve invadida por visiones de Magritte, otorgando una carga simbólica al relato tan potente como difícil de seguir. Karma Chamaleon, es por su parte un homenaje lisérgico y al pie de la letra al tema de Culture Club a la vez que al cine de monstruos atómicos de los cincuenta, pero con un twist, como no podía ser de otra manera. Aquí, no es el monstruo quien importa, sino quien lo busca. Y resultan más monstruosos los humanos si cabe, según se mire, depende del lado que te pongas: y ahí radica el twist; vaya, te he calzado un spoiler, mis disculpas.
Jason continúa con sus obsesiones, que en el fondo son las nuestras, en Lorena Velázquez, quizá el relato más desenfadado del tomo, donde un trasunto del Santo, el Enmascarado de Plata debe rescatar a una doncella, la tal Lorena del título, de las garras de una jauría de personajes arquetípicos del mundo del terror, encerrados en un castillo del todo transilvano. Una delicia visual, que su sola lectura merece la apropiación, indebida o no, del volumen. Otra nadería igualmente disfrutable resulta La Noche del Cazador de Vampiros, donde un trasunto del (falso) reverendo Harry Powell de La Noche del Cazador (Charles Laughton, 1955) se mete en la piel de un cazavampiros de la Hammer en una de sus cruzadas asesinas. En la misma línea, la historia que da nombre al volumen, El loro de Frida Kahlo, donde la pintora mexicana se convierte en una pistolera a sueldo, supone otra gracieta lograda a través de la yuxtaposición de universos y conceptos en principio en la antípodas, como son los mundos latinos de Frida Kahlo y el hard boiled a lo Marlowe.
Hasta aquí, ejemplos del Jason más desenfadado. Su vertiente más trágica, más seria o más profunda, elige la que convenga, viene representada por relatos como Nada, una tristísima visión sobre la decadencia que conlleva el Alhzeimer, o Nuevo Rostro, uno de los relatos más interesantes del tebeo, ya que con la premisa de la arquetípica historia del gangster a la fuga que debe cambiar de rostro, se permite jugar con la narrativa contrastando lo que cuenta la viñeta con lo escrito en los bocadillos, creando un universo alternativo, alternativo por feliz, frente a la tragedia que suele conllevar el género negro del que parte. Y es que este relato supone casi un alegato en favor del sufrimiento. Al grano, las historias, nos viene a decir Jason, o eso creo, son tales en función del grado de padecimiento de sus personajes. En función del drama, hay mayor o menor grado de disfrute por parte del espectador e incluso este certifica la humanidad del personaje que lo padece. De este modo, la felicidad no cuenta nada. Esto, extrapolado a la vida real, esa que llevas a cabo cuando no estás mirando una pantalla, supone un machetazo mental que define una manera depresiva de ver la vida, al tiempo que se certifica como una de las características más salvajes de la obra de Jason, un verdadero lobo con piel de cordero. Y si las historias existen para eso, para reflejar la realidad que vivimos, la felicidad entonces es un invento que quizá no sea plato para todos los paladares.
Guión - 7
Dibujo - 7
Interés - 7
7
Jason se mueve como pez en el agua en el relato corto; esto es una buena muestra de ello.