– Pues claro… ¡La pirámide es una nave-estrella viva, encargada de llevar un mues-trario completo de todos los seres pensantes de la galaxia!
– ¡Tenemos que reunirnos todos en Edena!
– ¿Edena?
– ¿Cómo?… ¿El legendario Planeta-Paraíso?… ¿El mundo perfecto… oculto en el centro del universo?
El mundo de las historias está sustentado en la referencia, en el homenaje tanto pretendido como inconsciente. Los que hoy son grandes miraban hace poco hacia arriba contemplando aquellas figuras que se alzaban ante ellos; los referentes. No es nada novedosa aquella expresión atribuida a Isaac Newton que decía “Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes”, pero nunca está de más recordarla, porque es a todos los niveles una autorreferencia de sí misma. Pero dentro de este mundo construido y alzado por gigantes, hay algunos de ellos cuya sombra abarca más que la de los demás, que las engloba. El autor de esta obra, que es de por sí un referente inapelable del cómic, toma para su obra, entre otras, un gigante cuya sombra se antoja una de las más largas y densas de nuestra historia: La Biblia.
El nombre que significa mucho más que eso
Jean Giraud (1938-2012), conocido por muchos como Moebius, fue un guionista y dibujante francés que no necesita más presentación que uno solo de sus dibujos. En cualquiera de sus ilustraciones, ya sean de El teniente Blueberry, western en el que desde 1964 trabajaría largos años con su verdadero nombre, consiguiendo celeridad y prestigio; hasta su última obra inacabada Arzak, el vigilante, publicada en septiembre de 2011 con su seudónimo, su huella era evidente.
Su marca era tal que no podía evitar trascender de medio, su fuerza visual fue tan potente y visible que muchos de los grandes creadores de otros medios, como el cine, vieron en su universo una necesidad. Alien, Willow, El quinto elemento, entre muchos otros son recordados en gran parte por el diseño que les otorgaba una entidad propia muy atractiva, un universo personal. El universo de Moebius.
Porque Moebius no es solo un nombre o un seudónimo, es mucho más que una marca o un autor. Es un estilo. Uno que revolucionaría la ciencia ficción de los años 70 y 80 que ya de por sí venía revolucionada por muchos otros en diferentes medios, destacando a 2001 una odisea en el espacio de Stanley Kubrick y la literatura indefinible de Philip K. Dick. Pero la llegada de la revista Metal Hurlant en 1974 y con ella la de muchos autores, en concreto la de Moebius, fue el pistoletazo del estilo que ahora identificamos con el ciberpunk, pero que en aquella época solo tenía un nombre. Y ese era el de nuestro autor.
El mundo de Moebius
Jean Giraud es mundialmente conocido por ser el dibujante de la serie Blueberry, la cual obtuvo unas alabanzas que se han alargado en el tiempo hasta nuestros días. Pero aunque residieran en el mismo cuerpo, Giraud y Moebius eran dos autores muy diferenciados. Uno tomaba del otro, pero cada cual era consciente de su lugar, de su momento.
La velocidad y eficacia que Giraud consiguió con los primeros trabajos de Blueberry, y que le acompañarían prácticamente hasta su muerte, pues en 2007 hacía su última entrega de esta inabarcable saga, Apaches; sería de gran utilidad para el lúbrico (si se me permite) alter ego que se escondía tras su solemne dibujo.
El mundo de Moebius como lo conocemos, se gestó en la Metal Hurlant de los años 70 y 80. Empezando por sus 5 versiones de Arzach (Arzach, Harzak, Harzack, Arzak y Harzakc)(1975-76) y The long tomorrow (1975), pasando por El garaje hermético (1976-80) y teniendo como colofón a la considerada unánimemente como su obra magna, El Incal (1980-88).
En 1983, en mitad de toda la vorágine que suponía convivir con dos artistas en el mismo cuerpo, ambos de un prestigio creciente, y de una influencia palpable, Moebius es contactado por el entonces director del Departamento de promoción de la firma Citroën, Christian Bailly. Desde hacía unos años, en la compañía se obsequiaba a los concesionarios con álbumes de fotos o serigrafías originales de Savignac, pero Bailly quiso hacer un cambio, el cual todos los amantes del cómic le agradecemos por sus consecuencias. Christian, que era un entusiasta y fan declarado de Moebius y Giraud, le pidió a Moebius que le preparase un portfolio para entregar como regalo en vez del típico obsequio anual.
Como recoge la extensa información adicional que viene al final del ejemplar integral que Norma editó en 2014, Moebius decía esto: “Yo quería, al principio, que Sobre la estrella (primer capítulo de El mundo de Edena, y que se suponía iba a ser el único) fuera dibujado por dos de mis amigos. Yo hubiera hecho el lápiz y ellos lo habrían pasado a tinta. Pero un día que estaba con ellos en el estudio para hablar del proyecto, empecé a hacer unos bosquejos, y entonces pasó algo extraño: la historia me salió sola ¡Diez, veinte, treinta, cuarenta páginas! De hecho, en menos de dos horas aboceté todo el cómic, muy deprisa. Cuando terminé, me percaté de que me miraban atónitos, y uno de ellos me dijo: Es la historia completa de las cuatro páginas para Citroën”.
Confesó que era una excusa para crear un mundo propio, pero también que era una necesidad que hacía tiempo le acuciaba. Así fue como en 1983 dio inicio El mundo de Edena, uno cuyo creador no lo concluiría hasta casi veinte años después, en 2001.
Aviso a los turistas de Moebius
Si hay algo claro en las historias de Moebius, es que no se pretende la claridad. El autor no procura un mensaje conciso y concreto, como tampoco hay en sus historias una divagación ingenua. Moebius, es esa parte de Giraud que se priva, de forma consciente, de esa necesidad del narrador por la que se ve obligado a que su historia tenga una coherencia incuestionable. No te explica, te muestra, no se entiende, se intuye. Te deja a ti parte de la autoría, parte del trabajo. El lector se convierte en parte de la narración, en un personaje más.
Pero que no haya una explicación o mensaje explícitos no significa que él no sepa lo que cuenta. Al menos no cuando está terminado: “¿Cómo es que no hago nada concertado y al final resulta que lo tiene? Quiero cada cosa, pero no esa dimensión orquestal (…), nunca la he querido tal como me sale. Por lo general, no me atengo nunca a un planteamiento preliminar. No sé muy bien adónde voy y me sale acabado. Es curioso, hay en mí en savoir faire, un conocimiento que no me explico. Es decir, que una parte de mí sabe a dónde voy. No sé cómo voy hasta allí, pero sé adónde voy. Sí, eso es, desde la primera línea sé adónde voy”.
Sin embargo, aunque no haya nada explicito y cada lector tenga su propia interpretación, su propio viaje, intentaré explicar el mío. Sin que éste implique una explicación inamovible o tan siquiera más o menos coherente que otras. Es simplemente una más, que es de alguna manera lo que Moebius buscaba.
Itinerario por Edena
1983, Moebius pretende hacer un portfolio para la firma Citoën. 2001, Moebius termina su historia El mundo de Edena ¿Qué sucede entre medias, qué cuenta la historia?
La premisa es relativamente sencilla, pese a que muchas veces contar lo sencillo de forma atractiva es lo más complicado. Un par de cosmonautas reciben un mensaje, y eso les hace llegar a un planeta en el que se concentran millones de especies alrededor de una pirámide. La estructura acaba siendo una nave que les llevará al mítico mundo de Edena, el planeta paraíso.
Esa es la sinopsis del primer capítulo de cinco de esta historia. Y es el que recibieron los concesionarios de Citroën con más o menos gratitud. En este capítulo vemos que los protagonistas de la historia Stel y Atan, los cosmonautas, cogen un Citroën clásico para desplazarse a la pirámide. Y cuando la nave despega para llevar a los seres, ésta se convierte en algo parecido a un cuadro de Kandinsky, y termina por transformarse en las dos flechas de la marca automovilística que se adentran en el espacio profundo. Esto es un Citroën conducido por Moebius. A partir de ahí, el autor se baja del coche y recorre su propio camino.
El mundo de Edena, se divide en cinco grandes capítulos y en varios fragmentos divididos en el tiempo. Súbanse a bordo, agárrense, y tengan muy abiertos los ojos, pero sobretodo los sentidos. Pues el viaje será movidito.
Sobre la estrella, 39 páginas (Diciembre de 1983, Les Humanoïdes Associés)
En esta primera incursión, si los visitantes miran a un lado, podrán ver una narración típica de Moebius. Sus desiertos interminables, sus naves estrafalarias y sus personajes lanzados a una aventura metafísica. Si miran al otro lado podrán ver la marca Citroën y su alusión a que si el arca de Noé futurista fuese construida por un fabricante, no sería otro que el que lleva la doble flecha apuntando al cielo. No se extrañen, este estilo más limpio y cuidado en el trazo fue pretendido por el autor, y le otorga a esta obra una concreción en lo que se muestra, que el mismo Moebius veía necesaria para no crear tanta confusión como a la que estaba acostumbrado. Escuchémoslo de su propia boca: “Eso me previno de la superabundancia inacabable y completamente neurótica que caracterizaba algunas de mis páginas hasta entonces…”.
Los jardines de Edena, 51 páginas (Septiembre de 1988, Casterman)
En esta segunda entrega la cosa se complica. El autor tiene libertad, por lo que el pasaje deberá tomar más precauciones. Si miran a su alrededor verán el famoso mundo de Edena, un paraíso de enormes praderas y colmado de todo tipo de maravillas. Comida al alcance de la mano, libertad y seguridad. Pero si se fijan con detenimiento verán a nuestros dos protagonistas fuera de lugar. Asexuados tanto física como mentalmente, acostumbrados a la vida mecánica e informática, a unos alimentos ultraprocesados, y a hacerse unos chequeos médicos que implican la sustitución constante de órganos vitales defectuosos; el paraíso les es presentado como un infierno. Pero, como es por todos conocido, el cuerpo se acostumbra rápido a lo bueno.
La diosa, 81 páginas (Septiembre de 1990, Casterman)
Nos encontramos en el ecuador de este viaje, y pasamos de un escenario puramente físico a algo que poco a poco trasciende lo corporal. Estén atentos, y si quieren ver algo abran los ojos, pero no los del cuerpo. Si se asoman hacia abajo presenciaremos la llegada de Atana (ya no es Atan) a un lugar subterráneo, poblado por gente enmascarada, y que le llaman sin rostro a quien no porta dicha máscara. Al otro lado podremos ver los enfrentamientos mentales, y a veces oníricos, en los que participará nuestra coprotagonista por intentar mantener su cordura y la individualidad lograda tras su estancia en el paraíso, ahora aparentemente perdido. Todo ello en contraposición de un ser que se hace llamar La paterna, y que pretende someterla.
Stel, 73 páginas (Abril de1994, Casterman)
En esta parte del viaje acompañaremos a nuestro perdido coprotagonista Stel que, si observan atentamente, verán vagando sin rumbo por el desierto. Tiene su particular encuentro con la psicodelia, gracias al ser opuesto a La paterna, un tal Burg. Tras la revelación de su camino y condición, podemos observar la primera interacción de Stel con los seres enmascarados, quienes le guiarán a su refugio, y en el que nuestro querido Stel las pasará negras.
SRA, 61 páginas (Septiembre de 2001, Casterman)
Casi hemos llegado a la última parada de nuestro itinerario. Pónganse los cinturones, pues este es el tramo más convulso de todos. Lo real se mezcla con la ficción para nuestros protagonistas. Un sueño lucido o una realidad lisérgica. Luchas metafísicas y saltos de realidad. Los que ya hayan ido de visita por El Incal verán sus similitudes ambientales. Y las semejanzas con Origen de Christopher Nolan, como lo son con Páprika, primero novela de Yasutaka Tsutsui y después adaptación cinematográfica de Satoshi Kon, son pura coincidencia.
Tras esta breve expedición por los cinco capítulos de El mundo de Edena, nos detenemos brevemente a observar los interesantes caminos que se ramifican del principal.
Los reparadores, 8 páginas (2001, Casterman)
Antes de enfrentarse a su epopeya personal, nuestros protagonistas eran simples cosmonautas cuya función principal era la de reparar. Y en esta ocasión no hacen otra cosa que arreglar algo, ¿el qué? Pues a nada menos que a un conocido autor de cómics.
Ver Nápoles, 4 páginas (1987)
En esta breve historia vemos por pirmera vez a un enmascarado (Pif Paf) de los que aparecen en el subsuelo de Edena. Y ya en esta época observamos que la máscara no hace otra cosa que estorbar a la hora de ver lo que nos rodea.
El planeta todavía, 23 páginas (1990)
Si el pasaje ha estado con los ojos y oídos abiertos, habrá notado que este pequeño volumen es mudo. Un comic bock, protagonizado por nuestros Stel y Atan, para Concrete Earth Day que celebraba la Jornada de la Tierra. Se trata narración llena de vida y en la que la oda a la naturaleza y la sensación de plasticidad en el dibujo, hace de esta historia una delicia espiritual y visual. En muchos sentidos muy conectada tanto en forma como en cuerpo a la Nausicaä del Valle del Viento que el maestro Hayao Miyazaki empezó en 1982 y terminó en 1994 en papel, pero que es por todos conocida por su adaptación a la gran pantalla en 1984. Y evidentemente, en esta historia ustedes deben llenar los huecos que deja a la interpretación, ya presentes en toda su obra, pero ahora enfatizados por la falta de un apoyo lingüístico.
Y aquí damos fin a nuestro itinerario por El mundo de Edena. Sin embargo, siempre hay hueco para algo más.
Lo que hay y aquello que quizás se esconde
El título de esta obra ya nos incita, nos instiga a que saquemos una lectura previa de lo que será. Edena, el mundo paraíso que se esconde en el centro del universo, no es que tenga referencias escondidas, sino a plena vista. Y aun así siempre parece haber algo más que lo evidente.
En las páginas de esta obra vemos claras alusiones al Génesis y otros libros de La Biblia, tanto del viejo como del nuevo testamento. El diluvio universal y su arca, en el primer capítulo. El Edén con su Adan y su Eva, en el segundo. El infierno bajo tierra y los falsos ídolos en el tercero. La revelación de Dios a Jesús con su consiguiente sacrificio en el cuarto. Y una especie de resurrección al tercer día en el quinto y último capítulo. Entre otras. Todo ello se revela con la coherencia interna de la obra, y con algún giro de guión que propicia la referencia como algo original, a pesar de ser lo que es.
También hay referencias incluso alabanzas, acreditadas por el propio autor, sobre la instintoterapia, de la que fue gran defensor, pero que al de un tiempo se alejó por su falta de eficacia. Asqueado por los métodos industrializados de acceder al alimento fue vegetariano un tiempo. Pero abandonó ese estilo de alimentación para probar con la instintoterapia que su “creador” Guy-Claude Burger (el que encarna a “Dios” en la historia se llama Burg), proclamaba como la alimentación del futuro. O al menos de uno que fuera sostenible. Según las bases del sistema ideado por Burger solo se puede ingerir lo que él apodó “alimento original”. Este alimento era todo aquel que: no fuera sometido a ningún tipo de desnaturalización mecánica (sazonar, moler, mezclar, triturar…), desnaturalización térmica (frito, congelado, cocido, irradiado…), desnaturalización química (pesticidas, fertilizantes…), seleccionado artificialmente (cultivo o cría masiva…) o transformado a base de lácteos. Los seguidores de esta doctrina pueden comer todo lo que quieran de los alimentos que encajen en su lista (crudos) tanto como gusten, basándose en el gusto y el olfato, y respetando el deseo instintivo e innato de parar. Todo esto se ve muy reflejado en la historia de esta obra en muchas ocasiones, teniendo el alimento como uno de los desencadenantes principales de las tramas y conflictos centrales.
Esas son, algunas más que otras, referencias evidentes que encontramos en la obra. Pero como siempre pasa con Moebius; si eso es lo que está claro, ¿qué se esconde? En muchos casos nada, y en gran parte es lo bonito del autor, que nos obliga a indagar, y aunque no haya nada, a encontrar algo. Y eso significa que sí que había, pero no de forma previa, o preconcebida. Por tanto, el haberlo encontrado nos convierte en coautores de la obra, de la que se nos presenta a nosotros, que es una de las grandezas de esta clase de narraciones.
Profética y poética
“Hoy en día el mensaje está claro y, si hubiera un mensaje fundamental, sería éste: Van a conducirnos a cambiar nuestro comportamiento y nuestras creencias a escala planetaria, o bien vamos a perecer”. Moebius.
El mundo de Edena tiene un gran sentido poético en cuanto a su visión del amor, de la esperanza y la libertad. Tanto visual como narrativamente tiene mucho de lírico, de tranquilizador, tiene un aura que conforta, también debido al dibujo más claro de lo que acostumbra Moebius. Sin embargo, no es la obra más completa de este autor, y muchas veces peca de ingenuidad en lo referido a la transformación de los personajes o en las decisiones sociales que se toman en la obra. Tampoco ayudó a su coherencia y su continuidad el que se espaciase tanto en el tiempo entre una entrega y otra, ya que el Moebius que acometía la obra en 1983 poco tenía que ver con el que la concluía en 2001. Pero pese a todo, tiene algo que hoy podemos ver con un halo profético digno de este autor.
En Edena hay un grupo de gente que viven bajo tierra, encerrados en su «hogar» al que llaman El Nido y que llevan obligatoriamente una máscara. Creen que sin la máscara les entrará lo que denominan la enfermedad de la nariz, y a quien no lleva la máscara lo llaman sin rostro y es enviado a las cloacas del Nido.
Quien no vea las similitudes con este ya pasado año, es porque no quiere mirar. Moebius no pensaba en nuestras famosas mascarillas o en la pandemia mundial. Pero pensaba, como lo hacían, hacen y harán los escritores de ciencia ficción, en algo alegórico de la represión de la individualidad. El uso de las mascarillas en este año ha salvado muchas vidas, y aun por hoy siguen siendo muy necesarias, pero no debemos olvidar que son para proteger, no para aislar. Ni debemos con el tiempo, olvidar cuál es su uso, cuál es su lugar. Y sobre todo, cuál es el nuestro.
Solo esperemos que todo aquello que los escritores de ciencia ficción profetizaron con mayor o menor sentido, tarde en hacerse un hueco en nuestra vida. Aunque allí, a lo lejos, ya le vemos las orejas al lobo.
¡Excelente artículo!