La obra que tenemos entre manos me ha traído a la mente, por esa asociación que antes comentaba con Shintaro Kago y Suehiro Maruo, una cuestión que sería interesante debatir. Los tres autores suelen catalogarse como dibujantes «para estómagos fuertes» o «no aptos para gente sensible». Por supuesto, cada uno tiene sus gustos y es libre de elegir qué leer acorde a sus necesidades; es perfectamente comprensible, pues, que se rechace aquello que es desagradable o que básicamente no pueda resultar atractivo al lector. Todo se reduce al final a cómo ve cada uno la lectura: un mero entretenimiento o un reto con el que descubrir algo nuevo, una manera de enfrentarse a diferentes situaciones desde nuevos puntos de vista, de ampliar tu miras aunque esa experiencia, al final, sea algo difícil o desagradable.
Hideshi Hino se puede disfrutar simplemente como un espectáculo de vísceras, violencia y gore, y está bien así. Algunos pueden disfrutar su estilo y extravagancia y otros encontrarlo repulsivo, pero para tanto los que lo disfrutan como para los que no, es necesario que la lectura que hagan de la obra vaya más allá, que atraviese esa barrera superficial para encontrarse con el verdadero relato que se esconde bajo esas páginas de oscuridad y miseria. El niño gusano es la historia sobre un niño extraño, atípico, por decirlo de alguna manera, e incapaz de plegarse a las convenciones sociales que ha acabado, por la picadura de un insecto misterioso, convirtiéndose en un bicho gigante.
Las historias de Hino, a pesar de su apariencia, esconden siempre un canto de alabanza a la individualidad y se me antojan como un medio desde el que el autor comunica una ansiedad que lleva dentro. De esto da cuenta su obra semiautobiográfica Panorama infernal, en la que habla sobre sus antepasados y su vida en una familia pobre y cuya historia está llena de desgracias, crimen y sufrimiento. Esa individualidad es el rasgo más característico de su obra: empezando por sus personajes, todos ellos seres inadaptados y marginados, y acabando por el propio autor, que se ha desmarcado durante toda su carrera de las tendencias de cada época y cuya manera de trabajar se aleja mucho de la altamente productiva y mercantilista del mercado japonés.
En El niño gusano encontramos un ejemplo de esto mismo en el personaje protagonista de la historia. El chico, retraído en su mundo de insectos y peculiaridad, acaba por convertirse en un bicho y encontrando un entorno donde encaja mejor, donde se ve a sí mismo en paz con el resto del mundo: hace de la soledad su mejor amigo y carga a sus espaldas su singularidad. La historia, de esto modo, se puede leer como una crítica muy dura a una sociedad inclemente ante aquellos que son distintos. La falta de empatía, el egoísmo, el «sálvese quien pueda» llevado al extremo, al terreno de lo fantástico y lo violento y desagradable. Hideshi Hino es un maestro del terror, pero para mí es más un maestro de lo terrorífico de ser distinto en una sociedad cruel y egoísta.
Qué bien sabe no existir…
https://www.youtube.com/watch?v=Azg_ilLio5Y
Yo era más de mirar el péndulo.
Qué pena que no sea ruso, señor…