En el número 40 de la colección de Aquaman que iniciara pocos años atrás Rich Veicht con escaso éxito, otorgando al manco protagonista una mano acuosa de propiedades curativas, hace ahora su entrada Kurt Busiek con la esperanza de tener más fortuna que los guionistas previos.
La colección, subtitulada Sword of Atlantis para la ocasión, presenta como tantos otros títulos DC del “Año después” a un nuevo portador del legado pertinente. Blue Beetle, Catwoman, incluso posiblemente Wonder Woman son algunos otros ejemplos que nos vienen a la cabeza. Aunque quizás en el caso de Aquaman el nuevo personaje no sea realmente tan nuevo. Más bien al contrario.
Este nuevo protagonista, llamado Arthur Joseph Curry, procede de la superficie y va a parar a las profundidades oceánicas por causa de una tremenda tempestad que arrasa el Instituto Oceanográfico en el que vive y la pecera en la que se halla confinado. Porque sí, resulta que este chico es especial. Como no podía ser de otra manera si tenía la esperanza de que alguna vez alguien se fijara en él para protagonizar un cómic. Hijo de un oceanógrafo, nacido extremadamente prematuro, fallecida su madre, su padre se verá obligado a adaptarle al medio acuático para que tenga alguna oportunidad de sobrevivir. Y vivirá desde ese momento en una tanque repleto de agua cual Nexus cualquiera.
Bajo el mar es convocado por una especie de mago deforme que se hace llamar “El Morador de las Profundidades”. Este personaje, que ejerce de narrador de todo el primer número, le conmina a rescatar de un ataque al Rey Tiburón. Después hace que nuestro protagonista se vista con las ropas de Aquaman mientras él cura misteriosamente las heridas que ha sufrido el hosco pez antropomórfico.
Aprendemos en ese instante que el Morador toma a Arthur por nuestro Aquaman pero, al ser sacado de su error, se muestra confundido. ¿Acaso lo que él recuerda no ha sucedido aún? ¿Acaso recuerda el futuro? Empieza entonces a profetizar aquello que le espera al chico y nosotros nos damos cuenta de que en realidad está explicando la historia del personaje de Aquaman hasta el momento presente. Aunque las imágenes muestren esa historia de forma algo distinta, como evocando momentos que no pueden acabarse de aprehender y se diluyen al ser arrastrados por las aguas. El protagonista, no obstante, se niega a aceptar lo anunciado por el mago deforme.
La última página apunta una pista acerca de lo que está pasando.
Aviso de Spoiler |
Alberto, no te pongas nervioso, que de lo que se trata es de ver si sale un buen relato. Y de todo hay. Busiek parece haberse planteado este número como una historia de presentación y tanto da que tenga 22 páginas como 18 o 42. Apenás hay interacción de los personajes. Sólo dos discursos, uno más largo que el otro, el del narrador y el del protagonista cuando explica su origen. Sentando el punto de partida. Por lo demás, casi no pasa nada, dejando al lector con una cierta sensación de vacío. Será el estilo descomprimido ese.
En contraposición, el planteamiento es sugerente por lo explicado y por la evocadora prosa que Busiek pone en boca del Morador. Eso son puntos positivos que hacen percibir la propuesta de manera prometedora. Y es que quedan muchos interrogantes que suscitan interés. ¿De dónde ha salido este Arthur? ¿Qué misión le espera? ¿Por qué el Morador no recuerda ser quien parece ser? ¿Qué papel juega el Rey Tiburón en todo esto?
Mención aparte nos merece un aspecto concreto del número. Cuando el Morador evoca/profetiza el destino de Aquaman, es fácil que nos venga a la mente aquello que hablamos sobre la naturaleza iterativa de las sagas superheroicas.
Pero la fuerza de dicha escena nos hace captar la dimensión mítica de estos recursos. Cual Ciclos Artúricos, Ragnaroks nórdicos, Eternos Retornos nietzscheanos o Segundas Venidas del Cristo, esta iteratividad adquiere en los ciclos heroicos una trascendencia de proporciones casi divinas. Cuando es bien llevada, claro. Y Busiek, aquí, ha sabido hacerlo.