Entretenimiento de calidad en estado puro
El poder del fuego ya va por su tercer tomo en España de la mano de ECC Ediciones. ¿Cómo le está yendo por ahora a la nueva serie insignia de Robert Kirkman, Chris Samnee y Matt Wilson? Vamos a hablar un poco de ella.
Primero, un poco de contexto para quien no sepa nada de la serie. El poder del fuego está guionizada por Robert Kirkman, el autor de enormes éxitos del cómic independiente como Los muertos vivientes o Invencible. En el apartado artístico lo acompañan el siempre sensacional Chris Samnee y Matt Wilson, cuyos colores encajan a la perfección con el estilo limpio de Samnee.
En El poder del fuego seguiremos la historia de Owen Johnson, un niño huérfano que, al alcanzar la mayoría de edad, viaja a un misterioso templo en busca de sus padres biológicos. Lo que no se esperaba es que, al llegar allí, se une a un clan de ninjas que custodian un templo en cuyo interior descansa un dragón. Todo estos sucesos, no obstante, no son más que el preludio de una historia considerablemente más ambiciosa que comienza muchos años después.
Tras todo lo ocurrido mientras estaba en aquel templo, Owen Johnson volvió a la ciudad en la que se crio y consiguió rehacer su vida; formar una familia como si nada hubiera pasado mientras se gana un sueldo humilde en un oficio tan normal como la carpintería. Sin embargo, Owen acabará por descubrir que su pasado nunca morirá del todo cuando una serie de peligrosas figuras surgidas del pasado lo amenacen a él y a su familia.
De este modo, la historia que se nos cuenta en El poder del fuego no se aleja demasiada de las otras obras de Robert Kirkman. Con el foco siempre puesto en hacer de cada capítulo la lectura más entretenida posible, nos encontraremos números que caen como pipas gracias a su endiablado ritmo de lectura. Una vez más, Kirkman demuestra saber manejar esa mezcla de escenas de acción, desarrollo de personajes y momentos impactantes para la trama como pocos guionistas en la industria. Un cóctel candente (nunca mejor dicho) cuya explosión suele dar lugar a cómics superventas y de alto interés para aquellas cadenas de televisión que busquen historias con un gran potencial comercial que adaptar a la pequeña o la gran pantalla.
El tono de El poder del fuego ha variado mucho desde que la serie comenzara con aquel preludio autoconclusivo en su primer tomo. Lo que empezó pareciendo una mezcla loca entre grandes iconos de la cultura popular como Dragon Ball o Karate Kid que buscaba el entretenimiento más puro cambió radicalmente su tono en el segundo tomo, donde de pronto se convirtió en una historia sobre la familia de Owen que ponía el foco en las relaciones entre los personajes y en construir lentamente una tensión basada en la sensación de incipiente peligro.
La verdad es que, tras leer estos tres primeros tomos de El poder del fuego, el sabor de boca que me queda es muy parecido al que me queda tras leer muchas series de superhéroes. La mezcla de elementos, ese cóctel candente que tan bien sabe manejar Kirkman, se presenta en esta ocasión de una forma que evoca con fuerza la estructura y los arquetipos que caracterizan a las series superheroicas. Si de pronto me dijeran que esta serie está ambientada en el universo Marvel, me lo creería perfectamente. Es más, seguramente me entrarían muchas ganas de leer un crossover entre los personajes de esta serie y los del resto del universo Marvel. Sería una mezcla que no parecería fuera de lugar ni por estilo ni por carisma, porque otra cosa que Kirkman suele lograr a la perfección es crear a personajes que destilen un carisma especial.
En todo caso, Kirkam sigue siendo Kirkman y esta serie sigue siendo lo que esta serie parecía que iba a ser al principio, solo que con más interés de por medio. Es decir, tras un segundo tomo que sí que pausa más el ritmo para centrarse en las relaciones y en generar tensión poco a poco, este tercer tomo vuelve a la senda del espectáculo más puro que conduzca a momentos épicos y memorables.
En cierto sentido me recuerda a la sensación que me transmitió la película de Aquaman dirigida por James Wan. En esa película, cada vez que pasan más de un par de minutos sin que haya acción, algo ocurre para cambiarlo. De hecho, puede llegar a resultar cómico porque lo que ocurre casi siempre es que algo explota de la nada y entonces los personajes empiezan a pegarse con el malo de turno. En serio, es tan exagerado que incluso podéis encontrar un montaje en Youtube en el que solo se recopilan ese tipo de explosiones que ocurren a lo largo de la película.
Esa sensación de explosiones aleatorias que fuerzan el inicio de más escenas de acción o, como a mí me gusta llamarlo, “síndrome James Wan”, es una sensación que subyace a las páginas de El poder del fuego en todo momento. Forma parte del ADN más puro de esta serie e incluso serviría para definirla; al menos a juzgar por lo que hemos podido leer hasta ahora.
Y ojo, esto no es algo malo de por sí, ni mucho menos. De hecho, es admirable la capacidad de Kirkman para escribir un cómic tan poco denso y lleno de acción a la vez que mantiene la sensación de que en cada número ocurren cosas importantes. La dificultad de mantener el interés en la trama y de sorprender a los lectores con giros de guion sin permitir que la serie se tome un respiro en casi ningún momento es enorme porque significa que, como guionista, no dispones de escenas más calmadas en las que sembrar las semillas que recoger más tarde para lograr tus objetivos a medio y largo plazo.
No obstante, por mucho que Kirkman muestre una capacidad envidiable para conseguir esto, ni siquiera él puede escapar por completo a la sensación de que a esta serie le sentaría bien un poco más de desarrollo y profundidad. De nuevo, esto no se debe malinterpretar. Ahora mismo, la serie solo pretende ofrecer entretenimiento de alta calidad y lo consigue a la perfección. Pero si de verdad quiere trascender el entretenimiento más puro y alcanzar con esta nueva serie un nivel que se acerque al de sus otras grandes obras, debe dar un paso adelante en este sentido. Personalmente, creo que la clave para conseguirlo reside en poner el foco en la familia de Owen y en dedicar tiempo a desarrollar unas tramas secundarias que hasta ahora prácticamente no han existido.
El tercer tomo de El poder del fuego es tan entretenido y placentero de leer como los dos anteriores. Los giros de guion suceden sin parar, el final de cada número deja con ganas de más y el dibujo de Chris Samnee es un auténtico placer para la vista. Además, este tercer tomo pone fin al primer arco de la serie tras el preludio y da paso a una nueva etapa en la que el propio Kirkman promete que el nivel de la serie subirá respecto a lo visto hasta ahora.
Lo mejor
• El dibujo de Chris Samnee.
• Es una lectura extremadamente entretenida.
• El carisma de los personajes.
Lo peor
• Se echa en falta un poco más de desarrollo que cimiente las bases de una serie cuyo máximo potencial todavía parece estar lejos de explotarse.
Guion - 8
Dibujo - 9.5
Interés - 7.5
8.3
Candente
El poder del fuego se consolida como un entretenimiento de la más alta calidad, pero todavía debe dar un paso adelante y exprimir al máximo su potencial si pretende codearse con los grandes clásicos de Robert Kirkman.