Edición original: Le petite prince. D’après l’aeuvre d’Antoine de Saint-Exupéry (Gallimard Jeunesse, 2008).
Edición española: El principito (Salamandra, 2010).
Guión y Dibujo: Joann Sfar.
Color: Brigitte Findakly.
Formato: Volumen cartoné 112 págs.
Precio: 20€.
El principito, la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) y lectura obligada de la infancia toda, fue publicado en 1943 en Norteamérica por la editorial Reynal & Hitchcock; a Francia, de donde era oriundo el autor, no llegó hasta tres años después, acabada la guerra. En pocos años se extendió por el mundo, traducido a casi cualquier idioma concebible. Best-seller imperecedero, mantiene ventas anuales increíbles aún a día de hoy.
La historia es bien conocida. Un piloto -trasunto del propio autor- sufre una avería y aterriza con su avión en medio del desierto africano. En tan insólito paraje trabará amistad con un niño eterno, “el principito” del título, llegado de un planeta lejano y minúsculo donde solo hay tres volcanes que deshollina a diario (aunque uno de ellos esté inactivo, pero “no se sabe nunca”), una flor vanidosa que riega y protege y unas briznas rebeldes que arranca antes de que crezcan en gigantescos baobabs. El cuento rezuma ternura por el paraíso perdido de la infancia, mezclado con el aliento amargo de la madurez.
Joann Sfar, autor de La Mazmorra (junto a Lewis Trondheim), El gato del rabino o Pascin, a quien ya tratamos con motivo del delicioso primer volumen de Vampir, ha querido rendir homenaje a este clásico universal, que conoció a los cinco años gracias a su abuelo. “El principito no es un libro para niños, sino un libro sobre la infancia, sobre la gravedad propia de la infancia”, explica.
Formalmente, al contrario de lo que podría sospecharse, pocos riesgos toma Sfar en la composición de página. En las 110 planchas de que consta la adaptación jamás abandona la plantilla de seis viñetas cuadradas, a razón de tres filas y dos columnas, que le permiten una narración clara aunque un poco aséptica, tal vez pensando en llegar sin excesivas estridencias a su público potencial. La apuesta va por otro lado. Su “principito” no responde a la imagen canónica que el propio Exupéry consagró en su cuento, perpetuada luego en la mayoría de adaptaciones y tributos, sino que con su cara ancha y sus ojos grandes como peces, menos regio que la figura con que lo adornó su creador, adquiere un aire decididamente más siniestro y actual. Si en el diseño de Exupéry podíamos ver un pariente desgarbado del pequeño Nemo de Windsor McCay, el nuevo niño es una criatura cien por cien Sfar, deformaciones expresivas incluidas. Sfar también trasplanta al aviador la semblanza de Exupéry, dando carta de naturaleza a la identificación entre autor y narrador.
Pues el relato de partida apenas supera las cien páginas, Sfar embute sin problemas las peripecias del tierno infante alienígena en su extensión equivalente de narrativa dibujada, respetando escrupulosamente el texto magistral. Y, sin embargo, la huella en el lector es distinta. El sutil candor que embriaga la obra de Exupéry, su tristeza melancólica, se vislumbra en el trabajo de Sfar, pero, en el fondo, no emana de él, como la luna refleja la luz del sol y brilla, sin ser un auténtico cuerpo luminoso. Falta poesía. El dibujo tiene fuerza, es innegable, la robustez de la línea quebrada de Sfar, potenciada por el estupendo color de Brigitte Findakly; carece, sin embargo, de la delicadeza sugerente de su modelo. Es el riesgo de la adaptación, de la más respetuosa a la más iconoclasta. La literatura y el cómic gozan de recursos propios, menos coincidentes de lo que muchos sospechan. La reproducción de la prosa en una viñeta no tiene el mismo efecto que la palabra sola… o la imagen, ya puestos. El caso es que no hay nada malo o equivocado en El principito de Sfar. Se lee, se aprecia y se disfruta. Únicamente resta que no alcanza igual categoría en su medio de expresión que su excelso modelo en el suyo. El principito de Exupéry es uno de los grandes cuentos infantiles de todos los tiempos; el de Sfar, no.
Dicho lo cual, no quiero que se lleven la impresión de que es un Sfar fallido, de que desaconsejo su lectura o de que resulta decepcionante por sus cualidades intrínsecas. No es verdad. Entretenido y emotivo, muy bien dibujado -como es norma en Sfar-, el cuento despierta ecos del niño que alguna vez fuimos. La edición española, impecable técnicamente, cuenta, además, con el acierto de seguir la traducción original (obra de Bonifacio del Carril) con que El principito se dio a conocer al público español en 1951, gracias a Emecé Editores; la misma que luego adoptó -por acuerdo con la empresa bonaerense- la española Alianza Editorial.
Esta propuesta la veo bastante innecesaria.
El Principito ya es un libro ilustrado de lectura amena. Un cómic sobre esta obra no puede aportar nada aparte de un estilo gráfico diferente… y aún así las ilustraciones originales de Saint-Exupéry son más bonitas y tienen más encanto que los de Sfar.
Mmmm…
Puede que me lo lea si lo veo por la biblioteca o algo así. Pero dudo mucho que me lo compre.
Y me gusta mucho el libro de Saint-Exupèry pero, por, digamos, circunstancias personales, he quedado saturado de la historia del Principito para mucho tiempo.
Y ya te vale, Agrafojo. Con toda la Tabarra que tenemos que soportar a cuento de la abdicación y Felipe VI y vas y sacas al Principito. Si es que vais provocando, joder. XD
hace muuuuchos años que leí EL PRINCIPITO,pero lo que recuerdo,sin asomo de duda,es que me gustó mucho cuando lo leí.
la peli que adaptaba el cuento la ví hace un tiempo cuando la pasaron por paramount channell,e igualmente me encantó.creo,además,que era bastante fiel al texto.
y si alguien quiere saber por donde tiraba el finado michael jackson a la hora de copiar pasos de baile,que le eche un buen vistazo a la escena de la serpiente interpretada por el gran bob fosse.
uno de los libros que incluiria en una lista de 10 imprescindibles para regalar a un crio que está empezando a iniciarse en la lectura.
aunque igualmente lo disfruten los mayores.ya me entendeis.
Recuerda esto, Retranqueiro, cuando luego nos acusen de ir con el Star-System. 🙂