El Reino de los Cielos

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EL REINO DE LOS CIELOS (KINGDOM OF HEAVEN, EEUU, UK, España 2005, Épica, 148 Minutos)
Dirección:
Ridley Scott.
Guión: William Monahan.
Reparto: Orlando Bloom, Eva Green, Jeremy Irons, Edward Norton, Brendan Gleeson, Liam Neeson, Marton Csokas, Ghassan Massoud.
Música: Harry Gregson – Williams.

Valoración: 3/10

Resumen: Un humilde herrero llegará, tras enrolarse en las cruzadas, a defender la ciudad de Jerusalén del ataque del ejército musulmán liderado por Saladino.

Crítica: Repite Ridley Scott en la promoción de cada uno de sus proyectos, una máxima que se ha convertido ya en una cita equiparable a la mítica “el fútbol es así” del mundo del cine. “No importa lo que hayas hecho antes, en Hollywood siempre se te juzgará por tu último trabajo”. No le falta razón al realizador, pero aunque verdaderamente así sea, sería injusto recordar a un director como Scott por una película como “El Reino de los Cielos”.

Desde el anuncio del proyecto se ha tendido a comparar, inevitablemente, y no sólo por parte de los medios, sino desde la propia producción, al Reino de los Cielos con Gladiator, filme épico con el que Scott no sólo resucitó un género, sino que alcanzó la gloria cautivando a crítica y público. Desgraciadamente, esta epopeya medieval que tenemos entre manos en nada se parece a las desventuras del general Máximo.

Ni la historia, ni el ritmo, ni la intensidad, ni tan siquiera la espectacularidad que tanto se ha promocionado, es equiparable al drama del luchador romano. Pero sin duda, lo que más se echa en falta, es la presencia de un personaje con el que el público pueda identificarse. Este aspecto, tan necesario en la épica, queda sorprendentemente descuidado en favor del lucimiento personal del actor Orlando Bloom.

Bloom es en El Reino de los Cielos un joven herrero que, tras perder a su mujer y a su hijo, decide unirse a su hasta entonces desconocido padre para combatir en las cruzadas. El callado artesano metido a caballero intentará demostrar sus sorprendentes habilidades en campos tan diversos como la ingeniería, la política, la estrategia militar o el amor mediante una exigente actividad física, que Bloom acompaña con un gesto de perpetua inexpresividad con el que pretende salvar un personaje, ya de por sí, vacío.

Ante la carencia de carisma tanto del protagonista como de su intérprete, la mayoría de los secundarios tienen una fácil tarea a la hora de brillar en las escenas que comparten con la estrella de la película, y tanto el veterano Jeremy Irons, como el siempre majestuoso Liam Neeson, así como la cautivadora Eva Green (deseamos un brillante futuro a la “soñadora” de Bertolucci) consiguen eclipsar a Bloom, sobresaliendo entre todos ellos el genial trabajo de Ghassan Massoud (Saladino), que aprovecha al máximo sus escenas sabedor de poseer el mejor papel de la película. Incluso Brendan Gleeson, atrapado en un personaje totalmente histriónico, o Edward Norton, limitado por la máscara que porta, le ganan la partida al inexperto Orlando, que traiciona una y otra vez a su alter ego con la extremada pasividad que le aporta.

Pero no toda la culpa es del intérprete australiano, ya que durante toda la película, el otrora genial Scott, nos hace dudar de su participación en la autoría de la misma cometiendo errores propios de un principiante. A pesar del extenso metraje, las escenas se colapsan unas sobre otras sin tiempo para la pausa, la tensión ni, por supuesto, la emoción, creando una verborrea atropellada de imágenes difíciles de comprender en un montaje lamentable. Pero si en otros filmes épicos cronológicamente cercanos, el director conseguía salvar la papeleta con, al menos, una gran batalla memorable (como es por ejemplo el caso de Alexander) en El Reino de los Cielos ni tan siquiera se le permite al espectador disfrutar con una digna melée, ya que el director británico o bien corta esas escenas mediante inapropiadas elipsis, o bien nos las muestra con un aborrecible ralentí que ya parece pasado de moda.

A pesar de la enorme labor de producción, El Reino de los Cielos trata de ser una historia épica y resulta ridícula, pretende entretener y aburre y, aún peor, intenta convertirse en una metáfora histórica de la actual tensión política mundial sabiéndose un producto comercial con vocación de blockbuster. Pero seamos justos, y enfrentándonos a la máxima de Scott, olvidemos este reinado del terror para recordar al director por el discurso del replicante ante Deckard bajo la lluvia de Los Ángeles, por la huída de Ripley a través de los oscuros pasillos de su nave espacial o por la promesa de venganza que un esclavo clamaba ante el rostro aterrorizado de un emperador.

O.K.: -El trailer, uno de los más espectaculares del año, que resume en dos minutos una tediosa historia de más de dos horas de duración.

K.O.: -La falta de carisma del personaje principal y de su alter ego.

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