El silencio de Malka

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Edición original/ España: El silencio de Malka (Glenat, 1995).
Guión: Jorge Zentner.
Dibujo y Color: Rubén Pellejero.
Formato: Tomo rústica 88 págs.
Precio: 9€.

 

Algo fascinante encierran las fotos antiguas. Personas anónimas de cuerpo entero (o casi) en quebradizo blanco y negro mirándonos con una mezcla de ilusión, responsabilidad, esperanza o desafío. Rostros que ya han sido consumidos en la llama del tiempo, olvidados o recordados, sus historias ya cerradas, aunque vivas, como alimento de quienes les sucedieron. Podemos aprender mucho de esas viejas fotografías y sus promesas de una vida ya extinguida, hoy, pero comprimida en placas cuando aún había mucho, o todo, por recorrer.

Esa autenticidad que queda en la fotografía, desnudada de imposturas, poses y artificios para dejar la verdad de una época, es lo que criba también la memoria. Y por eso Jorge Zentner prologa el tebeo con un poco de historia y un poco de anécdota, agitados en el cóctel de la biografía sentimental. “En ese relato, en esas trenzas pelirrojas está el origen de El silencio de Malka”. Se refiere a su abuela, quien abandonó Rusia de niña para plantar las raíces familiares en un nuevo continente, América, y un nuevo país, Argentina, y la clave -una de ellas- del soplo de verdad y sentimiento que recorre estas páginas.

En Besarabia (Rusia), una pizpireta niña judía llamada Malka sueña con un futuro mejor allende los mares, alejada de los salvajes pogroms que exterminan a su raza. Pero la vida tampoco es fácil en su nuevo asentamiento. Entre Ríos (Argentina) es aún una tierra sin domeñar, asolada por sequías, aguaceros y plagas de langostas. La familia sufre duras penalidades. Casi al límite de sus fuerzas, el tío Zelik tiene una visión. Si moldea un hombre del barro y escribe sobre él la palabra “Emet” (“Verdad”, en hebreo) la criatura cobrará vida y le ayudará en las pesadas tareas de labranza.

Zentner imbrica las vivencias prestadas de su abuela con la tradición del pueblo judío, su herencia. El Golem, monstruo mítico al que una palabra -ah, la importancia de la palabra en las religiones- alza del barro, hunde sus raíces en el judaísmo y sus características se fueron perfeccionando durante la Edad Media. Su versión más conocida vio la luz en 1915 en la novela de Gustav Meyrink, basada en la leyenda del rabino Judah Loew ben Bezalel, y reinó, como Caligari, Mabuse o Nosferatu, en el breve pero influyente periodo del Expresionismo cinematográfico alemán, gracias a las películas de Paul Wegener, cuya versión más popular se estrenó en 1920. Como Frankenstein, esta criatura sin alma arrastra consigo la tragedia, sin ser malvada en puridad. El silencio de Malka lo aleja de sus orígenes tenebrosos para exponerlo a la luz distinta del realismo mágico. En La Pampa moran engendros, profetas o curanderas al lado de colonos trabajadores y temerosos de Dios, pero no son sino el postre de un menú ahíto de pequeños platos de lucha cotidiana por la supervivencia. Porque Malka y su familia y amigos, a veces con pesar, a veces con una sonrisa, solo tratan de salir adelante.

Malka confía a la luna sus sueños de un porvenir mejor

La fotografía, decíamos. Atrapa figuras en sepia pero todos vivimos a color. Y qué impresionantes matices recrea Rubén Pellejero para nosotros. El verdor húmedo de la hierba, el amarillo embarrado de los caminos, el limpio azul de los cielos, el ocre de las maderas muertas de las casas, el blanco de unas nubes, el rojo de unos atardeceres funestos. Cada página colapsa los sentidos: el mejor ángulo de representación, la tonalidad más insospechada, el ritmo más seductor, el trazo que delimita formas y sugiere psicologías. Una narratividad pictórica, como de retablo, enraizada en los clásicos norteamericanos de las tiras de prensa (Raymond, Caniff) y regada con la cinética de la escuela francobelga (Hergé, Tardi).

La libertad de planificación y la asombrosa variedad de encuadres puede esconder, en un primer momento, la meticulosa construcción de la obra. El silencio de Malka se divide en seis capítulos de duración desigual (entre las 10 páginas del primero, Lejos del mar, y las 18 del sexto, Buenos Aires), todos introducidos por una plancha inicial en blanco y negro, con el título y un plano detalle a color, seguido de una página con dos viñetas (la 1ª de un tercio de la página, la 2ª de dos tercios) que establece la ubicación y donde un personaje fuera de cuadro llama a la protagonista. Esto puede verse como un resabio de su serialización previa en revistas, si bien establece una cadencia muy lograda y personal de paso del tiempo. Aparte, el artista evita una plantilla concreta de viñetas. Prefiere repetir motivos. Así, la bellísima evocación a la luna que encierra el sueño de Malka en el capítulo 1 (pág.10), obtiene su correlato en el capítulo 4 (pág.50) con Rosita velando su amor. El rojo que tiñe de sangre el recuerdo de Zelik de una matanza en el capítulo 1 (pág.06-07) reaparece con idéntico furor asesino en el capítulo 5 (pág.60-64). Hay ejemplos menos evidentes, casi subliminales, como las caminatas de la 2ª viñeta de la pág.31 y la 3ª de la pág.53 o la llegada de Zelik a la granja en la pág.21 y la partida del “mudo” en la 64. Esta técnica, evitando la comparación directa por semejanza estructural (como la rima, para entendernos), logra una suave música (como la aliteración, siguiendo con el símil literario) que permite fluir el relato por cauces imprevisibles y convincentes.

Sobre la precisión del encuadre y el ritmo podríamos hablar durante horas, asombrándonos de la construcción de una plancha de 12 viñetas (pág.20), donde el tempo lo marcan los primeros planos y el goteo de la lluvia; o del brindis a cuatro (pág.57), donde a un plano general siguen los primeros planos de los bebedores; o el maravilloso hallazgo para introducir recuerdos en la narración consistente en incluir viñetas en blanco y negro más pequeñas dentro de otras más grandes a color (aparece por primera vez en la pág.28). Tampoco se puede dejar sin mención la sobrecogedora verosimilitud de la ambientación, tanto de las calles miserables de Besarabia como de los bellos paisajes de Entre Ríos pasando por los atestados interiores de la capital. Esta cualidad es tan sobresaliente que nos parece respirar el aire puro del campo o sentir el frío de la noche.

Las imaginativas composiciones de Pellejero incluyen los flash-back sin interrumpir la narración

El álbum se abre y se cierra con ilustraciones que imitan viejas fotos de familia. Algo fascinante encierran las fotos antiguas, ¿recuerdan? La corrosión del tiempo espesa los rostros. No son las vivaces personas del relato o lo son si esas figuras atrapadas sueñan la vida que vivieron, con sus penas y alegrías, más allá de las dos dimensiones de la emulsión. En todo caso, el relato ha quedado compartido para siempre en estas páginas y en nuestra memoria.

El tándem formado por Jorge Zentner y Rubén Pellejero, uno de los más destacados del mundo del cómic, saltó a la fama con las aventuras del detective Dieter Lumpen, pero cualquiera de sus colaboraciones (Las memorias de Monsieur Griffaton, Historias en FM, Tabú, Âromm) es altamente recomendable. El silencio de Malka apareció primero en la revista Viñetas en 1994 y al año siguiente fue recopilado por Ediciones Glenat en un tomo en rústica. La obra, recibida con entusiasmo por crítica y público, obtuvo el premio Alph Art al mejor álbum extranjero editado en Francia en el Festival de Angouleme de 1997. Separado del guionista argentino, las últimas publicaciones del artista fueron comentadas por el compañero Toni Boix y el propio Rubén Pellejero aquí y aquí.

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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
25 noviembre, 2013 11:44

Qué bueno. Recuerdo haber alucinado cuándo lo leí. Ya me gustaba Pellejero en Dieter Lumpen pero con ésta obra me dejó flipado. Lo miraba y pensaba «¿De verdad es el mismo tío?»

Jo, toca relectura.

Nerd77
Nerd77
Lector
25 noviembre, 2013 13:56

Gracias por la reseña. Con esta obra comencé a corregir el error de no conocer a Rubén Pellejero. Me parece un autor imprescindible, con un manejo envidiable del color y que posee una narración excepcional.

Mathieu
Mathieu
Lector
25 noviembre, 2013 20:26

Gracias Javier por recuperar esta obra que falta en mi estantería como tantas obras de Pellejero que tengo pendientes. En cuanto pueda esta cae así como el western que se esta editando ahora en Francia y que tiene muy buena pinta: Loup de pluie.

http://4.bp.blogspot.com/-DHY2wF6H1RQ/UJ5LYCwyYUI/AAAAAAAABDA/gxX-_k81rJc/s1600/esperando.jpg

Ianu
Lector
26 noviembre, 2013 15:26

Cualquier cosa que haga este tándem pasa directamente a la categoría de «tengo que comprarlo» (de hecho, a quien se los compro es a mi hermana, en plan regalo «Homer»), independientemente del tema o del formato (El formato de «En carne viva» fue, en mi opinión, una gran equivocación)y «El silencio de Malka» ocupa el primer puesto.