Lo que unen los designios de los dioses
«Cuidarás de ese pequeño tanuki hasta que se convierta en un admirable servidor de los dioses».
En 2016, Milky Way Ediciones publicó un precioso manga, ambientado en el Japón del siglo XIX, que hablaba con mucho sentimiento de las relaciones paterno-filiales: Padre e hijo. Ese fue el primer contacto de los lectores españoles con TAGAWA Mi, quien empezó su carrera como mangaka con esta obra, que editó originalmente Mag Garden y concluyó con un total de ocho tomos. Ahora, de la mano de Arechi, nos llega su último título, aún en publicación en el país del sol naciente —de momento, lleva cinco volúmenes—: El zorro y el pequeño tanuki. En él, Tagawa nos ofrece una nueva historia llena de magia que promete hacernos pasar muy buenos ratos.
Senzô fue un día el terror de los bakemonos, animales que poseen poderes especiales y sirven a los dioses. Pero este zorro negro causó tantos estragos y tuvo un comportamiento tan terrible con sus semejantes y la divinidad que la propia diosa del sol lo castigó: después de lanzar a los lobos contra él para que lo vencieran, lo sumió en un sueño de trescientos años y, así, devolvió la paz al mundo. Sin embargo, ha llegado el momento de despertarlo, eso sí, con una serie de condiciones. En primer lugar, no podrá utilizar sus poderes, pues la diosa del sol ha ido menguándolos poco a poco durante los tres siglos que Senzô ha pasado dormido. En segundo lugar, deberá llevar siempre puesta una ofrenda y someterse a la voluntad divina si no quiere que las heridas que le infligieron antaño duelan. Y, por último, deberá hacerse cargo de un pequeño tanuki y enseñarle hasta que se convierta en un servidor de los dioses. Por supuesto, a Senzô no le hace gracia su nueva situación, pero no le queda otra que acatar las órdenes. A partir de entonces, su vida se verá transformada por la inagotable energía del tanuki, Manpachi, que empieza a verlo como su única familia.
A TAGAWA Mi se le da muy bien contar historias tiernas, entrañables, que calientan el corazón. Ya lo demostró con las andanzas de Torakichi y Shirô en Padre e hijo, y vuelve a hacerlo en este primer volumen de El zorro y el pequeño tanuki. Si bien el contexto es distinto, en esta nueva obra se aprecian algunas de las claves que ya se veían en su obra anterior: su facilidad para transmitir las emociones de los personajes, sus reflexiones sobre los vínculos que forjamos con los demás, el verdadero significado de la palabra «familia». Esta vez, para contar su historia, Tagawa se sirve de criaturas del folclore japonés —sobre las que nos da algunos datos entre capítulo y capítulo— y divinidades sintoístas.
El centro del manga son, sin duda, Manpachi y Senzô. Ambos tienen un rasgo en común: la soledad. Al convertirse en bakemono, el pequeño tanuki ha tenido que renunciar a su verdadera familia, aunque la eche de menos. Por su parte, el zorro se aisló de los demás por su brutalidad y la terrible actitud que exhibió antaño. Esas diferencias, tanto en el carácter como en sus circunstancias, harán que su relación no sea siempre fácil, especialmente para Senzô, a quien se le han impuesto una serie de tareas que no quiere cumplir. Este es uno de los puntos fuertes del manga de TAGAWA Mi: las idas y venidas de los protagonistas. Sobresale especialmente el caso de Senzô, siempre en contradicción. Por una parte, mira el mundo con desencanto y rabia, le dice a Manpachi que lo único que va a encontrar en él es rechazo, a duras penas colabora con el tanuki cuando debe encargarse de una misión. Por otra, y pese a que no quiera admitirlo, hay algo en el pequeño bakemono que empieza a resquebrajar esa máscara de tipo duro, malvado y sin sentimientos. Tagawa maneja muy bien estas dualidades para conseguir que sus protagonistas vayan avanzando poco a poco.
Porque El zorro y el pequeño tanuki es un manga de personajes y su necesidad de encontrar un lugar a donde pertenecer. En este sentido, las pequeñas aventuras y misiones sirven a este propósito: les permiten aprender paso a paso, «crecer» el uno junto al otro.
Si nos fijamos en el dibujo, lo que más destaca es la capacidad de TAGAWA Mi para caracterizar a sus bakemonos, esos animales capaces de transformarse e incluso de adquirir apariencia humana. En este primer tomo, los personajes pasan la mayor parte del tiempo en forma de perro, zorro o tanuki, pero eso no le impide a la autora dotarlos de expresividad y personalidad. Manpachi, Senzô, Koyuki y los demás tienen personalidades muy distintas que quedan reflejadas a la perfección en los trazos de Tagawa: la energía del adorable y optimista carrocho de tanuki, la brusquedad del terrible zorro que a tantos espantó en su tiempo y que ahora exhibe una coraza difícil de quebrar, el entusiasmo y amabilidad de la zorra blanca que los tiene a su cargo… Asimismo, queda bien establecida la diferencia entre los animales normales y los bakemonos gracias a sus gestos, a sus rostros. Por ejemplo, aunque no aparece mucho, en el caso de la verdadera familia de Manpachi la autora utiliza un dibujo más realista.
Si estáis buscando una historia entrañable que os saque una sonrisa, El zorro y el pequeño tanuki es una buena opción. Senzô —pese a su mal humor casi constante— y, sobre todo, Manpachi, con su positividad y su inocencia, se ganan al lector enseguida. ¡A ver cómo se desarrolla su relación en los siguientes tomos!
Lo mejor
• La expresividad de los personajes de TAGAWA Mi.
• Lo bien que la autora maneja y plasma las emociones de sus protagonistas.
Lo peor
• El tomo termina en un punto interesante y hay que esperar para leer el siguiente.
Guión - 8
Dibujo - 8
Interés - 8
8
El primer tomo de El zorro y el pequeño tanuki, de TAGAWA Mi, pone las bases de una historia entrañable con base en el folclore japonés.