Hay cómics que se compran por los personajes, otros por la editorial, por el típico autor al que seguimos, pero hoy vamos a hablar de uno de esos proyectos raros que se dan muy de vez en cuando y que une a dos personas con un talento especial, que destacan por hacer algo fuera de lo común y, aun así, tener cabida en las dos grandes editoriales, Marvel y DC. Evidentemente un proyecto como Eleanor & the egret no, a publicar algo así solo se puede atrever otro tipo de compañía.
Empecemos por el guionista, John Layman comienza a escribir en Wildstorm, junto a Scott Lobdell para su Gen 13, en 1999 y, poco a poco, va metiendo la cabeza en Marvel donde realiza algún especial hasta que se hace con la serie de Gambito. Allí trabaja con algunos personajes importantes de la editorial, como Los Cuatro Fantásticos, aunque siempre en miniseries y tie-ins de eventos. También publica algo en independientes como Oni Press, Dynamite o IDW, tratando a personajes como Xena o Godzilla, trabajos normales en los que ni destaca ni decepciona, pero entonces, hace diez años, suelta la bomba: Chew. Image aun estaba en sus años perdidos pero llevaba un tiempo dando pizquitas de calidad, el ejemplo y su gran bandera era The Walking Dead. Si bien es cierto que la colección se estrena en 2003, es en 2010 cuando da la campanada gracias a su serie de televisión, ahí Chew ya estaba como una de las series más prometedoras de la editorial. Es difícil establecer qué fue primero, si los estudios que conforman la editorial se dieron cuenta que los cómics diferentes podían hacerlos resurgir (más en ese momento que Vertigo estaba empezando a caer) o si bien los autores punteros vieron viable la repetición del esquema que diera inicio a la editorial en los 90, a saber, que allí ganarían más dinero, ahora gracias a la posibilidad de la venta de derechos. Sea como fuere lo impepinable es que Chew ya estaba allí, haciendo salivar a quien se acercase a ella y llevándose todos los premios (Harvey, Eagle y Eisner) a mejor serie nueva. No es de extrañar, la imaginación de Layman le hacia resaltar como uno de los autores más interesantes, pero no era un cómic normal, no estaba hecho para todos los paladares.
Si volvemos la vista atrás, a aquellos maravillosos 90, se puede hacer una comparación con el suceso Chew. De entre todos los dibujantes que inauguraban ese gran experimento que resultó ser Image había uno que se distanciaba años luz, Sam Kieth sacaba algo llamado The Maxx que poco o nada tenía que ver con WildCATs, Cyberforce o Youngblood, tanto a nivel argumental como de dibujo. Kieth era un autor de otra pasta, su dibujo es único y distinguible, alejándose de los cánones habituales. Su trabajo empieza en 1983 en la editorial Comico y se extiende por Marvel, DC, Dark Horse y un buen puñado de sellos independientes. Precisamente en Dark Horse conoce a John Layman, donde realizan una historia del universo Aliens para el Dark Horse Presents, que luego se editaría bajo el título Aliens: Inhuman Condition. Ahora bien, si Layman y Kieth se juntan para hacer algo de creación propia estaba claro que se iba a salir de todo aquello que podríamos considerar normal. Solo por eso ya merece la pena la lectura de este cómic. De hecho en la introducción de este tomo el propio Layman dice que su intención era una historia alegre, lo cual ya sale hasta de su propio estilo.
Del dibujo poco se puede decir, Kieth sigue en su línea, su peculiar trazo es su marca personal y en este cómic sigue la misma línea de siempre solo que con una salvedad, esa alegría que Layman dice querer transmitir se hace perfectamente visible con el trabajo de este gran autor, lo cual dice mucho de él pues es un dibujante que siempre ha sabido dar un toque de oscuridad a su obra, aquí es menos sucio, algo más fino que en otras ocasiones, pero sus diseños y su narrativa siguen siendo las mismas. Gran parte de la sensación que refleja la historia también se debe a la colorisa Ronda Pattinson que utiliza unos tonos que logran embellecer el dibujo de Kieth, sabiendo cambiar según la narración, no es lo mismo un pantano que una galería de arte, pero manteniendo una homogeneidad que hace que el cómic entre bien. Y si una obra hace llegar al observador las sensaciones que los autores quieren transmitir entonces ya tiene la mitad del camino hecho.
La obra comienza con Eleanor encontrando un huevo de garza, que cría y llama Ellis, el cual se convertirá en su fiel y parlanchín compañero. Parece que ambos se dedican al robo de obras de arte, aunque el tema evolucionará de manera magnífica, y el primer número ya nos narra cómo un detective experto en arte anda detrás de uno de sus delitos. Es importante tener en cuenta que ante este tipo de obras el lector tiene que tener una actitud diferente, no se pueden hacer preguntas, hay que esperar cualquier cosa y sentarse a disfrutar.
La imaginación de los autores se desata en los dos primeros robos, consiguiendo ser tan irreales como cómicos, y sin ninguna prisa van dando fondo a los personajes pero sobretodo a la historia, porque Eleanor & the egret tiene mucho que contar. Todos los personajes tiene una estrecha relación con los animales, cada uno con el suyo propio siempre cerca, que tratan de reflejar su personalidad, pero también nos dan muchas pistas sobre el desarrollo, casi se puede decir que hay una intrahistoria entre ellos. Solo Ellis tiene la capacidad de hablar y de cambiar de tamaño en función de la cantidad de obras de arte que tenga cerca para comer, dejando claro que Layman sigue con su obsesión por la ingestas extrañas, pero el gato del detective Gilbert Belanger no tarda en mostrar sus pensamientos, eso sí, las capacidades de Kieth son muy altas y nos hace estar atentos a los movimientos que cada uno de ellos hace. Que el ser mágico y monstruoso que ataca a los protagonistas tenga un gusano con dientes como compañero sigue dando continuidad a esa idea de personalidad animal que antes hablaba, pero que la verdadera villana de la historia sea la única sin un animal cerca es el punto que refleja claramente el amor y el cariño que la obra desprende hacia ellos.
Con respecto al arte hay un mensaje interesante en este cómic, hay un claro y rotundo “no” a la idea de la alta cultura, un pensamiento que se encuentra tradicionalmente en todo tipo de arte, a saber, que unos pocos son los que pueden monopolizar el saber y el disfrutar, que hay cosas mayores y cosas menores, que el “buen arte” está predeterminado, formando una especie de burguesía, que aquí también se asocia al poder económico pero que no tiene por qué estarlo, que dicta el bien y el mal hacia los demás, cuando, en su resolución se lucha porque el arte y la creatividad sean de las personas, no para ejercer una imposición sino para que quien quiera lo disfrute a su manera, creando, como es el caso de Eleanor, u observando, lo que se consolida en la figura de Gilbert Belanger. El hecho de que esté ambientada en París queda claro que no es algo aleatorio.
Admito que tenía muchas ganas de leer Eleanor & the egret y este tomo ha sobrepasado mis expectativas en todos los sentidos. A quien le guste el dibujo de Kieth lo disfrutará sin lugar a dudas y Layman trabaja un guión muy interesante a muchos niveles, por lo que lo recomiendo sin lugar a dudas. Solo decir que, como pasa con otros tomos de Aftershock, aunque tenga un número 1 en la portada en realidad contiene la serie completa, aunque no me importaría ver más de este maravilloso mundo que han creado.
Eleanor & the egret
Guión - 8.5
Dibujo - 9.5
Interés - 9
9
Volador
Son Layman y Kieth juntos en una obra de creación propia. ¿Qué más se puede pedir?