Bill Willingham (Virginia, 1956) es un autor que ha conocido el éxito y el reconocimiento ante el gran público lector de cómics durante lo que llevamos de siglo gracias a Fábulas, su obra para el sello Vertigo de DC. Sin embargo mucho antes, en los años ochenta, Willingham ya se había labrado un nombre como profesional en el panorama independiente norteamericano. En castellano, sin embargo, apenas hemos visto publicadas trabajos suyos de esa época, excepto un par de especiales que dibujó en aquellos entonces para la Liga de la Justicia de Keith Giffen y JM DeMatteis, e historias sueltas de Green Lantern, entre las que se encuentra una escrita por Alan Moore. Aunque su encumbramiento como autor le ha llegado por su faceta de guionista en Fábulas, Willingham empezó como ilustrador. En concreto comenzó dibujando contenido para juegos de rol en módulos (como son denominadas las publicaciones con expansiones de reglas o partidas más allá del libro de reglas básico en este pasatiempo) de la editorial TSR, durante la época dorada del primer Dungeons and Dragons, a finales de los setenta. Compartía estudio con una leyenda de ése ámbito, Larry Elmore, cuyas espectaculares portadas definieron el mundo de una franquicia tan famosa como Dragonlance.
En 1982 Willingham escribió e ilustró un par de aventuras para Villains and Vigilantes, otro juego de rol, éste de la editorial Fantasy Games Unlimited. Villains and Vigilantes tenía la peculiaridad de ser uno de los primeros de temática superheroica en lugar de fantástica medieval. El caso es que con esos módulos titulados The Island of Doctor Apocalypse y con Death Duel with the Destroyers ya se empezó a gestar Elementals, la serie de la que hoy os vamos a hablar largo y tendido en la sección Mundo Independiente.
Y es que en estas dos aventuras ya estaban contenidas las semillas del primer arco argumental de la que acabaría siendo la obra magna de Willingham dentro del género superheroico. Usando a rasgos generales la trama de una y los villanos de la otra aprovechando que le pertenecía su propiedad intelectual, mas adelante empezaría a dar forma concreta a un proyecto que estaba gestando para una pequeña editorial independiente llamada Noble Comics. Ésta publicaba una serie superheroica francamente infame pero de culto llamada Justice Machine creada por Mike Gustovich, en la que curiosamente colaboraron de forma puntual grandes nombres como John Byrne o Jack Kirby. Willingham escribió y dibujó cuatro páginas presentando a otro grupo de superhéroes. Las hizo con poco tiempo y sin tener un plan muy concreto en mente. Los personajes eran dos hombres y dos mujeres, y cada uno representaba uno de los cuatro elementos clásicos alquímicos: fuego, aire, tierra y agua. Willingham admitía que probablemente la inspiración le viniese por el juego de rol de Dungeons & Dragons, donde la presencia de seres elementales es relativamente frecuente. Y es que el tema mágico-fantástico ha sido una presencia casi constante en su obra, como los años nos han indicado.
Pero esas cuatro páginas no llegaron a ser publicadas por Noble: la editorial fue absorbida por otra llamada Texas Comics, que empezó a publicar Justice Machine y a distribuirla más ampliamente. Y por fin, en el anual de esta serie de 1983, la pequeña historia de Willingham presentando a los Elementals vio la luz como complemento. Por cierto que en dicho anual había cierta sobrebundancia de grupos superheroicos, pues aparte de los titulares y de las creaciones de Willingham, también participaban los míticos T.H.U.N.D.E.R. Agents de Wally Wood, de los cuales deberíamos hablaros algún día en un artículo de similares características a éste. Elementals fue anunciada en ese anual a bombo y platillo como la próxima colección que Texas lanzaría al mercado. Sin embargo la editorial quebró al poco, y Willingham tuvo que volver a migrar su supergrupo a otra casa, por segunda vez antes de haber publicado un solo número de la serie.
La elegida fue Comico, donde Gustovich llevaba también su Justice Machine. Comico fue creada en Pennsylvania en 1982. Sus fundadores eran admiradores del manga y el anime (que por aquel entonces era complicadísimo encontrar fuera de japón), hasta el punto de que el nombre de la editorial estaba acentuado en la segunda sílaba (co-MI-co) para que sonase japonés. Habían comenzado su andadura con Primer, una revista antológica en blanco y negro donde aparecieron por primera vez el Grendel de Matt Wagner y el Maxx de Sam Kieth. Tras seis números, en 1984, viendo los buenos resultados deciden ampliar mercado y pasar a la edición de varias series regulares en color. Con esta nueva tanda de colecciones consiguieron su principal objetivo, publicar cómics de producción propia basados en la licencia nipona Robotech. Y tuvieron tanto éxito con ella como con el resto de las colecciones que lanzaron. Y es normal, porque estamos hablando de un impresionante elenco de títulos de alta calidad de los cuales muchos posteriormente llegarían a alcanzar un status mítico dentro del cómic norteamericano: Grendel y Mage de Matt Wagner, Rocketeer de Dave Stevens, Space Ghost de Mark Evanier y Steve Rude… todas ellas, junto a los propios Elementals de Willingham contribuyeron a que Comico pasase muy rápidamente a ser una de las editoriales independientes más importantes del panorama en los Estados Unidos de aquella época.
Willingham comienza a publicar Elementals, como decíamos, sin tener una dirección muy definida de hacia dónde va a ir la serie. La va construir de forma orgánica, según le vaya apeteciendo introducir tramas, elementos y temas. Lo único que tiene claro es que va a hacer lo que le dé la gana, un poco por ego, reconocería años después en una entrevista a The Comics Journal. Y es que intentando entrar a trabajar en Marvel y DC, algún editor cuyo nombre Willingham decía no recordar le hizo varias correcciones que a él, un tipo orgulloso, le sentaron muy mal. Y decidió que Elementals iba a ser la plataforma desde la que iba a demostrar al mundo que nadie podía decirle a él qué era factible y qué no en los cómics superheroicos.
En el mundo de Elementals, todas las personas superpoderosas (o la inmensa mayoría) tienen un origen común sobrenatural: han vuelto de la muerte por los designios de poderosísimas entidades místicas que ni aparecen directamente en la serie. Todos han experimentado el fallecimiento y la resurrección, y en el fondo son una especie de zombies, aunque con consciencia y sin los molestos detalles del cuerpo putrefacto y el hambre de carne humana. Aparte de los variopintos poderes que cada uno pueda obtener tras salir de la tumba, todos poseen un poderoso factor regenerativo, y los clásicos trajes ajustados multicolores propios del género aparecen sobre sus cuerpos a voluntad. Gozan además de una suerte de inmortalidad que les impide envejecer, pero también avanzar como personas. Cuando no están desempeñando tareas relacionadas con el objetivo para el que han sido resucitados caen en una especie de indolencia: frente al televisor, la comida, la lectura…apenas tienen ningún tipo de inquietud. Además hay algo en ellos que da malas vibraciones a la gente normal, que instintivamente a su lado no se encuentran cómodos. Esto dificulta mucho a los seres superpoderosos establecer relaciones con el resto de personas, y hace que poco a poco vayan alejándose de la humanidad.
Los cuatro protagonistas han sido devueltos a la vida por las consciencias místicas de los cuatro elementos, que les han concedido poderes relacionados con ellos para combatir al villano llamado Saker. Éste es un brujo de unos dos mil años de edad que amenaza con destruir el orden natural de las cosas e implantar el dominio de lo paranormal sobre el mundo. Saker es en realidad el Lázaro bíblico, que tras ser resucitado por Cristo ha enloquecido ante el vacío existencial que le ha generado la ausencia de la idea de la muerte como límite a la vida. Por tanto, ésta no tiene sentido para él. Su longevo paso de siglos por el mundo caminando entre mortales y siendo testigo de lo peor de la humanidad no ha ayudado precisamente a solucionar este problema, y pretende imponer un orden sobre este caos controlando el mundo con mano de hierro. Para conseguirlo, usará cualquier método a su alcance, sin importar las masivas bajas que puedan producirse en el proceso.
Willingham reutiliza para su primer arco argumental las ideas que había plasmado en los módulos de Villains and Vigilantes: la isla-base de Saker y esos superpoderosos secuaces llamados Los Destructores ya estaban tal cual en aquellas aventuras roleras. Y la verdad es que a pesar de ser a priori algo tópicas, funcionan sorprendentemente bien, sobre todo combinadas con el enfoque que le aplica a la ejecución de la historia. Elementals desprende un curioso aroma, ya que teniendo apariencia de cómic superheroico estándar de la época y sin desentonar con, por ejemplo La Patrulla-X, Los Vengadores, Los Nuevos Titanes o Los Cuatro Fantásticos, resulta algo más adulto y arriesgado que todos ellos. Hay lugares comunes con Miracleman, o con La Cosa del Pantano de Alan Moore, y más adelante los habrá con el Sandman de Neil Gaiman. Pero mientras que estas obras ya desde lo gráfico delatan su vocación de ser más vanguardistas, Elementals mantiene un delicado equilibrio al no abandonar el género superheroico, cosa que el estilo de dibujo de Willingham subraya. Queda un poco digamos a medio camino entre ambas opciones de ver a los superhéroes: demasiado truculentos, explícitos y cínicos para los universos Marvel y DC habituales, demasiado coloristas como para que por ejemplo hipotéticamente hubiesen sido publicados en los noventa por Vertigo. Quizás sea al Alpha Flight de Byrne a lo que más se puedan asemejar si hay que describir su tono, pero que quede claro: con el volumen de lo truculento subido un punto.
La idea de superhéroes en el mundo real tratados de forma más o menos adulta, hoy por hoy nos resulta hasta manida, pero en aquel entonces, en el que ni siquiera habían empezado a publicarse el Escuadrón Supremo, Watchmen o Batman: The Dark Knight Returns, era algo casi pionero. Contextualizando, en aquellos Estados Unidos de Ronald Reagan, telepredicadores, y furibundas asociaciones censoras como el PMRC de Tipper Gore, Elementals era una obra valiente y arriesgada. En sus páginas encontrábamos temas como la prensa, la fama, las relaciones públicas, la crueldad, la venganza, comentarios religiosos, el sexo sin muchos tapujos, el aislamiento, las implicaciones que tendrían sobre la vida de la gente de a pie la existencia de seres superpoderosos, los tejemanejes políticos de agencias gubernamentales, y las dificultades para socializar. Y todo ello sin mucho bisoñismo y sin tener que pasar por el Comics Code. Pero lo mejor es que seguimos estando frente a un tebeo de superhéroes y no un panfleto: todas esas aportaciones son usadas para ampliar el género y no para lastrarlo, enriqueciendo enormemente la lectura de las espectaculares peleas y el melodrama habitual e indispensable de los tebeos pijameros.
Resulta bastante curioso, porque tendemos a pensar que hablar de temas sociales en el mundo del cómic sueles estar relacionado con autores digamos tendentes a la izquierda política: Ann Nocenti, Steve Englehart, Denny O’Neil o Alan Moore son ejemplos que vienen fácilmente a la cabeza. Sin embargo Willingham es un declarado y orgulloso republicano, nunca ha sido tímido con su posicionamiento en la derecha del espectro político. Y a pesar de ello, expresa curiosos puntos de vista sobre temas como el aborto, el Irangate de Oliver North, el fanatismo religioso o los telepredicadores. Y volvamos a recordar y contextualizar, lo hace en el clima de los USA de mediados de los años ochenta.
Los personajes están bastante bien caracterizados, especialmente muchos de los villanos, a los que vemos tanto en su lado más despreciable como en el más humano, sin que el uno sea excluyente del otro. Alguno de ellos, como Ratman, incluso resulta entrañable. Hay un desarrollado y cambiante elenco de secundarios, de personas normales que aportan mucho al tema de interacción personal y al avance de las tramas. Cada uno de los cuatro protagonistas tiene sus propias circunstancias, aunque tal vez sea posible poner como queja que precisamente éstos van siendo desarrollados demasiado lentamente a lo largo de la serie. Pero lo cierto es que todos acaban teniendo cierta miga.
Morningstar, Jeanette Crain, es la líder del grupo, una pirokinética ex agente de policía decidida y de fuerte personalidad. Su vida sentimental y su enemistad con la villana Shapesifter dan lugar a alguno de los momentos más intensos e impactantes de toda la serie.
Jeff Murphy, Vortex, es capaz de volar y conjurar potentísimos golpes de viento. Da a priori la sensación de que va ser el protagonista principal, pero termina siendo tal vez el menos desarrollado. Con todo, su pasado en Vietnam o su reacción ante la propuesta de sus compañeros de una “solución final” racionalizada para los villanos que enfrentan, consiguen que el personaje por lo menos cubra expediente.
Rebecca Golden, Fathom, es una sensible y alegre joven de familia judía relativamente adinerada. Con capacidad de controlar el movimiento de masas de agua, respirar en ella y hasta transformar su cuerpo en líquido elemento, termina eligiendo una pareja cuanto menos peculiar, lo cual parece una metáfora sobre la tolerancia y libertad sexual.
Finalmente, Tommy Czuchra es un niño de catorce años que puede transformarse en un gigantesco golem de piedra llamado Monolith. Tommy es inteligente, reservado, introspectivo y probablemente el personaje más interesante de todos, tanto de partida como por su posterior evolución personal. Es quien más claro acaba teniendo que él y sus compañeros ya no son humanos, y que quizá ellos y el resto de paranormales deban empezar a considerarse una especie aparte, con reglas distintas del resto de la humanidad. Y aunque todo esto suene a lo más fanático y manido del típico discurso de Magneto, lo discurre y expone sin crueldad alguna, en términos totalmente razonables, aunque termina desarrollando un consecuente pragmatismo que en ocasiones resulta escalofriante. Es digamos el más místico del grupo, con sus visiones y reflexiones, pero afortunadamente no se cae en que nos resulte cargante, un riesgo considerable con un personaje así.
La serie va discurriendo con éxito, tanto comercial como de crítica, pero Willingham es un dibujante lento y las entregas cada vez tienen una periodicidad mas errática. Su atractivo estilo recuerda un poco al del primer Michael Golden, aunque está lejos de tener el dominio de éste en cuestión de anatomía, fluidez y perspectiva. A pesar de estos defectos, cuando inevitablemente va siendo sustituido en los lápices por otros artistas para cumplir fechas de entregas, la serie empieza a resentirse mucho. Jill Thompson, Grant Miehm, Mike Chen, incluso Chuck Austen…todos son suplentes cuyo trabajo aquí nos hace desear que Willingham vuelva al episodio siguiente. Para colmo, empiezan los problemas con Comico.
La empresa ha crecido muy rápidamente en muy poco tiempo. Willingham decía que daba la impresión de que habían perdido un poco el contacto con la realidad, que creían que cualquier cosa que publicaran vendería porque todo lo que publicasen sería bueno. En 1986 deciden poner en marcha un plan muy ambicioso para aumentar sus tiradas y llegar a los kioscos y totalidad de librerías especializadas. Para ello, invierten muchísimo dinero y hacen un trato de distribución con DC. Todo esto sienta muy mal a los autores que trabajan con ellos cuando se enteran. Lo han hecho a sus espaldas, sin consultar a los creadores, que temen que el trato con la editorial de Superman abra la puerta para injerencias creativas, y se pierda la libertad que les diferenciaba precisamente de las majors. Y aunque este temor termina resultando infundado, Willingham no tiene pelos en la lengua para hablar de ello y criticar a Comico en la mismísima columna que escribe regularmente en las páginas de Elementals. A Willingham además le preocupa la situación: después de todo él viene de tratar de publicar Elementals en dos editoriales que terminaron cerrando sus puertas, y eligió precisamente a Comico porque su planificación era seria, realista y con ciertas garantías de cumplimiento. Todo eso parece ponerse en peligro con un plan tan ambicioso y arriesgado. El tiempo le terminará dando la razón a éste respecto.
Comico afronta esta expansión justo cuando terminan Mage, Grendel y Robotech, que son algunas de las series con mayor éxito de entre las que cuentan. Y sí, las ventas del resto de títulos suben al aumentar las tiradas y estar disponibles en más puntos de venta. Pero también hay muchas devoluciones del mercado de los kioscos. Además han empezado a contratar los servicios de artistas consagrados con gran caché, como Arthur Adams para la serie de Gumby. La liquidez de la compañía empieza a fallar; se lanzan nuevas series para intentar contrarrestarlo, pero estas fracasan, agravando el problema. La situación financiera va volviéndose insostenible, y esto afecta a la salida de los títulos regulares. El primer volumen de Elementals cierra en 1988.
La situación de Comico parece mejorar un poco hacia el año siguiente. Se publica un especial de Elementals que sirve de preludio para el segundo volumen, que comienza su andadura en 1989. Sin embargo los problemas económicos no han terminado y de hecho, en 1990 terminan declarando la bancarrota. La nueva serie de Elementals queda interrumpida cuando se iniciaba un anunciado gran ciclo argumental, el de la guerra de Oblivion, contra una invasión alienígena procedente de un planeta que es la manifestación física del Infierno. Y aunque seguía habiendo números interesantes en esta segunda etapa, la serie estaba gráficamente en decadencia: Willingham ya no la dibujaba, y su principal sustituto Mike Leeke no estaba muy a la altura. Parece que la cosa va a mejor cuando los lápices de un número son firmados por Adam Hughes, pero es un espejismo: se trata de una colaboración puntual que no se repetirá.
La situación es complicada: no se puede publicar en Comico porque está en bancarrota, pero los autores tampoco son libres para irse a otra editorial con sus creaciones, ya que los derechos de éstas están compartidos con la compañía comiquera. Matt Wagner decide pasar por los tribunales, y aunque solo tarda tres años en recuperar Grendel para llevarla a Dark Horse, para Mage tendrá que esperar casi hasta que acabe el siglo.
En este escenario aparece un inversor de Chicago llamado Andrew Rev. Es fan del cómic y se ofrece para refinanciar Comico, quedándosela en el proceso. Willingham no confía en él, le parece que es un tiburón y un estafador. Viendo lo costosa y lenta de la lucha de Wagner en los juzgados, decide dejar ir Elementals para no tener obligaciones contractuales ni futuros litigios con Rev: y así, le vende su parte de los derechos de Elementals, que por tanto dejan de pertenecerle en ningún sentido. Continúa un tiempo con los guiones de la reanudada serie, llevándola al punto al que quería desde hacía un tiempo, con una unión de los seres superpoderosos de la Tierra prácticamente constituyéndose en una nación independiente ocupando una abandonada Asgard desde la que Monolith dirige la defensa contra los sanguinarios invasores de Oblivion. También cada vez aparecen más seres, situaciones y lugares propios de leyendas y fantasía medieval: elfos, magos, dioses, dragones, tierras como Asgard o Avalon, y demás temas que como decíamos han demostrado ser una constante en su obra. Pero a pesar de todo, Willingham ya ha perdido el interés en su propia creación.
Rev aprovecha su adquisición de los derechos de Elementals para inundar el mercado con títulos relacionados con la franquicia: miniseries protagonizadas por los componentes del grupo en solitario, y los llamados Sex Specials. El primero de ellos contenía una historia destinada a la colección regular en la que varios de los protagonistas eran mostrados hablando y practicando sexo de forma más o menos explícita. Para Willingham sacarlo fuera de la serie (dentro de la cual tenía sentido a nivel contexto de los personajes) era un error y una sensacionalista muestra de escaso gusto para explotar una temática en la que precisamente quería mostrar sobriedad y normalidad. Pero lo cierto es que fue un éxito de ventas y se encargo a otros autores que realizasen un par de ellos más.
Todavía quedan un par de gotas para colmar el vaso de la paciencia de Willingham. Por un lado, el número 17 de la serie ofrece una historia sin continuidad con el resto de tramas, en la que los protagonistas se enfrentan al régimen Iraquí de Saddam Hussein. Y aunque estamos en los tiempos inmediatamente posteriores a la primera Guerra del Golfo y Willingham apoya la intervención de EEUU, él no participa en ese episodio pero se le acredita como si lo hiciese, cosa que le toca las narices. Se publica una corrección y una disculpa en el número 19, pero poco después un lector escribe indignado e insultando a Willingham, acusándole de racista por usar el término Negro para referirse a los escritores no acreditados, y de antisemita porque Fathom, una mujer judía, critique aspectos de su propia religión en una escena del número catorce. La carta es publicada en la entrega 21, junto con una airada respuesta de Willingham. Y es que él por ejemplo siempre se ha manifestado pro-Israel en el tema del conflicto con Palestina ( ha declarado varias veces que en Fábulas hay contenida una patente metáfora sobre este asunto), y ha presentado como un cretino en Elementals a una versión de Thor que no ve problemas en los actos de los nazis con el pueblo judío. Y se siente muy ofendido tanto por la acusación como por el tono de la carta, así que básicamente manda a freír espárragos a su remitente. Pero Rev y Comico también publican junto a estos dos escritos una respuesta, y se ponen de parte del indignado lector.
En realidad da igual: para cuando se publica el número donde aparece todo este culebrón, Willingham ya ha abandonado la editorial. Como se temía, Rev efectivamente es un estafador y no le está pagando lo que le debe por los derechos de Elementals. Ya en su día, en una convención, cuando todo iba normal, el nuevo propietario de Comico se jactó delante de Willingham de que para hacer negocios, nunca hay que pagar su último trabajo a alguien que probablemente no vuelva a colaborar contigo. Willingham se encuentra precisamente en el escenario que quería evitar, enfrentándose a Rev en los juzgados en un proceso que va ser muy lento.
La colección dejó de publicarse en el número 26, y la conclusión de la saga de Oblivion apareció en una miniserie dibujada por Tony Daniel. Le sucedieron algunas más relacionadas con el universo de los personajes, así como varios especiales, unos con portadas de Alex Ross o Walt Simonson, otros con temática erótica. Incluso se inauguró un tercer volumen de la colección, también con lápices de Daniel y expandiendo la trama de Tommy Czuchra (que para entonces ya había renunciado a su papel de Monolith, y dirigía la prometida nueva nación de paranormales) pero no pasó del tercer número. Los problemas presupuestarios y los constantes litigios de los autores contra Rev, que no les pagaba, hicieron que Comico se hundiera en 1995. Curiosamente, dos años después apareció un último Sex Special, dibujado nada menos que por un en aquel entonces casi desconocido Frank Quitely.
Bill Willingham pasó la mayor parte de la década de los noventa con grandes problemas económicos, sin haberse recuperado del revés de ser estafado por Rev. Creó Ironwood, una serie fantástico-pornográfica para Eros Comix, y con lo poco que obtenía de ella sobrevivía a duras penas. Por la noche estaba de vigilante en las oficinas de la editorial Fantagraphics y aprovechaba para dibujar Ironwood. Por el día dormía en su furgoneta, ya que no podía permitirse ni una habitación en un motel, mucho menos un alquiler o una casa propia. Las cosas comenzaron a mejorar un poco para él cuando empezó a compartir piso con Gary Groth, director de Fantagraphics. Siempre se comenta que es curioso que estos dos viviesen juntos: Groth, creador de The Comics Journal, es una de las voces más conocidas en el mundo del cómic Estadounidense por ser un hombre rotundamente de izquierdas, mientras que el autor de Fábulas, pues ya hemos dicho que era un orgulloso republicano. Pero cuando se le pregunta a Willingham por este asunto, se ríe. Eran simplemente dos personas que se llevaban bien, y aunque pudiesen tener sus diferencias, eso no fue una barrera para que conviviesen sin ningún problema, viesen juntos la tele, hiciesen fiestas en casa, luchasen contra catástrofes domésticas y todo lo que es normal en compañeros de piso. Poco a poco consiguió que los tribunales obligasen a Rev a pagarle lo que le debía, y realizó la muy interesante serie de superhéroes de trece números en blanco y negro Pantheon para Lone Star Press. A principios de siglo XXI empezó a volver a trabajar para una editorial con auténtica presencia en el mercado, escribiendo para Vertigo en los últimos proyectos spin-off de Sandman que todavía se publicaban entonces. Poco después, dentro también de este sello de DC, comenzó con su Fábulas, emprendiendo un camino de éxito y galardones bien merecidos.
Alguna vez se le ha preguntado a Willigham por Elementals y por la posible vuelta o reedición de esta obra. Cuenta que Jim Lee trató de comprarle a Andrew Rev varias veces en su día los derechos, pero que era imposible negociar con él: si acordaban una cantidad, al día siguiente Rev la subía pensando “si ha accedido a tanto, debe ser que vale más” y así continuamente llegando a cifras absurdas. Hasta que Lee se cansó. Nadie ha podido contactar con Rev desde aquellos entonces y últimamente se rumorea que ha acabado indigente viviendo en las calles de su Chicago natal, poseedor único de la propiedad intelectual de Elementals, por la que podría haber sacado una suma decente en su día. Pero hoy por hoy estos derechos parecen perdidos más allá de cualquier posibilidad dada la desaparición de Rev. Preguntado entonces si en cualquier caso estaría interesado en retomar a los personajes si mágicamente todo se solucionase, Willingham respondió tras pensar un poco: “La verdad es que no”.
Una auténtica lástima. Esperamos que con el tiempo y a la larga, la situación se resuelva de algún modo y que en algún momento, los aficionados puedan volver a leer aquella obra superheroica de la que que a pesar de ser tan coyuntural del momento de publicación, contextualizando, sus tramos más destacados sigue siendo una magnífica y recomendable lectura. Ya solo por precisamente esos motivos, por contener en sus páginas embebido el zeitgeist de aquellos años fundamentales para la industria, el género y el medio, tiene un enorme valor para los que nos interesan estas cosas.
Pedazo de artículo, interesantísimo, con un manejo de datos apabullante y que me descubre una serie que no conocía y un momento concreto de la industria del que tenía muy poca información. Por artículos así sigo leyendo esta página. Felicidades al autor.
Muchas gracias por tus palabras y por comentar, Dhaldon, me alegra que te haya gustado el artículo. Tenemos la intención desde la sección de Mundo Independiente de tratar de lanzar textos así de forma periódica (uno al mes mas o menos) a partir de ahora. Realizarlos cuesta cierto esfuerzo, pero lo apasionante que puede llegar a resultar la tarea compensa con creces.
Un saludo.
Sumamente interesante el articulo, en su momento me entere de esta obra pero nunca pude conseguirla para ver que onda porque sonaba prometedor, ahora se que me perdí de algo muy interesante. Espero con ansias los próximos artículos.
Pedazo de artículo. Ésta es una de esas series de las que siempre he oído hablar bien pero que nunca he buscado porque siempre andaba algo entre medias, ahora con esta guía que me ha hecho salivar por el colmillito quizá me ponga a ello.
Gracias por el curro que te has pegado, Sergio.
Interesantísima la historia de esta serie, no sé si incluso mejor que la misma serie, gracias por narrarnos sus vicisitudes de una manera tan amena, espero que la reediten algún día porque pinta interesante. Lo que más me ha sorprendido es lo de que Bill Willingham sea pro-Israel y que Fábulas sea una metáfora del conflicto con Palestina… De hecho, si tuviese que interpretarlo en esa clave, creo que los personajes de Fábulas serían como los palestinos, a los que el Adversario va ocupando su territorio y expulsándolos de sus tierras…
Estoy de acuerdo, me ha sorprendido mucho que el autor es conservador sionista, recuerdo el arco argumental de la marcha de los soldados de madera en la que un personaje que miraba desde la ventana los veía marchar con los trajes negros con corbata y gritaba «Los jóvenes republicanos van a tomar el poder, lo sabía!»
Lo tomé como una crítica al Partido Republicano y lo que representa. También las fábulas expulsada de su tierra y asentadas en un lugar que no es el suyo, siempre queriendo volver a casa pero sin poder hacerlo por el adversario Todopoderoso que las expulsó y mató a su familia lo vi como una metáfora de los palestinos contra Israel, pero claro yo soy de los que veían el Caballero oscuro de Miller como un historia anarquista y ahora todo el mundo lo ve como fascismo puro así que qué sabré yo.
Sí, a mi también me ha resultado curiosa la cuestión, especialmente tras releerme Elementals y encontrarme con momentos como los que decía: lo de las masacres en Vietnam por parte del ejercito USA, el Irangate, el aborto, los telepredicadores…
Sin embargo son palabras del propio Willingham, sacadas de entrevistas en las que así define sus tendencias políticas. En concreto sobre lo de Fábulas, digo yo que se referirá a la situación antes de la fundación del estado de Israel, con el pueblo judío disperso por el mundo añorando su supuesta Tierra prometida por Dios de la que están exiliados. Vamos, es lo que que pensé cuando leí estas declaraciones, pero ni idea.
Es curioso cómo, al conocer la ideología de los autores, puede cambiar tu perspectiva sobre su obra, aunque creo que hay que separar ambas cuestiones (a no ser que la obra sea un panfleto ideológico, como esa porquería de Miller contra Al Qaeda). Creo que los cómics, como cualquier otra obra pueden trascender a su autor y tener muy diversas interpretaciones y que, aunque el autor no sea de nuestra cuerda, podemos disfrutarla e interpretarla según nuestra manera de ver el mundo. Por eso, Fábulas nos puede parecer algo completamente distinto de lo que pretendía transmitir el autor.
Además, hay autores que coinciden más con nuestras ideas, lo que no les hace necesariamente buenos o mejores que los otros. Por ejemplo, yo me considero bastante de izquierdas y hay gente que se ha declarado muy de izquierdas (por lo menos, dentro de lo que es ser de izquierdas en EEUU) como Chuck Austen, nuestro muy odiado CHUCK!, lo que no supone que sea bueno ni que me gusten sus cómics, que son todos atroces.
Me gusta que los autores jueguen con la ambigüedad en temas políticas, como muy bien hizo Vaughan en Ex-machina (yo no sabría decir, después de leer el cómic, si es de izquierdas o de derechas, aunque el final dé alguna pista).
Y perdón por el rollo.