Elia, de Fermín Solís

El azar afortunado.

«Me dijiste que habías viajado poco, pero habrás visto alguna vez uno de esos lugares de veraneo con apartamentos. Al final del verano, los contenedores de las urbanizaciones se llenan de juguetes nuevos y cosas de playa que los niños no se van a llevar de vuelta porque no hay sitio en el coche. Yo soy un poco así, un juguete que no tiene cabida en la vida de otra persona. Un juguete con el que no puedes jugar fuera de la playa.»

Aunque ya había vuelto al cómic para adultos en 2021 con la espléndida Medea a la deriva (Reservoir Books), la adaptación del texto de Eurípides sobre el mito griego se trataba de un trabajo que había comenzado muchos años antes, aunque por diversas circunstancias no lo había podido acabar. En cambio Elia, la voluminosa novela gráfica que acaba de editar Reservoir Books, es un trabajo concebido por el autor de Buñuel en el laberinto de las tortugas en los últimos años que supone el inicio de una nueva etapa en la carrera de Fermín Solís (1972, Madroñera, Cáceres). En este volumen nos reencontramos con el Solís de las historias íntimas y cotidianas que ha cultivado durante toda su carrera, pero con el notable poso de madurez y los recursos narrativos propios de un autor de su experiencia y talento que lo alejan de algunos de los defectos que encontrábamos en sus trabajos de juventud.

En este trabajo Solís nos relata la historia de Elia Fuentesperanza, una joven escritora cordobesa, que tras un doloroso desengaño amoroso decide cambiar de rumbo su vida trasladándose a la casa que le dejo una tía en un pueblo de Galicia. Allí su don para curar a las plantas le servirá para relacionarse y ayudar también con sus problemas de manera casual y producto del azar a algunos de sus inconfundibles habitantes, en particular a las mujeres. Lo que le acarreara algunos problemas con algunos de los hombres del pueblo que son un fiel reflejo de los problemas de machismo, intolerancia e ignorancia que aquejan a la sociedad en la que vivimos y que, por desgracia, son mucho más difíciles de curar que las plantas.

El tema que vertebra la obra es la posibilidad o no de rehacer tu vida y dejar de lado tu pasado en un nuevo entorno que te permita cambiar de vida redescubriendo la importancia de las amistades que te rodean. A partir de esta idea la obra nos va planteando giros argumentales que nos permiten conocer más a la protagonista y su situación, algo para lo que Solís usa un ritmo pausado y muy medido que nos hace ir metiéndonos de lleno en la historia de forma que cuando nos atrapa ya no la soltamos hasta que llega a su final. Una sensación a la que también contribuyen unos diálogos y textos muy brillantes en lo que todo están muy bien medido, al igual que sucede con los silencios y las miradas que nos a gritos como se sienten los personajes de una manera más efectiva y sutil que si nos lo hubiera descrito con palabras, en una buena demostración de las herramientas para transmitir emociones que solo tiene el cómic.

La novela gráfica está estructurada en tres partes muy bien definidas que transcurren cada una en una ciudad diferente. La historia comienza en Cáceres que le sirve a Solís para homenajear a su ciudad y llenar esta parte de guiños y algún que otro autohomenaje, continua en Córdoba y finaliza en un pueblo costero indeterminado de Galicia en el que vemos como es la vida en esos entornos tan cerrados y las complicadas relaciones que se establecen en esos lugares donde pasar desapercibido, para bien o para mal, es imposible. Algo que dota a la obra de una enorme universalidad y que permite que el lector se identifique con la obra pese a transcurrir en esos entornos tan claramente definidos. Lo mismo que sucede con otros temas secundarios de Elia como la violencia de género, la homofobia, el machismo, la soledad, la forma en la que se construyen las relaciones de amistad o los problemas que afrontan quienes la sociedad juzga como diferentes.

Como en casi todos los trabajos de Solís en esta obra podemos ver la influencia del cine y para el arranque de la obra toma como base el de La piel suave, la película dirigida por François Truffaut en 1964, y por toda la obra también vemos la alargada sombra de algunas de las películas de Éric Rohmer con las que comparte entre otras muchas cosas el protagonismo femenino. Elia dista mucho de ser una heroína, todo lo contrario, se trata de una persona anónima con la que te podrías cruzas cada día de camino al trabajo, pero, al igual que sucede con resto de personajes secundarios tiene una historia que contar. Y a la que el autor es capaz de conseguir que nos transmita una enorme sensación de verdad y honestidad, gracias a lo bien que están construidos todos los personajes, pese que mucho de ellos tengan bastantes rarezas, pero que sirven para dotar de contenido y capas a la historia que Solís nos quiere contar.

Gráficamente el autor extremeño sigue cultivando un estilo personal y reconocible muy deudor de la línea clara que luce muy bien en el gran formato que presenta la edición. Aunque en esta ocasión nos encontramos con unas líneas más sueltas que en Medea a la deriva lo que dota a la obra de una grata sensación de naturalidad e inmediatez, lo mismo que sucede con el bitono color tierra de todo el cómic. Narrativamente es un cómic en el que predomina la legibilidad con un gran uso de las elipsis y en el que pese a ese estilo alejado del realismo las escenas que transcurren en las ciudades son perfectamente reconocibles. Pero la parte más brillante de este trabajo está en la ya mencionada capacidad del dibujo para transmitir las emociones de los personajes, algo que al tratarse de una historia en la que abundan los momentos de intimidad resulta de vital importancia.

Elia es un paso adelante en la carrera de Fermín Solís en el que explora de nuevo temas íntimos, pero con una visión renovada y más amplia que le permite construir una historia llena de capas y tramas diversas que nos recuerda la importancia de cuidar a los que queremos y de cuidarnos a nosotros mismos.

Lo mejor

• Lo bien construida que está el personaje de Elia.
• El reflejo de la cerrazón que todavía impera en los pueblos pequeños.
• Lo bien que funciona visualmente el recurso de los aviones de papel para mostrar los intercambios de mensajes de texto.

Lo peor

• Que el rechazo que al que se tiene que enfrentar Elia por su condición sexual siga formando parte de nuestra cotidianeidad.