Marvel 50 Aniversario – La ¿Divertida? Catástrofe de los Noventa

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Continuando con nuestro repaso a la historia de Marvel Comics, tras el post de nuestro compañero Pedro Monje dedicado a una de las etapas más recordadas de la casa de las ideas, ahora nos toca hacer parada en la que cuenta con el dudoso honor de ser considerada como una de las más caóticas y denostadas del medio. Nos encontrábamos en el inicio de la última década del siglo XX en el que el final de la Guerra Fría permitió que los sombríos ochenta dieran paso a un luminoso sentimiento de arrogancia con luces de neón y brillos de purpurina en una década llena de poses arrogantes, colores chillones y música electrónica en forma de tecno, trance, break beat y otros transtornos mentales. Las gafas de sol se convertían en un complemento imprescindible de nuestros rostros día, tarde y noche dándonos la sensación de que podíamos combinar cualquier look con traje sin ser rematadamente horteras (que lo eramos) mientras plagas en forma de gomina, esteroides y silicona deformaban unos cuerpos hiperacelerados a base de bacalao, coca y anfetas. Las sobredosis y el SIDA se convirtió en la última (y negra) moda en la página de necrológicas mientras el paso de los años fue domando ese arrogante narcisismo que nos aproximaba a final de siglo.

En lo que respecta a la industria del comic, la sombra de Watchmen y El Regreso del Caballero Oscuro era alargada y la mezcla de su legado con ese chute adrenalínico desfasado de aquellos tiempo daría como resultado un explosivo cóctel con más subidones y bajones que la bolsa de Wall Street. En pleno ecuador de la etapa de Tom DeFalco como editor jefe de la compañía, Marvel continuaba con su imparable trayectoria ascendente rompiendo todos los records de ventas mientras se aproximaba a la mayor catástrofe editorial de su historia. Las fluctuaciones del libre mercado y las especulaciones llevadas a cabo por el entonces propietario de la editorial Ronald Perelman dejarían a Marvel en bancarrota debiendo iniciar un arduo proceso para resurgir desde los más negros abismos de su historia reciente.

Los X-Men y el incombustible Spider-Man se convertían en los estandartes de la editorial en una época en la que los sábados por la mañana se plagaron de series de animación basados en personajes de comic (y las tardes de Tele 5 en lo que respecta a España) mientras la franquicia mutant fagocitaba una compañía al borde del desastre. Manteniéndose como un cáncer que asfixiaba al resto de franquicias y que pese a determinados momentos lúcidos poco o nada tenía que ver con la gloria de los añejos tiempos de Claremont, la editorial apostaría por un elegante retorno al clasicismo que marcaría el final del siglo XX.

Pero no nos dejemos engañar por la impresión de que todo fue malo en aquellos turbulentos años. Con sus más y sus menos, el comic fue un reflejo de aquella década en la que muchos crecimos llegando a ser las personas que somos hoy. Con todo su frenesí y su demencia embriagada, la década nos dejó un puñado de grandes historias y otras que sin ser tan buenas, marcaron el futuro devenir de la industria del comic mientras nos hacían disfrutar de tardes amenas entre splash pages, portadas holográficas, pizza y bolsas de Cheetos. Presentada adecuadamente y con una selección musical con la que meternos en faena, iniciemos nuestro repaso para recordar con cierta nostalgia culpable lo que dieron de si aquellos años.



Marvel Extreme

Si en la década anterior habíamos vivido la proliferación de un tono oscuro y deliveradamente desagradable en el que la personalidad gráfica de un feísmo tan tosco como delicioso se sobreponían sobre los principios anatómicos, en los albores de los 90 asistiríamos al nacimiento de una nueva tendencia con la crudeza del Frank Miller de El Regreso del Caballero Oscuro como progenitor ideológico y los sobrecargados ultracuerpos de Arthur Adams como fuente de inspiración. A medio camino entre ambos, un puñado de jóvenes dibujantes con ganas de comerse el mundo comenzaron a apoderarse de las más populares cabeceras de la casa convirtiéndose en sinónimo de cifras de ventas imposibles. Más influidos por los comics con los que crecieron que por su formación -muchas veces autodidacta- como dibujantes, esta desafiante generación tuvo como profeta al canadiense Todd McFarlane, quien tras sus primeros pinitos en DC desembarcaría en Marvel reinventando la imagen del Hombre Araña en Amazing Spider-Man. Dotándolo de una silueta prácticamente inhumana, con unos ojos imposibles coronando su amelonada cabeza y un cuerpo fibroso plagado de rayitas y telarañas por doquier, la química entre personaje y artista eclipsaría a la labor a los guiones de David Michelinie hasta el punto de que la editorial acabaría ofreciéndole a Todd una nueva serie para que jugara con el Hombre Araña a su antojo.

Pulverizando todos los records de ventas con Spider-Man, Todd se convertiría en una superestrella mediática cuyo ego chocaría de bruces con la editorial cuando comenzó a gestarse en su mente la idea de que ser un simple currito al servicio de Marvel no era suficiente para alguien de su caché. Sucedido por Erik Larssen tanto en Amazing como la nueva serie, McFarlane dejaría tras de si un panorama en el que el retorcido y brutal Veneno se erigiría como temible némesis del Hombre Araña hasta que la sobresaturación y el intento de convertirlo en un antihéroe terminaron desdibujando a una amenaza tangible a medio camino entre el Tar Baby del folklore africano y La Cosa de John Carpenter.

Durante esta época cotizarían al alza los personajes con atributos zoomórficos o demoníacos jugando un papel destacado un Doctor Octopus que dejaba atrás su pijama verde para apostar por una indumentaria más fardona y elegante con traje, tentáculos y corbata. De su mano viviríamos el regreso de los Seis Siniestros con una estilizada reinvención gráfica del equipo original (con un infernal Duende ocupando el lugar de Kraven) mientras que paralelamente, J.M. DeMatteis ofrecía cierto alivio entre tantas poses hiperviolentas. Responsable de La Última Cacería de Kraven, sus complejos retratos psicológicos con tramas como la muerte de Harry Osborn en The Spectacular Spider-Man (junto al incombustible Sal Buscema) dejaban huella en una franquicia rematada por ese cajón de sastre sin equipo regular que era Web of Spider-Man.

Pero si en la franquicia arácnida el legado de McFarlane marcaba tendencia, sería en los exitosos X-Men donde esta proliferaría en todo su explendor. Con el propio Adams y Marc Silvestri abriendo cabeza de playa en las colecciones mutantes, Jim Lee, Whilce Portaccio y Rob Liefeld llegaron captados por captados por Archie Goodwin y tras hacer sus primeros pinitos en Punisher desembarcarían en la franquicia estableciendo su feudo entre los títulos X. Imprimiendo su testosterónica forma de entender el comic, dejaron tal huella que no tardarían en desplazar a los veteranos Chris Claremont y Louise Simonson reestructurando la franquicia con X-Men (sin adjetivos, como la serie de animación lanzada por Fox Kids) como nuevo título estandarte bajo la batuta de Lee mientras Liefeld deformaba a los ochenteros Nuevos Mutantes para transformarlos en la paramilitar X-Force y Portaccio se quedaba con Uncanny X-Men. Hasta Silvestri recibió su premio por su implicación a la causa convirtiéndose en el nuevo dibujante Lobezno junto a un Larry Hama que parecía sentirse cómodo entre tanto joven artista dispuesto a comerse el mundo (no en vano creador gráfico G.I Joe también estaba entre las referencias de este puñado de talentos).

Las chaquetas, hombreras, cinturones y pelos cardados se extendieron entre otros complementos tan necesarios como interminables bolsillos y mutantes cuyos poder consistía en posar con pistolones imposibles y extraños brillos en los ojos encontrando un habitat cómodo entre personajes como Cable, Gambito, Bishop, Estrella Rota, Rojo Omega, Feral o una Júbilo que parecía recien sacada de la crepuscular historia del Hombre Murciélago escrita por Miller. Los guionistas se convertían en meros ”juntaletras” y las cifras de ventas alcanzaba cotas todavía más absurdas mientras los lectores se veían sustituidos por brokers ansiosos de hacerse con números uno y portadas exclusivas que esperaban que con el paso de los años se revalorizasen en forma de fortunas astronómicas.

El impacto de Lee y compañía fue tal, que su estilo se extendería como una plaga a través de las principales franquicias de la editorial hasta el punto de que veteranos como Tom De Falco o Roy Thomas intentaron subirse en el carro de aquel inusitado éxito. Como responsable de esto había que buscar entre los asientos de cuero con respaldo de la oficina X hasta llegar a Bob Harras, gran arquitecto detrás de esta nueva tendencia y una de las figuras más importantes de la Marvel de los 90 como veremos a lo largo del post. Compaginando su trabajo como editor de la línea mutante con el de guionista en los Vengadores, Harras se llevaría parte de aquel tono a los Héroes más poderosos de la Tierra firmando una recordada etapa junto Steve Epting mientras que DeFalco hacía lo propio junto a Paul Ryan en los Cuatro Fantásticos y Roy Thomas se aplicaba el cuento en cada serie que pasaba por sus manos.

El contraste entre el back to the basic del guionista con respecto al estilo hipertrofiado y extremo de la época con cierto toque esperpéntico como la miniserie de los Invasores dibujada por Dave Hoover (en la que reintroduciría al Doctor Némesis en la continuidad Marvel convirtiéndolo en el fundador de Battle Axis y traidor a su nación). En la misma línea, Thomas reviviría al no-grupo por excelencia de los años setenta reinventándolos junto a Andre Coates como Defensores Secretos dejando de lado a la mayoría de los integrantes clásicos permitiendo que el Doctor Extraño pudiera reclutar a una nueva generación de outcasts más afines a las tendencias de la década con personajes como Lobezno, Nómadas,Máquina de Guerra, Thunderstrike, Spider-Woman, el Hombre Hormiga o Darkhawk.

Villanos con nombre y apellido como Matsuo Tsurayaba, Fabian Cortez y Trevor Fitzroy o los hermanos Marss, viajeros temporales, tendencias paramilitares subidas en plena Guerra del Golfo… ni personajes tan establecidos como el Caballero Negro, La Mujer Invisible o Mariposa Mental conseguían escapar a esta moda cambiando radicalmente tanto su look, como la cantidad de tela de sus trajes o incluso su nacionalidad para verse infestados por una estética que parecía extraída de los videoclips de Kylie Minogue o cualquier aberración electrónica de la época. Pero en su defensa podemos afirmar que aquellos eran los signos de aquellos tiempos. Unos tiempos palpables en muchas de las colecciones de la época como los Iron Man y Namor de John Byrne, quien sin tener nada que ver con aquella movida compartía muchas afinidades temáticas y estéticas con aquellos comics. Similitudes sazonadas con importantes diferencias como era usar todo aquel complejo empresarial y político de la época para crear una jungla de acero y cristal por cuyas cimas se movían las grandes fortunas de la editorial. Sin embargo, el desparpajo de Byrne venía acompañado por cierto aroma clásico que no acababa de enacajar en toda aquella movida, por lo que poco a poco comenzó a dejarse ir en beneficio del prometedor Jae Lee y el malogrado Kevin Hopgood, quienes tomaron el testigo en Byrne en Namor e Iron Man, ambas a cargo de los editores Bob Harras y Len Kaminski respectivamente.

Sin Byrne, ambas series agudizarían su aproximación al terreno oscuro y extremo de la época hasta el punto de que durante un tiempo la serie del principe submarino sería rebautizada como El Salvaje Namor y el Hombre de Hierro sustituido por Máquina de Guerra tras la aparente muerte de Tony Stark. Ni siquiera el Thor de Tom DeFalco y Ron Frenz -con su recuperación del sabor clásico de Stan Lee y Jack Kirby- lograba escapar del todo de esta estética y sus temáticas afines, introduciendo a un nuevo Thor tras la desaparición del original (exiliado por Odín tras matar a su hermano Loki en un enfrentamiento fraticida).

Tampoco el bueno de Mark Gruenwald, que desde tiempos de Shooter venía ofreciéndonos una de las mejores etapas del Capitán América, pudo escapar de esta tendencia y la serie perdió algo de fuelle en beneficio de argumentos en los que el Capi lo mismo vestía un exoesqueleto de combate que se convertía en hombre lobo. Aun así, el guionista siguió dejando pinceladas de su talento durante una etapa en la que enfrentaría a Steve Rogers a un proceso de degeneración física derivado del suero del supersoldado que apunto estuvo de acabar con su vida. Con Iguana como pupila y amante, durante esta etapa serían presentados villanos que han quedado ligados a su galería de enemigos del personaje Calavera y la Escuadra Esqueleto al servicio de Cráneo Rojo o Superia y sus Femizonas.

Y para que fuera todavía más delirante el grado en el que el esquema de la franquicia X se impuso sobre el resto de las líneas de la casa, no hay más que ver como la fórmula del grupo proactivo dispuestos a llegar allá donde los otros héroes no pueden llegar (sinónimo de que eran tan duros y chungos como si fueran un Equipo A formado por Charles Bronson, Chuck Norris, Burt Reynolds y… bueno, Mister T me vale) acabó replicándose en los Vengadores cuando los Force Works de Dan Abnett y Andy Lanning sustituyeron a los Vengadores de al Costa Oeste o en los Cuatro Fantásticos mediante la Fantastic Force de Tom Brevoort. El colmo llegaría a través de la franquicia del Dios del Trueno con el lanzamiento de Thor Corps a cargo del propio DeFalco, donde el guionista reunía al hijo de Odín y otras tres replicas más entre Bill Rayos Beta y una tal Eric Masterson del que hablaremos más adelante El resultado fue una bizarrada que bien podria haber servido tanto para indagar en la mitología nórdica como para tomar el relevo de Guns n Roses.


De aficionados del comic a remodelar prácticamente toda Marvel a su imagen, Jim Lee y sus compañeros se habían convertido de la noche a la mañana en superestrellas del medio. Nadie era tan molón, duro e intenso como los personajes que ellos dibujaban. Y con aquel prometedor futuro ante sus ojos, McFarlane los tomaría bajo su cobijo y entre Todd, Lee, Silvestri, Liefeld, Portaccio, Larssen y Jim Valentino (responsable de Guardianes de la Galaxia, otro que nació para unirse a ellos) decidirían que Marvel se les había quedado aspiraciones y que era hora de buscar pastos más verdes. Fue así como abandonaron la Casa de Ideas y fundaron su propia compañía con un nombre que desde entonces ha servido para denominar el movimiento que iniciaron. Fue así como nació la Generación Image.



Noche de Miedo, La Ley del Asfalto y Almas de Metal

Con este panorama bajo el imperio de la pose, del ir de tío duro, ser fardón e intenso hasta partir cristales con la mirada, Marvel publicaría la mayor cuantía de series que haya tenido en catálogo durante toda su historia. Apostando por personajes nuevos y viejos y un constante más difícil todavía en el que si creíamos que era imposible que se cebasen todavía más en nuestros héroes… mejor nos valdría volver a mirar. Respecto al tipo de historias que encontraron su nicho en el primer tercio de la década, ya hemos hablado de la proliferación de grupos de tendencias paramilitares y ya nos expandiremos sobre el tema de los viajeros en el tiempo. Con los vigilantes urbanos de finales de 80 al estilo de Marion Cobretti apunto de entrar en un período de decadencia, Marvel apostaría fuerte por la temática en una variante sucia y sin miramientos de aquellos héroes callejeros de los setenta con una especial predilección por los antihéroes hiperviolentos.

Si durante la década anterior Frank Miller y Ann Nocenti convirtieron a Daredevil en el principal exponente dentro de entorno más urbanita de Nueva York, el personaje viviría una de sus más polémicas etapas a cargo de D.G. Chichester. Por entonces responsable de la hoy extinta línea Epic, el guionista trataría de llevar más lejos de lo que nadie lo hubiera hecho al diablo guardián y tras la Caída de Kingpin se embarcaría en la ambiciosa saga Caída del Paraíso. Tras esta nos encontraríamos a un Daredevil alejado de su identidad de Matt Murdock con una actitud mucho más dura y oscura (además de un nuevo uniforme a la moda) acorde con las tendencias de aquella época en la que Frank Castle pasó de ser un secundario de Spider-Man a una franquicia de éxito desde finales de los ochenta. Sin embargo, la aportación más destacable en torno al diablo guardián de la cocina del infierno no la encontrariamos en su serie regular, sino em una miniserie aparte. De un modo similar a lo que hizo en Batman: Año Uno, Frank Miller se reencontraría con Daredevil firmanod El Hombre sin Miedo. Con dibujo de John Romita Jr, la historia se centraba en los años iniciáticos de Matt Murdock como vigilante urbano siendo junto a la miniserie Elektra Lives Again y su aportación en el número 50 de Hulka los últimos trabajos que firmó para la editorial.

Afrontando el final de su etapa en The Punisher y Punisher War Journal, Mike Baron cedería el testigo a Dan Abnnett y Chuck Dixon en cada una de las colecciones. Fue este último quien alcanzaría mayor popularidad como responsable de las aventuras del vigilante de la calavera con argumentos como la introducción de vigilantes inspirados en Castle entre los que destacarían Lynn Michaels y Payback. A partir de 1992 el personaje disfrutaría de una tercera serie regular (Punisher War Zone, que nació como vehículo de lucimiento de John Romita Jr y que caería también en manos de Dixon hasta la saga Cuenta Atrás) a la que habría que añadir otra serie dentro del sello Marvel UK y esa rareza que fue The Punisher Armory. Concebida como una suerte de catálogo de armas narrado por el propio Castle para los fans de las mismas, me resulta un tanto irónico el que probablemente la mayoría de seguidores de esta última tuvieran papeletas para convertirse en potenciales víctimas de Frank.

Todavía dando guerra con el tercer volumen de su serie, en Marc Spector: Caballero Luna el experto en los bajos fondos Chuck Dixon terminaba su etapa cediéndole el testigo a J.M. DeMatteis. Al frente de uno de los personajes urbanos más emblemáticos de la editorial así como una de las personalidades más complejas de la casa, DeMatteis haría lo que mejor sabe firmando la saga Redención Escarlata junto a Ron Garney. Tras su marcha, la serie quedaría a merced de armaduras de adamantium y posesiones infernales, aunque es una historia para otro momento. Aunque el Blacksploitation hacía ya tiempo que había pasado a mejor vida, su herencia seguía muy viva en el cine a través de Spike Lee, Eddie Murphy, John Singleton y Reginald Hudlin mienras que en la televisión Bill Cosby y Will Smith nos hacían reir mientras trataban temas sociales de transfondo. Con un nuevo look más acorde a la moda de la época, Cage (Luke, no Nicolas) volvería a disfrutar de serie propia de la mano de Marcus McLaurin y el dibujante Dwayne Turner. Limpiando su nombre por los cargos que le señalaban como asesino de su viejo colega Danny Rand (el que finalmente resultase que Puño de Hierro estaba vivo por obra y gracia de Byrne ayudó mucho), el héroe de Harlem se trasladaría a Chicago partiéndose la cara con todo forzudo habido y por haber. Con Dakota North aportando algo de variedad étnica como secundaria en la serie, la detective creada por Martha Thomases y Tony Salmons fue un signo bastante indicativo del peso que estaban ganando los personajes femeninos de armas tomar. Como una suerte de precedente a las últimas encarnaciones de los Héroes de Alquiler, Marta Plateada y la Banda Salvaje disfrutarían de una colección a cargo del colorista reciclado en guionista Gregory Wright y el dibujante Steven Butler. Sirviendo de cajón de sastre para dar cabida a varios personajes de perfil bajo, personajes como Paladín, el Hombre de Arena y Estrella de Batalla pasaron bajo las órdenes de la caza recompensas de Simkaria durante los 35 números que duro su colección.

El concepto de vigilante urbano con barba de dos días y actitud chusca estaba tan en boga, que Marvel intentaría reciclar a varios de sus personajes en este ámbito. Algo así pasó con Veneno, que de brutal némesis del trepamuros pasaría a hacer sus primeros pinitos como protector letal, siendo el personaje que más miniseries concatenaría en los 90 desde que Danny Fingeroth decidiera convertirlo en la mente maestra detrás de Vengadores: Trampa Mortal hasta que David Michelinie y Mark Bagley pusieran sus manos sobre él en su primera miniserie. A esta le seguirían Pira Funeraria de Carl Potts y Tom Lyle y La Locura de Ann Nocenti y Kelley Jones antes de que Larry Hama tomara el relevo con un acercamiento bastante similar al que nos ofrece ahora Remender (aunque por desgracia menos inspirado) dejando luego al personaje en manos de Howard Mackie con sus monstruos comesimbiontes y sus aterradores mecheros. Probablemente uno de los personajes más extravagantes que haya creado Marvel en su historia, el Terror, Inc de Chichester también disfrutaría de serie propia (enfrentándose al mismísimo Priapo, el dios griego de… bueno, ya sabéis) así como el Exterminador de Tontos del siempre genial Steve Gerber, una catárquica y cuasiparódica creación que iba por ahí eliminando a los mezquinos y tocanarices de la vida a golpe de pístola purificadora. Otros personajes como Solo, Mortaja y Prowler también disfrutarían de una breve vida editorial así como la ladrona más felina de la editorial con la miniserie Felicia Hardy: Gata negra y el más famoso maestro de las artes marciales con El Retorno de Shang-Chi: Maestro del Kung-Fu.

Pero si había una moda de los ochenta que todavía coleaba aparte de la de los action hero que imponían su ley en las calles a base de redaños y plomo era la del género de terror truculento que en el inicio de los noventa se encontraba en su etapa más casposa y desfasada. Viernes 13, Pesadilla en Elm Street, Hallreaiser, Halloween, Muñeco Diabólico… franquicias que habían pasado de ser historias para no dormir a ser sinónimo de desbarre y choteo para echar unas buenas risas y palomitas con los colegas. Durante la primera mitad de la década el género dejo huella en el comic americano en muy diversas formas. Así, mientras que en la DC de la línea Vértigo teníamos series como The Sandman que se movían por referencias como Edgar Allan Poe o Cuentos de Canterbury, en Marvel series como la atmosférica Legión de Noche de Steve Gerber y Whilce Portaccio, el nuevo Motorista Fantasma de Howard Mackie, Javier Saltares y Mark Texeira o las series regulares de Morbius y Hellstorm: Príncipe de las Mentiras a cargo de Len Kaminski parecían obedecer más a otros nombres como San Raimi, Clive Barker, Wes Craven o Tobe Hoper.

Con la serie del Doctor Extraño a cargo de Roy Thomas y su esposa Dannette Thomas como núcleo central, el lado sobrenatural de Marvel viviría una resurgir como no había tenido desde los setenta de la mano de la editora Bobbie Chase y un Bob Harras que según parece también andaba por allí. El editor movería los hilos para orquestar la macrosaga de Los Hijos de Medianoche presentando a Lilith y sus hijos junto a las tramas del Darkhold, la Fórmula Montesi, La Guerra de las Siete Esferas y el Asedio de las Tinieblas. Reuniendo a la práctica totalidad de los personajes ligados al lado oscuro de la magia que Marvel tenía por entonces, se lanzarían nuevas series como los Nightstalkers de Chichester (con Blade, Frank Drake y Hannibal King como miembros) y Darkhold: Las Páginas del Libro del Pecado de Christian Cooper con Victoria Montesi, el agente de la interpol Sam Buchannan y la ocultista Lousie Hastings como figuras centrales (una suerte de cruce entre Misterio Para Tres y Expediente X, vamos). Blade: El Cazador de Vampiros también disfrutaría de su primera serie regular a cargo de Ian Edginton y Richard Starkin mientras que Pesadilla intentaba aprovecharse del éxito del Sandman de Gaiman con una miniserie a cargo de una siempre cumplidora Ann Nocenti y Joe Bennett (sobra decir que el resultado estuvo muy lejos de conseguir el alcance de su contrapartida en Vértigo). Con la introducción de nuevos personajes como el clon de Drácula Bloodstorm, el vampiro Vic Slaughter, Jinx o el Enano Oscuro y la recuperación de la los más destacados místicos de la editorial (con Morgana Le Fay, Agatha Harkness y Jennifer Kale a la cabeza). Compuesta por relatos cortos protagonizados por varios de estos personajes, Midnight Sons Unlimited completaba una franquicia emergente que terminó yéndose al traste tras la catástrofe de Switchblade y otra literal que estaba apunto de sacudir a la editorial. Como curiosidad, durante esta época Marvel publicaría varias adaptaciones inspiradas en obras de Barker otorgándole una línea (Razorline) donde el escritor introduciría creaciones como Ektokid, Hokum & Hex, Hyperkind o Saint Sinner con gente como James Robinson, Larry Watchowski o Frank Lovece entre otros.

Pero si tenemos que hablar de «monstruos», si algo caracterizó a la década del auge de la cibertrónica y las nuevas tecnologías ligadas a la informática fue la amalgama hombre-máquina reflejada en éxitos como Terminator, RoboCop, Almas de Metal o Soldado Universal. Marvel se hizo eco de estas tendencias y si bien ya se habían tratado temas similares durante pasadas décadas, durante los 90 estas se elevaron a la enésima potencia llenándose de personajes con implantes cibernéticos o cualquier otro tipo nexo con las más novedosas creaciones en el campo de la electrónica. Responsable de las aventuras de los Transformers publicadas por Marvel desde mediado de los 80, el británico Simon Furman jugaría un papel destacado en este campo con el desarrollo de la mitología de Death Head en el sello Marvel UK. Retomando conceptos desarrollados tanto en la cabecera de los Autobots como en el futuro 2020 a través de Las Garras del Dragón, el guionista insertaría al personaje en el corazón del Universo Marvel a través de su segundo modelo en Death´s Head II y sus sucesivas continuaciones, The Incomplete Death´s Head, Death3, Death Metal y Death Metal Vs Genetix. Furman continuaría escribiendo las aventuras de los robots convertibles de Hasbro tanto en el primer volumen de sus aventuras como Transformers Generación 2 así como las serie de RoboCop publicada por la editorial. Durante esta época, la editorial publicaría una miniserie centrada en un grupo de animales que eran sometidos a un experimento inhumano para convertirlos en letales máquinas cibernéticas. Hablamos de… ¿We3? No hombre, no, hablamos de Fuerza Bruta, los protectores del medio, de Furman.

Sin embargo, Furman no fue el único en aproximarse a este tipo de relatos. La línea Marvel UK se probaría como un vergel perfecto para este tipo de relatos de corte cyberpunk en el que surgirían series como Warheads de Nick Vince y Gary Erskine. Pero la temática no se limitaría al sello británico de la editorial, sino que en su núcleo interno nos encontraríamos desde a Cable de Rob Liefeld y Fabian Nicieza con similitudes más que claras con el Cyborg interpretado por Arnold Schzwarzenager y al nuevo Deathlok (Michael Collins) de Dwayne McDuffie. Tras una miniserie dibujada por Paul Mounts, este disfrutaría de su primera serie regular en la que McDuffie jugaría con las diferentes variaciones del personaje bajo los lápices de Ken Lopez. Creado por Eric Fein en el anual de 1993 de Amazing Spider-Man, el soldado convertido en cyborg de combate Annex disfrutaría de miniserie propia a cargo de Jake >C. Harris. Otros como Kane, Asedio, Platoon, Coldblood, los Ciberninjas o la versión 616 del Deathlok Luther Manning (Demoledor) se dejarían caer por estas series como ejemplo de una época en la que -como bien podían atestiguar el Duende o Comando Carmesí– si no tenías implantes cibernéticos no eras nadie. La temática tuvo tal tirón que incluso hubo eventos como La Amenaza Falange o (ya más entrada la década) la fallida Marvel Tech que giraron en torno a ella.


Con una larga tradición en futuros alternativos gracias a clásicos como Días del Futuro Pasado, los noventa fueron un caldo de cultivo especialmente propicio para las líneas temporales divergentes entre las que destacaría un universo futuro promovido por Stan Lee y John Byrne con motivo del 30 aniversario de la editorial. Introducida en 1993 como la Marvel del mañana, aunque en principio iba a ser un único título a cargo de ambos Marvel 2099 naceríaa como una línea completa que nos trasladaríaa ciento y pico años en el tiempo para dar forma a un futuro con el que jugar libremente con los grandes mitos de la editorial.

Entre la primera oleada de series podríamos disfrutar de Muerte 2099, donde John Francis Moore y Pat Broderick presentarían al tirano latveriano como un luchador por la libertad, Punisher 2099, Pat Mills, Tom Skinner y Tom Morgan (con Jake como nuevo vigilante de la calavera) y Spider-Man 2099 de Peter David y Rick Leonardi (con Miguel O’Hara en lugar de Peter). Cosechando un gran éxito durante sus primeros años, este mañana controlado por corruptas megacorporaciones crecería exponencialmente con títulos como Ravage 2099 con un nuevo personaje creado por Stan Lee, la maxiserie 2099 Unlimited (con John Eisenhart como versión futura de Hulk), los X-Men 2099 de John Francis Moore y Rom Lim y el Motorista Fantasma 2099 de Len Kaminski, Chris Bachalo, Marc Buckingham introduciendo al espíritu de la venganza cyberpunk Zero Cochrane. Con nuevas incorporaciones como Hulk 2099 de Gerard Jones, los Cuatro Fantásticos de Carl Kessel y X-Nación de Tom Peyer y Humberto Ramos, tras La Caída del Martillo la línea se embarcaría en un contundente jump the shark con la llegada de Warren Ellis, quien hizo que Victor Von Muerte conquistase los estados unidos iniciando la macrohistoria Anno Doom dando carpetazo a los títulos que peores cifras de ventas estaban arrastrando. Sin embargo, el despido Joey Cavalieri traería consigo el abandonó de David como Ellis protesta dejando una única miniserie bajo el título 2099: World of Tomorrow) donde Joe Kelly, Ben Raab y Pasqual Ferry darían carpetazo a este universo alternativo. El one shot 2099: Manifiesto de Destino servía de epílogo trasladándonos otrso mil años en el futuro para descubrir las consecuencias de este mundo.

Paralelamente a este complejo mundo, otros futuros hipotéticos ligados al universo mutante como del que procedía Bishop se desarrollaron a traves las series principales y miniseries como las firmadas por John Ostrander con dibujos de Carlos Pacheco, los estudios Deodato y Steve Epting respectivamente. Bastante similar al creado por Claremont y Byrne en su famosa saga de los ochenta, nos dejaría en vilos con las tramas de el traidor X y la Rebelión de los Summers y personajes como los Xavier Security Enforcement, Shard, el Testigo, Mountjoy o Trevor Fiztroy. Sumándose al gremio tras varios años dando guerra como enigmático mercenario, Cable nos llevaría todavía más lejos introduciendo el Futuro Askani a donde fue enviado el pequeño Nathan Summers. En las miniseries Las Aventuras de Cíclope y Fénix y El Hijo de Askani de Scott Lobdell y Gene Ha nos adentraríamos en dicho mundo dejando como secuela Las Futuras Aventuras de Cíclope y Fénix de Peter Milligan y Jean Paul Leon (que cambiaría rumbo hacia la Inglaterra victoriana para narrarnos los orígenes del sádico Mister Siniestro).

En páginas de Increíble Hulk, Peter David se sumaría a la moda trasladándonos al mundo de Futuro Imperfecto. Allí, el Profesor (Hulk con la psique de Banner) se encontraría a una versión futura de si mismo que se denominaba a si mismo el Maestro subyugando a la humanidad tras acabar con los principales héroes del mundo. Sirviéndole para enfrentar al coloso esmeralda a una nueva variante de sus eterno temor de verse convertido en un monstruo, este futuro alternativo disfrutaría de un par de secuelas como la miniserie Abominaciones protagonizada por Janis Jones (descendiente futura de Rick Jones y su esposa Marlo) y el grupo de rebeldes que luchaban contra la tiranía del Hulk del futuro. El propio David marcaría tendencias con La Última Historia de los Vengadores, una miniserie de dos números junto a Ariel Olivetti que se adelantaría un lustro a los tan prolíficos The End de los primeros años de Quesada. Tampoco se quedaban a la zaga la Marvel Británica, que fueron los primeros en sacarle una descendiente a Lobezno con la Nikki Doyle de Wild Thing, los títulos de Marvel UK también se acercaron con relativa frecuencia a los universos futuros con series como Cyberspace 3000 y los citados Death’s Head y Warheads. En pleno siglo XXXI, los Guardianes de la Galaxia continuaban siendo los más aventajados en este ámbito manteniendo serie propia hasta que la salida de Valentino puso a Michael Gallagher a los guiones ocupándose de los últimos números de la serie y de su spin off Galactic Guardians.

Aunque el apartado cósmico de la editorial no disfrutaba de la relevancia de antaño, este seguía bien vivo gracias al trabajo del veterano Jim Starlin y un joven Ron Marz al que tomó bajo su tutela remodelando entre ambos a las estrellas del Universo Marvel. De esta forma, Starlin comenzaría a cederle las riendas de Estela Plateada mientras el orquestaba la Trilogía de Infinito. Captando para su causa a un joven dibujante con el que realizaría La Búsqueda de Thanos, el guionista se uniría a George Pérez en la miniserie El Guantelete de Infinito. El nombre de aquel joven dibujante era Ron Lim y se convertiría en un nombre habitual en la franquicia cósmica -con trabajos como en Silver Surfer junto a Marz- mientras que Starlin lanzaba Warlock y La Guardia de Infinito (con Ángel Medina a los lápices y secundarios como Gamora, Drax el Destructor, Maxam y Pip el Troll). Lim y Starlin volvieron a reencontrarse firmando La Guerra de Infinito, en la que Warlock se haría con el famoso artefacto sucumbiendo a su persona de Magus, y el cierre de la trilogía con La Cruzada de Infinito, donde le tocaría hacer lo propio a la Diosa.

Dejando como resultado una colosal trilogía en la que lo mismo te sacaba versiones grotescas de los héroes de la editorial en forma de tie ins masivos a través de cualquier serie (llevando hasta el extremo el ideal de Shooter de que si algo gordo ocurría en una colección debería tener su efecto en el resto de títulos publicados) que te mataban a la mitad de habitantes de la Tierra para luego resucitarlos al más puro estilo Bola de Dragón, tras la finalización de la misma Starlin compaginaría su trabajo en la Guardia de Infinito con la Crónicas de Warlock junto a Tom Raney dando forma a sus últimas historias de los noventa al frente del personaje. Narrada como una suerte de viaje interior que arrancaría cuando ÉL despertara en una extraña dimensión a raíz de los acontecimientos de La Guerra de Infinito, tras su conclusion Starlin abandonaría por razones poco claras La Guardia de Infinito en mitad de la trama del Conde Abismo dejando la colección en manos de una sucesión de guionistas entre los que destacaría John Arcudi. Poniendo rumbo a DC, Marz no tardaría en seguirle firmando las miniseries Poderes Cósmicos dejando un panorama con nuevos peronsonajes como el hijo que el Capitán Marvel tuvo en Titan (Genis Vell), Tyrant, Ganímedes o Morg.

Paralelamente a las series de Starlin y Marz, Mark Gruenwald nos ofrecía una perspectiva más humana al ámbito cósmico en las aventuras de Quasar. Considerada una pequeña joyita de la época, la serie protagonizada por el agente de SHIELD reconvertido en protector del Universo por la gracia de las Negabandas concluiría dejando al guionista y editor al mando de la franquicia cósmica. Reclutando a Glen Greensberg como guionista de Estela Plateada y a autores como Lovern Kindzierski o Fabian Nicieza para diferentes miniseries (entre la que podríamos citar a Lunatik), él mismo se encargaría de introducir nuevos conceptos grupales como Starblast y los Star Masters (formado por Quasar, Bill Rayos Beta y Estela Plateada) antes de sucumbir bajo los efectos de una lesión congénita en su corazón. No siendo pocos los que al principio se creyeron que aquella era una de sus muchas bromas, tras su muerte el llorado guionista sería incinerado y sus cenizas esparcizas entre la tinta de impresión de la editorial según sus propios deseos.

De vuelta a la YiLas series bélicas y de espionaje se limitaban a colecciones muy puntuales pero igualmente meritorias. En The ‘Nam, Doug Murray continuaría adentrándonos en los dramas y miserias del conflicto que marcó a la nación. siendo sustituido más tarde por Chuck Dixon y Don Lomax después. El agente secreto más famoso de Marvel también tendría la oportunidad de brillar en Nick Furia, Agente de SHIELD de Chichester. Recuperando los elementos clásicos de la serie pasados por un tamiz a lo G.I. Joe (otra de las licencias que Marvel publicaba bajo los guiones de Larry Hama), la etapa de Chichester dejaría huella siendo aprovechados varios elementos de aquellos tiempos por Jonathan Hickman en sus Guerreros Secretos con elementos como el Agente Alexander Pierce o un más que posible germen inicial para el concepto de Leviathan.




¡Estos NO son los Héroes de tu Padre!

Dentro de esa actitud irreverente -con ínfulas revolucionarias- de la que hizo gala durante la década, Marvel haría suyas frases como «¡Nada volverá a ser igual!»/ o ¡Un nuevo comienzo!». Una de las más entrañable sin duda fue la que acompaña al encabezado de este apartado, y es que durante los noventa la editorial explotaría a conciencia la estrategia de sustituir a sus héroes con más tradición por versiones más modernas (y generalmente extremas) de si mismos. Si ya durante los ochenta esta maniobra les dio buen resultado a través de personajes como John Walker, James Rhodes o Bill Rayos Beta, los noventa fue un campo de cultivo perfecto para este tipo de recursos entre una ingente cantidad de nuevos personajes con diseños Supermolones para regocijo de los lectores de la época. Hoy apenas quedan un puñado de aquellos personajes y la mayoría de los que sustituyeron han terminado volviendo, pero basta que vivamos un revival de aquellos años para que personajes como Ángel del Infierno de los británicos Bernie Haye y Geoff Senior o el Blackwulf de Glenn Herding y Ángel Medina vuelvan a la carga.

Creado por Tom DeFalco, Erik Masterson fue uno de los primeros en entrar en escena cuando el por entonces editor jefe decidió exiliar al Dios del Trueno introduciendo a un nuevo Thor de la misma forma en que Stan Lee y Jack Kirby lo hicieron con Donald Blake. Arquitecto, Masterson se convertiría en el nuevo Thor ostentando el protagonismo de la serie durante los últimos años en los que DeFalco estuvo al frente de la misma convirtiéndose en miembro de los Thor Corps primero y los Vengadores después. Disfrutando de colección propia como Thunderstrike con los lápices de Ron Frenz (con tintas de Al Milgriom) y guiones del propio DeFalco. Con Hacha Sangrienta como su principal némesis, como los buenos personajes con carácter temporal Thunderstrike culminaría su andadura sacrificándose para salvar a sus compañeros. Desde entonces, ha sido uno de los pocos secundarios Marvel con el buen gusto de no resucitar.


«Pasado, Presente y ¿Futuro? Oh, Dios, estamos jodidos…»

Habiendo dispuesto de la identidad armada de su jefe durante un breve período en los ochenta, James Rhodes volvería a la carga cuando Tony Stark fingió siu propia muerte para recuperarse de los graves daños de su sistema nervioso. Pero lejos de limitarse a mantenerle caliente la armadura hasta que el Clark Gable de Marvel regresase, Rhodes lo haría embutiéndose en un nuevo modelo armado hasta los dientes convirtiéndose en Máquina de Guerra. Haciendo de aquella identidad una declaración de intenciones, el personaje gozaría de su propia serie a cargo de Len Kaminski (responsable de su debut) primero y Dan Abnett después. Con una galería de secundarios propios incluyendo a la Agente de SHIELD Sheva Jones o su archinémesis El Consejero, durante la etapa del guionista de Warhammer 40.000, Rhodes luciría una suerte de exoesqueleto xenomorfo de diseño imposible reflejo de lo pasada de rosca que se estaba volviendo la década.

Con Johnny Blaze en el limbo editorial tras verse librado de la maldición del Motorista Fantasma, Danny Ketch se convertiría en el nuevo Motorista Fantasma a través de unas circunstancias cuando menos extrañas (que habrían encajado bastante bien para un videoclip de Korn con dibujos de Todd McFarlane). Embutiendo su ardiente figura en cuero negro y con una burra que aspiraba a robarle el Top One del «molómetro» a la del cohetáneo Akira, Ketch disfrutaría de serie propia a cargo de Howard Mackie, Mark Texeira y Javier Saltares mientras el bueno de Johnny disfrutaba de un plácido retiro al frente de un circo. Esto sería hasta que el lado sobrenatural de Marvel Comics viviera su truculento auge con la saga de Los Hijos de Medianoche y fuera llamado a filas para unirse a Ketch en Espíritus de la Venganza (también de Mackie, que tenía relatos de moteros demoníacos para dar y regalar). Pese a no contar con el poder de Zarathos de su lado, Blaze se bastaría con una gabardina, gafas de sol y un recortada (además de su imprescindible motocicleta) para erigirse como una suerte de «Renegado» con barba de dos días y coleta. Disfrutando de tal éxito que paralelamente sus aventuras clásicas fueron reeditadas como El Motorista Fantasma Original, tras la conclusión de la serie junto a Danny disfrutaría de cabecera propia bajo el título de Blaze, con guiones de Larry Hama y dibujo de Henry Martínez.

Un look prácticamente idéntico al de Blaze luciría el antiguo sidekick del Capitán América de los cincuenta Jack Monroe en su nueva etapa como Nómada con guiones de Fabian Nicieza. Rompiendo completamente con el colorista diseño que luciera Steve Rogers durante su etapa bajo dicha identidad para apostar por el look genérico de tipo duro, tras el éxito de una primera miniserie dibujada por James Fry III Monroe disfrutaría de una serie regular propia desempeñando un rol bastante similar al del Bucky original como el Soldado de Invierno actual. Con un acercamiento más cercano a los neo-western de cazarecompensas que a las tramas de espionaje internacional de James Buchanan Barnes, Monroe estaría a la cabeza de un nutrido grupo de personajes inspirados en el legado del Centinela de la Libertad. Esto incluiría al ochentero John Walker, quien además de ser miembro de los Vengadores de la Costa Oeste y Fuerza de Choque como US Agente, disfrutaría de una miniserie propia a cargo de Gruenwald (con MC Wyman a los lápices) y tendría un rol destacado en la británica Super Soldiers. Otros como Jack Flag, Espíritu Libre, el Americop o la jovencísima nueva Bucky Julia Winters fueron introducidos en varias de estas colecciones sumándose a otros ya existentes que se mantuvieron en activo como Vagabunda.

En 1993 la editorial lanzaría una iniciativa a través de los anuales de diferentes colecciones para introducir un aluvión de nuevos personajes que venían con ganas de revolucionar el medio. Presentándolos como «las superestrellas del mañana», dentro de esta suerte de contraofensiva/parodia (deliverada o no) con respecto al Bloodlines de DC destacaría un ya citado Genis Vell de Ron Marz y Rom Lim pretendían recuperar el legado del Capitán Marvel. Presentado precisamente con dicho nombre (Legado) este vástago que el otrora emblema Kree de la editorial tuviera en uno de sus viajes a Titán pronto heredaría el nombre de guerra de su padre disfrutando de una miniserie con guiones de Fabian Nicieza y lápices de Ed Benes. Entre el resto de las icorporaciones (cerca de treinta personajes en total) destacaría el antaño escudero del Caballero Negro Espectro de Sangre, quien jugaría un papel crucial en la saga de Eslorenia de los Vengadores de Busiek, o un Adam el X-Tremo que fue postulado durante años como el tercer hermano Summers (y que actualmente debe ser algo así como el quinto en el orden sucesorio). Soladado transformado en cyborg tras ser dramáticamente mutilado por una mina antipersona, Annex llegaría a disfrutar de una miniserie propia como indicábamos más arriba mientras que otros como el hechicero celta Kyllian, el agente del FBI reconvertido en justiciero contra el crimen mutante X-Cutioner, el dios celta Cuchulain o personajes como Wildstreak, Batallador Bantam o Raptor alos que pudimos ver no hace demasiado tiempo en plena Civil War. Tampoco faltarían villanos como la némesis de Forces of Darkness, Forces of Light Darkling, el protector de los enfermos del Virus Legado Empyrean, la encarnación maya de la muerte Devorador, el vampiro ladrón de sueños Terror Nocturno o los letales Asesina y Tracer. Personajes como La Cadra, Khaos, Dream-Killer, Charon, Erradikador-6, The Flame, Hitman Hitmaker, Face Thief, Lazarus, Nocturne o Falange. La mayoría de estos personajes tuvieron tal éxito que no han vuelto a ser vistos desde entonces. Si se encuentra con alguno de ellos, no dude en ponerse en contacto con las autoridades pertinentes.

Se quedarían en el tintero personajes como Legumbé (un hispano cuyo poder consistía básicamente en combatir el crimen con eructos malolientes), Simpático (con la habilidad de sentir el dolor físico que ocasionaba a los villanos contra los que luchaba), Boy-Toy (una librera que se convertía en la encarnación del arquetipo de las mujeres en el comic), El Ángulo (con el poder de llevar siempre la razón) y X-Preso (un supervelocista en silla de ruedas que desarrolaría sus habilidades a causa de lavar durante años la ropa de los X-Men). Considerando tales descripciones, no es de extrañar que Marvel se lo pensara dos veces antes de publicarlos.

Con miniseries como Vengadores: Objetivo Terminatrix dando buena muestra del panorama que vivía la editorial, otros grandes iconos de la editorial, el Doctor Extraño también se sumo a la moda y durante la etapa de David Quinn contaría con El Extraño como versión oscura y misteriosa de si mismo (además de un look bastante deudor del Spawn de McFarlane). Y es que como ya decimos, durante aquellos años la temática tuvo tanto tirón que pocas fueron las series que no recurrieron a dicho recurso, desde el Capitán América y sus ya cidatos sosias, Punisher y la legión de imitadores que le creó Chuck Dixon o las diferentes variantes de Deathlok que se dejaron caer por la colección del Michael Collins de Dwayne McDuffie. En algunas ocasiones se hacía de cara a explorar distintas caras del personaje como en las citadas mientras por motivos editoriales. Dentro de este caso podríamos encuadrar las circunstancias que dieron como resultado la creación de Rabia, surgido para cubrir el hueco de Luke Cage cuando no pudo incluirlo en sus Vengadores. Tampoco faltaron casos en los que la editorial fusilaba sin ningún tipo de tapujos los éxitos de otra compañía. Ahí tenemos por ejemplo los casos de Masacre o Lunatik (inspirados en Deathstroke The Terminator y Lobo) u otros tan súmamente descarados como el Nightwatch de Terry Kavannagh, que pasó de ser un vigilante equipado con tecnología nanita a convertirse en un remedo del (nuevamente) Spawn de McFarlane. Si no podían tenerlo con ellos Marvel estaba dispuesta a hacer todo lo posible para crear el suyo propio. En algunos casos la editorial no tendría más remedio que recular como ocurriría con los X-Ternos, una suerte de estirpe mutante de extrema longevidad con tendencia a orquestar alambicados complots contra sus congéneres que terminaron siendo eliminados drásticamente cuando la editorial comenzó a oir rumores de que los creadores de Los Inmortales querían demandarles por plagio.

Este proceso de supuesta modernización llegaría tan lejos que incluso a los villanos más ilustres de la casa comenzaron a salirles versiones que ocuparían su lugar mientras ellos quedaban relegados a un oscuro limbo editorial. Tras Actos de Venganza Marvel comenzaría a someter a su galería de villanos a una intensa criba llevándpose por delante a personajes primera fila como Loki, Magneto, el Doctor Muerte, Thanos, el Mandarín, Kingpin, el Baron Mordo o el Doctor Octopus. Desapareciendo del mapa con relatos más o menos inspirados, ni aportaciones tan recientes como Apocalipsis, el nuevo Duende Verde encarnado por Harry Osborn o Sebastian Shaw escaparon a este proceso haciéndose un lado para abrirles paso a incorporaciones como Éxodo, Panteón o Ánimus entre otros tantos. Bien es cierto que en la muchos casos la editorial no actuaba a la ligera y el legado de estos personajes se mantenía vivo ya fuera a través de sucesores o aprovechando su ausencia para devolverlos a primera plana con el consiguiente revuelo entren los fans. Sin embargo, insistieron tanto en esta táctica y en muchos casos lo hicieron dando cabida a sustitutos tan tristes que tanto para los héroes como los villanos terminó convirtiéndose en un cliché más tedioso que productivo.

Con los grandes pesos pesados de la editorial en barbecho, surgirían novedosas revisiones de los mismos encontrarían un campo abierto para dejar huella en los lectores de la época. Así aparecerían personajes como Joseph, una suerte de clon juvenil del Amo del Magnetismo que durante un tiempo ejercería como miembro de los X-Men o se recuperaría a otros ya existentes como Kristof Vernard, rescatado del limbo editorial para tomar el lugar de su predecesor. Jason Macendale se convertiría en el nuevo aspirante a la identidad del Duende (saliéndole incluso una suerte de sucedáneo satánico, el Demoduende) mientras que Phil Urich se convertía en el primer Duende Verde en protagonizar serie propia a cargo de Tom DeFalco y Scott McDaniels. De género femenino, una nueva Doctora Octopus tomaba el Cazador Macabro seguía los pasos de su padre intentando acabar con la vida de Spider-Man. Los grupos de villanos mutantes vivían su particular revolución con la entrada en escena de los Acólitos (retomanto el testigo de la Hermandad de Mutantes Diabólicos) mientras que naciía un nuevo Club Fuego Infernal orquestado por Sinobi Shaw y los Arribistas. Grupos como los Merodeadores o los Jinetes de Apocalipsis desaparecían del mapa relevados por los Chicos Malos y los Jinetes Oscuros dando forma a nuevos villanos en la sombra como un omnipresente Mister Tolliver. Ultrón se reinventaba a si mismo con su décimo cuarto modelo intentando crearse una nueva novia con los patrones cerbrales de Pájaro Burlón (Alkhema, se ve que Yocasta debió quedarsele antigua) mientras que Nimrod reaparecía como Bastión. Con la amenaza de Tyrant en el horizonte (desapareciendo del mapa de la misma forma en la que llegó) Galactus tomaría al brutal Morg el Ejecutor como nuevo heraldo mientras que en otras casos la sustitución era meramente testimonial como sucedería con Astrid Mordo.


Algunos intentos de ampliar la mitología de los grandes iconos superheroicos de la editorial caerían en saco roto como sucedería con una Sofia Strange muerta ya antes de nacer, mientras que en otros el intentar desarrollarlos demasiado rápido a costa de versiones tan extremas que costaba tomarselas en serio. Algo así sucedería con Veneno, quien en vistas de posicionarse como versión oscura del Hombre Araña vería nacer a su desnortado clon Spawn Matanza como versión psicópata y ultraviolenta de si mismo. Pudiendo haber sido el Mickey Knox de Marvel si lo hubieran aprovechado como algo más que un mero mata-mata!-MATA!, Cletus «Spuckler» Cassidy se convertiría en el hospedador del vástago simbionte del traje de Eddie Brock estableciéndose como la peor pesadilla de su padre, Spider-Man y la mitad de la ciudad de Nueva York. Esto fue durante el evento arácnido Matanza Máxima, donde el personaje contaría con un ejército propio de transtornados entre la demente Grito, el doble de la Guerra de Infinito de Spider-Man y otros esperpéntos de la época. Dentro de este mismo campo habría que incluir a Venganza, identidad como espíritu de la idem que asumiría durante los noventa el teniente de policía Michael Badilino. Más duro, temible y tocho que Danny Ketch y Johnny Blaze juntos, Badilino llegaría para poner en serios aprietos tanto a uno como al otro ejerciendo el rol de versión oscura e hiperviolenta del Motorista Fantasma de la época.

Pero por suerte no todas las creaciones de la década fueron versiones de conceptos ya existentes o sucedáneos que iban entre lo nefasto y lo aceptable. Con series como Nuevos Mutantes, Capa y Puñal o Power Pack dando sus últimos estertores antes de desaparecer o ser recicladas en conceptos totalmente diferentes, una nueva generación de jóvenes superhéroes entraba en escena para tomar el testigo de sus predecesores. Con los Nuevos Titanes de Pérez y Wolfman como claro precedente, Fabian Nicieza y Mark Bagley darían vida en los albores de los noventa al primer supergrupo juvenil de la editorial sin nexos familiares o con la franquicia mutante. Recuperando a personajes que disfrutaron de un breve período de relevancia ya fuera através de cabeceras propias o de sus apariciones en otras colecciones, Tom DeFalco reuniría a Namorita, Justicia, Nova, Estrella de Fuego y Speedball en páginas de Thor para que junto a Destructor Nocturno fundaran los Nuevos Guerreros. A cargo del equipo creativo citado, esta panda de jóvenes superhéroes sobradamente preparados demostraría su valía enfrentándose a amenazas de primer orden extraidas de los principales títulos de la casa (con Terrax, los Infernales de la Reina Blanca y el Pensador Loco a la cabeza) mientras se les iban añadiendo otras como Genetech y sus sicarios -más conocidos como Psionex , Fuerza de la Naturaleza o el Círculo Envolvente.

Para ello recibirían la ayuda de otros jóvenes héroes que se les irían sumando en el camino como Darkhawk creado por DeFalco y Mike Manley como nuevo vigilante urbano con título propio. Con una suerte de armadura que parecía sacada de cualquier subproducto de Kamen Rider, Chris Powell obtenía sus poderes de un extraño medallón responsable de su personalidad torturada y difícil (tal y como marcaban los patrones de la época). Junto a personajes como Rabia, Turbo, Silueta o Timesleep, Chris añadiría variedad a aquella encarnación inicial de los Nuevos Guerreros pero no fue el único en disfrutar de serie propia. Joven heredero de color con serios problemas con su hermano Bandit, Dwayne Taylor (nombre civil de Destructor Nocturno) protagonizaría la miniserie Four Control para luego disfrutar de serie popria y tener el dudoso honor de contar con una de las némesis más horteras de la época: Tantrum. Nova también contaría de serie propia a manos de los intensísimos Chris Marrinan y Mark Stegbauer mientras que Justicia disfrutaba de una miniserie a raíz de sus problemas legales y Namorita de un especial antes de que cogiera un color un poco raro. DeFalco y (sobre todo) Nicieza desarrollarían sus historias enfrentándolos a temas como la amistad, la madurez y la asunsión de nuevas responsabilidades como estaba tan de moda en una época en la que se apostaba por la juventud como valor de futuro (otra cosa es que al final todas aquellas promesas cayeran en saco roto y el mundo siguiera en manos de los de siempre, una vez más, la ficción va pareja con la realidad).

Gozando de una gran popularidad entre los lectores que buscaban una alternativa a las colecciones con más recorrido, si los Nuevos Guerreros se encontraban en un margen de edad cercano al de los otrora Nuevos Mutantes (lo que viene a ser entre los dieciocho y veinte años) Generación-X nacería para acercarse a un perfil más afín al que los pupilos de los X-Men tuvieron en un principio. Reclutados en plena secundaria, su serie encarnaría el inconformismo bohemio y sin miras de futuro del colectivo generacional que daba nombre a la serie y que convirtió la MTV, el skate y las tardes de pizza con cerveza en un discurso ideológico. Con una idea muy clara de que ellos no querían heredar nada, sino vivir sus propias vidas, su serie se caracterizaría por un tono deshinibido en el que el tono oscuro del barroco amerimanga de Chris Bachalo y Mark Buckingham y esa despreocupación natural de Scott Lobdell hicieron el resto. Con el X-Men entrado en años Banshee y la antigua Reina Blanca Emma Frost como tutores, Monet St Croix, Júbilo, Cámara, Vaina, Pellejo, Sincro y Penitencia vivirían una sucesión de extrañas aventuras en el Instituto de Massachussetts con Emplaca y sus estrambóticos sicarios como principales amenazas. Con alguna que otra adición puntual como Mondo o Gaia y Sanguijuela y Artie como alevines del centro (que incluso llegarían a protagonizar su propio spin off deudor tanto en estética como tono junto a Franklin Richards, el Hombre Cosa y la rigeliana Tana Nile, los Daydreamers) la serie se convirtió en un soplo de aire fresco dentro de la sobrecargada franquicia mutante de la época.

Con su siempre encomiable clase británica, Alan Davis daría una nueva vuelta de tuerca a las familias de superhéroes con la creación de ClanDestine, una personalísima obra en el que el responsable de Capitán Britania y Excalibur daría forma a todo un linaje de metahumanos descendientes de un esquivo inmortal que se las había ingeniado para deslizarse entre las bambalinas de la historia. Con un fino uso de la retrocontinuidad, Davis daría forma a un producto diferente que terminaría erigiéndose como obra de culto. Y es que aunque fuera entre gran cantidad de morralla, la amplia producción de la Marvel de los 90 permitió que vieran la luz conceptos bastante innovadores que en otro panorama difícilmente podrían haber tenido cabida. Temáticas como Código Azul de DeFalco o la mítica Control de Daños de Dwyane McDuffie, ambas iniciativas creadas para lidiar con los desastrosos resultados de los altercados superhumanos. El grupo de limpieza y reparación de McDuffie disfrutaría de tres miniseries propias a caballo entre finales de los ochenta y principios de los noventa. En esta misma línea, el Daily Bugle viviría sus propias aventuras en una miniserie a cargo de Paul Grist y Karl Kerschl. Pero si vamos a hablar de creaciones extrañas de la época, bien podríamos hablar de Sonámbulo, Slapstick o NFL SuperPro. Los dos primeros, un alien que se infiltraba en los sueños ajenos y un personaje más cercanos a Roger Rabbitt que a los canones de los comics de superhéroes creados por Bob Budiansky y Len Kaminski respectivamente, mientras que el tercero un producto de puro marketing nacido de una forma similar a la de Dazzler por medio de un acuerdo entre Marvel y la Liga de Fútbol Americano. Convirtiéndose en objeto de culto en su consideración como uno de los peores productos que haya lanzado Marvel en su historia reciente, su creador Fabian Nicieza no se avergüenza del mismo aludiendo que al menos le sirvió para ganar un buen puñado de entradas gratis. Con una brevísima vida editorial, durante esta época fue presentado también el Illuminator (perdona, ¿el quién?) de Glenn Allen Herding.


Resumiendo, que aquel panorama era un cachondeo en el que lo mismo te salían cuarento versiones de un personaje a cada cual más pasada de rosca que la anterior o se introducían ruidosamente nuevos personajes con trasfondos tan vacuos como los clichés estéticos de los que bebían. La introducción de clones, dobles malignos y variantes espacio temporales no hizo sino empeorarlo y si personajes como Dyscordia o Revancha ya nos avisaban de lo que estaba por llegar, a mediados de los noventa la editorial perdería del todo el norte entre la maraña de La Saga Clon, los viajeros de la Era de Apocalipsis o las secuelas de La Encrucijada. Curiosamente la mayoría de estas historias han acabado reivindicándose con el tiempo pese a su acogida inicial y alguna que otra goza de buena consideranción entre el fandom de la época. Hoy todavía colean un buen puñado de sus efectos con personajes como Nate Grey, Araña Escarlata, Bestia Oscura o Kaine junto a un puñado de tramas exploradas en sus respectivas franquicias. Otros argumentos han sido retomados de forma diferente como lo relativo a los hijos de la Bruja Escarlata y La Visión y otros como el Tony Stark adolescente resultado de la saga de Terry Kavannagh… por fortuna no han vuelto a aparecer.



Tú a Marvel UK y el Ultraverse a California (Las Licencencias)

Adquiridas durante los años de bonanza sin fin que siguieron a losn exitosos mandatos de Stan Lee y Jim Shooter, Marvel acumulaba por aquel entonces un buen puñado de licencias de las cuales ya hemos dado algún que otro ejemplo. Y es que ni todo el monte es orégano, ni toda la Marvel de los noventa sobrevivía a base de los pijameros que componen el núcleo de su universo de ficción. Nutriéndose de elementos ajenos desde que el bueno de Stan comenzó a reciclar conceptos literarios y cinematográficos para dar vida a sus principales creaciones, sus sucesores continuaron con la gracia hasta que al final topaban con un personaje cuya inclusión directa en el mundo de ficción de la editorial era imposible. Y es que no es lo mismo escribir un cruce entre los relatos de vampiros de Drácula y Spider-Man que introducir a Solomon Kane en un team up con los Vengadores sin que pierda su esencia.

Es por esto por lo que los personajes inspirados en las obras de Robert E. Howard y similares se mantuvieron como una parcela alejada en el que el barbaro cimmerio continuaba siendo la estrella con Conan el Barbaro y La Espada Salvaje de Conan como colecciones principales. Con la imagen masiva de esa trinidad formada por John Buscema, Arnold Schwarzenager y la versión animada definiendo sus proporciones, durante los noventa el personaje viviría una suerte vuelta a la nostalgia con el regreso de Roy Thomas a su colección para todos los lectores primero y en la que estaba libre del comic code después. Tras estas le tocaría probar suerte a Conan el Aventurero (también del propio Thomas) y después la franquicia sería relanzada con Conan de Larry Hama y Barry Crain y Conan el Salvaje de Chuck Dixon y Enrique Alcatena. Red Sonja compartiría algunas aventuras con el cimmerio protagonizando además el especial Scavenger Hunt de Glenn Allen Herdling y Ken Lashley.

Otro de los reductos de los setenta, la línea británica Marvel UK estaba muy lejos de tener la relevancia artística de aquellos años en los que contó con gente como Alan Moore y Dave Gibbons. Aun así, seguía siendo un buen campo de pruebas en el que dar cabida a jóvenes talentos de la estela británica y ofrecer productos que normalmente no tendrían hueco entre los productos más comunes del Universo Marvel tradicional. Bajo la dirección de Paul Neary, el sello mantendría un formato similar al comic americano como había sido implantado por sus predecesores. Aparte de las citadas series robóticas de Simon Furman y los Warheads de Nick Vince, durante aquella época se introducirían nuevas colecciones como Ángel del Infierno de Bernie Jaye y Geoff Senior, Motormouth y Killpower de Graham Marks y Gary Frank o Caballeros de Pendragon Dan Abnett y Gary Erskine además de otras como el Black Axe de Simon Jowett, Plasmer de Pasqual Ferry o los Genetix y Digitek de Andy Lanning. Iniciando un progresivo declive durante el primer tercio de la década, tras relegar a varios personajes a publicaciones como Dark Guard de Carlos Pacheco, Battle Tide u Overkill, Lanning y Brian Hitch pondrían fin a esta parcela del Universo Marvel con el evento interno MyS-Tech. Tras este, la línea británica dejaría de publicar material de la editorial forjándose el primer acuerdo entre Marvel y Panini. Aun así, los resultados del sello fueron más que satisfactorios como plataforma de captación mediante la que llegaron artistas como Warren Ellis, Salvador Larroca o Liam Sharp.

Series como Shadow Riders, Gene Dogs, Die-Cut o el Gun Runner de Abnett y Lanning completaban la oferta no siendo tampoco extrañas las series que se lanzaban mediante acuerdos con editoriales de otros países como aquella Euroforce/Gemini: Europa. Dentro de la línea se publicarían sellos con aspiraciones más independiente como Frontier, donde destacarían Children of the Voyager y Dances With Demon. Dentro de esta cabecera debutaría Mortigan Goth: Immortalis, una interesante revisión de la inmortalidad a cargo de Nick Vince que con un planteamiento a medio camino entre El Séptimo Sello de Berman y El Vigía Jenkins contaría con los lápices de un primerizo Mark Buckingham como principal aliciente. Tampoco faltarían faltarían publicaciones fuertemente arraigadas a las islas como Doctor Who.

Nacida a finales de los ochenta, Malibu Comics lanzaría el Ultraverso como iniciativa para competir con los nuevos universos de ficción surgidos de la mano de compañías como Image o Valiant amenazaban con poner fin al monopolio de Marvel y DC. Nuevas líneas editoriales como Milestone de esta última o Comics Greatest World de Dark Horse complicaban todavía más las circunstancias obligándoles a entrar en el juego de los universos cohesionados y los crossovers si querían sobrevivir. Compaginando historias situadas en este «utraverso» con otras independientes, entre las primeras encontraríamos títulos como Hardcase de James Hudnall, el monstruoso Sludge de Steve Gerber y Aaron Lopresti, la transgénero Mantra de Mike Barr y Terry Dodson, el pistolero Firearm de James Robinson y Howard Chaykin, el vampírico alienígena Rune de Barry Windsor Smith o Prototype de Tom Mason y Len Strazewski.

El multifaceta Gerard Jones crearía al arquetípico Prime junto a Norm Breygfole, los adolescentes Freex junto a Ben Herrera y a un vigilante a medio camino entre Punisher y Batman con Jeff Johnson (Solitario se llamaría la criatura) mientras que Steven Englehart daba vida a los Strangers, un grupo de pasajeros de un tranvía que recibiría sus poderes de forma azarosa mientras se encontraban en pleno transbordo (y nos quejamos de RENFE o como puñetas se llame ahora). Englehart repetiría con The Night Man junto a Darick Roberson y Kyle Hotz (que este si que era como Batman) mientras superheroínas como Elven de Len Strazewsky y Foxfire de Mark Gruenwald disfrutaban de breves carreras en solitario antes del fatídico «Septiembre Negro». Más interesados en algunos de sus medios y artífices que en los personajes en sí, Marvel llegaría con una jugosa oferta asimilando el Ultraverso como una realidad más dentro de su cada vez más complejo multiverso relanzando los títulos con la adición de que varios personajes clásicos (y otros no tan clásicos, que por ahí andaban también los olvidadísimos Segador y Siena Blaze) se incorporaron al mismo. Fue así como el Caballero Negro, Sersi, Juggernaut y algun otro que se me pueda haber olvidado dieran vidilla durante un tiempo a este peculiar entorno cuya fecha de nacimiento era evidente ya desde los diseños de sus integrantes. Fue así como los Exiliados de Gerber se convertirían en los All New All Different Exiliados y temáticas tan enraizadas en el Universo Marvel tradicional comon la mitología del Fénix se sumaron a un Ultraverso que durante un tiempo incluso coquetearía con el traslado de sus personajes a la televisión.

Creada como una suerte de antecedente a Vértigo como línea en la que publicar títulos alejados al género de superhéroes, Epic Comics resistía como podía quedando muy lejos entre las prioridades de la editorial. Bajo la dirección de de Carl Potts y D.G. Chichester, a Epic todavía le quedaban por vivir unos cuantos momentos de gloria obteniendo un buen puñado de galardones por obras como Atomic Age de Frank Lovece, Mike Okamoto y Al Williamson. Durante esta época destacaría la iniciativa Heavy Hitters en la que artistas de la talla de Peter David, Howard Chaykin, Gerard Jones, Joe Kubert, Steven Purcell o Ron Lim lanzarían un puñado de colecciones ajenas al ambito de los superhéroes pero igualmente cargadas de acción (con cierto tufillo a Frank Miller, todo hay que decirlo). Así nacerían los autodestructivos Sachs & Violens, la pulp Minight Men, la desenfada historia de espionaje Problemas con las Chicas, el belicoso Abraham Stone, la bizarra Law Dog, Untamed, Spyke o Dragon Lines, para los amantes de las historias de artes marciales. Dentro del mismo sello, Marvel daría cobijo a obras de prestigio tan alejadas del género de superhéroes como Groo el Errante de Sergio Aragonés, Sam & Max de Purcell o Fish Police de Steven Moncuse. Bajo este mismo sello la editorial introducía en el mercado americano obras del prestigio de El Garaje Hermético, El Incal, Akira o Blueberry.

Obras como Interface, Strange Combat Tales o la incombustible Alien Legión mantenían ese espíritu diferente de la línea a pesar de la que estaba cayendo en el resto de la editorial. Obras como el Metropol de Ted McKeever, Car Warriors de Chuck Dixon y Steve Dillon, El Último Americano de Mick McMahon o Tomorrow Knights continuaron aderezando aquella primera mitad de los noventa mientras nos llegaban alguna que otra adaptación literaria con equipos creativos de lujo como Fafhdr y el Ratonero Gris de Howard Chaykin y Mike Mignola. Tampoco renunciarían al formato novela gráfica con aportaciones como 67 Segundos de James Robinson y Steve Yeowell o adaptaciones de grandes éxitos de la editorial como fue la miniserie de La Tumba de Drácula de Marv Wolfman y el llorado Gene Colan.

Por lo demás, las licencias ligadas a empresas de juguetes seguían dejando sus beneficios a través de franquicias de las que hemos hablado más arriba como Transformers o G.I. Joe. Durante los 90, la popular Barbie de Mattel fue la principal oferta de la editorial para el público juvenil femenino, gozando de una cabecera propia más una suplementaria orientada como un catálogo de moda. Bajo el título de Barbie Fashion ambas superaron holgueramente los cincuenta números pasando autores como John Romita Sr y una primeriza Amanda Conner por sus páginas. Marvel no dejaba escapar una y durante esa época publicaría comics basados en éxitos cinematográficos como Terminator, RoboCop, Men In Black, El Viaje Alucinante de Bill y Ted o las aventuras de Serpiente Plissken. En este ámbito podríamos incluir las anteriormente citadas adaptaciones de las obras de Clive Barker u otras relativas a grandes mitos como El Zorro. Tampoco faltarían adaptaciones de series televisivas de la época y sagas que tenían su lugar entre máquinas recreativas como Ren y Stimpy, Cadillacs y Dinosaurios (de la mano de su propio creador, Mark Schultz, Defensores de Dynatron City, Alf o James Bond Jr. La más singular sin embargo llegaría con la recuperación de uno de los más vetustos personajes de los Terrytoons. Manteniendo el tono y la continuidad de la reinvención del personaje a manos de Ralph Bakshi, Super Ratón disfrutaría brevemente de colección propia a principios de los noventa sirviendo de plataforma para echarse unas cuantas risas a costa del género superheroico de la época. Como curiosidad, en una suerte de vaticinio de la actual coyuntura entre ambas editoriales, Marvel publicaría varias series protagonizadas por los últimos éxitos de Disney. De entre ellas destacaría la versión comic de las altamente disfrutables Gárgolas de Greg Weisman, que contarían con los guiones de Martin Pasko y los lápices de la citada Amanda Conner.



Holocausto Crossover: El Ocaso de los Superhéroes

Resumiendo, bajo el mandato de Tom DeFalco, Marvel se había convertido en un monstruoso mastodonte en el que la moda Image terminó de catapultar a los mutantes al Olimpo del comic pulverizando cifras de ventas al paso que su valor alcanzaba coutas imposibles entre los inversores. Instaurándose en el modelo en el que se fijaban las principales colecciones de la casa mientras en las colecciones del Hombre Araña no dejaban de salir más y más clones y simbiontes, la escuela de arte y los trabajos de Jack Kirby o Neal Adams dejaban de ser la referencia para verse sustituidos por los nuevos ídolos en los que se inspiraría una nueva oleada de dibujantes como Greg Capullo, Mike Deodato, Tony Daniel, Dan Panosian o Mark Pacella. Todos querían ser superestrellas con traje y deportiva mientras que el catalogo editorial crecía y crecía sin conocer límite o mesura alguna.

Portadas alternativas, números uno, debuts anunciados a bombo y platillo, especiales en trajes de baño… aquel febril festival de plagado de lujo, glamour y cuerpos imposibles no parecía conocer fin sin que dejasen de sucederse miniseries ni crossovers. La Bruja Escarlata, la Visión, Pícara, Mística, Dientes de Sable, Pantera Negra, El Regreso de Shang Chi: Maestro del Kung Fu, , Estrella del Norte, Coloso, Spider-Woman, El Hombre de Hielo, Bestia, El Origen de Microchip… diablos, si incluso recuperaron las temáticas de la proto-Marvel inicial con Monster Menace y Curse of The Weird. Si había algo de lo que Marvel no pudiera sacar una miniserie es que no lo habían planteado lo suficiente. Daba igual lo que se contara o quien se encarcara de la misma. Lo importante era colapsar el mercado y que en las tiendas de comics hubiera que apartar los comics a puñados hasta llegar al mostrador.

Y así fue como tras ese «cambio de pareja» que fue Actos de Venganza Marvel lanzaría X-Tinción Agenda. ¿Os ha gustado? No os preocupéis, ahora viene La Saga de la Isla Muir y antes de que te recuperes toca embarcarse al espacio para la saga del Guantelete de Infinito y si todavía te sabe a poco lanzaremos La Guerra de Infinito con tie ins con todas las colecciones de la editorial. ¿Que los mutantes llevan un año más o menos tranquilos? Estad atentos porque ahora llega La Canción del Verdugo y como Harras es un tipo muy hacendoso ya anda preparando Hijos de Medianoche y Operación Tormenta Galáctica. Antes de que os deis cuenta ya tendremos en la vuelta de la esquina Atracciones Fatales, Maximun Carnage, La Cruzada de Infinito, Lazos de Sangre y Aseido de las Tinieblas. Como tampoco quremos que os aburrais demasiado ya estamos preparando La Amenaza Falange y MyS Tech Wars. ¿Os hemos hablado ya de La Encrucijada y La Saga Clon? Con este panorama estaba claro que Marvel no necesitaba guionistas que rellenaran los huecos entre evento y evento donde la dirección editorial propone y los artistas Hot disponen.

Así fue como gente con el recorrido de Chris Claremont o John Byrne fueron despareciendo del mapa mientras la editorial hacía todo lo posible para hastiar a guionistas que no estaban en la onda como Alan Davis o Peter David porque o bien eran demasiado clásicos o demasiado «raros». Nisiquiera curritos que habían servido a la casa con cierta competencia como Fabian Nicieza consiguieron escapar a esta criba mientras otros como J.M. DeMatteis se amoldaban a lo que había. Nombres como Scott Lobdell, Howard Mackie, Terry Kavannagh, Tom Dezago, Ron Marz, John Francis Moore o el pobre Bill Messner Loebs se convertían en los nuevos talentos del medio más algún que otro británico que se amoldaba al perfil de lo que buscaba la editorial (tipo Dan Abnett, al tal Warren Ellis mejor sería vigilarlo con lupa antes de darle un proyecto importante que parece un tipo problemático).

Por entonces nuevas tendencias gráficas comenzaban a tomar el relevo de la generación Image con un trazo más estilizado y dinámico cuyas influencias oscilaban desde el Manga a Neal Adams pasando por el grafiti, el comic europeo o el cartoon. Conviviendo estilos tan dispares como los desgarbados y nerviosos trazos de dibujantes como Humberto Ramos, Adam Pollina o Jeff Matsuda con el regio esplendor a la mejor tradición de Alan Davis de Carlos Pacheco, Brian Hitch y Salvador Larroca, a medio camino encontrabamos a los Joe Madureira, Chris Bachalo, Mike Wieringo o Mark Buckingham con su marcada tendencia hacia un estilo más caricaturesco y dinámico y por otro lado a talentos como Joe Quesada, Jim Cheung o los hermanos Kubert con un deje más cercano a las proporciones anatómicas estandar sin por ello renunciar a los recursos expresivos del cartoon.

Pese a que la cada vez más numerosa competencia cada vez apretaba más, a Marvel aquello no le preocupaba demasiado dado que… ¡Eh! Se trataba de la todopoderosa Casa de las Ideas, la misma que revolucionó la industria del comic en los sesenta y que desde entonces no había dejado de crecer hasta remodelar todo el sector a su imagen. Además, contaban con el respaldo de Perelman, que había creado un emporio de ocio internacional que abarcaba comics, cromos, juguetes y otros productos de mercadotecnia que iban desde la liga de Beisbol hasta las películas Disney. ¿Qué es lo peor que podía pasar? La respuesta llegó cuando en 1994, la especulación a costa del comic se daría un duro batacazo contra el implacable muro de la realidad y gran parte de los acaparadores de Wall Street comenzaron a caer en la cuenta de que estaban gastando sus ahorros en una inversión vacía. La oferta hace la demanda y con millones de copias pululando por el mercado los comics que compraron hace unos años seguían valiendo lo mismo que lo que valían en su momento o menos. La burbuja especuladora esplotó y las ventas cayeron cerca de un 45% respecto a las del año anterior, por lo que Marvel se encontró de un momento para otro con unos gastos a los que no podía hacer frente y a sus inversores exigiendo responsabilidades mientras las cabezas rodaban por sus oficinas.

El primero en ser señalado fue DeFalco, quien inmediatamente perdería su puesto como editor jefe pero que se las ingenió para refugiarse en la franquicia arácnida. Dejando su puesto vacío, el comite de accionistas repartiría los títulos entre sus editores principales dejando a Harras al frente de la línea mutante y Mark Gruenwald en la parcela cósmica y de los Vengadores mientras Bob Budianski se ocupaba de Spider-Man, Carl Potts de la línea Epic y Bobbie Chase de Marvel Edge (que básicamente venía a ser todo lo que no estaba incluido en las anteriores, los personajes urbanos fundamentalmente). Dando carpetazo a los títulos que no resultaran rentables con una alarmante premura, líneas enteras como el Ultraverse, Epic o la práctica totalidad de las licencias cerraron sus puertas sin vistas a regresar. De los entornos urbano, cósmico y sobrenatural únicamente se salvarían Daredevil, Estela Plateada y Motorista Fantasma mientras el vendaval se llevaba por delante a títulos con la tradición de Doctor Extraño, Alpha Flight o los tropecientos títulos mensuales de Punisher.

La cosa pintaba muy negra y únicamente parecían mantenerse a flote las que llevaban siendo las franquicias más fuertes de la editorial desde el comienzo de los noventa: Spider-Man y los X-Men. Fue en esta donde Harras se marcaría un nuevo pelotazo cuando en una reunión con los responsables de la serie de animación se apareció en su mente la palabra mágica: Reboot. Consciente de que tenía oro entre sus manos, Harras se cogió a un recien reclutado Jeph Loeb debajo del brazo y al resto de su equipo para perpetrar la macrosaga que con suerte iba a petar el mercado. Mostrándose totalmente crípticos ante los medios, Bob y sus chicos nos adentrarían en una trama en la que Legión viajaba al pasado en un intento desesperado de complacer a su padre matando a Magneto antes de que este se convirtiera en el terrorista que conocemos hoy. ¿Resultado? El traumatizado muchacho mató a su padre por error y el resultado fue un cambio radical en los eventos sobre los que se erigía el Universo Marvel dando como resultado un lúgubre e implacable realidad a la que conoceríamos como La Era de Apocalipsis. Con el precedente de la Crisis en Tierras Infinitas decera y la situación tan delicada en la que se encontraba la editorial nos vendieron aquello como algo definitivo y hasta el lector más escéptico no tuvo más remedio que creérselo.

Aunque sobra decir que al final todas aquellas afirmaciones fueron falsas y el Universo Marvel volvería a ser el que siempre habíamos conocido, la macrosaga dio el resultado que se esperaba sirviendo para que las moribundas ventas disfrutasen de un breve respiro. Desgraciadamente, el logro de Harras coincidió con el año que Marvel se declaró en bancarrota al verse incapaz de hacer frente a sus gastos, por lo que tampoco sirvió para mucho. Sin embargo, el nuevo presidente de la compañía Avi Arad (quien se la arrebató como pudo a Perelman para poner fin a aquella debacle) vió potencial en aquel tipo y decidió nombrarlo nuevo editor jefe del departamento de comics encargando a Bill Jemas que le tuviera un ojo puesto. Aunque dados sus precedentes muchos probablemente habrían preferido a un hombre de la casa como Gruenwald para el puesto, el destino tenía otros planes y el bueno de Mark nos abandonaría en apenas de un año dejando en manos de sus compañeros la misión de salvar a Marvel de los abismos en los que se encontraba.

Mientras Arad se pateaba los despachos de medio mundo con las licencias de Marvel en la mano para encontrar a ese alma caritativa que estuviese dispuesto a apostar por ellos, en las oficinas de la casa de las ideas Harras remataba la limpieza de títulos dejando la editorial perfilada para llevar a cabo su nuevo golpe maestro en forma de evento. ¿Cual? Todavía no tenía ni idea, pero como a veces con vender humo es suficiente pondría a Lobdell a hacer de las suyas y en la portada del número 322 de Uncanny X-Men Juggernaut aparecía derribado por un enemigo cuya identidad era un completo misterio. Sin ningún tipo de plan o argumento más allá de aquel gancho inicial, la editorial comenzó a improvisar como si estuvieran tocando jazz sin saber usar los instrumentos y el resultado fue que mientras en los Vengadores Kavannagh hacía estragos con La Encrucijada y en Spider-Man DeFalco con Clonación Máxima, Harras y sus muchachos de la franquicia mutante parirían la que todavía a día de hoy es una de las sagas más polémicas de la editorial: Onslaught. Ni con la encomiable dedicación de un Mark Waid al que acababan de reclutar aquel macrocrossover en el que las psiques de Magneto y Xavier darían como resultado una maléfica entidad psíquica que venía a ser algo así como el hijo perdido entre el Anti-Monitor y el amo del magnetismo y que pretendía librar a la Tierra de toda vida humana y mutante.

Con todas las editoriales afectadas por la crisis, los limites entre estas comenzaron a difuminarse permitiendo que se llevaran a cabo cruces como el mítico Marvel Vs DC que daría como resultado el universo Amalgama (con pastiches tan geniales como aquel híbrido entre Motorista Fantasma y Flash) o el posterior Acceso Ilimitado entre ambas editoriales. Sin embargo, Marvel tampoco perdía de vista a Image y sus descendientes y el resto de pequeñas compañías que surgieron a su amparo llevando a cabo crossovers como el Devil’s Reign con Top Cow. Fue entonces cuando -durante plena saga Onslaugh, con la editorial en la más absoluta bancarrota- uno de los jefazos de Marvel, Jerry Calabrese, decidió repetir la jugada de La Era de Apocalipsis sacando a varios de los principales iconos de la editorial de la continuidad dejándolos en manos de unos viejos conocidos. Distribuidos por varias compañías cuando fueron incapaces de convivir en las oficinas de Image, Jim Lee, Rob Liefeld y las demás superestrellas gráficas de principios de los noventa habían prosperado dirigiendo nuevas editoriales como Wildstorm Productions o Extreme Studios en el caso de los dos citados. Ante la necesidad, Marvel recurriría a ellos ofreciéndoles dejar en sus manos las colecciones de los Vengadores, Capitán América, Iron Man, Los Cuatro Fantásticos así como la práctica totalidad de los héroes alejados de los mutantes o la franquicia arácnida para llevar a cabo un relanzamiento desde cero en el que pudieran reinventarlos desde cero. Confiando ciegamente en la capacidad de estos autores para hacer dinero, los responsables de la editorial transmitiría a Harras la noticia y este se vio obligado a finiquitar la saga de con el sacrificio de los más ilustres héroes de la editorial dando lugar al Héroes Reborn. Con la colaboración de artistas como Walter Simonson, Jeph Loeb o James Robinson aquel nuevo universo de formas toscas, físicos imposibles y cajas torácicas de volúmenes imposibles se convertiría en la vergüenza de una Marvel Comics que se vio obligada a renunciar a una parte fundamental de su legado para seguir con vida. Y las ventas aumentaron exponencialmente, sí. Pero a que precio.



Un Nuevo Soplo de Esperanza

Mientras este vendaval asolaba Marvel durante el primer lustro de la década, un puñado de artistas se las ingeniaron para permanecer ajenos a las modas manteniendo el sabor del comic clásico con un enfoque aguerrido y actual. Dispersados a lo largo de la editorial, mantuvieron viva la idea de un cambio bien entendido en el que la historia imperaba por encima de cualquier valor estético o fuego de artificio. Con un tono similar al de los padres de Image pero bastante por encima tanto en ingenio como contenido las series de John Byrne fueron las primeras en ofrecer una agradable alternativa a lo que se cocía en las franquicias capitales de la editorial. Si ya hemos hablado antes de su Namor y su Iron Man, en Hulka el artista tomaría a un personaje que antes de conocer a Byrne no había sido si uno un sucedáneo gris de Bruce Banner y su alterego reivindicándola como la más chic y desenfadada superheroína de la época. Recuperando con picardía los elementos más bizarros y delirantes que se hubieran en la editorial, la serie dejaba ya bien claras sus intenciones desde la portada de su primer número con la amazona esmeralda amenazando con hacer pedazos nuestra colección de X-Men si no comprabamos su serie.

Si el tono divertido y muchas veces surrealista de la colección de Byrne rompía por completo con esa hiperviolencia intensa por la que apostaba la editorial, Peter David tampoco se quedaba corto sumando reimaginando la imagen de X-Factor con personajes tan secundarios como Kaos, Polais, el Hombre Múltiple o Fortachón mientras continuaba con su histórica etapa al frente de El Increíble Hulk. Para todo el que considere que en los noventa no se escribían buenos comics deberían echarle un vistazo a historias como X-Aminaciones, Futuro Imperfecto, la despedida de soltero de Rick Jones, el sentido acercamiento que hizo a la temática del SIDA o el enfrentamiento contra el tarro de mahonesa y luego volver a opinar. Paralelamente, el espíritu de los X-Men de los ochenta seguían muy vivos en los Excalibur de Alan Davis. Combinando temas comprometidas con esa flema británica a la mejor tradición del Doctor Who la serie haría encaje de bolillos con multitud de cabos sueltos que había dejado Claremont tratando impecablementetemas temas como la verdad sobre el Fénix con la incorporación de Nekron, Feron o Cacharro mientras desarrollaba las tramas del multiverso Marvel. En el Hombre Maravilla Gerard Jones nos adentraría en la psique de Simon Williams mientras Chuck Dixon nos ofrecía al más trepidante Ojo de Halcón visto hasta la fecha. Durante estas fechas cabe destacar la relevancia de títulos como Marvel Comics Presents o Marvel Fanfarre para dar cobijo a historias que de otra forma no tendrían hueco entre el maremagnum de publicaciones lanzadas por la editorial. Dentro de la primera se publicarían obras tan revolucionarias como la tenebrosa Arma X de Barry Windsord Smith, donde los orígenes de Lobezno cobrarían vida de forma aterradora siendo de suma importancia para su devenir posterior. Pese a sus más y sus menos, Hama conseguiría sacar un gran partido a dicha historia en la regular del canadiense durante su interesante etapa junto a dibujantes de la talla de Silvestri, Mark Texeira y Adam Kubert.


Desgraciadamente las virtudes de estas obras no fueron debidamente apreciadas por sus contemporáneos y en la mayoría de los casos eran consideradas rarezas contracorriente que acababan sucumbiendo ante una editorial que si no veía drama, acción intensa o diseños repletos de complementos absurdos en tu serie es que probablemente estabas haciendo algo mal. Así fue como todas las citadas salvo las cabeceras de Bruce Banner y su prima fueron desapareciendo ya fuera por cambios editoriales de última hora o porque los guionistas acababan desitiendo hastiados de las las continuas intromisiones. Sin embargo, el espíritu clásico del Universo Marvel todavía no había dicho su última palabra frente a este hatajo de arrogantes descreídos que había invadido sus dominios y en 1994 lanzaría una potente contraofensiva en la forma de Marvels de Kurt Busiek y Alex Ross. Rememorando la historia de editorial desde sus inicios en los albores de la II Guerra Mundial hasta el final de la Edad de Plata, la miniserie cosecharía un gran éxito dando comienzo a un proceso de reivindicación de los antiguos valores de la editorial que -con esfuerzo y fatiga- terminarían dando sus frutos.

Busiek pasaría a marcar nuevas tendencias en Spider-Man: Historias Jamás Contadas, su obra junto a Alex Ross dejaría un buen puñado de secuelas que bajo el título Tales of Marvels rememoraban creativamente otros grandes momentos de la historia de la editorial en ocasiones se permitían alejarse tanto de la temática incial que acababan disfrutando de ideosincracia propia como el Código de Honor de Chuck Dixon. Pero si una de estas miniseries surgidas a la estela de Marvels destacó por apostar por un carácter iconoclasta tan mordaz como consciente fue la vitriólica Ruinas de Warren Ellis y los Nielsen. Si en la obra original Busiek y Ross ensalzaban el legado sobre el que se erigía el Universo Marvel, Ellis lo demolería sin piedad no dejando titere alguno sin cabeza. Y es que Ellis formaba parte de una nueva generación de guionistas, en su mayoría llegados desde las islas británicas y que venían con ganas de armarla. Pero no en el sentido en el que lo venían haciendo los Lee, Portaccio y Liefeld con sus gamberradas a lo blockbuster veraniego, sino metiendo el dedo en la llaga hasta donde los lectores nunca hubieramos imaginado.

Reclutado en la estela británica a mediados de los noventa, el guionista de Essex venía tan cargado de ideas que lo mismo te colocaba al Doctor Muerte como presidente de los Estados Unidos que desvirgaba a Kitty Pryde o convertía Alien en una jihad atea contra las religiones de todo el universo (no hablemos ya de la «épica» muerte de un personaje tan veterano como el Doctor Druida, incinerado en un cubo de basura tras pasarse años dando la brasa en distintas colecciones). Debutando en Hellstorm: Príncipe de las Mentiras, Ellis tendría un buen ojo para rodearse de dibujantes que pese a sus variados estilos tenían como rasgo común un marcado carácter y una innegable calidad.

Contando con el trazo tenebroso y opresivo de Peter Gross y Leonardo Manco en la serie del hijo de satanas, el guionista repetiría con este último en la miniserie Druida mientras que para su laureada etapa en Excalibur y las miniseries Wisdom & Pryde, Saqueadores Estelares y Tormenta recurriría al dibujo espectacular y arquetípico de Carlos Pacheco o la sensualidad voluptuosa de Terry Dodson. Introduciendo a personajes como ese Pete Wisdom que todavía no parece tener claro si quiere ser como James Bond o como Constantine, la pistolera infernal Jaine Cutter, su llegada a cualquier título solía traer consigo una reinvención gráfica o incluso conceptual de los personajes siempre en busca de potenciar su esencia. Con más ideas en mente que paciencia para desarrollarlas, fue entonces cuando Ellis comenzó a ganarse una reputación como revulsivo en toda serie que pisaba para largarse a los cuatro o cinco números dejándola en manos de quien tocase. Eso fue exáctamente lo que hizo tanto en Thor como en el Doctor Extraño junto a Mike Deodato Jr y Mark Buckingham respectivamente. Si en la serie del dios del trueno Ellis ligaba al hijo de Odín todavía más a la Tierra dando carpetazo de una vez por todas a su tensión sexual no resuelta con la Encantadora el doctor místico de Greenwich Village abrazaba un look mucho más elegante y bohemio siendo reivindicado como chamán de la Tierra. Cabe destacar además, que Ellis fue uno de los pocos que consiguió sacarle partido al lúbrico simbionte Matanta en el one shot Bomba Mental junto al virulento Kyle Hotz.

Junto a Ellis desembarcaron en Marvel un puñado de artistas con ganas de innovar cuyo bagaje se nutría tanto del comic clásico como de otros medios menos acomodados que iban desde la literatura contemporánea hasta el comic underground. Inconformistas radicales con una bandera de grandes ideales que anunciaban vientos de cambio, dejaban en paños menores a la supuesta rebeldía estética de sus contemporáneos con obras como la salvaje Skrull Kill Crew de Grant Morrison y Mark Millar. Captados por Tom Brevoort poco antes de que revolucionaran DC con su JLA, desgraciadamente su paso por la casa de las ideas en los noventa fue meramente testimonial limitándose a esta gamberra miniserie centrada en un escudrón dedicado a exterminar a estos verdosos invasores del espacio y a unas cuantas ideas que fueron incorporadas a esa bola de nieve cada vez más caótica en la que se estaba convirtiendo la saga Onslaught. También llegados desde el otro lado del atlántico, Peter Milligan y James Robison comenzaba hacer sus pinitos con las miniseries Arcángel: Alas Infernales, Las Aventuras Futuras de Cíclope y Jean Grey o Magneto mientras que los estadounidenses Mark Waid y Jeph Loeb lo hacían con un tono diametralmente distinto que recuperaba la icónica sencillez del comic de superhéroes clásico en series como Capitán América, Cable o X-Force. A pesar de que muchas de estas obras pecaban de una visceralidad un tanto trasnochada dejaron vislumbrar el talento de los artistas que abrieron camino a una nueva ola que nacería de los escombros del cataclísmico macroevento de Harras.

Con Lobdell cada vez más desmadrado como amo y señor del entorno mutante, los herederos de Image estableciendo su feudo en torno a los Vengadores y asociados y la arriesgada apuesta de convertir a Ben Reilly en el nuevo y sensacional Spider-Man resultando en un fiasco que terminaría devolviendo a Peter Parker a su anterior rol (con la resurrección de Norman Osborn como extra), Bob Harras comenzó a dar cancha a una serie de títulos e ideas que en otro contexto difícilmente podrían haber tenido lugar. Como suele decirse, en casos de crisis impera la imaginación y si algo le sobraba a la nueva cuadrilla de guionistas y dibujantes que tenía en plantilla era precisamente de eso. Así es como nacerían conceptos tan radicales como los Thunderbolts de Kurt Busiek y Mark Bagley, donde aprovechando el hueco dejado por la desaparición de los Héroes más poderosos de la Tierra introducirían a un nuevo grupo de superhéroes que conseguía dejarnos boquiabiertos con una inesperada vuelta de tuerca hoy histórica. Paralelamente, Mark Waid y Andy Kubert nos llevaban a la Tierra Salvaje para firmar una adranalínica etapa en Ka-Zar y Joe Kelly se unía a Ed McGuinness para explotar todo el potencial del que Masacre había hecho gala en «Persecución en Círculos» y » Si las Miradas Matasen» para convertirlo en uno de los grandes iconos de la década. Steven T. Seagle jugaba con la narrativa tradicional en unos All New All Different Alpha Flight mientras que John Ostrander reunía a toda la plana de segundones de la editorial para dar vida a los Héroes de Alquiler. El guionista arrojaría a Frank Castle al corazón del Universo Marvel en un nuevo volumen de Punisher en el que este terminaba renunciando a su cruzada contra el crimen.

Larry Hama conseguiría que Frank Miller pusiera el grito en el cielo cuando en sus últimos años en Lobezno trajo de vuelta a la vida a Elektra así como cualquier cosa. La asesina griega disfrutaría de su propia serie a cargo de Peter Milligan mientras veían la luz nuevos conceptos como la Ultra-Girl de Barbara Kesel y Leonard Kirk o Fuego Solar y los Big Hero Six de Scott Lobdell y Guz Vazquez. Con la franquicia mutante bajo su mando y el de sicarios como Ben Raab o Howard Mackie, ni siquiera esta pudo escapar a esta febril introducción de nuevos enfoques e ideas con la etapa de James Robinson en Cable y sus inmediatos sucesores Joe Casey y Jose Ladrönn. En última instancia Jeph Loeb se caería de su puesto al frente de X-Men y Uncanny X-Men para abrirles paso a unos Seagle y Kelly que contaban con el apoyo de Harras mientras nos esperaban a la vuelta de la esquina nuevas y prometedoras colecciones como el Gambito de Fabian Nicieza, el Mercurio de John Ostrander y Tom Peyer (centrada en el más atribulado velocista de la historia del comic) o Maverick con los lápices de Jim Cheung mientras John Francis Moore llevaba a X-Force en una nueva e interesante dirección como runaways en viaje a través de América. Cierto es que por otro lado el jaleo de los mundos alternativos se complicó todavía más con el Mutant-X de Howard Mackie y Bishop: El Último Hombre-X de Joseph Harris y George Jeanty, pero en general la sensación era que Marvel vivía una erupción creativa en el que las poses y las actitudes intensas se habían visto sustituidas por ideas nuevas y estimulantes.

En la franquicia de Spider-Man DeFalco, Dezago y Mackie seguían a lo suyo dando carpetazo a la guerra de bandas entre La Rosa y Tarántula Negra dando luz verde a un nuevo grupo juvenil a partir de unas pruebas de vestuario del Hombre Araña (origen bizarro donde los haya). Nacían así Ricochet, Prodigio, Avispón y Dust, enésimo grupo de superhéroes adolescentes que como los Slingers contarían con título propio a cargo de Joseph Harris y Chris Cross. Jay Faerber se convertía en el nuevo experto en grupos de temática juvenil como guionista de Generación X y una nueva encarnación de los Nuevos Guerreros con personajes como Bolt o Aegis. Bajo el sello Marvel Tech se lanzarían Warlock de Louise Simonson y Pasqual Ferry (centrada en el simpático miembro tecnomórfo de los Nuevos Mutantes, no en el existencialista cósmico de Jim Starlin), Deathlok de Joe Casey y Leandro Manco y X-51 de Karl Bollers y Joe Bennett. Personajes tan variopintos como Starlord, Bicho, Hércules, Kitty Pryde (¡Agente de SHIELD! ¡Viva la reinvención de personajes!) o Juggernautt gozarían de limitadas o especiales con gente como Brian Hitch y el citado Cheung acechando por ahí. Marvel volvería a flirtear brevemente con el lado sobrenatural con Supernaturales, un grupo místico con personajes como el Hermano Vudú, Gárgola, Satana o la Gata Negra que tuvo una breve vida a cargo de Brian Pulido e Iván Reis. Tampoco faltarían rarezas más arriesgadas como Conspiración de Dan Abnett y un por entonces prometedor Igor Kordey.

Respecto a las regulares de menor perfil, Journey Into Mystery se había convertido en una suerte de secuela de Thor mientras el Dios del Trueno continuaba abducido por los chicos de Image. A cargo de Bill Messner-Loebs, la serie nos narraría como personajes como Sif, Loki, Odín, La Encantadora, Ulik el Troll o los Tres Guerreros habían quedado desperdigados por la Tierra sin memoria de su vida anterior (si la premisa os suena posiblemente hayáis leído los Eternos de Gaiman o el propio Thor de JMS). En Daredevil Joe Kelly recuperó el aspecto clásico del personaje apostando por un embrutecimiento del mismo (quien por la gracia de Carey Nord comenzaría a lucir unas proporciones más cercanas a las del Capitán América) para que después Scott Lobdell le diera uno de sus atuendos más esperpénticos durante el tiempo que durara su gira internacional. La serie terminó siendo cancelada al igual que el Motorista Fantasma de Iván Vélez Jr y Estela Plateada de J.M. DeMatteis dejando un panorama despejado para los cambios que se avecinaban. A duras penas las ventas de la editorial comenzaban a salir del pozo en el que se habían hundido y con Heroes Reborn diluyéndose vertiginosamente con unas cifras que no compensaban a sus gastos, Marvel decidió recuperar a sus grandes iconos reviviendo la cara más nostálgica de sus cabeceras. ¿Queríamos clasicismo? Pues nos ibamos a hartar.



El Regreso del Antiguo Orden

En 1997, cuando el sector se encontraba bajo mínimos bajo los efectos de la gran caída de 1994 y las grandes compañías languidecían ante un mar de competidoras que estaban dándose un festín a su costa, el casi siempre lúcido Grant Morrison concebiría una de las obras más importantes de los últimos 20 años. Si con Watchmen y El Regreso del Caballero Oscuro Alan Moore y Frank Miller le aplicaron la sexta marcha a ese tono oscuro y fatalista que autores como Chris Claremont y Marv Wolfman habían dado al invento de los comics realistas de Stan Lee, a mediados de los noventa aquel enfoque se había convertido en una monstruosa parodia de si mismo a merced de autores que solo supieron entenderlo como un festival de vueltas de tuerca a cada cual más absurda que la anterior. Lastrada por un festival esteta cuyo resultado fue que a la mayoría de las colecciones no las reconociese ni la santa progenitora entre sucedaneos que solían contener las palabras Force, Extreme o cualquiera de sus derivados en el título, la industria necesitaba un cambio radical y lo necesitaba para ayer. Con el éxito de la reciente Justice League: Pesadilla de una Noche de Verano de Mark Waid y Fabian Nicieza como referencia, Morrison presentó a Mike Carlin y su equipo un plan para recuperar el espíritu clásico de la Liga de la Justicia y recuperar su cara más icónica. Claro que esto significaba aplicar un back to the basics que podría mandar al traste la evolución que habían tenido los personajes durante los últimos años. Pero en ocasiones, menos es más y si querían seguir avanzando en un entorno tan hostil como el panorama hostil de mediados de los noventa era necesario disponer de un camino despejado en el que los grandes iconos volvieran a brillar en su máximo esplendor. Así que con sumo cuidado para no mandar al traste el trabajo de sus compañeros ni aplicar reboots innecesarios, Morrison reuniría a la Liga con su rostro más emblemático constituyéndolos como el panteón de referencia entre los superhéroes de la época.

El éxito fue tal que podría decirse que la mayoría de los grandes hitos posteriores dentro del género de superhéroes, desde obras que se alejaban de este modelo clásico como Authority hasta otras que se guiaban por los mismos patrones la han tenido como referencia. Ahora os preguntaréis porque hablamos de DC en referencia a la Marvel de los noventa. La explicación esta en que como indicábamos el Heroes Reborn había dejado de ser rentable e imperaba encontrar una fórmula con la que dar un nuevo empujón a las ventas. Y ante la cuestión de qué puede ser más efectivo que sacar al 75% de tus grandes iconos de tu universo de ficción y ponerlos en manos de una editorial vecina para que les hagan un lavado de cara relanzándolos desde cero la respuesta esta muy clara: Reintegrarlos en tu universo y recuperar el espíritu clásico relanzándolos como si acabaran de ganar la copa del mundo. Así que si a DC le había funcionado la maniobra nada hacía pensar que a ellos les podría marchar peor.

Con la aprobación de Harras y la dirección de un Tom Brevoort cuyo nombre cada vez sonaba más en los despachos de la editorial, Marvel lanzaría el Heroes Return trayendo de vuelta a todos los héroes que les habían sido arrebatados durante su exilio a Image. Lo hicieron en un entorno en el que la editorial estaba consiguiendo respaldo a sus nuevas propuestas y ese tono nítido de los superheróes clásicos estaba más vivo que nunca, por lo que su regreso fue apreciado como algo orgánico y motivo de celebración para miles de aficionados. También es cierto que lo hicieron pasándose por el forro la mayoría de los cambios que habían sufrido a principios de los noventa -desde el Tony Stark adolescente a la Avispa con forma de insecto- pero bueno, ya lo explicarían por el camino (mentira).

Promoviendo a los Vengadores como principal estandarte de este nuevo lanzamiento, el guionista de Marvels Kurt Busiek y el padre de las splash pages épicas George Pérez se antojarían como los candidatos perfectos para llevar a cabo el renacer de los héroes más poderosos de la Tierra con un enfoque bastante similar al de Morrison en la JLA. Tan similar que sin género de duda podríamos afirmar que era el mismo, pero siempre desde esa perspectiva más mundana y fachorrona que siempre han tenido los Vengadores con respecto a los anteriores. Sustituir al American Way of Life, el heredero gótico romántico de El Zorro y el emblema erótico feminista dionisiaco por un cartel de propaganda del US Army, un constructor de armas y un modelo ario que incita a tararear La Cabalgata de las Valquirias es lo que tiene.

Reuniendo a la práctica totalidad de Vengadores habidos y por haber seleccionando a los más icónicos para dejar al resto en el banquillo, Busiek retomaría tramas clásicas del grupo recuperando a miembros tan llorados como el Hombre Maravilla junto amenazas tan reconocibles como Morgana LeFay, el Segador o la Brigada de Demolición. Todo desde una perspectiva nueva y espectacular en la que Kyle Rayner y Wally West Estrella de Fuego y Justicia servirían de punto de vista del nuevo lector. Cierto es que en comparación con Morrison, Busiek no podía quitarse cierto tufo a añejo y que las mayoría de sus tramas eran las de siempre sin aportar demasiadas novedades. O que la mayoría de las nuevas incorporaciones como Triatlón y Garra Plateada no cuajaron lo que debieran (no hablemos ya de los incontables microcossovers con los que había que tropezarse para seguir la serie, desde Live Kree or Die hasta la Saga de los Ejemplares pasando por la fallida Maximum Security). Pero, diablos, con sagas como Ultrón Ilimitado y Siempre Vengadores uno se lo perdonaba todo.

Ocupándose paralelamente de Iron Man junto a Roger Stern y Sean Chen, Busiek encabezaba un colectivo de series y autores que por un motivo u otro se habían visto apartados de la editorial y que ahora eran acogidos con júbilo para recuperasen el norte de la editorial. Afín con toda esta movida, Mark Waid regresaría al Capitán América junto a Ron Garney (quien terminó marchándose no demasiado contento para ser sustituido por Andy Kubert) mientras Dan Jurgens y John Romita Jr recuperaban el sabor clásico de un Poderoso Thor que todavía se enfrentaba al jaleo de los dioses perdidos. Erik Larsen relanzaba las aventuras de Nova en solitario mientras que John Byrne relanzaba la colección de Hulk junto a un inspirado Ron Garney (ahora sí, había encontrado su sitio) retomando al personaje a la faceta salvaje de sus comienzos propinándole un zancadillazo a toda la evolución que tuvo durante la etapa de Peter David.

El propio David lanzaría una nueva colección del Capitán Marvel surgida a raíz de Siempre Vengadores en la que Genis Vell y Rick Jones se fusionarían al más puro estilo Firestorm viéndose obligados a compatir el control de su cuerpo. Explorando las consecuencias de esta singular situación, David no se cortaría a la hora de recurrir a sus habituales pullas contra otras colecciones satirizando algunas de las incomprensibles aportaciones de Byrne (como el hecho de que un puñado de Skrulls fueran responsables del estallido de la bomba Gamma que convirtió a Banner en su monstruoso alterego). Y es que los títulos spin off seguían estando a la orden del día y los Vengadores se permitieron darles una colección a la pareja más entrañable desde los tiempos de Michelinie con Vengadores Dos: El Hombre Maravilla y la Bestia o una delegación cósmica en Vengadores Infinito.

No contento con poner sus garras sobre el gigante esmeralda, John Byrne sucedería a Tom DeFalco como nuevo guionista de Amazing Spider-Man con Howard Mackie como segundo de abordo desde la recien estrenada Peter Parker: Spider-Man. Con John Romita Jr y Joe Bennett como dibujantes principales, la franquicia fue reestructurada dándole fin a las colecciones Spider-Man, Spectacular Spider-Man y Spider-Man Unlimited tal como se había hecho con Web of Spider-Man dando forma a un nuevo panorama en la que Webspinners: Tales of Spider-Man jugaría como tercera en discordia permitiendo que varios guionistas dispusieran de una plataforma desde la que narrar relatos cortos protagonizados por el personaje. La etapa de Byrne tuvo la trama del Ritual de los Cinco como núcleo cápital con el que aprovechar a Norman Osborn como gran némesis del personaje. Sin embargo, los fans todavía estaban cabreados por la resurrección del mismo y la historia tampoco fue para echar cohetes, por lo que Byrne decidió hacerse a un lado discretamente para lanzar la nueva serie de Spider-Woman (con la recien presentada Mattie Franklin como protagonista) mientras Mackie pasaba a ocuparse de Amazing y Paul Jenkins se convertía en el nuevo guionista de la segunda cabecera con Mark Buckingham a los lápices. Con Roger Stern de vuelta en la editorial, este podría finiquitar su antiquísima trama de los ochenta en la miniserie El Duende Vive desvelando al fin la identidad del misterioso villano.

Tras un arco meramente anecdótico de un Scott Lobdell que tras ser apartado de la franquicia mutante decidió poner en estasis su relación con la editorial, Chris Claremont aterrizaría en la nueva colección de los Cuatro Fantásticos siendo el responsable de reintroducirlos en el Universo Marvel con Salvador Larroca a los lápices. Suponiendo el tan largamente esperado regreso del otrora patriarca mutante a la editorial, aunque Claremont no estaba tan familiarizado con la primera familia que con sus añorados X-Men ya había dado buena muestra de saber manejarlos en los cruces de los muchachso de Xavier con ellos allá por los ochenta. Pero como suele decirse, la cabra suele tirar al monte y el guionista llenaría el título de las filias, personajes, temáticas y fobias (lo cual era sinónimo de mutantes fundamentalmente). Si bien es cierto que gracias a esto dio forma a una etapa bastante singular con incorporaciones como Valeria Von Doom y sus clásicas tramas de confusión de identidad con manipulaciones mentales de por medio, por este mismo motivo fue criticado por un puñado de fans que consideraron que estaba convirtiendo al cuarteto fantástico en un gris sucedáneo de sus X-Men. Y a dios gracias que la editorial le paró los pies con sus intenciones de convertir a Kitty Pryde en la nueva canguro de Franklin Richards, que si no ya si que se hubiera liado.

No contento con liarla en los Cuatro Fantásticos, Claremont haría lo propio en su reencuentro con sus personajes fetiche cuando fue asignado como sustituto del incombustible Larry Hama en Lobezno. Con un inspirado Leinil Francis Yu, el británico nos llevaría de vuelta a una Madripoor que nos retomaba a los inicios e la colección para regalarnos uno de los momentos más sórdidos de finales de los noventa: La boda entre Logan y Víbora. Con sus obligaciones en los Cuatro Fantásticos, el guionista no permaneció en la cabecera más allá de aquella saga pero se mantuvo orbitando en torno a la franquicia mutante de la mano de uno de sus más leales compañeros de profesión. En plena efervescencia e torno al regreso del espíritu clásico, Bob Harras decidiría que Seagle y Kelly lo mismo eran demasiado “modernos” para llevar las riendas de la franquicia mutante. Mandando al traste varios de sus proyectos o trastocando varios de sus planes como el de diferenciar X-Men y Uncanny con una alineación diferente para cada colección (con el quinteto clásico en la de Seagle y los supervivientes de los 70-80 más los Bala de Cañón, Joseph, Médula, Cecilia Reyes y Oruga que se habían ido sumando durante la época) el dúo de guionistas se vio obligado a embarcarse en La Búsqueda de Xavier viéndose en la calle de un día para otro sin poder llevar a cabo su historia con el regreso triunfal de Magneto. ¿Su sustituto? Alan Davis, alguien que con su experiencia en la franquicia se había ganado una reputación como exponente más brillante de la escuela de artistas de los ochenta y que además había sido un dibujante muy valorado por fandom gracias a trabajos como Excalibur y ClanDestine. Aunque se suponía que solo estaría a cargo de los dos títulos a modo de transición, su primera saga gustó tanto que al final le animarían a continuar durante el resto del año. ¿Sus virtudes? Una saga con el regreso triunfal de Magneto. No de la forma en la que sus predecesores habían ideado, sino para recuperar al Amo del Magnetismo en todo su esplendor y quitar de en medio a ese “triste impostor” que según palabras del artista llevaba ya demasiado tiempo dando el coñazo en la franquicia. Así nacería La Guerra de Magneto, una saga que además de apartar de la franquicia a la mayoría de los personajes que se habían incorporado durante los últimos años (delimitando el grupo a una alineación reducida con los más ilustres representantes de distintas épocas de su historia como dictaba el canon de la JLA de Morrison) colocando a su más vetusto rival en una interesante posición como soberano de Genosha. Tras aquella historia el guionista se embarcaría en un conjunto de sagas que nos conducirían hasta la saga de Los Doce, un espectacular cierre con el que el guionista daría carpetazo a argumentos que llevaban arrastrándose desde solo Dios sabe cuanto y que supondría la historia definitiva de Apocalipsis hasta que a algún iluminado le dio por resucitarlo. Como momentos destacados de su etapa, además del capítulo final en la vida de aquel que no muere y de la guerra entre los dos Magnetos y la consiguiente toma de poder de la isla nación africana por parte del original, cabe destacar la muerte de Lobezno y el cruel destino que deparó para Cíclope. Probablemente dos de los momentos más relevantes de la franquicia X en el panorama de los noventa.

Junto a Stern, Byrne o Claremont, nombres a los que los aficionados llevábamos tiempo sin ver como como Chris Claremont, Doug Moench o Louise Simonson volvieron a ser bastante comunes en la editorial. El patriarca mutante firmaría una breve etapa en Lobezno junto a Leinil Francis Yu mientras que Moench se reencontraba con el Caballero Luna en La Guerra de la Resurrección y Extraños (High Strangers). En cuanto a la antaño editora de la línea mutante, Loise Simonson retomaría las aventuras de Estela Plateada y su amo en Galactus el Devorador. El lado sobrenatural de la editorial reviviría durante un breve período que considiría con el salto de Blade a la pequeña pantalla. El popular cazavampiros no superaría su mala suerte en el comic quedándose en un par de especiales y miniseries a cargo de Don McGregor y Bart Sears mientras que El Hombre Cosa de DeMatteis y Liam Sharpe y un inspirado Hombre Lobo de Paul Jenkins y Leonardo Manco se convertían en las estrellas de una línea que incluso flirteo con el cosmos mutante con las miniseries Black Sun y Magik.

Revivir los orígenes de nuestros héroes favoritos se convirtió en una suerte de fijación en la que miniseries con equipos creativos de lujo como Iron Man: La Edad del Hierro de Kurt Busiek o X-Men: Hijos del Átomo de Joe Casey. Otras se limitaban con recuperar el espíritu de sus aventuras iniciales como Capitán América: Centinela de la Libertad y Rampaging Hulk mientras que un buen puñado de ellas iban todavía más lejos narrándonos episodios nunca vistos de los grandes iconos de la editorial. La primera familia fue especialmente prolífica en este campo con las miniseries Ben Grimm y Logan, Reed Richards y Los Storms publicadas con el sello Antes de los Cuatro Fantásticos mientras descubríamos los cimientos del Club Fuego Infernal en la miniserie dedicada a su organización. La nostalgia se pagaba al alza y lo mismo nos encontrábamos historias que nos devolvían a épocas pasadas como Nuevos Mutantes: Verdad o Muerte o recuperaban a héroes de otros tiempos como Blaze of Glory de Ostrander o Union Jack de Ben Raab y John Cassaday. Pero si a alguien hay que destacar en este punto es a John Byrne, quien convirtió el recuperar el origen de los personajes clásicos de la editorial en una suerte de obsesión. Lo mismo te recontába los orígenes de Spider-Man cambiando microscopios por ordenadores en la polémica Capítulo Uno que hacía malabares de continuidad trasladándonos a los años en los que la Patrulla-X se quedaba sin serie con Los Años Perdidos o se sacaba de la mano todo un linaje de superhéroes a lo «Watchmen» que abarcarían el período que iba desde la cancelación de los títulos superheróicos de los años 50 al nacimiento de la Era Marvel con Generación Perdida (donde daría forma a una conspiración Skrull para invadir la Tierra que riete tú de la de Bendis).

Esta situación permitiría que volvieran a la actualidad personajes como Valquiria, Halcón Nocturno, Gata Infernal, los Caballeros del Espacio o Power Pack aun teniendo que hacer frente a un buen puñados de años en el limbo, defunciones o perdidas de derechos. Revivals de historias con gancho nostálgico como Las Eras de Apocalipsis, X-Babies oContest of Champions, los universos alternativos con miras al futuro volvieron a ser un tema común desde los especiales Milennial Vision en los que diferentes artistas interpretaban libremente a los personajes de la editorial de cara al nuevo milenio.

Dejando de lado historias vinculadas a realidades ya existentes como Lobezno: Días del Futuro Pasado, X-Men: Fénix y la destrucción de la línea Askani, a finales de los noventa asistiríamos al nacimiento de un nuevo futuro en los estertores de la Saga Clon. Usando como plataforma la siempre agradecida plataforma para explorar conceptos alejados del Universo Marvel como era la serie What If…, Tom DeFalco y Ron Frenz presentarían en sociedad a Spider-Girl y con ella al universo MC2 (o lo que es lo mismo, Marvel Comics 2). Ubicada 15 años después del nacimiento de la hija de Peter Parker y Mary Jane Watson, la heredera del Hombre Araña disfrutaría de serie propia a cargo del mismo equipo creativo mientras su universo crecía en con spin off como Wild Thing (centrada en la hija de Lobezno y Elektra), J2 (descendiente de Juggernaut), A-Next (versión futura de los Vengadores) o los Cinco Fantásticos. Mientras desarrollaba a la chica, el antiguo editor de Marvel aprovecharía para mostrarnos un hipotético futuro de un Universo Marvel que todavía no se había desprendido de los restos del Heroes Reborn. Aunque los héroes habían vuelto al universo tradicional, la realidad de bolsillo creada por Franklin Richards continuaría creciendo con personajes como los Jóvenes Aliados, los Remanentes o el cazarrecompensas Rebel.

Sin embargo, el futuro alternativo de DeFalco y Frenz no sería sino un aperitivo ante lo que estaba apunto de llegar. De la mano de un acuerdo intermediado por la revista Wizard, en las vísperas del milenio Alex Ross realizaría una serie de ilustraciones representando a los grandes personajes de la casa como si estos hubieran envejecido a ritomo real en un hipotético mundo futuro. Acompañando las ilustraciones con una serie de textos que definían un entorno con el que estimular la imaginación de los lectores, la iniciativa tendría tal éxito que Harras le encomendaría realizar una macrosaga ambientada en dicho mundo. Contando con Jim Krueger para ayudarle en los guiones y con el elegante Jean Paul León a los lápices, el resultado de aquel proyecto fue una colosal trilogía en la que abarcarían la práctica totalidad del Universo Marvel dando forma a un relato crepuscular con una clara inspiración en Paraíso Perdido de John Milton y 2001, Odisea en el Espacio de Arthur C. Clarke unificaría pasado, presente y futuro redefiniéndolos como un apasionante único todo. Melancólica y extremadamente ambiciosa, la trilogía arrancaría con un primer acto en 12 entregas bajo el título de Tierra X ahondando en las raíces de su universo de ficción con una precisión catedrática lo enfrentarían a su inevitable destrucción. Nunca suficientemente valorada, aquella historia se convertiría inmediatamente en una obra de culto cuya legado ha permanecido vivo hasta la actualidad de la mano de un buen puñado de autores que la han mantenido como referencia a la hora de aproximarse al lado más metafísico de la editorial. Sin embargo, su función como apocalíptico epílogo y símbolo del fin de una era traspasaría la cuarta pared pudiendo considerarse como la obra que demarcaría el final de la etapa de Bob Harras como editor jefe de Marvel Comics. Pero la razón para que esto tuviera lugar hay que buscar en otra parcela más tangencial de la editorial.



El Germen de la Nueva Marvel

Aunque el revival del esplendor clásico estaba teniendo una buena acogida entre los lectores pese a algún que otro varapalo (generalmente ligados a Byrne), Harras no quería jugarse todas las cartas a una única mano. Es por ello que mientras los títulos más emblemáticos de la casa -y alguna que otra vieja gloria- rezumaban una épica luminosa a la mejor tradición del género clásico, el editor decidió dar rienda suelta a la experimentación en las más discretas para tantear el mercado en busca de nuevas posibilidades. Si algo nos enseño Star Wars es que la endogamia no es buena, por lo Harras recurriría a un par de viejos conocidos que por entonces dirigían una discreta compañía con éxitos como Ash, el bombero superhéroe, o Danger Girl. Con una fulgurante carrera en el mundo del comic como dibujante y entintador respectivamente, Joe Quesada y Jimmy Palmiotti fundarían Event Comics consiguiendo una entusiasta acogida entre los lectores de la época a pesar de su excaso catálogo y de su corta trayectoria como editorial. Y es que una de las principales habilidades de Quesada y Palmiotti era saber moverse entre el mercado independiente haciendo contactos aquí y allá. Otorgándoles un paquete de licencias que fundamentalmente integraba a los personajes que otrora formaran parte de la extinta línea Marvel Edge de Bobbie Chase, Harras les dió libertad para que hicieran y deshacieran a su antojo naciendo así el sello Marvel Knights. Básicamente venía a ser algo así como un pastiche de títulos «raritos» como la otrora línea Vértigo pero más orientada a los superhéroes de corte urbano y dentro de la continuidad (como la Vértigo inicial, vamos).

Haciendo del sello independiente de DC Comics su principal coto de caza y adentrándose en campos tan distantes como el cine y la televisión, Quesada y Palmiotti demostraron un olfato único tanto a la hora de fichar equipos creativos como para asignarles series. Su primer pelotazo fue conseguir que Kevin Smith (sí, ese Kevin Smith. Kevin Clerks/Persiguiendo a Amy Smith) accediese a escribir Daredevil en el flamante relanzamiento de sus aventuras en solitario (sin reboots de por medio). Y es que era un secreto a voces que Smith era un gran aficionado al comic y de Daredevil en particular por lo que ni corto ni perezoso, Quesada se apróximo a él camelándose a un tipo por el que se peleaban todos los grandes estudios de Hollywood de la época. Con los propios Quesada y Palmiotti encargándose del apartado gráfico, el resultado fue que el diablo guardián pasó de entrar a duras penas entre los 100 comics más vendidos de cada més a cuatriplicar sus ventas irrumpiendo en el Top Ten. Tomando a Frank Miller como referencia pero con ese particular hacer que Smith imprimía a sus obras, su Daredevil fue un éxito inmediato con el que consiguieron que se hablara del comic incluso fuera de los medios en los que tradicionalmente se hablaba con ellos y la crítica se arrojase a sus pies. Cierto es que lo lograron jugando sucio colándosela a la editorial en unas cuantas decisiones, pero ¿qué genio no tiene una parte de enfant terrible?

Pero la nueva serie del guardián de la cocina del infierno no era sino una de las apetitosas propuestas que esta recien nacida línea nos iba a ofrecer. Pese a que apenas tenían tradición como cabecera más allá de la breve regular de Dough Moench en los setenta y un par de one shots y novelas gráficas repartidos a lo largo de treinta años, los Inhumanos fueron una arriesgada apuesta que trajo como resultado un premio Eissner y uno de los primeros clásicos que surgieron bajo la batuta de Quesada. Alejándose por completo de las historias de superhéroes al uso, un Paul Jenkins que atravesaba la mejor etapa creativa de su carrera y el atmosférico Jae Lee parirían una extraña obra a medio camino entre Juego de Tronos, Dune y las novelas de Clive Barker. Con solo doce números, la maxiserie de los Inhumanos sumaría un nuevo tanto en la cuenta de Quesada así como lo hizo la nueva serie regular de Pantera Negra (otro de los que llevaba sin disfrutar de serie propia desde los setenta) a cargo de Christopher J. Priest. Habiendo realizado unos cuantos trabajos para Marvel a finales de los ochenta, Priest llegaba tras desvincularse del sello Milestone de DC y encandilar a la crítica con Quantum & Woody. Al frente de las aventuras del Rey de Wakanda, Priest nos ofrecería un desafío narrativo que poco tenía que envidiar al cine del mejor Tarantino y que consiguió que dejásemos de ver a Pantera como el sucedáneo de color de Batman para empezar a ver a Batman como el sucedáneo pijo de Pantera Negra. Con una colección de diálogos para enmarcar (quien no estallara a carcajadas con el «Oh, dios mío. Acabo de vender mi alma al demonio por unos pantalones vaqueros» debería pensarse que quizás tiene un problema serio) entre los más destacados logros de esta espectacular y delirante serie hay que destacar a al genialérrimo Everett K. Ross. Sus «Pero creo que me estoy desviando del tema otra vez…» deberían estar entre los grandes clásicos de la editorial en dura pugna con los «chimichangas» de Masacre.

Entre aquella primera hornada de títulos hay que destacar también la miniserie de Devin Grayson y J.G. Jones con la que arrancaría la prolífica andadura de la Viuda Negra durante la última década. Antes de que Jennifer Garner se enfundara sus ceñidos pantalones en Alias, Natasha Romanova y Yelena Belova nos harían vibrar con su adrenalínico enfrentamiento bajo los lápices del dibujante de Wanted. Con otras breves aportaciones como Doctor Ectraño: The Flight of Bones o un one shot dedicado a Killraven, no todas las series que surgieron bajo su cobijo tuvieron buen tino, siendo responsables del polémico Punisher de Michael Golden en el que Frank Castle se convertía en un ángel (literalmente) como si se tratase de un Max Payne cualquiera.

Por suerte esto lo solventaron reclutando a Garth Ennis y Steve Dillon para una maxiserie en la que sobra decir que el norirlandés se dejó de cursilerías regalándonos al Frank Castle destroyer que tanto que amamos (al menos hasta que nos presentó a la versión MAX superándose a si mismo). Tras la finalización de la trama de Kevin Smith, Quesada contrataría al creador de Kabuki David Mack como nuevo responsable de las aventuras del diablo guardian mientras paralelamente Daredevil fundaba los Marvel Knights. Excepción a la que siempre recurren quiens defienden el valor de Matt Murdock como jugador de equipo, esta miniserie reuniría a los más ilustres personajes urbanos de la editorial bajo los guiones de Chuck Dixon y los lápices de Eduardo Barreto. La miniserie se ganaría el cariño de varios lectores de la época mientras veían la luz dos de los personajes de nuevo cuño sobre los que más tinta se ha vertido durante los últimos años: Marvel Boy y El Vigía. Creado por Grant Morrison y el citado J.G. Jones, la miniserie del primero sería una trepidante gamberrada sci-fi con Morrison jugaría imaginativamente con la mitología del Universo Marvel con conceptos tan poderosos como el Doctor Midas y su hija Oubliette o esa retorcida versión corporativa del gen mutante que fue HeXus. En El Vigía, Jenkins y Lee tratarían de superarse dando vida a una suerte de omnipotente sosias de Superman (aunque realmente tenía más en común con el Capitán Marvel de Fawcett Comics) que vivía asolado por la angustia de que cada vez que intentaba hacer una buena obra su lado oscuro –El Vacío– respondía con una fechoría de igual nivel.

Fruto de una idea concebida entre Jenkins y Rick Veitch a finales de los noveta, el personaje fue presentado como una suerte de evento disfrutando de una serie de one shots en los que se cruzaría con distintos personajes de la editorial. En otras palabras, Quesada estaba empezando a hacer mucho ruido entre los medios y ganarse la simpatía de Jemas y el resto de jefazos de la editorial mientras que Harras el público seguía fustigándole por las tropelías pasadas pese al buen puñado de buenas series que surgieron durante su mandato. Con el boom de internet, las redes comenzaran a transmitir virulentas opiniones a través de todo el mundo de la mano de una legión de lectores poco dispuestos a perdonarle sus responsabilidades en episodios como la marcha de Claremont de la franquicia mutante, la crisis especulativa, Onslaught o el Héroes Reborn. En otras palabras, Harras se convirtió en la encarnación de todo lo malo que había asolado a Marvel durante los noventa y cuyas secuelas todavía seguían demasiado frescas (muchos os preguntaréis cual era el papel de DeFalco en todo este panora. DeFalco seguía en Spider-Girl, sin novedad en el frente). Consciente de que tenía que hacer algo para lavar su imagen si no quería verse sustituido en su cargo, Harras aprovecharía el tirón de la primer adaptación fílmica de los X-Men para llevar a cabo un nuevo golpe de efecto en la franquicia mutante que tantos éxitos le había brindado en el pasado.

¿Su baza? El ansiado regreso de Chris Claremont a las cabeceras capitales de los X-Men diez años después de su llorada partida de la franquicia con libertad para hacer todo lo que diera la gana. Anunciando su llegada con bombo y platillo, el evento fue bautizado con el nombre de X-Men: Revolución estableciendo una elipsis de seis meses entre el último número de Davis y el primero de Claremont para que este pudiera introducir sorprendentes cambios cuya explicación iríamos descubriendo a lo largo de ambas series. Reuniendo a la práctica totalidad de miembros disponibles repartiéndolos entre las dos cabeceras, las series contarían con un grupo de dibujantes de primera línea entre los que destacaban Leinil Francis Yu, Adam Kubert y Salvador Larroca así como unos flamantes nuevos uniformes con reminiscencias a la tan de moda estética del manga cyberpunk (tan de moda por aquel entonces a raíz de Matrix y sus bastardas). Introduciendo a los Neo como nueva y peligrosa amenaza y una de esas macrohistorias de cariz político social que tan bien le salían al bueno de Chris (con Joe Kelly y la Hermandad de Mutantes de por medio, sobra decir que la película de Bryan Singer estaba reciente). A priori todo apuntaba a que Harras había atinado con una nueva fórmula ganadora. Sin embargo, aunque la idea «Six Months Gap» (salto de seis meses) era brillante y algunas de las ideas planteadas por Claremont bastante interesantes, ni este contaba con la lucidez creativa en la que se encontraba cuando abandonó la franquicia hace una década ni su barroco estilo narrativo había soportado demasiado bien el paso del tiempo. Aunque se las ingenió para dejarnos un encomiable acto final con El Fin del Sueño, el relanzamiento se vio envuelto por un fuerte tufo a naftalina ya desde antes de arrancar suponiendo un relativo fracaso que pondría el último clavo al ataúd de Harras.

Ni siquiera el Lobezno de Steven Skroce tuvo el éxito que se esperaba abandonando el dibujante la serie tras su primer arco argumental continuando con el baile de guionistas que llevaba padeciendo desde la marcha de Hama (dejando a Rob Liefeld como nuevo artista completo para más inri). Sin embargo el proyecto dejaría una interesante secuela en las cabeceras secundarias de la franquicia donde, paralelamente a la Revolución de Claremont, Warren Ellis orquestaría Contra-X reinventando Generación-X, X-Force y X-Man según su propio criterio. Firmando los primeros arcos iniciales para luego dejarlas en manos de Brian Wood e Ian Edginton y Steven Grant respectivamente (aunque en la última permanecería más tiempo que en las demás) Ellis se nutriría de la estética de cuero negro de la película de Singer con ciertos toques a lo The Rocky Horror Picture Show llanándolas de conceptos de ciencia ficción extrema como los que tan bien le funcionarían en Wildstorm y Authority. Recuperando a Pete Wisdom como mentor de X-Force para convertirla en algo muy parecido a la encarnación que llevamos viendo durante los últimos años mientras enfrentaba a los pupílos de Emma Frost a la tragedia a raíz de la perdida de su hogar y uno de sus más queridos compañeros, lo más loable fue como supo sacar partido de una serie de calida tan discutible como venía siendo X-Man. Pese a que tanto Revolución como Contra-X acabaron frustradas cuando la editorial decidió cesar a Harras para poner a Quesada en su lugar, es curioso como en esta última puede verse un precedente a la nueva reestructuración de la línea llevada a cabo por Morrison ya con el nuevo equipo editorial. Pero eso es una historia para otro día.



En definitiva, los noventa fueron una década agitada que vivió sus más y sus menos en los que el éxito de las historias oscuras y violentas de los años anteriores provocaron que el comic de superhéroes se embriagase de éxito y a punto estuviera de sucumbir bajo el peso de la burbuja especulativa y las historias huecas y superficiales. Se pubicló mucho y mucho malo. Pero sin embargo, al arañar bajo la superficie encontramos un buen puñado de joyas que fueron aumentando con el paso de los años. Arrogante y cargada de actitud, no puede negársele la valía de sus ínfulas revolucionarias y al final acabó centrándose como los adolescentes y luego proyecto de futuros adultos que muchos éramos por aquel entonces.



¿Qué fue lo mejor de la MArvel de los 90?

  • Peter David, Warren Ellis, Joe Kelly y todas esas divertidas series de personajes que no le importaban a nadie (24%, 106 Votes)
  • Busiek, el regreso de los héroes clásicos y otras grandes copias de la JLA de Morrison (21%, 89 Votes)
  • Marvel Knights de Quesada (hasta el Punisher agente del cielo molaba) (12%, 54 Votes)
  • La moda "Image" de Jim Lee y cía con sus chaquetas, bolsillos y medias melenitas (9%, 39 Votes)
  • Nada, y a dios gracia que se fueron (ns/nc) (8%, 36 Votes)
  • Las sagas cósmicas de Starlin y el Guantelete de Infinito pasando de mano en mano (8%, 35 Votes)
  • ¡Eventos Everywhere! (llevo tatuado "Onslaught" en el pecho y "La Encrucijada" en las nalgas) (5%, 22 Votes)
  • Los nuevos personajes y la sensación de relevo generacional (no hay más Spider-Man que Ben Reilly) (4%, 17 Votes)
  • Todo el mamoneo de los Hijos de Medianoche. Hoy soy un psicópata de provecho gracias a ellas (3%, 14 Votes)
  • Otra (¿Cual?) (2%, 9 Votes)
  • Los universo alternativos (todavía no tengo claro si prefiero el de Héroes Reborn o el de Mutant X) (2%, 8 Votes)
  • Revolution, o Claremont más desfasado y Ellis vistiendo a los superhéroes de sado (1%, 5 Votes)

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mikelhox
30 noviembre, 2011 23:19

No suelo comentaros nada por aquí (ni siquiera a Peter), pero un artículo así bien merece la excepción.

Bien, Daniel, Bien.

Esforzado y lúcido, una combinación siempre jodidísima.

Pedro Monje
30 noviembre, 2011 23:19

Excelente articulo, compañero. No sabeis el trabajo que hay detras de este articulo.
 
Yo me quedo con Marvels, Tierra-X, Thunderbolts, El Guantelete, AoA, Tormenta Galactica, El Capi de Gru, Marvel Knights, Las Historias Jamas Contadas de Spiderman, Jim Lee (si!) y sus primeros X-Men…

No suelo comentaros nada por aquí (ni siquiera a Peter), pero un artículo así bien merece la excepción.

Oooooooh. Todos de pie. Todo un honor, Mikelhox. Si es que es mencionar a Busiek y … ¡zas! 😉

DS
DS
Lector
30 noviembre, 2011 23:36

Los 90 trajeron el caos, las hebillas, las hombreras y demás parafernalia, pero dentro del boom Image había gente como Jim Lee, y de esa editorial han salido autores y series muy interesantes, E INNOVADORAS.
Por otra parte, después del Heroes Reborn reaparecieron los Vengadores en un tono clásico que ahora mismo añoro.

zape
zape
Lector
30 noviembre, 2011 23:47

Soberbio. Para encuadernar y estudiar con atención. Una guía crítica fabulosa.

Puly1333
Lector
30 noviembre, 2011 23:53

BRAVO, BRAVO, BRAVO. Excelente artículo, maravillosa calidad de información, realmente da gusto encontrar estos artículos en esta magnífica página

Armin Tamzarian
Autor
30 noviembre, 2011 23:57

Me quedo sin palabras para definir este pedazo de artículos y joder, qué década más mala, pero qué buenos recuerdos me trae.

salakov
salakov
Lector
1 diciembre, 2011 0:02

Jo, qué cosas tan buenas que tornaron en qué cosas tan malas…
– Del excelente Spiderman de Michelinie&McFarlane a la deleznable Saga del Clon.
– De la tremenda Patrulla-X de Claremont&Lee luchando contra el imperio Shi´ar a la infumable etapa de ¿Lobdell? donde todos estaban aburridamente traumados por culpa de algún virus, creo…
– De las entretenidísimas «The Thanos Quest» y «El Guantelete del Infinito» a los bodrios que supusieron las siguiente sagas cósmicas.
Y por supuesto, entre medias, joyitas como el «Marvels» de Busiek, o el «Hulk» de Peter David (el Panteón y Futuro Imperfecto con mención especial), o el «Elektra» de Milligan, que a mí me pareció un cómic de superhéroes muy aceptable.
Ains, Luis Alberto de Cuenca tiene razón: la nostalgia es un burdo pasatiempo.
; )

salakov
salakov
Lector
1 diciembre, 2011 0:03

Ah, e «Inferno» fue en los 90, ¡y estuvo genial!
¿O no lo estuvo?

ElRoSSo
1 diciembre, 2011 0:08

Me rindo a los pies de este artículo. Para sentarse una tarde y mascarlo despacito mientras va uno desempolvando algunas referencias de la estantería. Mis felicitaciones.

KURT
KURT
1 diciembre, 2011 0:15

LA MEJOR EPOCA DE LOS COMICS
Fue la era que me enamore de los comics.
Los X-Men de Claremont y Lee, el Wolverine Hama y Silvestri, Excalibur de Alan Davis y el que realizó Warren Ellis, La Agenda EXterminio, La Era de Apocalipsis y Onslaught;  Kurt Buseik en los Vengadores, y sus Thunderbolts, las Sagas Cósmicas de Jim Starlim, Heroes Reborn, etc…
Tuvimos Image, y Predicador y Sandman y toda la linea Vertigo, La Muerte de Superman, Una Muerte en al Familia, Starman, La JLA de Morrison y Waid. El Flash de Waid, a Alan Moore y su ABC, y Planetary y The Authority y muchas, muchas cosas extraordinarias.
en los noventas hubo y pasó de todo, para todos los gustos.
 

quequekiller
quequekiller
1 diciembre, 2011 0:31

wooooooooooooooow simplemente no pude acabar de leerlo pero queda pendiente

mis felicitaciones al que escribio esta biblia

DevilMayCryDC
DevilMayCryDC
1 diciembre, 2011 0:31

Dios no por que me hiciste esto, por que Daniel, por que me recodaste lo horrible que eran los trajes en los 90.

nenoskoda
nenoskoda
Lector
1 diciembre, 2011 0:50

Recordando ahora la primera mitad de los años noventa en Marvel nos salen unos cuantos buenos cómics, pero hubo un tiempo en que era desolador ver los larguísimos check list de los cómics de Fórum y ver que de menos del 10% de las colecciones regulares merecía la pena. El resto oscilaba entre los malo y lo mediocre.
 
Con Heroes Return el nivel mejoró, pero no fue hasta que nombraron a Joe Quesada como Editor Jefe que no volví a engancharme a Marvel.

Kori
Kori
Lector
1 diciembre, 2011 0:50

Increíble artículo. Al igual que Armin tengo sentimientos encontrados por esa década. Parece mentira cómo pasa el tiempo y hasta me has hecho sentir nostálgico!! De veras, muy muy muy muy buen artículo. Muchas gracias 🙂

Yo ODIABA el Spiderman de John Byrne con Mackie…menos mal que este último se redimió a mis ojos con esa última saga en la que enfrentaba a Spidey y al Duende…o más bien a Peter Parker contra Norman Osborn…y la conclusión a la trama de la «muerte» de Mary Jane…

Me voy a dormir! que si no lo hago ya acabaré pillando de nuevo los comics de la estantería!!

donaldblake
donaldblake
Lector
1 diciembre, 2011 0:56

Pues para tratarse de una «década para olvidar» ha dado lugar al artículo mas largo asta el momento…
 
Salakov, inferno es una saga ochentera y la verdad, tan tan bien no estuvo, por cierto a pesar de ser de los 80 tiene nosecuantos tie-ins como los tuvo las también ochenteras secret wars 2 y actos de venganza, y las deeceras de la misma época: millenium, Invasión, legends… porque no, por mucho que se quiera recordar de otra forma, los eventos y su ramificación en series destinada a sacarnos los cuartos no se inventaron en los 90 sino en nuestros celebrados 80.

I, Spyder
I, Spyder
Lector
1 diciembre, 2011 1:02

Enorme artículo, Daniel.

El principio de los noventa nos dejó grandes historias de nuestros personajes favoritos pero a medida que avanzaba la época el instinto comercial de la industria fue fagocitando la creatividad y excelencia del medio.

Tres apuntes rápidos que responden a mi parecer sobre algunas colecciones de la época:

Primero, las franquicias perjudicaron a pequeñas series que en su andadura en solitario prometían cierta calidad. El caso más ejemplar es el de Excalibur, cuando comenzó a participar activamente de los argumentos de las otras series mutantes perdió toda su magia. Otro caso, quizá no tan destacado, es el del Motorista Fantasma. Personalmente, creo que es tras el primer evento que reune a los Hijos de la Medianoche cuando esta serie pierde definitivamente el norte.

Segundo, en retrospectiva, considero que la muerte de Harry Osborn marca una etapa en la historia de Peter Parker/Spiderman, una etapa que comenzó con Stan Lee y Steve Ditko. Lo que vino después… ya no era Spiderman. El personaje se fue perdiendo, poco a poco, diluyéndose en el sinsentido de la década. Todavía considero a día de hoy que la historia de Spiderman terminó en ese número y que lo que se cuenta hoy en día no es canónico.

Tercero, considero que todavía a día de hoy no se aprecia como merece las etapas de Harras en Los Vengadores y de DeFalco en Los Cuatro Fantásticos, quizá porque son fruto de su época y se subieron a la moda de las chaquetas, pero me parece que ofrecieron grandes historias de los personajes

Suposine
Suposine
1 diciembre, 2011 1:05

Ahora comprendo porque he huido inconscientemente como de la peste de todo lo que tenga que ver con el podrido mundo de los superhéroes yankis…

Jack
Jack
Lector
1 diciembre, 2011 1:12

Increíble artículo por denso. Yo me enganché a principios de esa época, para luego recuperar comics de los 80. Echo de menos que en España no acabaran dos series a las que cogí cariño: La de Wonderman de Jones y la de Quasar de Gruenwald. Al menos de esta sacaron un grandes sagas que todavía conservo.

¿Lo mejor? visto el tiempo Hulk y Factor-X de David, la etapa de Harras en Los Vengadores hasta la resolución de lo de Proctor. De la Patrulla-X, la era de Apocalipsis no estuvo nada mal y mira que me gusta Davis pero no me convenció su etapa. Clandestine y Excalibur de Davis grandiosos. Y pequeños vicios personales Thor de DeFalco y Capitan América de Gruenwald sobre todo al principio; me cabreé por cargarse a Ben Reilly (pero mucho peor fue el mefistazo de Quesada) cuando podrían haberle dejado vivo; y para terminar los auténticos Nuevos Vengadores (pille el final de la etapa Byrne y luego la de Roy Thomas), incluso Force Works aunque se cargarán por el camino de Pajaro Burlón y luego a Wonderman (no duraron mucho muertos). Sin ellos no compraría comics.

Jack
Jack
Lector
1 diciembre, 2011 1:13

Como se no puede editar. Quería decir que muy buen artículo y que es denso porque repasa muy minuciosamente la época. Felicidades al autor.

Alex Cruz
Alex Cruz
Lector
1 diciembre, 2011 1:51

DIOS , que mega-rollo bien tochudo… Ya me dio hueva las 90s de solo verlo…

En marvel hubo grandes sagas como El Guante Infinito, Futuro Imperfecto, Cyclops y Phenix Adveture, Fatal Atraccion, La era X, el Hulk y She-Hulk de PAD y el Amzing de Bagley… Lo demas lo recuerdo como los años del eye candy de hipertrofia muscular y las barbi-heroinas calienta huevos.

Pachinko
Pachinko
Lector
1 diciembre, 2011 1:51

Trabucos, trabucos everywhere!

Diomedes
Diomedes
1 diciembre, 2011 2:57

Mmmm, revisándolo todo los 90 no fueron tan malos. O no en su totalidad vamos, empezaron bien, luego la cosa se torció mucho pero siempre con algunas series clásicas de calidad(X Factor, New Warriors, Avengers, Hulk, Namor, Hulka), y ya para la segunda mitad de la década (1996) la cosa se había ido enderezando cogiendo de nuevo otra vez otro tipo de pulso y apostando por equipos creativos mas clásicos y estables y dejando de lado tanta chaqueta con bolsillos, rayas por toda la cara y trabucazo en mano.

Los años del estilo Image por tanto se pueden estimar como 3 aproximadamente, desde el 1993 and 1995 (ambos inclusive).

Yo destacaria de entre las obras de la epoca:

Spiderman: The Lost Years
Daredevil: The Man Without Fear
Avengers, de Harras y Epting, por lo menos hasta la saga de los Cosechadores e incluyendo Tormenta Galáctica.
Hulk, de Peter David
Marvels
X Factor, Peter David
Namor, Byrne
Avengers, los primeros años de Busiek y Perez
Clandestine, Alan Davis
Excalibur, Alan Davis
El Guantelete del Infinito, Jim Starlin y dibujantes varios(Perez,Lim)
La Era de Apocalipsis, solo 4 meses pero fueron muy intensos..
Marvel Boy, de Morrison
Capitan Marvel, Peter David
Thunderbolts, al menos el principio
Algunas cosas de la linea 2099 eran muy rompedoras, y totalmente rompedor fue el «fin» de aquel universo con las megacorporaciones y el malo aquel derrocando a Muerte y digiriendo vivos a la gente con aquellas maquinas horribles mientras cazaban y mataban a los heroes uno a uno.

Y cosas muy clasicotas como algunos coletazos del Thor de Defalco (saga de Set, o La Muerte de Loki) los 4F de Defalco, la primera Patrulla X de Claremont-Lee (bebiendo de su etapa clásica) o el Capitan America o Quasar de Mark Gruenwald eran buenas lecturas de superheroes, muy clásicas pero muy sólidas al tiempo.

Bastante material para una «década horrible».

l rodriguez
l rodriguez
1 diciembre, 2011 4:22

un poco exagerado lo de la «catastrofe de los 90s» pero bueno, dejando a un lado lo de la burbuja especulativa yo no veo gran diferencia de esa decada con la de los ´00, seguimos teniendo portadas alternativas, clones de wolverines y spidermans paseandose por todas las colecciones, mujeres con cuerpos esculturales y hombres hipermusculados, y no faltan las megasagas veraniegas al estilo hollywood (civil war – world war hulk -secret invasion – siege- fear itself, etc.) con sus miles de tie ins, lo dicho

Sr. Rojo
1 diciembre, 2011 4:48

Excelente y muy completa reseña sólo faltó el remate: EXCELSIOR!

Libradus
Libradus
Lector
1 diciembre, 2011 6:13

La DC de hoy se parece tanto ala Marvel de los 90

Libradus
Libradus
Lector
1 diciembre, 2011 6:14

La DC de hoy se parece tanto a la Marvel de los 90.

nenoskoda
nenoskoda
Lector
1 diciembre, 2011 7:19

La DC de hoy se parece tanto a la Marvel de los 90.
 
Pues yo no le veo tanto parecido. Me gustaría que lo explicaras con más detalle.

Mr X.
Mr X.
Lector
1 diciembre, 2011 8:36

A DC le faltan DIENTES! para parecerse a la Marvel de entoces. Aunque chicas con poca ropa si que tiene unas cuantas.

Paulus
Paulus
1 diciembre, 2011 9:25

Felicidades por el artículo, es enciclopédico.

Los 90… jamás tantos compraron cómics tan malos… 😀

Castigador Obscuro
1 diciembre, 2011 9:58

Un artículo con mucha información que hace que la lectura se vuelva pesada, tan pesada como los noventas, yo voté por lo de Busiek pero por más que actualmente no se quiera a Quesada, pero sus Marvel Knights iniciaron el despunte del que aún vive la actual Marvel..

Pako
Pako
Lector
1 diciembre, 2011 10:01

La época de las chaquetas, gabardinas, bolsillacos, pistolones, nuevas versiones de personajes clásicos de Thor, Iron Man y Capi…

Me he vendido mucahs cosas de esta década que no han aguantado el paso del tiempo.

Pero también hubieron cosas interesantes, me quedo con el inicio de Marvel Knights.

R.I.P.
R.I.P.
Lector
1 diciembre, 2011 10:10

Qué ganas de leerlo despacio. Muchas gracias por tu enorme trabajo redactando este artículo.
Una pregunta y una sugerencia.
La pregunta… ¿a qué te referías con este apunte: «La Tumba de Drácula» y «segundo volumen de What If?»? Entiendo que es alguna nota personal tuya que se te ha colado en artículo.

La sugerencia. ¿Se podría publicar, como colofón a esta interesantísima serie de artículos en homenaje a los 50 años de Marvel, un artículo sobre Marvel en España? Su presencia no habrá sido tan larga, pero me parecería todo un acierto recuperar para nuestras nostálgias memorias los tiempos de Vértice, Surco, Novaro, Bruguera, Planeta y Panini.

donaldblake
donaldblake
Lector
1 diciembre, 2011 10:34

Bastante material para una “década horrible”.
 
Y te dejas cosas como los numeros que Ellis hizo para thor (lastima k Loebs no aprovechara bien una sola de sus ideas) o el primer capitan américa dibujado por  ron garney.
 
Yo siempre he mantenido que lo malo de los noventa no es tanto lo que se publicó como la actitud de la editorial: la cantidad de colecciones, los eventos continuados (y mal planificados, esa es la diferencia con el momento actual) solapandose unos a otros, las portaditas alternativas… esta forma de hacer comics en la que solo primaba el dinero.
 
Pero atendiendo solo a los comics y su contenido, en proporción a la cantidad de publicaciones los 90 no fueron tan desastrosos, lo único que necesita es que pase el tiempo. Se trata de una década muy reciente de la que formó parte casi todo lector de comics actual, fuesen entonces niños, adolescentes o ya adultos. Lo que quiero decir es que aun no ha pasado por los 90 la criba del tiempo, En los 70 había maravillas como el warlock de starlin y en los 80 cosas como los 4f de byrne y nadie se acuerde de las horribles colecciones en las que el heroe de turno luchaba con el villano de turno en historias simplonas sin el menor alicente o las desastrosas etapas de series principales como los vengadores pre-roger stern, en los noventa en cambio recordamos aun todo lo horrible.
 
Fijaos sinó en lo distinto que es este post de los que se les ha dedicado a otras décadas, en los 60, los 70 y 80 solo se ha hablado de las grandes colecciones pero en los 90 se ha hablado de lo bueno y de lo malo. Es algo así como en la música, cuando recuerdas los 90 piensas en Nirvana y Radiohead, pero también en los Backstreet Boys o Britney Spears, cuando recuerdas los 60 piensas en los Beatles y los Stones, nadie se acuerda de lo condenadamente malos que eran los Monkees y bandas por el estilo.
 
Y por supuesto está el último factor. Si algo me ha gustado de este post es su introducción hablando con un poco de humor de como eramos nosotros en los 90, porque nunca lo olvideis, esto es un negocio y en los 90 solo nos daban lo que demandábamos ¿¿o acaso de esa miserable década no es el comic mas vendido de la historia???

ultron_ilimitado
ultron_ilimitado
1 diciembre, 2011 11:29

Madre mia, la palabra que me viene a la mente para definir aquella decada es «exageracion».

De todas formas no se puede meter a toda la decada en el mismo saco. La tendencia cambio claramente despues de Onslaught y con el retorno de los heroes. A dia de hoy sigo pensando que Kurt Busiek y George Perez son «el equipo supremo», como se les definio entonces, de los Vengadores.

yo
yo
Lector
1 diciembre, 2011 11:38

el capitan américa con tetas, nuffsaid

jorgenexo
jorgenexo
1 diciembre, 2011 11:49

Pues I´m a believer es un gran tema.

Rodrigo
Rodrigo
1 diciembre, 2011 12:01

Pues yo rompo una lanza por la linea 2099. El Spiderman de Peter David y Rick leonardi, el Dr. Muerte conquistando los EE.UU, el rollo ciberpunk de Ghost Rider y la brutalidad pasada de vueltas del Punisher futurista (¡tenia una carcel con su propio pasillo de la muerte!) me molaban cantidad.
 
Por cierto, grandisimo artículo.

Luisru
Lector
1 diciembre, 2011 12:41

¿»laureada etapa de Warren Ellis en Excalibur»? A mí me pareció horrible, sobre todo comparándola con la de Alan Davis, que es lo mejorcito de los 90, y espero que continúe algún día. ¡Y nada de Excalibur: el fin! ¡En la continuidad normal! está clarísimo que el verdadero Excalibur nunca volvió del futuro de Rachel y llevan perdidos entre dimensiones desde entonces.
Y que Busiek copie a la JLA de Morrison no sé yo, me parece mucho más copia de aquella lo que viene haciendo Bendis desde los New Avengers 1.
En general, los 90 de Marvel me dejan una sensación agridulce: se hicieron muchos cómics magníficos (ClanDestine, New Warriors, el Hulk de Peter David), pero también fue el principio de prácticas horribles que persisten hoy en día. Y no me refiero a pasarse por el forro de los cojones la continuidad, los crossovers semanales, etc: me refiero al fin de los bocadillos de pensamiento. Morrison o Ellis serán muy guays pero deben tardar en escribir un cómic 30 minutos. No es que añore los interminables textos de Claremont (qué coño, los añoro), pero me gustaría a veces tardar más de 5 minutos en leer un cómic e superhéroes. En fin…

Cage90909
Cage90909
Lector
1 diciembre, 2011 12:56

A mi me gusto el capitán marvel de Peter David, los thunderbolts de Kurt y el Capi de las dos etapas de Mark Waid.

donaldblake
donaldblake
Lector
1 diciembre, 2011 13:00

Luisru, no puedo estar mas de acuerdo con tu último parrafo.
 
Que Busiek es un copión lo sabemos todos, antes que nadie él mismo, de todas formas para mi perdió todo su honor cuando hizo que Superman nockeara a Thor.
 
Lo peor de los 90 fue el endiosamiento que hicimos de algunos autores que consiguió situar en el top 10 de ventas comics malísimos solo porque lo dibujaba tal o cual. Eso si que no pasaba en otras décadas en las que generalmente la calidad se recompensaba con ventas y los personajes y colecciones mas cutres pasaban rápido a la historia.

Rodrigo
Rodrigo
1 diciembre, 2011 13:01

¿El Capitán Marvel de Peter David es de los 90? ¿No es de principios de los 2000?

tremere
tremere
Lector
1 diciembre, 2011 13:08

Pues yo sigo deseando que recuperen el 2099. Me encantaba muerte 2099, y toda la ambientacion… La empresa experta en IA era española xd.

Marcos Martín
Marcos Martín
1 diciembre, 2011 13:16

Gran artículo, Daniel, lo he leido con detenimiento porque para mi los 90 es la década casi desconocida. Por suerte o por desgracia aquellos años no me interesaba tanto el cómic (no sé si fue un mecanismo de defensa de mi cerebro, aun estoy en la duda) y lo que veía en mi librería habitual no me llamaba casi nada en absoluto. Yo siempre hojeaba los números de los Vengadores y aquello que veia era totalmente diferente a lo que había disfrutado en los 80. Para mi toda aquella estética nueva y exagerada no cuadraba con la imagen que tenía de mis héroes favoritos de los 70 y 80, habían cambiado tanto que llegué a considerarlos versiones distintas y atemporales de lo que yo conocía. Ahí has mencionado a Chuck Dixon y su limitada de Ojo de Halcón o los Guardianes de la Galaxia, de lo poco que compré por aquellos años.
Curiosamente me reenganché a los cómics en la segunda mitad de la década con toda la revolución Image. Ya que mis personajes preferidos los veía pervertidos, por decirlo de alguna manera, mejor era intentarlo con otros que eran nuevos y que no me pedían realizar una labor de update concienzuda. Luego piqué con el Heroes Reborn (sigo creyendo que el papel satinado tuvo mucha culpa, molaban los dibujos en ese papel) y bueno… cuando vi a Busiek y Pérez un año más tarde en los Vengadores se me abrieron los cielos.
En cualquier caso, leyendo el artículo he visto que hay unas cuantas series que me han llamado la atención y que creo que merecen la pena que les eche un vistazo, después de todo la mierda sirve para que crezcan mejor los frutos.
Lo que más me ha gustado es que Marvel resurgió de aquella crisis tan brutal. Como bien dices, en época de crisis se agudiza el ingenio. A ver si en este país ocurre lo mismo.

jorgenexo
jorgenexo
1 diciembre, 2011 13:24

Pues sí, Luisru, pese a que comics buenos los hubo, sin duda, en los 90 se generó y fraguó una forma de entender los tebeos en la que lo visual primaba excesivamente sobre lo narrativo (gráfica y textualmente), cuyos efectos son aún bien visibles, aunque no con la homogeneidad de los 90. Y lo visual entendido en términos pretendidamente impactantes, además, descuidando unos mínimos criterios de calidad.
Sería exagerado decir que esta forma de entender los comics se ha mantenido tal cual en la actualidad, pero sus efectos secundarios son palpables: reducción del texto a su mínima expresión, incapacidad para prestar atención individualizada a personajes o situaciones secundarias o que no constituyen el eje central de la historia, sobreexplotación de determinados personajes… Cierto es que esto ya no es la época en la que te intentaban colar un puto tebeo con pin ups en bañador o con descripciones de las armas de Castle, pero… se echan en falta autores con capacidad y ganas para contar buenas historias, mimando cada personaje con el que trabajan, centrándose en lo que están contando y no en las mil ramificiaciones de los personajes y los grupos (ramificaciones que, por otra parte, se las psan por el forro cuando les interesa, sobre todo con los personajes omnipresentes), autores completos o tandems guionista/dibujante estables y con objetivos a largo plazo, que logren el tan preciado equilibrio entre historia y dibujo. Vamos, se echa en falta el Alpha Fligth de Byrne, por ejemplo (pese a su abuso de la excesiva longevidad de los malos como elemento recurrente), el Thor de Simonson o… el Hulk de David y Keown. Una forma de trabajar con super héroes que fue tan dejada de lado en los 90… que ya no ha vuelto a recuperarse. Para encontrarla, hay que acudir a las colecciones o series limitadas diferenciadas de las longevas series mainstream. Lo curioso es que algunas de estas series (estoy pensando en Powers, por ejemplo) están escritas por la misma gente que no sabe (o no quiere) hacerlo igual de bien con Los Vengadores, por ejemplo, donde ante todo lo que buscan es dar golpes de efecto sin un objetivo claro herederos de los que se impusieron en los 90.
Y a mí tampoco me gustó particularmente el Excalibur de Ellis pero es que, además, le acompañaba cada dibujero que… Y yo también añoro los textos interminables de Claremont, pero aquellos en los que tenía algo interesante que decir, no en los actuales, que con sus obras Forever está dejando a las claras que indudablemente mantiene cierto estilo, pero cuesta reconocérselo.
De los 90, en Marvel, de entre todo lo citado, guardo especial cariño por Los Años Perdidos de la Patrulla-X: era el único tebeo en el que reconocía a mis personajes favoritos entre clones melenudos de Magneto y demás zarandajas. De los Vengadores y sus personajes satélite, prácticamente me desvinculé hasta que comenzó a dibujarlos Davis. De Hulk, tras David, ni idea. A los 4F los seguí algo en aquellos tomillos que se publicaron por aquí (¿qué ha sido de Paul Ryan, por cierto?)… A Spidey, como tantas veces, lo seguí por inercia (como a los mutantes)… Años oscuros, raros, de lectura compulsiva en la mayor parte de los casos, estos 90. Y eso que pasé total y absolutamente de las colecciones integradas en los Heroes Reborn…

Brin London
Brin London
1 diciembre, 2011 13:37

Pues la decada de los 90 tubo sus aciertos ya que consiguio «servidor incluido» que muchos aficionados al comic investigaramos nuevas tierras,independiente,europeo y releyeramos material añejo.

Fran
Fran
1 diciembre, 2011 14:23

donaldblake, no, los 90 fueron horribles, especialmente la primera mitad de la década. Creoqeu el artículo no hace toda la sangre que podría haber hecho, tan sólo expone lo que había, y el lector saca sus conclusiones.

Sí, en los 80 había tebeos flojos, pero no tantos y no tan flojos. Como se dijo en los comentarios de ese artículo, al menos entonces había un saber hacer que te salvaba lo más mediocre. El peor tebeo de Los Vengadores de los 80 (tienes para elegir, ¿cuánto? ¿entre 6 y 10 tebeos?)le da mil millones de vueltas al peor de los Vengadores de los 90 (y hay tela donde elegir, la Encrucijada, Terry Kavanagh, Avengers Unplugged, Ben Raab…). No sólo eso, es que la producción de Marvel se multiplica por 10, y no precisamente cuidando la calidad.

Es cierto que durante ese infausto lustro (la segunda mitad ya es otra cosa, aunque tenía sus carencias) brillaba con luz propia todo lo que hacían Peter David y Alan Davis, dignos de entrar en la lista de los mejores comics Marvel de todos los tiempos, pero es que eran lo contrario a la tendencia, y estaban enterrados bajo toneladas de caca.

Por cierto, un detalle del artículo, hablando del «joven dibujante» que acompañaría a Starlin en Estela Plateada y la Trilogía del Infinito…¡no se llega a mencionar su nombre! Sí, ya sé que es Ron Lim, pero el artículo debería mencionarlo.

Por cierto, ¿Bob Harras estuvo implicado en Midnight Sons? Creo que entonces sólo llevaba mutantes, y la parte sobrenatural la llevaba Bobbie Chase. Sí, él era el editor más influyente de la editorial y lo que él hacía con los mutantes, luego se replicaba en el resto de la editorial, pero creo que personalmente no estuvo implicado en esa saga.

mariano
mariano
Lector
1 diciembre, 2011 15:38

JorgeNexo, Paul Ryan dibuja las tiras de prensa de El hombre enmascarado.

sebasaurus
sebasaurus
Lector
1 diciembre, 2011 15:55

«Thunderbolts de Kurt Busiek y Mark Bagley, introducirían a un nuevo grupo de superhéroes que conseguía dejarnos boquiabiertos con una inesperada vuelta de tuerca hoy histórica.»

a que se refiere?? leo marvel desde desunidos, asi que me pierdo con eestas cosas…porfa ayudenme

Luisru
Lector
1 diciembre, 2011 15:58

Jorgenexo, lo has explicado mucho mejor que yo. Por cierto, en el artículo creo que falta una parte del texto cuando mencionáis a J.M. DeMatteis, ¿le consideráis un artesano? La verdad es que sus números de Spider-Man no estaban nada mal, con aquel villano tan absurdo que se llamaba Judas Traveller y Bagley a los lápices. Y los Vengadores de La Encrucijada eran infames (aquella Avispa, puag), pero al lado de los Bendisdores, casi me parecen decentes. Y, de nuevo, rompo una lanza por Alan Davis (ese hombre que consiguió que no dejase de leer cómics a mediados de los 90) y su etapa en X-Men, la última aceptable de los muties si descontamos la de Morrison (a Whedon el tiempo le pondrá en su sitio).

QuijoteX
Lector
1 diciembre, 2011 16:20

He tardado casi un día en poder leer bien el artículo y me ha encantado. La década en la que empecé a leer cómics y también en la que los abandoné. Pero de esta época a mí (que no leía muchas series, no como ahora) me encantaron Matanza Máxima (aun hoy me pregunto por qué) y sobre todo, La Era de Apocalipsis, que la recuerdo con mucho cariño.

A ver si podéis a todos los artículos juntos y hacer un minilibro o algo, porque sería la repera

Marcos Martín
Marcos Martín
1 diciembre, 2011 16:32

«a que se refiere?? leo marvel desde desunidos, asi que me pierdo con eestas cosas…porfa ayudenme.»
Para sebasaurus. Thunderbolts, si no la sigues, comenzó siendo una serie cuyos protagonistas guardaban un gran secreto que se desvela al final del primer número. Por aquel entonces fue un bombazo porque el internet de aquella época no era lo que es hoy, así que los lectores se llevaron una buena sorpresa. Si no lo has leido, date el gusto de ir y comprar el CES de los Thunderbolts que está regalado y es todo una joyita.

Pedro Monje
1 diciembre, 2011 16:54

He tardado casi un día en poder leer bien el artículo y me ha encantado.

Gracias, QuijoteX. Pues imaginate lo que ha costado hacer este, así como los otros. Llevamos preparando esto desde mediados de Octubre…

A ver si podéis a todos los artículos juntos y hacer un minilibro o algo, porque sería la repera

Si que molaria, si… Hmmmm….

jorgenexo
jorgenexo
1 diciembre, 2011 17:21

Coño, mariano, es verdad: ¡si o publican en El Correo y lo veo bastante a menudo! Ay, estas pérdidas de capacidad de atención…

Tiegel
Tiegel
1 diciembre, 2011 17:34

Me han entrado ganas de releer muchas cosas. Y ver a Grimrod ha hecho que Alien Legion sea lo primero

No doy felicitaciones por el articulo porque tiene pinta de haberse escrito en un par de minutos XD

jorgenexo
jorgenexo
1 diciembre, 2011 17:39

Por cierto, ahora que he pinchado el link «¿Te acuerdas de los 90?»: Tarzan boy, de Baltimora, es de los 80. Del 87, concretamente. Eso sí, al hilo del inicio del texto, Jimmy McShane, el alma mater de Baltimora, murió de SIDA en el 95. Sí, la cancioncilla es chorra, pero muy evocadora…

jorgenexo
jorgenexo
1 diciembre, 2011 17:41

Qué del 87… ¡del 85, si estaba yo en 1º de BUP…!

honorio76
honorio76
Lector
1 diciembre, 2011 20:31

Como alguien mencionó más arriba, el Capitán América con tetas del «maestro» Rob Liefeld es la mejor alegoría de la Marvel de entonces..

Huckleberry
Huckleberry
1 diciembre, 2011 20:58

Joer. Pedazo artículo. Me lo he leido de cabo a rabo, y eso ha sido un buen rato… ¿ahora qué le digo a mi señora cuando llegue a casa y descubra que la cena no está a punto? ¡Ay, en que follón mas metio!

PD: Yo me enganché por esa época… Y claro, quieras que no recuerdas ciertos comics con nostalgia. ¡Bendita inocencia! Aluciné y mucho con La Era del Apocalipsis y con el Heroes Reborn. El DD de Quesada me pareció lo mejor que se había parido jamás y Pantera Negra… ¡ay, siempre quise saber como terminaba esa étapa de Pantera Negra!

Huckleberry
Huckleberry
1 diciembre, 2011 21:00

PD: Ah, y no creo que el artículo sea denso. Para nada. Tienes un estilo muy agil, frases cortas, ameno. Y de vez en cuando cuelas alguna coña que se agradece.

No, no es denso: es largo y enfermizamente completo.

Lo que es muy diferente 😉

KURT
KURT
1 diciembre, 2011 21:40

LOS NOVENTAS FUERON HORRIBLES PARA MARVEL Y EL RESTO…!!!!
 
DC publicó gran parte de sus obras más grandilocuentes durante esta década. Las obras maestras de Grant Morrison: Patrulla Condenada, JLA, Arkham Asylum, Garth Ennis y su Hellblazer, Predicador, Hitman, incluso Punisher; Sandman de Gaiman, James Robinson y sus trabajos de Edad de Oro, Starman, Peter David en Supergirl, Aquaman y Young Justice; Todo lo que publicó la línea Vértigo, incluido Transmetropolitan de Ellis. La Muerte de Superman, Las Leyendas del Caballero Nocturno, las numerosas sagas de Batman, Azrael, Kingdom Come, y mucho mucho material de calidad.
Tuvimos Image, con Spawn, los Wildcats de Jim Lee, Travis Charest, James Robinson y Alan Moore; The Maxx de Sam Keith, Todo lo que hizo Ellis para Wildstorm con Stormwatch, DV8, The Authority, Planetary; Astro City, Gen 13, Danger Girl, ABC de Moore, y otras series rescatables.
Apareció Bravura y Leyend con trabajos como Hellboy, Sin City y Next Men.
Y si nos ponemos a recordar y mirar nuestras colecciones nos daremos cuenta que mientras Marvel no brillaba como antanio pero publicaba series dinámicas y divertidas y alguna que otra cosa que valía la pena como Marvels de Busiek y Ross. DC hacía lo suyo y la competencia era feroz pero muy dínamica, muy activa.
No critico a la Marvel de los noventa porque se cuadró con lo que se estaba haciendo en la época y fuera cuestionable o no, igual lideraba las preferencias en las ventas.
Sus Heroes Return fue un rotundo éxito y de ahí se afirmó como ninguna otra empresa… Quesada aprovechó el impulso de esa Marvel e imitó lo que hizo Wildstorm para hacer de la Casa de las Ideas lo que fue en el nuevo siglo.

Iván
Iván
1 diciembre, 2011 21:40

Pues yo me uno al club de los nostálgicos, quizá no fuesen grandes obras (de hecho serían bazofia y todo eso) pero mis amiguetes que dejaron los comics hace tiempo aún recuerdan con cariño sagas como «Atlantis Ataca» (finales del 89, principios de los 90) o a los hijos de la medianoche.

Tiegel
Tiegel
1 diciembre, 2011 23:48

Huckleberry, a mí me pasó igual con Pantera Negra. Bueno, y me sigue pasando, que no quiero mirar en internet por si algún día alguien se anima a terminar de sacar la serie. A veces creo que soy la única persona en Europa a la que le gusta Christopher Priest!

ipso_facto
ipso_facto
Lector
2 diciembre, 2011 1:00

Muy buen artículo sin duda. Sobretodo porque nos recuerda los excesos y veleidades de una década que no debería repetirse: leyendo este artículo me doy cuenta de que los 90 en Marvel son, en general, una época para olvidar salvo contadísimas excepciones: el Hulk de Peter David, los Excalibur y Clandestine de Alan Davis, el regreso de los Vengadores de la mano de Busiek y Pérez y… nada más. El resto oscila entre la mediocridad y el mas absoluto desastre. Ni los tan sobrevalorados X-Men de Claremont/Lee (en un momento en que el primero ya daba señales de adocenamiento y falta de ideas), ni el muy decepcionante regreso del primero a los X-Men, ni los muy flojos X-Men de Alan Davis, ni nada de lo que hicieron los Lee, Liedfeld, Silvestri, McFarlane, Portacio y de más clones (dibujantes discutibles cuando no mediocres y pésimos narradores) a los que añadiría los Lodbell o Dixon de turno, o unos perdidísimos Joe Kelly o Steve T. Seagle, o un Byrne definitivamente en horas bajas… En fin: lo mejor de los 90 en los cómics Marvel es que ya han pasado.

nenoskoda
nenoskoda
Lector
2 diciembre, 2011 1:54

Sus Heroes Return fue un rotundo éxito y de ahí se afirmó como ninguna otra empresa…
 
Sus Heroes Return no fue un rotundo éxito. Aunque tuvieron mejor acogida crítica no mejoraron las ventas de Heroes Reborn. La más destacable de las 4 series fueron Los Vengadores de Busiek y Pérez, pero ni el Iron Man de Busiek, ni el Capi de Waid ni los 4F de Claremont y Larroca fueron grandes éxitos ni ventas ni en crítica.
Quesada aprovechó el impulso de esa Marvel e imitó lo que hizo Wildstorm para hacer de la Casa de las Ideas lo que fue en el nuevo siglo.
 
Quesada no aprovechó el impulo de esa Marvel ni imitó lo que hizo Wildstorm.
 Quesada aplicó a todas las series el tratamiento adulto que tenían sus series de Marvel Knights. Aparcó durante un tiempo las historias típicamente superheroicas, los crossovers, la aparición de personajes invitados, prescindió de autores superheroicos establecidos y abrió las puertas a guionistas y dibujantes de la escena independiente para darle un nuevo aire a Marvel.
 
También consiguió que cada serie se desarrollara en un entorno bastante cerrado al resto del UM, hecho por el que se le criticó bastante, acusándole de que las series estaban tan aisladas y había tan poca interacción entre los distintos héroes que terminaría por acabar con la idea de «Universo» Marvel.
 
Todavía recuerdo (con una sonrisa) los artículos de Pedro Angosto sobre el tema.

Spirit
2 diciembre, 2011 9:12

Pues mis felicitaciones por el artículo, que es de los de copiar, pegar en word y leerlo despacio y tranquilo. Me ha parecido fabuloso, de verdad, y refleja muy bien la época y reseña todas las colecciones, autores y tendencias (y bueno, es normal que una o dos se olviden, leñe, que sois todos unos quisquillosos).
 
Yo de los 90 huyo como la peste…es la época en que busqué refugio en norma y sus clavadas de precios. No obstante, es cierto que diez años dan para mucho y algún cómic bueno hay entre todo ese berenjenal de desastres.

Noryab
Noryab
2 diciembre, 2011 18:25

Me quito el sombrero, me pongo de pie y aplaudo con frenezi! Reverencias al autor de semejante croologia. Mis respetos por este viaje mental al pasado. Entre risas y suspiros melancolicos te felicito por este supertrabajo. Te mereces usar un atuendo cargado de bolsillos misteriosos y armas de destruccion masiva de mano

Angelo Fakemon
Angelo Fakemon
3 diciembre, 2011 0:46

«La Muerte de Superman, (…)mucho mucho material de calidad.»

Ja, no se te han visto los colores ni nada, hombre.

ALIENIGENA
ALIENIGENA
Lector
4 diciembre, 2011 15:24

De nuevo enhorabuena a ZN por estos magníficos artículos. No tienen precio.

NOWL-AHN
NOWL-AHN
Lector
5 diciembre, 2011 12:54

Muchas gracias Daniel por el titánico esfuerzo que sin duda hay detrás de este excelente artículo.
Lo que jamás entenderé es como un tío tan MALO (mediocre se me antoja en este caso ser benévolo en exceso) como Rob Liefield llegó a ser dibujante profesional y menos aún a ser hot artist y vender millones de cómics…
Creo que la ilustración que encabeza el artículo es buena muestra de lo que estoy diciendo.
McFarlaine, en mi opinión, tampoco es que fuese una maravilla, pero claro, al lado de este, era Miguel Ángel.
Se patentiza claramente su formación autodidacta y su falta de una mínima técnica básica a la hora de proporcionar la figura humana, disfrazandolo como una «nueva tendencia estética», para esconder que, simple y llanamente, este señor no sabía dibujar (al menos no como un verdadero profesional).
No se qué le pasaría por la cabeza a los señores que contrataron a esta gente en su momento y les pagaron por sus dibujos, pero desde luego si vas hoy día a cualquier editorial con semejantes truños, te los tiran a la cara.

Zerfoinder
Zerfoinder
Lector
5 diciembre, 2011 17:52

Un grandioso ejercicio de nostalgía, tal vez sea una mala época, pero me ha traído los mejores recuerdos.

Al parecer, según mi piel (pues aún se eriza al recordarlo), el mejor momento para mí fue el final del número 1 de los Thunderbolts (creo que lo menciono cada que es posible).

Le seguiría tal vez:
-la muerte de Xavier y la consecuente Era de Apocalipsis.
-Los X-men de Alan Davis.
-El «anuncio» de la vuelta de Claremont.
-Avengers de Busiek

maximiliano
maximiliano
5 febrero, 2012 21:57

hola si quisiera saber si van a sacar la ultima parte del informe me eh quedado con ganas de leer lo ultimo por favor tomen en cuenta mi pregunta estoy muy ansioso

Wolvie
Wolvie
Lector
12 septiembre, 2013 23:03

Wow, pedazo de informe!!!!!!!