De Javi de Castro hemos hablado ya varias veces. En Zona Negativa reseñamos el fanzine colaborativo que él mismo editó junto a otros jóvenes artistas de su generación, y yo mismo reseñé también su obra anterior, Sandía para cenar. de Castro, a pesar de su juventud, ha demostrado una gran habilidad con los lápices y, a base de no parar quieto, ha acabado publicando en una gran editorial como Dibbuks junto a un destacado guionista como es Josep Busquet. Aprovechando la presentación que hizo en la Librería Nemo, en Albacete, servidor se puso en contacto con Javi, y después de una buena cena en un bar rústico donde se nos despachó con mucha comida y mucha cerveza, nos pusimos a hablar de toda su trayectoria y, en concreto, de La última aventura.
Aunque es tu primer cómic con una editorial grande, no sales de la nada. Te hemos visto en Internet y en fanzines. En cuanto a fanzines, tenemos Oiga, mire y Agustín. ¿Cómo surge hacer estos dos proyectos y cómo funcionan?
A ver. Yo no quería hacer fanzines porque sabía que me iba a meter en un marrón gordo. Uno sabe qué es hacer un fanzine, conoces a gente que hace fanzines y sabes cómo va el tema. Pero estaba estudiando ilustración en Valladolid y teníamos que hacer un proyecto de fin de carrera que consistía en crear una editorial o algo parecido, y yo me las apañé para montar una editorial y una revista de cómic, que acabó siendo un fanzine con historias que ya tenía y algunas nuevas y eso es lo que presenté.
¿Oiga, mire, verdad?
El primero, sí. Hice una tirada muy pequeña, de cincuenta ejemplares, a color. Ya no queda ninguno, fue algo muy exclusivo. Se puede leer online. Y tuvo buena acogida, entre amigos; lo dejé en alguna tienda de Barcelona, y tuvo buena crítica, salió en Entrecomics, y como eso me gusto me lancé a por un segundo, esta vez más tipo fanzine, con una tirada mayor, sacarlo con cuatro historias preparadas para el fanzine, todas mías, y funcionó bien y a partir de ahí me aficioné al tema del fanzine y a ir a salones e hice un tercer número. El tema de Agustín es una idea que tenía desde hace tiempo. Tenía que ser en ese formato, y como no tenía una salida editorial, me decidí a autoeditarlo.
Agustín va de un anciano con poderes.
Sí, un señor de mediana edad hipocondríaco con superpoderes. Yo soy muy cobarde, me como mucho la cabeza, y cuando me sale un sarpullido empiezo a pensar que tengo cáncer y lo busco en Internet, y entonces pensé, y como estaba la moda del superhéroe realista, que podría haber una persona con superpoderes pero que no los quiere. Porque si lo piensas, no mola. Porque todo el rollo ese de Spider-Man de «todo gran poder conlleva una gran responsabilidad» me pareció algo ridículo, porque nosotros, sin superpoderes, podemos hacer muchas cosas para ayudar a la gente y no lo hacemos, ¿por qué por poder volar voy a ponerme a salvar a la gente? Es absurdo, ¿no? Mi idea era hacer un superhéroe realista y demostrar que un superhéroe realista es un rollo. Es aburrido, en realidad. Sin la magia de tener eso valores reales, de ser una buena persona, que es algo irreal, pues no somos completamente buenos, no tiene ningún sentido.
Desmontas el mito del superheroe, vaya. No hace falta volar ni superfuerza.
Es ficción. No creo en un superhéroe realista porque es totalmente contradictorio. Es algo épico y casi poético que no se podría dar en la vida real. Hay héroes cotidianos, pero vaya, es otra cosa. Todos tenemos nuestra parte mala.
¿Crees que estos fanzines han sido importantes para llegar a publicar en una editorial grande?
No sé si directamente por el hecho de hacer fanzines, pero sí que me han servido como escuela. Yo no he estudiado cómic sini ilustración, y lo que sé de cómics lo he aprendido trabajando. Si no hubiese hecho fanzines, pocos cómics habría hecho, la verdad. El hecho de hacer tu propio fanzine te obliga a trabajar, y así es como aprendes, mejoras, llegas a gente, aunque sea en formato digital. En formato impreso no llegas a tanta gente pero parece que te toman más en serio. Podría decir que sí me ha servido, pero porque he trabajado, he mejorado, mi nombre suena un poco más. Pero todo se reduce a que la gente le guste lo que haces. Si no gustas, a la editorial le da igual lo que hayas hecho.
¿Cúando empezaste?
En 2010 el primer Oiga, mire y en 2011 el segundo y desde ahí ya no he parado.
Estamos en 2015 ¿Ves que has evolucionado?
Sin duda. Se nota mucho en cinco años, pero en un año ya se nota. Sandía para cenar esta peor dibujado que La última aventura. Lo noto. Ves cosas nuevas, tienes nuevas influencias. Últimamente me ha dado por dibujar objetos, que es algo que nunca me había apetecido, y ahora los hago mucho mejor. Hay cosas que van mejorando sin querer, solo por trabajar. Yo lo noto mucho más que el lector, y mis obras anteriores me parecen cada vez peores.
Desde el principio tienes un estilo muy personal e identificable.
Me alegro.
Es verdad. ¿Es algo en lo que te has esforzado especialmente?
De eso no soy tan consciente, por lo que te decía antes. Veo que voy evolucionando, que mejoro en algunas cosas, pero como sé cuales son mis influencias, o al menos parte de ellas, pues como que no me veo tan inidentificable. Me cuesta más distinguir eso.
¿Es algo que hayas buscando? En plan, me gusta este estilo, voy a por él.
El tema del estilo obsesiona un poco. Al principio, cuando empiezas, quieres tener tu voz, que se reconozca, pero al final no me preocupé tanto. Es algo que te encuentra a ti. Yo dibujaba, me gustaban ciertos autores, intentaba hacerlo como ellos pero no me parezco a ellos, al final es una mezcla de lo que te gusta y eso es lo que haces.
Es un poco involuntario.
Sí, sí, claro. Al final es como te sientes cómodo. Al principio te sientes cómo dibujando las piernas de una manera, las caras de otra, los objetos de tal manera, y al final todo eso se mezcla y sale tu estilo.
En Sandía para cenar hay elementos fantásticos al igual que en obras anteriores, pero ahora el protagonista es joven. ¿Te interesaba contar algo más generacional, cercano a ti en ese aspecto?
Lo escribí antes de que se publicase, o sea que era mucho más joven que el protagonista.
No era contar algo generacional sino contar algo cercano, algo de lo que supiese. No quería contar algo de un hombre de cuarenta años, ¡aunque Agustín lo sea! (risas), pero era una historia rara que sí que tenía que ver mucho con mi forma de verdad la vida por entonces, y me pareció que en ese momento tenía que ser así.
Lo típico de «escribe de aquello que conozcas». ¿Te parece una limitación o te abre puertas?
La gente joven, la gente de tu entorno, se puede llegar a identificar con algo así más que si escribes sobre otra cosa. Si escribes sobre un hombre de cuarenta años casado, que yo no sé lo que es eso, al final no llegas ni a uno ni a otro, porque al primero no le llega y al segundo tampoco porque no has sabido captar realmente lo que es estar casado y con hijos. Por lo tanto, no, no creo que te limite. Si quieres hablar de algo más personal, está bien si has tenido alguna experiencia en eso, si quieres hacer otro tipo de ficción, puedes echarle imaginación.
Sandía para cenar tiene gente normal, que va al bar, que queda, pero luego acabas introduciendo la fantasía. ¿Cómo se te ocurre meter a una sandía humanoide?
La idea se me ocurrió cuando estaba en Valladolid estudiando y estaba en un piso solo. Un día vi un pájaro malherido, o muerto, no sé, en la calle, y empecé a pensar en qué pasaría si me lo llevase a casa, empezase a crecer, se convirtiese en humano (paranoia, paranoia) y acabase siendo una especie de inquilino al que no puedes echar, en un hijo. La idea del pájaro no me gustaba porque era demasiado obvia en cuanto a metáforas: cría cuervos, la libertad y echar a volar. Así que quise buscar algo totalmente surrealista y meterlo en una historia costumbrista. Quería meter algo con gente normal y meter de repente algo que no tiene ningún sentido pero que nadie extrañe y que el lector lo acepte como normal dentro de esa ficción. Y la sandía me pareció un buen personaje, totalmente fuera de lugar. Pero luego acaba dando igual. Yo quería hacer algo que no diese lugar a interpretaciones. En el prólogo que escribe Mikelodigas saca unas ideas que ni se me habían ocurrido.
Yo tengo que admitir que no me sugirió nada.
Totalmente. Luego recuerda al refrán, así que al final era inevitable. Pero vaya, no era tan obvio que como con el pájaro.
No querías sacarle lección moral, vaya. Ningún mensaje, nada de adoctrinar.
Exacto.
Cuando hice la reseña de la obra, hablé precisamente de eso. En una obra realista, cuando metes un elemento fantástico, al final el lector lo acaba aceptado como real y se acaba sometiendo a sus normas.
La suspensión de la incredulidad que le llaman a eso. Me influyó mucho La metamorfosis de Kafka, que suena muy pretencioso, ¡ojalá! El personaje se despierta siendo una cucaracha y todo el mundo reacciona de una manera que no te esperas. Si algo así pasase, con la cucaracha o con la sandía, creo que lo normal sería que todo el mundo saliese loco, que dijese «¡oh, dios mío, esto es inaudito! Que alguien llame a la comunidad científica, a alguien, a un sacerdote, por Dios!» Pero ahí no, lo aceptan y punto. ¿Hay que darle de comer? Pues se le da. Me impactó mucho. Yo hice lo mismo. Creé una sandía y hice que fuese algo normal. Lo aceptan y punto, sigamos con lo nuestro y a ver qué pasa.
Creo que Sandía para cenar es el tebeo más experimental que tienes. Diría que no hay dos páginas iguales.
Me gusta mucho hacer eso. Si no, me aburro. Bueno, hacer páginas iguales también es interesante a nivel narrativo. Pero me gusta experimentar y jugar con el lector, con el tiempo que va pasando en la viñeta. También son cosas que aportan al cómic. Es lo que me gusta leer, que no sea monótono, es mucho por gusto.
¿Cómo ves experimentar en los cómics? ¿Es necesario? ¿Te divierte?
No lo veo necesario. Me gusta y ya está. Hay veces que lo veo necesario y otras veces que lo veo divertido, pero a veces lo hago de manera tradicional y punto.
¿Te ves condicionado a experimentar, tal vez? Si no hago algo distinto no me van a tomar en serio.
Qué va. En La última aventura no quise abusar. Tampoco quiero encasillarme en hacer experimentación, ¡tengo mis límites! A veces puedes cansar al autor. Me gusta mucho Jason, me flipa. A nivel narrativo es muy tradicional, pero sus historias están muy bien contadas. Tampoco hace falta volverse loco con las viñetas, porque puede llegar a ser confuso.
A mí eso me interesa mucho, ¿cuánto es necesario experimentar y exprimir el lenguaje y cuanto depende simplemente de la historia? Un autor que me encanta es Chester Brown. Sus páginas son todas iguales, ¡pero los cómics al final son geniales!
También es difícil hacer eso. Un tebeo «tradicional» es Astérix, o Tintín, que no tienen una experimentación brutal, pero tampoco tienen todas las viñetas iguales. En realidad, hacer un cómic con todas las viñetas iguales también es difícil, es difícil mantener la atención, y Tintín está muy bien narrado. Hombre, por eso son buenos, porque se leen del tirón.
Me interesa mucho lo que has hecho en Oiga, mire: mañana, dando a conocer nombres de autores muy jóvenes que puede que nadie conociese. ¿Te interesa esta labor divulgativa?
Oh, ¡gracias! (risas). Era mi intención, sí. Todo el mundo me decía, «¡qué joven eres, qué joven eres!» Pero yo estaba viendo a mucha gente con mucho nivel, una generación muy buena, mejores que yo, y se me ocurrió juntarles en un mismo fanzine y darles a conocer. Todos estaban haciendo cosas por su cuenta, pero me apeteció meterlos a todos en un mismo fanzine. Un recopilatorio de autores que, según mi criterio, van a triunfar. No solo es gente buena, sino gente que se mueve mucho y mueve mucho lo que hace, que es el verdadero secreto.
Vamos al tema. La última aventura. ¿Cómo surge hacer este proyecto?
A Josep lo conocía por un trabajo anterior, por un encargo en el Josep era el guionista. Yo al final lo dejé, pero nos conocimos y dejamos pensado hacer algo juntos. Luego en Barcelona quedábamos a tomar algo y surgió hacer algo más en mi tono, más experimental, metanarración, pero no funcionó dentro de las editoriales. Y Josep me dijo que por qué no hacíamos un cómic de aventuras para Dibbuks. «¿Aventura, aventura?», le pregunté. «Aventura, pero sin ser de aventuras». Y como a Ricardo [Esteban] le gusta el tema de aventuras, el proyecto le encantó y seguimos con ello.
¿Cómo es el proceso creativo de La última aventura? ¿Te dio Josep un guión muy cerrado?
No, para nada. Bueno, Josep me iba pasando el guión poco a poco. Yo sabía cómo iba a ser la historia, la idea general, y yo iba metiendo ideas y haciendo cambios, en cuanto a narración y tal, pero sin tocar la historia.
¿Qué es lo que te atrajo de esta historia para decidirte a dibujarla?
Me gustó el tema de los flashbacks, las revistas, los falsos cómics. Eso me gusta. Crear una realidad a través de la ficción.
¿Consideras este cómic como un homenaje a los seriales de aventuras o como una parodia a lo que era un producto prefabricado?
Las parodias son homenajes, a su modo. Es una crítica más a la época, no al género, a la sociedad en la que se escribieron esas historias, que es por lo que eran historias machistas. Es una crítica a otra generación, a recordar con añoranza los tiempos pasados. También es un homenaje a esos tiempos.
¿Cómo participabais cada uno en el papel del otro; es decir, qué influencia ha tenido el guionista en el trabajo del dibujante y viceversa?
Como era una historia de aventuras, quise imitar a autores franceses, a
Veo en tus cómics, tal vez, cierta preocupación con la vejez y el olvido: Agustín es un anciano, La última aventura trata un poco eso, y Sandía para Cenar abarca el tema de la muerte. ¿Es posible?
(Risas). Nunca lo había pensado. No sé, igual soy un poco viejo (risas). Igual sí que soy un poco viejo en mis gustos, pero no lo había pensado. Pero sí, es interesante. Bueno, cada vez me va obsesionando más, pero tampoco lo había metido en las historias a propósito. Es de esas cosas que salen sin querer, como lo de los sofás.
Eso me suena de haberlo visto en Twitter.
Me dijo Álvaro Ortiz que en mis historias siempre hay sofás y es cierto, pero nunca me había dando cuenta.
En este cómic veo un cambio muy importante, y es el del color: por primera vez haces un cómic completamente a color.
En Agustín también. Fue un reto, porque le quise dar un significado a cada color. El tono del pasado es más apagado, el del presente es más vivo. Me interesaba que se notase. Es algo que en un principio no me planteé. Cuando estaba empezando y alguien me preguntó qué estaba haciendo y le dije que un tebeo de aventuras, me dijo «¡pues será a color!». Y tiene sentido, claro. Pero ya que iba a colorearlo, quería darle un sentido narrativo. Si usas algo, no lo hagas de forma gratuita
¿Cuáles son tus técnicas de dibujo? ¿Lo haces todo a mano o con el ordenador?
Hasta ahora dibujaba y entintaba a mano, y en este cómic la rotulación es digital. Pero ahora lo hago todo digital. Nada de lo que he hecho ha salido publicado. Es más fácil y más rápido.
¿Algún inconveniente?
Me costó acostumbrarme, pero de momento todo bien. Va mucho más rápido.
Algo que he observado es que tus cómics tienen todos el mismo tamaño, tanto autopublicándote como con editorial. ¿Es casualidad o algo que buscas?
Sí y no. El tamaño que busco es el que estoy acostumbrado a leer, ni muy pequeño ni muy grande. La última aventura estaba así en el contrato y me pareció bien.
Era la pregunta tonta de hoy.
El próximo va a ser cuadrado. Toma esa.
¿Ha supuesto un reto trabajar con guionista y además con una editorial grande? ¿Ha habido más presión?
No. Sé que estoy haciendo algo, que voy a cobrar, que se va a distribuir bien, que va a llegar a toda España, pero a la hora de trabajar, no. Sandía para cenar lo hice pensando en una editorial más grande. Lo dibujé, lo presenté, pero no funcionó, y al final ha salido con Thermozero, y encantado. De hecho, estaba metido en un cajón y la daba por inédita. Una noche, en Zaragoza, hablando con David López, me dijo que lo publicaba.
¿Cuál ha sido tu trayectoria como lector? ¿Con qué empezaste?
Esto es interesante. Soy de León. Descubrí que las tiendas de cómics existían a los diez años, y fue todo un descubrimiento. Leía cómics heredados, Mortadelo, Astérix, y los pocos que tenía los compraba en El Corte Inglés. Me gustaban las series de televisión de Spider-Man y Batman, y cuando salió la primera película de Spider-Man, salió un coleccionable. Ese fue mi primer contacto con un cómic que no era Mortadelo ni Tintín. La hice completa, me fascinó. Descubrí las tiendas de cómics y empecé a comprar cosas, pero claro, era pequeño, me quedaban lejos de casa y no tenía dinero, así que empecé a leer recopilatorios de superhéroes y luego ya la novela gráfica. Yo lo que quería eran libros que empezaran y acabaran en un mismo tomo, porque no podía ir todas las semanas a la librería (risas). Y luego ya lo típico: Maus, Blacksad y al final acabé aficionándome muchísimo.
¿Crees que esos autores han dejado poso en tu manera de hacer cómics?
Spider-Man y esas historias no. Me gustaron y ya está. Pero Maus, Jason, eso me flipó, me pareció magnífico. Y yo quería eso, escribir algo con un principio y un fin y a otra cosa.
¿Eres muy influenciable?
Muchísimo. Veo un western que me gusta y según lo veo, pienso, «¡quiero hacer un western!». O veo una historia de ladrones y lo mismo. Así todo el rato. Al final alguno de esos caprichos acaba madurando en mi cabeza y sale algo. Pero al final todo se reduce a culo veo, culo quiero.
Si hablamos de cine, televisión o literatura, ¿lo ves como una fuente de inspiración?
Me gusta mucho el cine. A veces veo un plano o lo que sea y digo «guau, tengo que hacer eso ». El cine y el cómic es lo que más me influencia. Son medios muy parecidos. La literatura no tanto, y la música no, nada.
¿Qué tipo de cómics disfrutas mucho ahora? ¿Nos recomiendas alguno?
Últimamente me fijo mucho en autores de principios de siglo. No estoy muy al día de lo que se publica últimamente. Frank King me encanta. No se ha editado nada suyo en España.
¿Tienes alguna meta como autor?
Hombre. Sí, mis metas son las mayores posibles. Como autor, aspiro a lo máximo, porque mi filosofía es que siempre te vas a quedar a la mitad. Quiero ser el mejor autor de cómic del universo. Llegar no llegaré, así que donde me quedaré donde me tenga que quedar, pero no quiero limitarme.
¿Qué autor te gustaría ser?
Jo, qué pregunta (risas). Me gustaría ser Jason, porque todos sus cómics son geniales, o Will Eisner y acabar marcando a media industria del cómic.
¿Proyectos en marcha?
Estoy trabajando para una editorial que se llama Modernito Books. Estoy haciendo la adaptación de unas memorias, y eso es lo que te puedo contar.
Muchas gracias. Ha sido un placer.
Igualmente.
Javi es un campeón con muchas páginas por dibujar aún, eso que ganamos todos.
No había visto nada de él, pero me ha molado fleje la entrevista mi próximo acercamiento a la tienda preguntare por Sandía para cenar 😀
Me ha gustado mucho la entrevista, me quedo con la sensación de que lo pasasteis genial con el encuentro y eso es algo q se palpa en preguntas y respuestas. Gracias a ambos y ahora toca ponerle remedio a la lectura de La última aventura que tras leeros me llama mucho la atención.