Manuele Fior: “Creo que las cosas que yo quiero decir y las cosas que el lector quiere comprender no tienen por qué ser obligatoriamente las mismas”.
Manuele Fior es un conversador tranquilo, pero apasionado. Confiesa que lee cómics habitualmente y que le costaría matar a cualquiera de sus personajes. Nos habla de sus influencias y de su manera de enfocar sus obras. Son unos cuarenta minutos de deliciosa charla sobre el arte y las principales características que nos hacen humanos.
Zona Negativa (ZN): Buenos días, Sr. Fior
Manuele Fior (MF): Buenos días.
ZN: ¿Cómo se inició en el mundo del cómic tanto como lector como autor?
MF: Esta pregunta es sencilla de responder, empecé a leer y dibujar cómics desde muy pequeño. Cuando era un niño. Llenaba cuadernos y cuadernos de clase con dibujos y cómics que luego vendía a mis compañeros de clase… [risas] Pero antes que la historieta, me interesé por los dibujos animados porque a finales de los años setenta en Italia las televisiones compraron toneladas de ficción animada de todo el mundo; de Japón, de Europa del Este, de Checoslovaquia u otros países y además se emitía un programa que se llamaba Fumetti en la TV donde reproducían historias de Hugo Pratt por ejemplo, no eran adaptaciones al uso, sino que cogían imágenes de cómic y les ponían voces y audio. Había historias de Corto Maltés, pero también cómics norteamericanos de superhéroes… Y yo empecé a dibujar mirando estos programas, comprando los cómics que salían en ellos…
ZN: ¿Hugo Pratt es una de sus primeras influencias?
MF: No tanto. Hugo Pratt es un caso difícil, porque lo conozco desde niño pero no era sencillo leerlo de niño… Mis primeros cómics favoritos eran los norteamericanos o los japoneses, a Hugo Pratt llegué más tarde. Ahora lo adoro, evidentemente, pero no es alguien que me influyó desde el principio…
Los norteamericanos eran los cómics de superhéroes; la edad de oro de Kirby, Romita… Spider-man, La patrulla X y otros similares. Y también los japoneses con El capitán Harlock de Leiji Matsumoto, Osamu Tezuka… y otros parecidos. En aquella época estaba muy impregnado de la cultura norteamericana y japonesa. Mucho más que la italiana.
ZN: Es verdad que se nota cierto estilo japonés en la narrativa…
MF: Tengo cierta tendencia a rebuscar en el pasado más que en el presente….
ZN: Usted ha estudiado arquitectura. Hay una buena cantera de arquitectos que luego se han convertido en autores de cómic; Attilio Micheluzzi, Daniel Torres… ¿Cree que son dos disciplinas que se parecen, que se complementan?
MF: Yo estudié arquitectura porque en Italia no hay escuelas públicas de cómic. No es como en Francia donde hay algunas muy importantes. Podías hacer bellas artes, pero mi familia no estaba muy de acuerdo. Provengo de una familia algo rígida. Y además haciendo bellas artes no tienes el cómic como asignatura principal… En cambio en arquitectura había una serie de autores como Guido Crepax, Lorenzo Mattoti… que se han encaminado por allí porque, aunque son estudios muy diferentes, hay ciertos aspectos que se asemejan y pueden complementarse. Además, las arquitectura tiene un potencial narrativo muy potente. Yo se lo explico a mis estudiantes, no es tanto meter edificios en las viñetas como usarlos en la puesta en escena. Por poner unos ejemplos, Alfred Hitchcock la utiliza en Con la muerte en los talones y hace media película en la casa del bosque o Kubrick con aquel hotel de El resplandor… Solo con la arquitectura se explica la mitad de la historia. Si se tienen estos conocimientos esta muy bien poder incluirlos en las historias.
ZN: Tras graduarse se fue a Berlín. ¿Qué le impulso a hacerlo?
MF: Si, hacia 1998, de Erasmus y para estudiar y de hecho no he vuelto a vivir en Italia hasta el año pasado… [2021] Porque he hecho mi vida adulta fuera de Italia.
ZN: Su carrera como autor empieza en 2001, en Alemania con una serie de relatos breves que serán editados por Avant-Verlag ¿Le interesan las historias cortas o fueron para usted un instrumento de aprendizaje?
MF: Me sirvió para aprender y me interesan mucho los relatos cortos porque creo que es una disciplina muy exigente de la que no me considero en absoluto un experto. Era una manera de aprender, porque yo pertenezco a la generación de los graphic novelist, pero tenía que empezar de alguna manera antes de dedicarme a una historia de más de cien páginas… Pero me siento mucho más cómodo en más espacios extensos, tomarme mi tiempo; un año, dos años o tres… no es un problema para mí el hecho de tener la disciplina de sumergirse en un tema. El relato corto es una partida de ajedrez, o ganas o pierdes. En un relato largo puedes cometer algunos errores pero al final remontas el partido, pero en un cuento breve hay que llegar en seguida al fondo de la cuestión y ser muy preciso. Por ejemplo, Moebius dominaba este género a la perfección, pero qué no dominaba Moebius… A mí su historia titulada La desviación me impresionó muchísimo.
Y en cambio, me parece que las historias breves de Corto Maltés son más redondas que las historias largas. Aunque La balada del mar salado me parece una obra maestra. Pero sus relatos breves son extraordinarios.
ZN: En sus obras más extensas se pueden detectar ciertos aspectos de estilo muy característicos. Por ejemplo, tanto el Cinco mil kilómetros por segundo como en La señorita Else le gusta empezar con la acción en marcha ¿Intenta que el lector se sienta inmediatamente intrigado y que tenga que hacer un esfuerzo?
MF: Precisamente, cada vez más creo que el lector debe sentirse cómodo con la lectura de una obra, pero siempre he creído que si puede hacer una conexión que yo no le he mostrado explícitamente en el relato, es un triunfo para el lector y para mí como autor. Porque es el efecto de la sorpresa, la sensación de asombro que ha hecho su aparición, pero si se lo tengo que describir todo – como se hace en el fumetti más comercial – tengo la impresión que todo se desploma. Es verdad que en mis primeras obras hay algunas elipsis donde tengo quizás tengo una confianza excesiva en la inteligencia del que me está leyendo, pero parece afortunadamente hay muchos lectores inteligentes que llegan a captarlo. [risas] Y además, creo que las cosas que yo quiero decir y las cosas que el lector quiere comprender no tiene por qué ser obligatoriamente las mismas. Y esto está bien. Siempre pongo el ejemplo de la pintura. Hay mil formas de pintar un cuadro. Y si contemplamos un cuadro de Corot o de Dalí… ahora que estamos aquí en Catalunya vamos a ponerlo de ejemplo; si miramos un cuadro de Dalí nadie puede saber exactamente lo que hay en él. Nadie. Se pueden hacer mil análisis y no se conseguirá aprehenderlo completamente. Y sin embargo, a mí no me gusta todo lo de Dalí, pero hay algunos cuadros que son tan potentes que te acaban atrayendo irremediablemente. Explico esto porque tengo la certeza de que se puede hacer lo mismo en el cómic. Se puede crear un vínculo con el lector aunque la obra no pueda explicarse al cien por cien. Y volvemos a Moebius, en Los mundos de Edena había varias fases, al principio era un anuncio para Citroën, pero hay unas páginas, creo que son dos o tres que son absolutamente maravillosas cuando los protagonistas se disponen a reparar un coche y acaban proyectados a un mundo de la infancia donde hay un trauma que curar… Son mecanismos surrealistas de la narración, que se pueden comprender o no, pero la fascinación esta ahí, la atracción del arte está presente… Y a mí me gustaría llegar a esto. Y no solo explicar historias donde todo el mundo lo comprende todo a la primera.
ZN: Con Cinco mil kilómetros por segundo obtuvo el Fauve d‘Or del Festival de Angoulême 2011 ¿Supuso este reconocimiento un salto adelante en su carrera? ¿Influyó en su decisión de trasladarse a Francia?
MF: No, no… Ya vivía en Francia. Hice está obra viviendo en Francia.
ZN: En La entrevista que es, según mi parecer, un paso más en la evolución de su carrera hay una frase que me fascina: “Señorita es Ud. muy joven. No, no soy muy joven; es el mundo que es demasiado viejo…” Me parece un buen resumen de esta nueva etapa.
MF: Tardé dos semanas en escribir este diálogo [risas] Es la historia de dos generaciones que se miran cara a cara. Es un argumento que se me ocurrió sobre la marcha, pero mirando con perspectiva varias de mis obras veo que es un tema recurrente. La ciencia ficción la uso, en La entrevista, para explicar que incluso lo más intimo de nuestra existencia, lo que creemos eterno acaba cambiando según las épocas. Por ejemplo, la intimidad de mi abuela no es igual que la mía. En esta obra se habla también de las familias formadas por parejas, si a mi abuela, que vivía con casi una decena de hermanos y hermanas todos juntos, le hubiesen dicho cuando era joven que en la actualidad acabaríamos con núcleos familiares tan reducidos, pensaría que es una situación de una frialdad glacial. Pero nos hemos transformado en esto. Y en el futuro habrá aspectos que nosotros consideraríamos ahora imposibles. En este álbum hablo un poco de todo esto llevándolo un poco al extremo y usando la ciencia ficción.
ZN: Hay un tema recurrente en estas nuevas obras como es el cataclismo, el incidente extraordinario, la evolución… como un motor de transformación. ¿Sin esto no podemos cambiar la sociedad? ¿Y al mismo tiempo cree que se necesita un cambio global?
MF: Por supuesto, por supuesto… También la epifanía. El cambio es absolutamente necesario. Algunas veces me pregunto como hemos conseguido evitar la autoextinción, sobre todo por la tecnología que disponemos. Hemos estado muy cerca y estamos siempre flirteando con el desastre.
ZN: En sus obras hay referencias a este desastre global y a problemas como el cambio climático u otros peligros… ¿Le preocupa?
MF: Yo no siento la fascinación por el apocalipsis o el posapocalipsis, pero creo que nos enfrentamos a grandes desafíos y son retos que hemos de afrontar obligatoriamente, podemos hablar de cambio climático como has citado, espero que no será el final de nuestro planeta tal y como lo conocemos. Son retos que hemos de superar para pasar a otra fase… Es por esto que incluyo en mis obras elementos que nos obligan a superar obstáculos y a evolucionar. En mi última obra [Hypericon] acaba con una referencia a los atentados de la Torres Gemelas en 2001. Este es otro momento de transición, al menos cuando yo era joven, en aquel momento una cierta idea del mundo se derrumbaba y teníamos que pasar a una nueva fase. Es un ejemplo de todo esto que estamos hablando.
ZN: Su carrera es bastante atípica dentro del panorama italiano, pero primero de todo… ¿Se considera un autor italiano o más un creador europeo?
MF: Me considero italiano porque procedo de una tradición que parte de autores como Lorenzo Mattoti, pero también con influencias de gente de otros países como Alberto Breccia, de Argentina y otros… Pero es verdad que como he estado siempre viajando, me he mezclado mucho con la cultura francesa y con la tradición de la bande dessinée que es muy potente. En los años ochenta y principios de los noventa había tendencias muy marcadas entre los autores italianos y algunos autores mayores como Andrea Pazienza no estaban traducidos en Francia, ahora con el auge de los festivales y la mayor comunicación los creadores contemporáneos están más acostumbrados a viajar a explorar nuevos mercados y esto hace que estás tendencias estén más fusionadas, es un factor positivo. Y sin embargo hay casos excepcionales. En Italia, Gipi ha abierto una puerta muy interesante que mira hacia lo rural, que utiliza técnicas tradicionales como la acuarela, mientras que otros lo han abandonado por completo. Bastien Vivès lo hace todo con la tablet… Hay nuevas tendencias que se establecen. Yo me veo bien en la escuela italiana, pero es verdad que he estado tanto tiempo en Francia que algo habré aprendido de allí… [risas]
ZN: Hablemos sobre Celestia. En Italia se editó en dos tomos. ¿La pensó como un díptico o fue una cuestión editorial?
MF: Fue meramente una decisión editorial. Está concebida para ser un álbum unitario, pero salió así… Aunque ahora en Italia se está publicando en un solo tomo y creo que en el resto del mundo también, yo quería que fuera así lo más rápidamente posible.
ZN: ¿Le atraen los personajes heridos, torturados tanto física como, sobre todo, espiritualmente?
MF: Por supuesto. No es cuestión de sadismo, pero a los personajes hay que herirlos. Yo procedo de una tradición en el fumetti donde se podía disparar sobre el héroe y este permanecía inalterable. Esto no tiene ningún interés. Me acuerdo que cuando empecé a plantear Cinco mil kilómetros por segundo buscaba que no hubiese ningún personaje vencedor o perdedor al cien por cien. Como nosotros en nuestra vida que no ganamos en todo ni siempre… Cada personaje lleva a cuestas sus heridas. Igual en la vida real. Y creo que lo mágico, lo humano de cada uno sobresale de allí, de estas heridas. También funciona cuando las cosas van bien, pero son nuestras heridas las que nos devuelven a nuestra humanidad.
“>Creo que aún hay un pequeño margen para realizar un tipo de ciencia ficción diferente y es lo que intento hacer”.
ZN: Usted habla de la ciencia ficción de las personas, de los sentimientos y no tanto de los robots o los inventos tecnológicos. En Celestia da un paso más adelante al introducir una especie de salto evolutivo en la condición humana. ¿Qué busca con este enfoque? ¿Cree que es más humanista que la sci-fi más convencional?
MF: Pero no tengo nada en contra de la ciencia ficción clásica, estoy fascinado por este género. Soy un gran lector de ciencia ficción… Hemos hablado de Moebius, creo que es un autor extraordinario de ciencia ficción que ha influido en todo el mundo. Entonces, cuando decidí abordar el género era evidente que ya no se podía ir por este camino, porque el cómic ha evolucionado, ha cambiado y al mismo tiempo yo venía de un entorno donde predominaba la historieta no solo autobiográfica, pero donde el punto de vista estaba a la altura del ser humano ¿no? Estaba muy influenciado por los trabajos publicados por L’Association, hace veinte años, de gente como Guibert, Joann Sfar… Así que cuando he vuelto a introducirme de una manera paulatina en la ciencia ficción el resultado ha sido un mezcla extraña que combinaba el intimismo, entre comillas, con algunos retales de ciencia ficción, algo que a lo mejor se convierte en un género diferente; la ciencia ficción de la sociedad, ciencia ficción intimista… Porque en la ciencia ficción más clásica hay muchas corrientes, desde Asimov a Ballard, pasando por Bradbury. Por ejemplo Asimov es más un autor de ciencia ficción que escribe como un historiador clásico, al estilo Imperio Romano y en cambio en Ballard todo es psicológico y surrealista, le encantan los surrealistas y sus libros son completamente surrealistas, a mí me gustan mucho. Y si hablamos de Moebius vemos que es un enfoque casi arqueológico del género, es uno de los primeros que ha concebido el concepto de ruinas del futuro, porque hasta entonces el futuro siempre era blanco, de formas perfectas… Creo que aún hay un pequeño margen para realizar un tipo diferente de ciencia ficción y es lo que intento hacer.
ZN: Un aspecto fascinante de su carrera son sus portadas, tanto las que realiza para sus obras, como las de Celestia, o las más comerciales como las de la serie Mercurio Loi ¿Se considera un especialista, un portadista?
MF: Veamos, he hecho muchas, muchas portadas incluso para libros de literatura. No sé si soy un especialista, pero creo que es un oficio bastante específico el de portadista y en mi caso suelo trabajarlas mucho, a veces hago unos diez o doce bocetos hasta encontrar la que me gusta. Me gusta mucho cuando en un cómic la portada no se parece demasiado a la obra que hay dentro… [risas] Para mí una portada no debe explicar nada de la obra, tiene que ser algo hermoso que te obligue a coger el libro en tus manos, aunque es evidente que le da algunos indicios al futuro lector. No creo en la portada que explica una historia… Recuerdo que una vez Igort, en su faceta de editor de Coconino Press, le recriminaba a Gipi que no colocara ningún personaje humano en su cubierta de la obra Hanno ritrovato la macchina, porque era un paisaje con una carretera y los faros de un coche en la lejanía. Le decía que estaba loco, que en el cómic no se podía hacer algo así.
MF: Antes las cosas funcionaban de esta manera, en las portadas siempre tenía que aparecer un personaje, un ser humano. Y claro, esta portada de Gipi a mí me impresionó mucho porque no se parecía a nada que hubiera visto, era muy, muy impactante. Desde entonces la historieta ha cambiado, ya no es igual… Pero sí, es verdad que es un asunto intrigante lo de las portadas, yo nunca he perseguido hacer este trabajo, pero al final he acabado por hacer muchas.
ZN: ¿Qué le interesa del cómic, qué lee Manuele Fior en la actualidad?
MF: Pues ahora rebusco en el pasado. Especialmente, en el cómic clásico norteamericano. A veces creo que estoy obsesionado con volver a los orígenes. Leo todo lo que puedo de Winsor McCay, también Gasoline Alley [de Frank King] y cosas del estilo. También de los japoneses me gusta mucho la época de los setenta con la revista Garo, con Yoshiharu Tsuge, además de otras cosas de los ochenta… intento leer todo de Satoshi Kon porque creo que es uno de los mejores autores de manga, bastante más desconocido.
Pero también me interesan mucho los autores contemporáneos, bastantes, como por ejemplo un creador croata que se llama Miroslav Sekulic-Struja que ha publicado un libro muy hermoso o Bretch Evens que juega muy fuerte… No soy el típico autor de cómic que dice que no lee cómics, yo leo muchos aunque tenga mis gustos particulares, pero leo mucha historieta y soy un lector voraz que lee cuatro o cinco obras al mismo tiempo… La última historia que me ha gustado mucho es La otra parte de Alfred Kubin, el dibujante que escribió una sola novela, pero que es muy intrigante, bastante increíble… Léalo si tiene la ocasión
ZN: ¿Tiene algo en cartera?
MF: He terminado mi última obra. Un poco del estilo de Cinco mil kilómetros por segundo que se titula Hypericon. Es una historia que desarrolla en el Berlín de los años noventa, que es la ciudad que conocí cuando era estudiante y luego cuando empecé a trabajar. Y es una época que creemos muy cercana pero que en realidad está muy alejada, tanto tecnológicamente porque no existía internet, la foto digital ni los teléfonos móviles. Pero también era muy diferente políticamente y para los jóvenes, como yo en aquella época, el mundo se abría en todas direcciones. Había caído el Muro y lo que nos imaginábamos del futuro en aquellos años es muy diferente de lo que realmente ha sucedido después… entre otras cosas el 11 de septiembre en Nueva York. El título es Hypericon porque se trata del nombre griego de una flor que tiene referencias hasta en la época de los faraones egipcios. La protagonista es una joven historiadora de arqueología que está montando una exposición en Berlín sobre la tumba de Tutankamón, pero no quiero contar mucho más de la obra, pero en este momento podemos encontrar otro momento histórico de estos que hemos hablado antes, donde el mundo se abre o bien donde se cierra en sí mismo. Es una historia que sirve para medir las esperanzas de aquella generación. En el fondo es un libro de ciencia ficción y nosotros, en la actualidad, somos la ciencia ficción de aquella época.
ZN: Aquí tenemos otro personaje principal femenino. ¿Para usted la mujer es un motor del cambio, son más audaces…?
MF: No está planeado. Es curioso porque cuando Guido Crepax empezó con Valentina nos encontramos con un personaje llamado Philip Rembrandt que era el protagonista, pero luego Valentina lo devora… No es algo consciente o premeditado. Es verdad que cuando me decido adaptar una obra como Mademoiselle Else escojo esta historia porque me permite tomar un poco de distancia biológica, porque en el fondo aún hay diferencias, lo que me permite no acabar de alcanzar nunca la totalidad de lo que quiero decir. Además está el motor erótico que sigue siendo muy fuerte a la hora de plantear un argumento y además creo que mis personajes femeninos tienen más poder que los masculinos, es posible que esté más aburrido de los hombres y con las mujeres me atrevo a ir mucho más allá, atravesar algunas barreras que me cuesta cruzar. Y evidentemente está el misterio, en mi caso me conozco más, pero en el de una mujer me es más desconocido, es un continente más misterioso y tiene todo el sentido aventurarme en él, más que en uno que tengo bastante más explorado.
Con los personajes que creas pasa un poco como en la vida, cuando te encuentras con alguien en la calle no lo conoces en absoluto, es a medida que vas tratándolo que lo vas conociendo y, en general, no tengo ganas de maltratarlo. Para mí sería muy dificil matar a un personaje, pero tengo ganas de relacionarme con él y cuando tienes una relación amorosa o de amistad en ciertos momentos te haces daño. Es una dinámica que debe ser cada vez más verdadera, solo de esta manera conseguiremos hacer una historia que tenga resonancias para el lector… Me repito, pero yo soy un antiguo lector de superhéroes y en su momento leía mucho los tebeos de La patrulla X y allí encontramos un personaje como Kitty Pryde, que era adolescente cuando yo también lo era y encontrar los traumas de esta edad en este personaje hacía que trascendiera su condición de superheroína, conseguía que sus dolores de cabeza que presuponían un superpoder se asemejaran a mis dolores, en una escala 1:1, y que a lo mejor significaban algo ligeramente distinto y desconocido…
MF: Siempre preferiré a los personajes que caen a los que permanecen inmutables.
ZN: Nos parece un final perfecto… En nuestro nombre y en el de los lectores ¡Muchas gracias por atendernos!
MF: Encantado y muchas gracias a vosotros.
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Reseña de Celestia a cargo de Diego García Rouco.
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