Edición nacional / España: Escapar. Historia de un rehén. Colección Sillón Orejero, noviembre 2016, Astiberri Ediciones.
Guión, dibujo y tinta: Guy Delisle.
Formato: 432 páginas en bitono editadas en cartoné.
Precio: 23 €.
Escapar es otra obra de denuncia de Guy Delisle en la línea de Pyonyang o Crónicas de Jerusalem. A los adeptos al francés ya saben lo que les espera: un trazo sencillo y una mirada inteligente ante conflictos, culturas y sucesos que definen lo peor del ser humano, siempre con un perspectiva quizá irónica, siempre ácida. Escapar sigue esta senda pero resulta tanto o más eficaz en su alegato y denuncia por el uso de un recurso generalmente poco explotado en el mundo del tebeo: la reiteración. Si has podido ojear el tebeo, habrás observado que es un mamotreto importante. Más de cuatrocientas páginas para una historia por lo general echan para atrás, los lectores más blandos pueden amilanarse y semejante lomo da miedo. Y cierto es, pero una vez que uno se zambulle en su lectura, tal cantidad de páginas empiezan a cuadrar. Delisle pretende que sintamos la desazón y el infierno del confinamiento a través de la repetición de viñetas y páginas. Sufrimos el secuestro del protagonista desde su punto de vista, sin la intromisión de líneas argumentales paralelas, desde la horrible incertidumbre de la mirada del secuestrado, que no sabe, nunca, cuándo terminará su cautiverio. Bailamos así, en danza macabra, claro, a través de cuadros muy parecidos con el mismo personaje dentro de las mismas cuatro paredes, aquellas que encierran al trabajador de la ONG que ha sido secuestrado por la mafia chechena. Y su cautiverio se hace el nuestro, a base de reiterar y reiterar, sin malabarismos melodramáticos ni tramposas técnicas del thriller. Desde que es apresado hasta la resolución de la trama, asistimos a los días interminables del preso y mientras deseamos que sea liberado, ardemos de rabia y nos deprimimos junto a él.
A pesar de lo crudo de la trama, la mirada de Delisle no está cargada de odio ni, a Dios gracias, de reflexiones políticas de medio pelo. Delisle se centra en lo que le sucede al cautivo, no pone el ojo en criticar o hacernos entender la cultura de sus secuestradores. De hecho, hasta cierto punto, en algún momento, su pobreza y el mundo criminal en le que se ven forzados a vivir explica semejantes comportamientos. Pero no hay odio. Delisle apenas muestra la cara interna de los secuestradores, pero los refleja complejos, humanos, no los disculpa, pero tampoco los demoniza como si fueran parte de un reportaje de un telediario de derechas –¿queda alguno de izquierdas ya?-. Desde luego, lo que llevan a cabo es inhumano, pero no los simplifica a través de la simplificación fácil de unos terroristas al uso. Hay un momento incluso, en el que el protagonista, ávido por cierta conmiseración, cierto contacto humano, está tentado por buscar cierta complicidad, pero, como no podía ser de otra forma, le puede el rechazo.
Esta mirada entre cercana y lejana fomenta la aparición de preguntas, subraya la incertidumbre del cautiverio y vehicula la trama con el ansia de saber algo más, de modo que cada pedazo de información resulta un oasis en medio del desierto. Esto se suma a la ansiedad del protagonista y por ende a la del lector, que no dejará de pasar página tras página con rapidez con la necesidad de llegar a la resolución. Y si, esto sí parece una artimaña de thriller al uso, pero el tono, las formas, son tan sosegadas que jamás podríamos certificar lo anterior.
El dibujo acompaña a la trama. De hecho este es un ejemplo perfecto del trazo adaptado al guión. Delisle no se recrea en el escenario, no llena las viñetas, sino usa los elementos justos para reflejar ese confinamiento así como la inutilidad del tiempo perdido. La pérdida de vida que supone vivirla en el mismo agujero, privado de libertad se refleja en perspectivas cada vez más sencillas, en un dibujo cada vez más concreto, sin aspavientos melodramáticos, tan solo unas cuantas líneas para recrear el carnicero paso del tiempo. Y con él, la angustia auténtica, la de la incertidumbre, que hace mella en cualquier cerebro, que aniquila la voluntad, pero que, en ocasiones, supone la chispa esperanzadora para resolver las propias tramas.
Guión - 7
Dibujo - 7
Interés - 7
7
Interesante reconstrucción de un secuestro.
Me encanta Delisle! Este es uno de los que cayó por Reyes, lo tengo aún pendiente de leer (porque es un tochal!).