La Liga de los Suicidas
«Me rindo.»
Tal y como comentábamos en la reseña, así como en nuestra selección de las mejores series de 2020, las impresiones de los seis primeros números fueron francamente positivas, en la mejor tradición posible para el grupo (con respeto notable a ciertos aspectos fundamentales y fundaciones), sin renunciar a introducir una serie de modificaciones para el mismo de carácter renovador, ampliando el horizonte de una cabecera que, habiendo superado los treinta años de existencia, con consabidos cambios históricos, políticos y editoriales, necesitaba una poderosa renovación que supiera adaptarla al público y contexto de nuestra época. Parte del poder de estos cambios se debe al estudio de personajes, específicamente a la introducción de un conjunto nuevo de personajes en el corazón de la Fuerza Especial X, los Revolucionarios. Un factor como este puede transformarse en un problema, habida cuenta de la dificultad que supone dotar de personalidad y motivación individual a personajes que se introducen bajo un conjunto. Lejos de alejar las expectativas, esta caracterización continúa siendo una de las principales virtudes que invitan a seguir leyendo.
El aire renovador, combinado con el respeto por el pasado, se ve reflejado a la perfección en la grapa 7, en la que contamos con un nuevo dibujante, Daniel Sampere (con tinta de Juan Albarrán). Es un número centrado en Floyd, volviendo a casa con su hija, inmerso en una crisis existencial. Siendo un personaje que tradicionalmente ha funcionado en momentos espectaculares, repletos de acción, resulta este un momento especial, relajado, para desarrollar el amor por su niña. Tom Taylor conoce al personaje, viendo el potencial de su lado menos cínico y más humano, y da comienzo a un viaje que culminará dos números después, como testamento sentimental de Deadshot. El diálogo no se presenta sobrecargado, reduciendo el volumen para potenciar el mensaje, hablando acertadamente de temas universales como la culpa o el tormento de un modo comprensible. Buena parte de que esto funcione se debe al dibujo de Sampere y Albarrán. En primer lugar, desde el diseño del espacio, definiendo un barrio residencial común estadounidense con una aproximación muy inteligente. Desde la primera viñeta sabemos que estamos ante personas normales que viven en sitios normales y tienen problemas normales, adaptados lógicamente a la dimensión de la vida de un villano de DC Comics. En segundo lugar, por los rasgos faciales y las expresiones, sabiendo adaptar y captar lo que el guion demanda. Seguimos el viaje de Floyd desde el dibujo pasando de los momentos de arrepentimiento a los más cercanos y familiares.
Para la siguiente, continúa Daniel Sampere en el dibujo, de nuevo brillante en la construcción del escenario. Esta vez es uno distinto, en plena naturaleza, espectacular con el color de Adriano Lucas. Sigue una línea continuista desde el guion con el número anterior, volcada en el desarrollo de los antihéroes, esta vez en Aerie y Wink fundamentalmente. Tiene un componente muy tierno, especial, que hemos visto en otras obras de Tom Taylor (Lobezna), de recoger las bondades que surgen incluso en los momentos más aberrantes. Otra de las inquietudes artísticas de su autor, la camaradería que nace en los grupos más variopintos, se ve reflejado en el modo de afrontar la historia. Precisamente con Lobezna se puede trazar una línea conectora, al recordar la relación de Floyd y su hija a la que había con Gabby.
A partir de aquí, la colección toma su recta final, con la vuelta de Bruno Redondo a los lápices para un enfrentamiento final. El número nueve es la más acertada muestra de la calidad que ha sabido dar a la colección, elevado por el citado Adriano Lucas. Este último artista resulta sobresaliente en su trabajo, combinando los distintos elementos de la historia y dibujo, las personalidades complicadas de los miembros del grupo y la dimensión de la acción para desarrollar el color que ha de utilizar, las distintas tonalidades dependiendo del momento, con un enfoque dinámico, atractivo, que viene de maravilla tanto para las escenas donde prima el humor como en aquellas en las que los protagonistas conocen el drama. El estilo de Redondo se engrandece en los momentos más espectaculares, aquellos en los que el grupo ha de actuar y enfrentar a los enemigos en la sombra, coordinándose con Taylor en el aspecto del diseño de personajes, dando un elemento reconocible para todos y cada uno de los participantes en la trama, lo cual, como se ha desarrollado, es una tarea francamente complicado.
Por todo ello, queda un regusto amargo, no por sus conclusiones sino porque las posibilidades de la colección apenas habían sido desarrolladas todavía. A pesar de ello, si lo vemos como un conjunto cerrado, ha sido notable en todas y cada una de sus facetas; una bocanada de aire fresco ante el modo de producción creativo y editorial de grupos en DC Comics. El equipo detrás de la misma se ha desmarcado como uno de los más interesantes para el futuro lo cual hace que la expectación por sus proyectos crezca, a la espera de que el nivel marcado por Escuadrón Suicida continúe.
Lo mejor
• La caracterización de personajes, fantástica.
• El dibujo de Daniel Sampere y Bruno Redondo, junto al color de Adriano Lucas.
Lo peor
• Que esta aventura haya durado tan poco.
¡BRILLANTE!
Guion - 8
Dibujo - 8.2
Interés - 8
8.1
NOTABLE ALTO
Un viaje fantástico dirigido al corazón de la Fuerza Especial X.
En mi vida me he comprado un cómic de Nightwing y el suyo es de lo que más espero que llegue por aquí en cuanto a pijamas.
A mi me parece estupendo que sea un volumen cerrado, aunqur igual tuvo que cerrar demasiado pronto por el calendario editorial. Ahora estaria bien un volumen con los revolucionarios, con los mimos autores, y en black label para ir a su bola mejor. Aunque no parece que vayan por ahi los tiros. La verdad es que despues de ese final ver tan pronto otro Escuadron rodando…